Había pasado cerca de dos semanas desde que mi cuñada y yo tuvimos un encuentro amoroso, durante ese tiempo ella cada vez que podía, jugaba a seducirme, hubo ocasiones estando presente mi esposa y aprovechando cierto descuido, rosaba mi pene con sus manos o cualquier parte de su cuerpo, en otras oportunidades si vestía con falda se quitaba las panties y mostraba sus partes íntimas.
Ese juego la divertía sobre manera. Un fin de semana mi señora me avisa que tendrá que trabajar doble turno, debido a un percance sufrido por unas de sus compañeras. Los ojos de mi cuñada brillaron de tal manera que las palabras sobraban. Apenas pasaron como veinte minutos de marcharse mi esposa, mi amante me dice que despache a su hija mayor, para fuese a tareas dirigidas me atendería como a un rey.
En un periodo breve de tiempo entró ella a mí habitación, sólo tenía puesto una bata para dormir sin nada debajo. Dimos rienda suelta a nuestros bajos instintos, siempre iniciábamos de la manera preferida de ella, estaba quien esto escribe boca arriba, mi cuñada se colocó en cuclillas sobre mi, abrí sus nalgas, apunté mi miembro a su hermoso ano, se fue sentando despacio hasta engullir todo, se quedó quieta un momento, luego comenzó a moverse de manera rítmica y acelerando con cada bombeo, hicimos todas las posiciones que pudimos, disfrutamos al máximo, ella se corrió bastante veces, caímos agotados. Me levanté y me duché esperando la revancha, ya que estaríamos prácticamente solos por un par de días. Todo parecía perfecto.
Luego de la ducha salí para desayunar, allí estaba ella, pletórica por lo que habíamos vívido, también se había aseado, olía bastante bien, parecíamos dos recién casados. Como mencioné anteriormente, la situación parecía perfecto, no contamos con un pequeño detalle, su hija casi adolescente, faltaba un par de meses para cumplir trece años.
La cuestión fue la siguiente; no le dieron clases, la profesora estaba quebrantada de salud y l envió de regreso.
Al nosotros notar su presencia, nos invadió un cúmulo de dudas, no estábamos seguros si nos había visto, por mi parte yo no noté alguna presencia, mi cuñada tampoco sintió o vio a alguien, de lo que si estábamos seguros era que nunca cerramos la puerta de la habitación.
Sólo pasaría un par de horas para disipar las dudas. Dejé que todo fluyera, pensé en un plan B, por si acaso. Salí de la casa para despejar mente.
Al regresar a la casa lo primero que hice fue ubicar a la hermana de mi esposa, sólo con verle la cara supe que su hija nos había visto. Me le acerqué y la interrogué con la mirada. Ella estaba más roja que un tomate.