"No sabía yo que hacerme pasar por el novio de una amiga me haría vivir una experiencia cuckold"
I.
—¿Qué tan bien me queda? —me dijo.
—Pues de puta madre. ¿Es un hilo dental? —le contesté recostado desde su arreglada y elegante cama.
—Algo así, es una bikini tipo “v-string”. ¿Cómo me sienta el color rojo? —Se gira.
—¡Madre mía! —Me río un poco nervioso— ¿No crees que vas un poco salida?
—Esa es la idea, Eddie. Quiero ponerlo bien caliente.
—¿Andas antojada o qué?
—Si, tengo antojo de carne… Carne con leche, ¿no te parece esa una rara combinación? —dijo con picardía.
—¿Qué cojones?
—¿Y a vos qué se te antoja?
—Ahmm… pues pescao.
—Ah bueno, te puedo ofrecer a la vuelta pescado con leche. —Se ríe.
Esa… esa es mi buena y despampanante amiga Kim, y allí… allí estaba yo, tratando de disimular que podía verla, casi desnuda, sin perder un ápice de mi relajada actitud confiada. A ver cuánto me duraría…
Se estaba arreglando para ir a la piscina de uno de sus amantes. Me pidió que mientras tanto le haga compañía. Estaba claro a por lo que ella iba, y eso me llenaba de morbo.
Cuando la vi por primera vez, de mano de unas amigas, me quedé hechizado por su atractivo, yo y todos los colegas del bar. Esa noche me propuse quedarme cerca de ella, abriéndome paso entre los buitres, para ofrecerle las más espontáneas charlas que se me iban ocurriendo. Entre cervezas y música, le caí majete. Al rato ya me comentaba sus experiencias íntimas con sus ex parejas y ¡madre mía!, las cosas que me contaba. Aquel día era la envidia de tíos y tías porque esa bonita mujer prefirió charlar conmigo todo el rato. Me sentía con la mayor de las suertes por caerle bien.
En mi intimidad, esa chica se había convertido en una de las protagonistas de mis fantasías o, bueno, si lo decimos a lo bruto sería de mis pajas. Lo que pasa es que siento una morbosa curiosidad por la vida sexual de chicas que considero despampanantes, contrario a las chapuzas de los típicos chuloputas. Pasaba que un colega eructaba que se había liado con cinco tías, todas a espaldas de sus esposos o novios, y que han follao toda la noche; y para mi era como “ajam, sí. Bueno… ¿quién tiene hambre?”. Pero si una sexy mujer era la que comentaba, era como “uy, madre mía, ¡diablos señorita!, qué atrevida jijiji…”
En varias oportunidades, cuando salíamos con el grupo de amiguetes, ocurría que Kim soltaba algún comentario picante de sus aventurillas, teniendo así una probadita de su fogosidad. Me daba la impresión de que en la cama debía ser hardcore, como lo que viene siendo una actriz porno, pero mejor porque se supone que no estaría actuando (?). Tal es así, que se me había formado el fetiche de querer verla teniendo sexo con uno de sus amantes… porque obviamente yo no tenía ese perfil para serlo. No iba a espiarla como un pervertido y arriesgarme a perder su confianza con tal de complacerme; más allá del morbo, me cae muy bien y es una de las amigas más interesantes que tengo. Sin embargo, cuando nos encontrábamos solos hablando sobre temas sexuales, siendo ella libertina y yo un noob, tenía que hacer fuerza para mantener los papeles y no revelarle mi libidinoso deseo.
Kim se estaba terminando de arreglar el cabello, su peinado me hacía recordar al de Britney Spears en aquel videoclip “Oops!… I Did It Again”.
—¿Querés venir conmigo? La pileta de Nacho es enorme, su casa parece la de un narco —se ríe.
Estaba embobado viéndola. Simplemente estaba sentada derechita en su tocador vanity y aun así, me resultaba sensual sin intención de serlo. Me pasaba a menudo, tenía que empezar a disimular, no quería pasar por un baboso e incomodarla. Despabilé cuando me habló y me senté en el borde de la cama:
—Oye, ¿pero acaso no vas a ir sólo para ligar con el colega?
—¿Y qué tiene? Mientras tanto te podes quedar con los demás, son todos buena onda.
—Mmm, no lo sé, se me hace aburrido estar con peña cuando la acción va a estar en una de las habitaciones de la casa.
Kim me lanzó una insinuante mirada:
—¿Qué estás tratando de decirme?
—No sé, digo… —le respondí tímidamente.
—¿Querés sumarte o qué?
—Non, no me reff, refería a eso…
«Me duró poco, gente»
—¿Y entonces? ¿Querés ir a vernos?
—¡Cómo!, pero qué cosas dices, por favor un poco más de respetación…
—¡Mirá, te pusiste colorado! —Lanza una carcajada maliciosa—. ¿Qué pasa, te calienta la idea o qué?
Respiré hondo. Suspiré. Debía de reponer mi compostura.
—Lo que trato de decir es que, obviamente, sería muy sexy, de seguro, verte; pero sólo eso… Como cuándo miras una porno, ¿sabéis?
—¿Pero vos querés verme a mí o al penacho de Nacho?
—Nono, a ti, obviamente, siendo tú una chica muy hot y eso…
—¿Seguro…? —Me miraba con picardía.
Le respondí con un firme y seguro:
—Si.
—Mmm… Ok. Mirá vos el Eddie eh, me saliste voyerista, no me habías contado tu perversa afición…
—No Kim, jamás te espiaría sin tu consentimiento. —Quise recuperar algo de decencia.
—¿Y entonces qué serías?
—Pues un mirón, pero ése no es el punto. Sólo digo que me parecería muy interesante verlos ya que, al lado suyo ustedes son básicamente profesionales y yo pues… bueno, digamos que he tenido pajas más interesantes que mis folleteos.
Ya estaba en el pozo, debía de jugármela.
—Ohh, entonces vas a ir con tu libretita y tomar nota de cómo se hace. —Se estaba acojonando de la risa.
—Bueno… ¿podríamos hacer de cuenta que no te he dicho nada?, ¿por favor?
—Noo, ahora te jodiste pervertido ¡Buajaja!
—No seas así Kim, de seguro tú también tienes tus extrañas fantasías.
—Ah, resulta que lo tuyo no era tomar nota, sino una fantasía (?)
Maldita sea, me tiene arrinconado. No tuve peor idea que dejar entrever mi jodido deseo, ahora para ella soy una coña viviente.
—Por favor Kim, déjalo ya.
—Tranquilo, bobo. Yo también tengo mis fantasías, como dijiste recién. Hagamos un trato: yo te cumplo hoy la tuya y vos me cumplís una mía, ¿qué te parece?
Abrí los ojos como platos.
—¿De verdad me lo dices o estás de cachondeo?
—Te juro. —Me estrecha su mano.
—Uy, genial. Trato hecho. —De seguro estaba ruborizado de la emoción mientras apretaba su mano. —Y dime, ¿cuál es tu fantasía?
—Ya lo vas a descubrir…
—Anda, dime.
—No te preocupes, no sos el único “rarito” acá.
—¡Dios! De ti me puedo esperar cualquier cosa. —Lo dije en el mejor de los sentidos pero no sonó así.
—Mirá quién habla, el tipo que quiere ver como me rompen el culo a pijaz…
—¡Alá! —le interrumpí.
—Bueno… hacer el amor dulce y suavemente, ¿así te gusta? —se ríe. —Ya es hora, vamos.
—Vale.
—Eso sí —me recalcó por el camino—, no se te ocurra sacarme fotos o filmarme porque te corro a patadas.
—No soy un idiota, Kim.
—Ok, así me gusta… —luego me susurra al oído— Perversito.
II.
Llegamos a la casa, que digo casa, mansión del tal Nacho. Me dirigía hacia la puerta principal pero Kim me indica un portoncito al costado.
—Vamos por acá, va directo al patio de atrás. Esperá… —Espía por encima para asegurarse que no se acercara alguien, supongo—. Vamos a hacerle una jodita a Nacho. —Me guiña.
—Vale.
—Te voy a presentar pero como mi novio.
—Okey.
Ojalá fuese mi novia, sería el mortal más feliz del planeta, aunque siendo su amigo nada más me consideraba bastante afortunado ya.
Abre la puerta el susodicho en bañador con maso six pack y todo el pechamen al descubierto, portando un rostro de chuloputas que flipas.
—Holaaa, hermosa mujer. —Saluda extendiendo los brazos—. Y tuu…
—Mi novio —le espeta.
Su rostro de anfitrión buen rollero cambió por uno de escabrosa seriedad. Kim pasó de él como si nada, el colega se adelantó y le susurró al oído una serie de ininteligibles preocupaciones, a los que ella, con un ademán de despreocupación, respondió:
—Tranquilo, no pasa nada… —y se adelantó por el pasillo contoneando las caderas.
El colega se quedó unos instantes pasmado, me miró, levantó una ceja cual Dwayne Johnson, y luego dijo:
—Tu amigo, tú eres un tipo con suerte. —me rodeó los hombros con el brazo y avanzamos detrás de la dama—. Mira nada más eso… Tu eres el tío más suertudo del mundo, ¿qué mundo?, de la galaxia.
»Sabéis, no suelo recordar los rostros de personas que no sean tías buenas —me iba comentando por el camino—, pero contigo, tío, tengo que hacer una excepción. Es más, voy a tomarte una foto y hacerla cuadro para ponerla en mi sala. A las visitas les voy a decir que aquel tío, aquel tío es un ídolo, y cuándo pregunten el porqué les diré que es por el peazo de novia que se carga; y es ahí cuando giró el cuadro con una foto de ella y todos comprenden al instante lo que les digo…
Madre mía la chapa que me está dando el colega flipao este. Como íbamos de estatura parecía yo Messi y él Piqué.
Había buen rollete en aquel patio, gente guapa, lujos, música pachanguera, más lujos, vestigios de una barbacoa; en fin, una reunión de pijos como muchas, ambiente que se me hacía por demás ajeno, pero si era por acompañar a Kim, pues nada, a tope.
—Hola chiquis, ¿cómo están todos? —saluda animadamente Kim—. Les presento: este es mi novio.
—¡Holiiis! —saludan como críos desde la piscina.
Joder macho, creí que la “jodita” se había acabado, no porque me disguste rolear como su pareja, para nada, pero es que la tía ha venido para ligar con el dueño de la casa.
En un momento de la tarde, me acerco a ella y le comento en secreto:
—Oye, ¿no crees que está bien raro que me presentes como tu novio cuando has venido a liarte con el colega aquel?
Kim me contesta con una risita:
—¡Sii! Las caras que van a poner cuando me vean tonteando con Nacho. Y peor, cuando me vaya con él para adentro, mmm…
Se lo estaba pasando de puta madre a costa mía.
Cuando mencionó eso último, de sólo pensarlo, el corazón me latía a mil, parecía como cuando de puber me metía en secreto a ver porno en la laptop, tremendas pajas me colaba, pero cambiaría a todas las Valentinas Nappis o las Lanas Rhoades por la mujer que tengo ahora en frente. No dejo de ser un pringado más, con un poco de suerte, enamorado de la bella que arranca a su paso suspiros de deseo.
—Bueno, me voy a meter a la piletita —anunció por todo lo alto.
—¿Qué pasa, levantaste temperatura? —dijo uno de los coleguis.
—Sii, estoy re caliente.
Se quita el pareo, dejando así lucir su flamante bikini rojo, y la brisa movía su rubia y lacia cabellera… ¡Suspiros de deseo, chavalaas!
—¿Te gusta cómo me queda, Nacho? —dijo con un leve pero perceptible tonito cachondo.
El colega trata de tapar con sus manos su prominente lascivia y luego me señala al grito de:
—¡Eres el ídolo, tío, el ídolo!
Kim, luego de una carcajada, se tira de clavado a la piscina como toda una profesional. Yo me meto también y voy junto a la peña. El tal Nacho arrastra su tumbona más cerca de la orilla. Kim nada hacia su dirección y se ponen a cuchichear. Por la posición en la que estaba acomodada, de seguro se le vería un canalillo de espectáculo. No cabe duda que al colega se le habrá perdido la vista más de una vez allí. No sé qué acordaron en su charla, pero la cuestión es que ambos se incorporaron y fueron juntos al interior de la casa.
Pasados unos 15 minutos, aparecen trayendo sándwiches. Nos acercamos a ellos, ella me mira con su insinuante sonrisa y le da un mordisco a su refrigerio, para luego limpiarse lascivamente una “miga”.
—¿De qué son? —preguntó uno de los colegas.
—El mío es de carne con leche —le responde Kim con total naturalidad.
—¡Watafaka?
Kim se ríe. Me llama y vamos a un lugar más apartado para charlar.
—Acabó al toque, mucha chele —me suelta—, se ve que le re calienta la onda de corneador.
—Madre mía lo salida que vais. ¡A tope! Disfrutad de tu jovial “sezualidad”.
—Obvi. Para la noche, capaz, vamos al cuartito y “zuit-ziu, zuit-ziu, zuit-ziu” —ilustró con silbiditos el mete-saca—. Yo te aviso y ahí… —Me hace repetidos guiños.
La tardecita transcurrió con música y alcohol, todos bailando como si de repente estuviéramos en Ibiza. La pareja de cachondos no tuvo mejor idea que bailar frotándose como posesos en medio de todos.
Dos chicas, tomadas de la mano y con ojos azules como la piscina de la que habían salido, se acercan hacia mí. Una, con toda admiración, me dice:
—Me encanta la relación que tienen tú y Kim.
—Si, a mi también —(?).
—Ojalá yo tuviera un tipo de relación así. —Mira a su compañera, ríen y se marchan.
Voy a la cocina del anfitrión a buscar algo de alcohol de su repleta heladera. Me intercepta allí otra chica, rubia de cabello cortito con unos enormes senos.
—Sabía, desde que llegaste, que eras uno de esos…
—¿Uno de qué?
—De esos tipos que se calientan viendo a su novia con otros machos.
—Nono, no se trata de eso…
No me dio tiempo a explicarle porque la tía me agarró con rudeza el paquete.
—Uy, qué durito —se burla y luego huye antes que llegue más peña.
Me quedo pasmado unos instantes hasta que llegan otros dos tíos:
—Che perrito, fijate tu mina ahí, controlala porque le está re calentando al loco.
—Si man, ese le va a re cojé a tu mina.
—Vale, me ha quedado claro.
El “Kun Agüero” y su colega se marchan tras advertir el offside de uno de los jugadores. Salgo para ver en qué andaba Kim. Sonaba a tope funk brasileño, un tipo de música que conocí justamente por ella, que, casualidad, se caracteriza por ser sumamente sexual. La veo haciéndole tremendo twerking al Nacho, quien no perdía detalle tomándola de la cintura y restregando el paquete entre sus nalgas. Me atajo la frente ante tan magistral habilidad para el baile urbano. A un costado, las dos chicas de los ojos azules me sonreían burlescamente.
III.
Ya había anochecido. No sabría precisar dónde había ido el resto de la peña, si se habían marchado o andaban revoloteando por la casa que, con drogas y alcohol tenían para rato. Yo estaba con Nacho y Kim en el jacuzzi porque si, tenía un jacuzzi al lado de la gran piscina, «lujos baby…».
De ellos sólo veía sus cabezas, estaban juntitos. Kim cierra los ojos y suelta un suspiro. Por lo oscuro no veía lo que pasaba bajo el agua. El colega le observaba con atención. Al rato Kim suelta, ya no un suspiro, sino un gemido que se oía muy rico. Al instante el colega me mira y dice:
—Recuerda tío, tú eres el afortunado porque de todos, ella te eligió.
Se oían unos cada vez más intensos gemidos de ella, hasta que repentinamente se incorpora:
—Ay por dios, los chorros de esta pileta son descontracturantes, uy. —Se acerca un poco a mí—. Mi amor, estoy muy cansada, me voy a acostar un ratito y después nos vamos.
—Vamos, te llevo para el cuarto de huéspedes —le atiende el anfitrión con toda cordialidad.
Los veo marchar y me quedo unos instantes en el jacuzzi, pensando en que esos gemidos fueron toda una delicia para el oído y la mente. Me salgo y seco con una toalla que estaba por allí. No sabía qué hacer a continuación, supongo que entraría en la casa para sacarme la duda sobre la peña. Apenas entrar, Kim se aproxima con prisa hacia mi.
—Eddie vení —me toma del brazo—, me dijo que no tiene problema con que mires.
Nos dirigimos hacia la habitación del colega, quien estaba ya completamente desnudo con la chorra colgándole entre las piernas, posicionando un sofá cerca de la cama.
Me quedo observando como ella, sentada en el borde de la cama, toma el rabo aquel y lo menea. Se mete todo lo que le cabe y me mira… Madre mía, cómo me estaba poniendo la tía. Tras la felación, se despoja de su bikini y así, como si de un sueño lujurioso se tratase, pude apreciarla en todo su esplendor. Se pone en cuatro de cara al chulo, quien no tarda en tomar posición y comenzar a restregar el rabo entre las redondas y firmes nalgas. Yo me ubico en el sofá, dispuesto a masturbarme con mis aproximados 13 centímetros de furia española, pero ambos se quedaron estáticos viendo mi pene.
—¿Cuánto mide eso? —me dice el colega.
—Dejalo —me defiende Kim, empujándole con la cola—, a mi me gusta, me entra todo en la boca, la tuya no.
El colega se queda mirándola y luego me dice:
—¿De verdad quieres ver como me la follo, tío?
—Ahmm, si. Es en realidad a ella quien quiero ver.
Kim me guiña un ojo y el colega se echa una carcajada.
—Vale pero que sepáis que no me voy a cortar un pelo porque estés aquí, voy a hacer sonar esas nalgas por toda la casa y todos los que estén lo van a oír. —Tras decirlo le da una nalgada.
—Ay, no me cachetees así forro, que a mi novio no le gusta que me quede la cola toda marcada —dice Kim.
Las que se inventa la tía. Además, con una simple nalgada no bastaría para enrojecer su bronceada piel.
Nacho se vuelve a reír y acomoda su aparato en la entrada, haciendo pasear el glande por su dorso. Ella se estremeció sintiendo todo aquello abriéndose paso, y me dice cachonda:
—No te asustes si grito, mi amor, es porque me está gustando mucho.
El colega se puso como una moto tras oír eso y «plaf», la primera marcha sonó, «mmm…», los jadeos de ella. «Plaf, plaf», la segunda marcha, los gemidos ricos no tardaron en salir. «Plafplafplaf», la tercera y los gritos de placer coparon la carrera.
FIN
Por Dany Campbell