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Mi alumna preferida (2)
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Su pregunta no me resultó del todo extraña, en los casi treinta años que llevaba ejerciendo había recibido varias veces ese tipo de propuestas de alumnas (y algunos alumnos también) que, desesperados ante la idea de reprobar, y ociosos para hacer la labor extra que se les asignaba, no dudaban en ofrecerse a sí mismos.

Lo que me descolocó por completo, fue el hecho de que ella optara por esa salida y no por presentar un examen o me pidiera algún otro trabajo escolar, después de todo, puede que fuera holgazana pero no estúpida, y a mi parecer un examen sin duda hubiera sido una sugerencia mas apropiada. Así pues, la mire tratando de que pareciera que analizaba su propuesta y no que intentaba calmar el repentino aumento de temperatura que me provocó con esa pregunta, y es que, siendo honestos, por mucho que me jodiera la situación, debo admitir que imaginarme a esa chica abierta, mojada y lista para mi sobre ese escritorio me había puesto muy, pero que muy duro el pene.

Aun así, decidí tras un momento de lucha interna que lo mejor era negarme, con un suspiro que pareció fastidio pero era mas de frustración y coraje conmigo mismo por lo que estaba haciendo, respondí con un "no" que sonó mas rotundo de lo que quería. Sus ojos negros me lanzaron una mirada sorprendida y pareció cortarse un poco pero al instante, algo en mi expresión debió decirle que no era del todo sincero pues mientras, rodeando la mesa que nos separaba y dibujando una media sonrisa entre coqueta y tierna volvió a insistir -qué? ¿Es que no le gusto? -se recargó un poco y acarició ligeramente mi hombro -o es que se está haciendo el difícil porque le gusta que le ruegue?

Para este punto, la parte racional de mi cerebro que me decía que me levantara y saliera de esa aula de inmediato pues estaba a punto de poner en peligro una oportunidad de trabajo y una reputación impecable por una niñata bonita era apenas un susurro pues el resto de mi cerebro y mi cuerpo se ocupan del modo que esas medias largas de lana gris se rozaban apenas con el dobladillo de su falda dejando al descubierto apenas una franja de la blanca piel de sus muslos. Las piernas, que sus botines bajos y esas malditas medias hacían ver aún mas largas y sugerentes, estaban entre abiertas a solo unos palmos de distancia, si yo quisiera, con solo extender mi mano podría estar tocándolas. Su respiración entrecortada, cada vez un poco mas a medida que mis dedos fueran ascendiendo, sus brillantes ojos negros engulléndome con el deseo contenido que mi caricia le provocaría, su lengua humedeciendo sus labios de cuando en cuando, su cabello cayendo por su espalda, las manos deseosas de tocarme también…

-¿Y bien, profe? Preguntó Nerea en un susurro y mirándome directo a los ojos. Entonces me di cuenta de que no había contestado, que me había perdido demasiado tiempo en mis fantasías y que ella seguía recargada en mi escritorio, con las piernas ligeramente separadas, un botón de su camisa abierto, su cabello ondulado suelto, los labios húmedos, la mirada brillante, a la espera de una respuesta, y yo estaba muy excitado, duro y listo para dársela, y la respuesta también.

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