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Mi amante, el profesor de tenis
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Mi segunda infidelidad fue con mi profesor de tenis.

Hace unos meses atrás, cuando aún no existía la pandemia acompañé a una amiga a un club de deportes.

Ella quería empezar a jugar al tenis.

Fuimos juntas hasta la oficina de informes y administración, para que nos entreguen un folleto con los horarios, los precios, etc.

Nos atendió una joven muy linda, atlética, simpática, que repetía las ofertas en horarios, días y valores como estudiados de memoria.

Mi amiga la escuchaba muy atentamente mientras mi mirada recorría los trofeos, medallas y galardones que el club había logrado a lo largo de los años. Las camisetas colgaban en las paredes luciendo los apellidos de jugadores destacados del lugar.

La joven secretaria repetía ofertas que no escuchaba. De pronto al nombrar a los profesores que dictaban sus clases allí, escuché el nombre… Marcos Sabala.

Marcos Sabala, lo recordaba, recordaba su nombre, recordaba su olor, recordaba sus besos.

Marcos y yo nos habíamos conocido en la facultad.

Él comenzaba a estudiar su carrera de profesorado en educación física y yo vagaba de carrera en carrera buscando alguna que me inspire.

Los encuentros con él eran muy pasionales.

Nos encontrábamos en el bar de la facultad, esperando a que el baño se desocupe para entrar y matarnos!

Fueron dos meses muy pasionales, donde desplegábamos nuestras destrezas amatorias y atributos sexuales. El deseo, la atracción era cada vez más intensa al cruzarnos en los pasillos.

Dejamos de vernos por varios años, él siguió con su vida, yo con la mía.

Hace un tiempo atrás un amigo en común realizó una fiesta de presentación en su casa.

Marcos y yo estábamos invitados, ambos con sus respectivas parejas.

En un momento determinado de la noche, nuestras miradas se cruzaron y casi instintivamente ambos fuimos en dirección al baño.

Estábamos más grandes, con más experiencia y con muchísimas ganas el uno del otro.

Nuestro encuentro fue tan intenso que aún recuerdo las sensaciones orgásmicas de aquel momento.

Nunca más supe de él. Hasta que ese día, en el club de tenis, la secretaria dijo su nombre. Mi corazón comenzó a galopar más fuerte en mi pecho, mordí mis labios recordando su boca y mi vagina dejó caer gotas de excitación.

Pregunté si podía darme un folleto a mí, con los horarios y profesores. Mi amiga me lanzó una mirada fulminante, ella había escuchado hasta el hartazgo de mis encuentros sexuales con Marcos.

Divertida y súper excitada, doblé el folleto y lo guardé en mi bolsillo.

Una semana después, iba a mi primera clase de tenis.

Hacía varios años que no teníamos noticias sobre nuestras vidas. Ni yo de Marcos ni el mías.

Ambos seguíamos en pareja.

Al verlo, mi cuerpo reaccionó de la manera que lo hacía siempre. Mi entrepierna comenzaba a humedecerse, mi corazón latía más fuerte, y mi mirada se fijaba en su boca.

Yo, físicamente había cambiado un poco, aunque me reconoció al instante.

Creo haber visto su erección al verme.

Su profesionalismo se derrumbó cuando, al saludarlo respetuosamente con la mano, le entregue una nota, prolijamente doblada y me retiré de la cancha dejando mi bolso con las raquetas y las pelotas en un banco cercano. Y moviendo mi culo, caminé hasta el vestuario, antes de entrar, miré por sobre mi hombro y vi que me seguía sonriente, ahí confirmé que sería mío cada vez que yo así lo quisiera…

La nota decía: “TE ESPERO EN EL VESTUARIO”.

Tres minutos más tarde Marcos entraba al lugar en busca de sexo.

El choque de cuerpos al vernos fue irresistible. La atracción era tal que no podíamos despegar los cuerpos.

El mío estaba siendo atraído hacia el suyo con la fuerza de un imán, encastraban perfectamente en él.

Marcos sin dejar de morder mis labios, casi dolorosamente, traba la puerta para no ser interrumpidos.

Con la misma pasión, me levanta de la cintura y cruzando mis piernas por su espalda, caminamos, mordiéndonos, jadeantes, desesperados, hasta apoyar mi culo desnudo en el frío mármol de la mesada del lugar y mi nuca en el espejo. Así Marcos me cogió como la primera vez.

Una tarde que mi esposo había salido de viaje con sus amigos, fui a la clase de tenis, esperé a Marcos y lo invité a mi casa.

Era la primera vez que cogeríamos en una cama.

Fue el mejor multiorgasmo que he tenido hasta hoy.

Marcos quemó con sus manos ardientes cada rincón de mi cuerpo.

Mordí el suyo, saboreándolo por completo.

Introdujo su pene en mi boca, en mi vagina, en mi culo, reiteradas veces. Una y otra vez, cogió fuerte cada uno de ellos. El refriegue de los cuerpos excitados, mis fluidos vaginales mezclados con su semen, nuestros jadeos pronunciaban torpemente deseos, llevaban nuestra excitación al máximo.

Éramos salvajes, solo queríamos saciar nuestro placer, calmar nuestro instinto animal.

Saqué membresía en el club.

Asistía religiosamente dos veces por semana, por 90 minutos, durante dos meses.

Nunca jugué al tenis. Marcos pidió el pase a otro club.

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