Soy un chico de 32 años al que le fascina usar ropa de mujer en la intimidad y verme al espejo con ella, sintiéndome una linda mujercita. En mis fantasías, me siento mujer y me pongo por nombre Vanessa, soy delgada, de piel clara, con pecas en la espalda y un cuerpo con curvas. He usado ropa interior, siento preferencia por las braguitas de encaje y aunque he tenido relaciones con chicos de mi edad y son de mi preferencia, también he tenido alguna aventura con una persona madura y es la que me dispongo a contar en este relato.
Caminaba un día por la calle luego de las diez de la noche cuando noté que al pasar cerca de mí, un carro disminuyó su velocidad tratando de llamar mi atención, así que lo miré disimuladamente y noté que era una sola persona y me parecía un poco mayor, entonces caminé un poco más rápido fingiendo temor y el carro tomó su velocidad normal y desapareció. Luego de haber caminado un poco más, noté que pasaba de nuevo y esta vez sí lo miré, tratando de reconocer a la persona que dirigía sin conseguirlo, luego tomó nuevamente su velocidad normal y se alejó. Caminé un poco más pensando que volvería a aparecer pero luego de un buen poco sin ver que venía de nuevo, me dio pena porque ya me había parecido excitante la situación.
Pasados más de diez minutos que me habían parecido largos y en los que pensé que no volvería más, escuché el sonido del motor del carro que ya lo tenía identificado y francamente, me alegré que hubiera regresado y decidí que esta vez haría algo más que voltear a verlo. Cuando disminuyó la velocidad, le hice una señal amistosa con la mano, lo que hizo que se detuviera y abriera una de las puertas, insinuándome que subiera, que me llevaría con gusto hacia donde yo iba. Entonces me di cuenta que era un señor moreno y un poco gordo, que bien podía tener de cincuenta a cincuenta y cinco años.
Cuando me subí, le di las gracias por ser amable y le dije que iba a mi casa, indicándole la dirección que podía tomar y durante el trayecto, no me dijo algo, sólo se limitó a conducir a una velocidad moderada. Cuando casi habíamos llegado me preguntó si no pensaba que era temprano aún para llegar a la casa y me propuso que paseáramos un poco, a lo que accedí muy a mi gusto, pues ya estaba viviendo una aventura y sentía que estaba por terminar sin que ocurriera algo más emocionante.
Entonces condujo por un rumbo hacia el lado contrario de mi casa y traté de decirle algo pero no me respondía, no era conversar lo que deseaba, luego me puso una mano en mi pierna y me la comenzó a acariciar suavemente, yo solamente le dejaba hacer, lo hacía despacio, a diferencia de los chicos más jóvenes que desde el comienzo muestran su fogosidad y quieren llegar rápido al final. También me tocó mi pene, que ya estaba duro y húmedo y me lo acariciaba con ternura, entonces me desabroché mi pantalón, sacándomelo, para disfrutar mejor de sus caricias. Así permanecimos durante el camino hasta que llegamos a un motel y entró hasta llegar a una puerta que se abría automáticamente, ahí estacionó el auto y apagó el motor, invitándome a que fuéramos a la habitación que tenía la puerta cerrada.
Al entrar, se me acercó, me abrazó y comenzamos a besarnos apasionadamente mientras me metía su lengua en mi boca, a la vez que me acariciaba mis pechitos; obvio, yo tenía ya mi verga durísima y sentía que Juan también, se le notaba en el pantalón y cada vez que me abrazaba, su pene se rozaba con el mío, lo que me excitaba mucho. Yo estaba súper nerviosa porque era mi primera vez con un hombre mayor y tenía miedo de desahuciarlo y no sabía qué hacer pero me pareció que él entendía la situación y colocando sus manos en mi rostro, mirándome en una forma acariciadora, me sonreía dándome a entender que comprendía y que no tenía por qué preocuparme.
Sentí deseos de agarrarle su verga y corresponder a sus caricias que tan gentilmente me había brindado, lo que al parecer le excitó mucho porque sentí como se le paró totalmente, amenazando con romper su pantalón, lo que me hacía excitarme. Bajándole el cierre, le tomaba la verga entre mis manos, acariciándosela suavemente correspondiendo a las caricias que me había brindado en todo el camino mientras nos besábamos en las bocas, entrelazando nuestras lenguas. Luego, no pude resistir el impulso de pasarle la lengua por todo el cuello, por las orejas y por el resto del cuerpo que no era atractivo pero debido a la gentileza y la bondad con la que me trataba, no podía menos que corresponderle a su amor.
Posteriormente, me puse lentamente de rodillas y tomándole su verga, se la comencé a besar y después, haciéndole hacia atrás su prepucio, le comencé a pasar la lengua en la puntita, lo que hizo que gimiera muy violentamente, incluso dio un suspiro grande y me agarró la cabeza con las manos, como tratando de guiarme hacia su pene. De a poquito, me la fui comiendo, eso me costaba un poco y llegaba sólo hasta la mitad, empezando lento, luego comencé a aumentar la velocidad, de repente paraba, me la sacaba y dejaba que expulsara un poco de pre semen, para saborearlo y luego seguir chupándoselo. Juan estaba cada vez más excitado, le emocionaba sentir que me la tragaba toda y por momentos, me agarraba la cabeza y me presionaba con su verga, gimiendo desesperadamente y haciéndome fuerza, como queriendo que no quedara algo sin que fuera chupado.
Así nos mantuvimos un tiempo, haciéndome presentir que deseaba venirse en mi boca pero no era así y poniéndome de pie, me quitó rápidamente la ropa, entonces se dio cuenta que yo llevaba esa braguita con encaje rosa y se volvió loco, salía fuego de sus ojos y lo único que dijo fue “no imaginé que fueras tan putita”. Entonces, me dejó la braguita pero nada más, luego se quitó toda su ropa también y me dijo que me acostarme boca arriba, comenzando a besarme todo el cuerpo, deteniéndose en mis pechos, para succionarme mis pezones demoradamente mientras yo le agarraba su verga y jugaba con ella, deslizándole mis dedos húmedos de líquido pre seminal.
Yo quería que me chupara mi verga pero no encontraba la forma de insinuárselo, sólo se me ocurrió tomar su mano y colocármela en el lugar donde quería que me chupara y se dio por entendido, ahora me pasaba su lengua por mi glande, lo que me producía un indefinible placer, al tiempo que me hizo mi braguita a un lado con sus dedos y buscaba mi hoyito, entonces encogí las piernas para facilitarle la entrada. De esa forma, me lo frotaba con sus dedos al mismo tiempo que me chupaba la verga, lo que fue haciendo que comenzara a sentir espasmos de placer, provocándolo a que se detuviera un poco, para retardar la eyaculación.
A continuación, me pidió que me acostara boca abajo, a lo que accedí, así me acariciaba las nalguitas diciéndome que las tenía respingaditas como le gustaban y me las besaba con pasión, lo que hacía que me sintiera deseada. Pronto sentí morirme cuando, sin quitarme mi ropa íntima, me penetró con su lengua, primero lentamente, luego con más intensidad produciéndome escalofríos, entonces agarré una almohada y la puse bajo mi vientre, dejando mi culito más a su disposición, lo que aumentó su deseo de chupármelo. Luego de un rato, me dijo que me pusiera en posición de perrita porque me quería coger.
Después de haberme puesto en esa posición y de lubricarme el culito con su líquido, me abrió mis piernas y comenzó a metérmela despacio hasta sentir que sus vellos púbicos me rozaban las nalgas, no sabría decir cuánto le medía y aunque no era muy grande, estaba gruesa, lo que hizo que me doliera el culito cuando se me dilataba, lo que Juan entendió porque se detuvo un poco y me acarició con mucha ternura. Hizo una pausa un poco leve, de más o menos un minuto, luego comenzó a moverse, primero lentamente y después más rápido hasta llegar a un buen ritmo, en el que gemía ahogadamente. Yo disfrutaba mucho sintiendo cómo esa verga se me salía, para luego hundirse de nuevo en mi culito, a veces casi hasta el fondo, a punto de chocar con mis nalgas.
Luego, Juan comenzó a metérmela más rápido y más rápido mientras me agarraba mi verga y me empecé a masturbar porque sentía que me explotaría, al tiempo que me hundía su verga hasta el fondo y chocaba con mis nalgas, haciéndolas sonar. Yo estaba al límite, a punto de explotar pero continué hasta que no aguanté más y me corrí derramando mi semen, llenando el encaje de mi calzoncito; por su parte, él siguió culeándome hasta que no aguantó más y se vino dentro de mí, sintiendo su esperma caliente. No sé cuánto tiempo había pasado desde que llegamos al hotel hasta ese momento, quizás había sido menos de una hora pero había sido fantástico, épico, lo había disfrutado mucho y sentía que mi amigo lo había disfrutado también.
Ahora busco nuevos maduros casados o soleros, divorciados de hombre o de mujer, en verdad muero por ser esta hembra que Juan tanto disfruto. Vivo en Guadalajara, recién llegado, donde estas mi hombre? donde estas mi macho?
Besos a todos.