Estaba en casa de mi abuelo, temblando de miedo y al mismo tiempo, de placer.
Llevaba un vestido corto. No me puse bragas ni sujetador. Sabía que a mi abuelo eso le gustaba. Con suerte, me volvería a castigar por cerda.
Mi abuelo me estaba esperando y para mí sorpresa, tenía un invitado muy especial. Un hombre algo más joven que él. Rondaría los 65 años. Tenía gafas de pasta negra y una mirada sucia que redondeaba a la perfección con su cara de vicioso. Era alto, creo que sobre el metro ochenta. Obeso.
– He traído a un amigo para que te enseñe a obedecer. Te dará clases de cómo has de tratar a un hombre.
Mi abuelo me hizo sentar en una silla frente al viejo gordo. Él estaba sentado en el sofá y mi abuelo se sentó a su lado. Me dijeron que abrieras las piernas. Ambos vieron que no llevaba bragas y se relamieron de gusto.
– Ya te dije que mi nieta es muy guarra.
El viejo gordo comenzó la clase sin dejar de mirarme el chocho y las tetas.
– Sácate las tetas pequeña zorra
Obedecí al instante. Saqué mis tetas por encima del escote. Mis grandes pechos dejaron mudo al viejo gordo. Vi como le crecía aun más la polla.
– vamos a comenzar con la lección de hoy. Ya me ha contado tu abuelo que hace tiempo que chupas pollas. Que te desvirgó el culo y te corriste. Eres muy joven para ser tan cerda. Tócate el chocho mientras te hablo.
Esto último sonó imperativo. Lo hice al momento. Mi dulce chocho estaba mojado y mis dedos resbalaban bien por los labios.
El viejo gordo se lamió los labios mientras siguió con su lección.
– Las mujeres tenéis que obedecer al hombre. Si un hombre quiere follar, vosotras tenéis que abriros de piernas. Además de ir sin bragas para facilitar que os la podamos meter rápido en el sitio donde nos apetezca. No podéis negaros y si lo hacéis, el hombre tiene la obligación de azotaros mientras os follamos duramente. Lo estás entendiendo?
– Si, señor.
– Muy bien. Si un hombre quiere que se la comas, lo haces. Si quiere metértela por el culo, te agachas, si quiere que te tragues su corrida, te la tragas. Entendido?
– Si, señor.
– Vamos a ver si lo has entendido.
Mi abuelo se sacó la polla, iba a mamarsela pero me dijo que pusiera el culo. Obedecí. Me puse en posición de perra. Estaba deseosa que me lo follara. Quería sentir su grueso rabo dentro de mi culo, sentir como me lo golpeaba, como trataba de rompermelo. Quería que me pegara en las tetas como la última vez. Pero esta vez fue directo a mi culo. Y empezó a follarmelo sin compasión. Gemí de placer pidiendo más.
El viejo gordo se sacó la polla del pantalón. No era tan gruesa como la de mi abuelo pero si más larga. Se la meneó delante de mí. Me relamía pensando en chuparla. Pero no me la daba. Deseaba tener una polla en mi culo y otra en la boca. El cerdo se estaba haciendo de rogar.
Le supliqué que me follara la boca.
– Quieres polla cerda? Quieres esto? Te gusta? Mira como la tengo. La quieres chupar?
– Si, por favor. Metemela en la boca
– Eres una guarrilla. Mira como me pajeo. Sebastián, dale más fuerte, quiero ver cómo le golpean las tetas en la cara.
Mi abuelo me dio más fuerte y rápido. El cerdo no se cansaba. Me abrió el culo como nunca.
– Seguro que así te gusta más, verdad zorra?
– Síii… Mucho…
Apenas podía hablar a causa del placer. Seguía mirando esa polla hasta que no pude más y le grité:
– Dame tu polla cerdo!
El viejo gordo me miró sorprendido por mi reacción. Paró de pajearse y vi levantar su mano hasta abofetearme.
– Me has llamado cerdo? Quien te crees que eres?
Y volvió a abofetearme la cara. Después siguió con las tetas.
Se marchó un momento a la cocina y regresó con un estropajo. No sabía que iba a hacer. Se paró frente a mi, se agachó un poco hasta llegar bien a la altura de mis tambaleantes tetas. Me frotó fuertemente el estropajo por las tetas. Me dolía y eso a él le gustaba. Estuvo un rato frotándome las tetas con el estropajo hasta que no pude aguantar más el dolor. Entonces pasó a frotarme el chocho. Lo hacía con fuerza. Dolía todavía más.
– Así aprenderás a no insultarme.
Me retorcía de dolor, a mi abuelo le costaba darme por el culo con tanto movimiento por mi parte.
Finalmente el gordo paró. Y me la metió en la boca. Me folló la boca como a una buena cerda. Dándome fuerte, pegándome y volviendo a follarme la boca. No paraba de decir:
– Toma polla, guarra. Esto es lo que pedías verdad? Has venido sin bragas. Es lo que te mereces perra.
Me corrí de gusto escuchando esas palabras mientras me tragaba su polla hasta el fondo. Mi abuelo apretó su polla metiendomela aun más al fondo, corriendose. El gordo hizo lo mismo con su polla. Me la metió hasta el fondo por la boca mientras se corría. Noté su leche caliente bajar por mi garganta. Fue maravilloso.
– Ya has tenido tu lección de hoy. Mañana vuelves para tu segunda lección.
Me encantaría conocerte y de verdad seria delicioso culiar con una perra caliente como tu. Me encanta tu relato.