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Mi adorado tío
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Tiempo de lectura: 4 minutos

En esta temporada de fin de año, mi familia recibió como visitante a mi tío Saúl. Él ha vivido en el extranjero desde hace bastantes años, así que procura ahorrar para disfrutar las fiestas en su país natal. Cómo yo soy la que tiene más tiempo libre, fui la que designaron como su guía, para que vea lo mucho que ha cambiado la ciudad y encargarme de que no se aburra.

Y creo que lo he hecho bien.

Lo primero que comentó al verme fue que estaba cambiadísima. Y es lógico, la última vez que me vio, yo todavía era una niña. Ahora ya estoy en primer ciclo de universidad.

Mientras lo guiaba cuando manejaba hacia el centro, me confesó que me consideraba una chica muy hermosa. Es algo muy halagador, pues aunque me lo han dicho muchas veces, viniendo de él fue algo muy bonito. Y él también, aunque ha engordado y está mucho más arrugado, sigue teniendo ese aspecto agradable de cuando jugaba conmigo en mi infancia.

—¿Conoces algún lugar donde podamos ir a bailar? —preguntó de repente, y el primer lugar que se me ocurrió sugerir fue una discoteca que está en la parte alta de la ciudad. No soy fanática de ese tipo de juerga, pero mi tío lo merecía. Y lo pasamos muy bien. La alegría de mi tío Saúl por estar de regreso en su amado país de origen se manifestó en el entusiasmo que puso en cada canción, tomándome de la cintura y haciéndome llevarle el ritmo con cadencia. ¡Nos divertimos mucho! Al final, decidimos que volveríamos a la menor oportunidad.

Tal como acordamos, volvimos dos días después. Solo que para esta ocasión, decidí que debía verme mejor. Así que me puse un vestido negro corto y ajustado, al igual que un poco más de maquillaje, y para culminar, un mejor peinado. Como si tal iniciativa fuera de mutuo acuerdo, encontré a mi tío con un atuendo más elegante, y una actitud más caballerosa hacia mí. Verlo así vestido, y portándose con tanta galantería, me pareció que le hacía ver realmente atractivo. Puedo asegurar, también, que él también quedó encantado por la forma en que ahora yo estaba luciendo mi figura.

Nos divertimos bailando como la otra vez, pero muchas cosas fueron diferentes. Esta ocasión fuimos menos tímidos. Él me tomó más veces de la cintura y de las caderas, y por mi parte, hice más pasos sensuales meneando mi trasero frente a su pelvis, de la forma más provocativa posible. ¿Por qué estábamos actuando así? ¿Será por eso que, tras varias canciones agitadas y candentes, terminamos frente a frente, respirando pesadamente, y dándonos un apasionado beso en la boca?

Si, mi tío y yo, besándonos con pasión frente a un montón de desconocidos. Aunque eso se sintió exquisito, terminé hundida en un profundo y doloroso arrepentimiento, en el que sólo pude reaccionar cuando nuestros labios se separaron.

Verlo tan sorprendido como yo me sentía, y con un toque de arrepentimiento en su mirada, me hizo dar la vuelta y alejarme, buscando esconderme en el baño. Pero él estiró su brazo y me detuvo. No con brusquedad, sino con decisión.

—Ven —dijo con firmeza, pero con un tono casi suplicante.

Me hizo que subiera al auto. Sin que yo le guiara esta vez, empezó a manejar hacia un sector en las afueras de la ciudad, donde había un autohotel. Casi por instinto, divagó hasta que se detuvo frente a un apartamento.

—¿Cómo conoces este lugar? —pregunté.

—Vine aquí la última vez. Pero no creí que desearía regresar.

—Pero… ¿Estás seguro de que deberíamos…?

—Yo estoy más que seguro. Así que solo necesito saber si tú lo estás.

No emití respuesta alguna. Solo le seguí.

Ya en la habitación, tomó unos segundos para observarme frente a frente.

Luego, pronunció: —Si lo deseas, puedes llamarme Saúl, nada más.

—Sí. Eso creo. Saúl.

Con timidez, sabiendo lo que iba a terminar significando, nos besamos otra vez, y con el doble de pasión que en el restaurante. Sin separar nuestros labios, pude sentir sus manos bajando desde mi espalda hacia mi trasero, y hacer círculos para disfrutar la firmeza de mis anchos glúteos. Dejé de abrazarle, y con ambas manos empecé a soltar los tirantes de mi vestido, para dejarlo caer y mostrarme ante Saúl en ropa interior blanca. Al verme así, dejó de besarme y se detuvo a admirar mi físico. Senos grandes. Piernas largas. Yo ya no era ni la sombra de la niña que él conoció. Ahora era una mujer, y una que deseaba ser amada por ese espectacular hombre.

Sin que él me lo pidiera, me puse de rodillas frente a él y empecé a desabrochar su pantalón. No podía contener mi emoción al descubrir que su miembro era tan grande como lo imaginé. Empecé a chupar la punta y poco a poco fui yendo más profundo, desafiando la capacidad de mi garganta. Escuché como gemía y decía mi nombre cada vez más fuerte. Fui aumentando la velocidad y la fuerza de mi succión, decidida a volverlo loco de placer. En un momento me tomó de la cabeza para obligarme a ir aún más profundo, a lo cual no puse nada de resistencia.

—M… Me vengo… —dijo entonces. Aun cuando pude separarme, no evité que un chorro de su caliente semen salpicara mi rostro y mis pechos. Fue una sensación inigualable, tanto por ser ardiente como por prohibida. Mi amado Saul me contempló maravillado.

—Preciosa… Me encanta como te ves así —confesó, mientras yo me limpiaba el rostro y alcanzaba a saborear los jugos de mi tío. Quizás había algo de magia en su semen, ya que con cada probada, me sentía más y más atraída por él. Lo veía más hermoso, masculino y fuerte a cada segundo. Lo deseaba. Supuse que él experimentaba lo mismo, ya que su gran pene no tardó en ponerse rígido como piedra de nuevo.

—Te amo —terminé confesando.

—Y yo a ti, nena. Siempre imaginé que estabas destinada a convertirte en una mujer sensual, en una fiera apasionada. Y no me equivoqué.

—¿Y que piensas hacer ahora con tu fiera apasionada? —pregunté con una sonrisa pícara. Él sonrió de igual forma, y me tumbó a la alfombra.

Procedió a quitarme las bragas, y yo correspondí removiendo mi sostén para liberar mis pechos. Quería darle algo para que se divirtiera. Tal cual. Se abalanzó sobre mi para besar y chupar de mis pechos, como si fuera un bebé grande y ardiente, mientras su otra mano jugaba con mis muslos y subía poco a poco hasta mis partes íntimas. Sentí como sus gruesos y ásperos dedos entraban en mi vagina y retozaban adentro, buscando darme aún más placer. Yo no dejaba de gemir. Y a cada minuto me iba enloqueciendo más.

—Saúl.

—Dime, mi amor.

—Hazme tuya.

Sin pensarlo dos veces, introdujo su enorme miembro en mí. No sé qué tan fuerte grité, en esa mezcla de dolor y placer que experimenté, pero lo hice una y otra vez, por un largo rato, mientras mi bello Saúl entraba y salía cada vez con más rapidez y fuerza. Ese largo momento de desenfreno fue el que mayor placer había experimentado hasta entonces. Me cambiaba de posición y me usaba como quería, y yo me dedicaba a gozarlo cada vez más.

—Nena, voy a…

—Hazlo, lo quiero sentir…

Se vino dentro de mí. Fue maravilloso. Todo ese cálido amor fluyendo dentro de mí, nublando mi mente, me hizo sentir en el paraíso. Nos besamos nuevamente y nacimos en la alfombra un largo rato.

Sé que algún día él se marchará. Pero mientras tanto, he estado saliendo más con él, y usando prendas más cortas. Lo curioso es que parece que ha aplazado su fecha de partida… Mi lindo Saúl.

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