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Mi abuelo me desvirga el culo (3)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Volví al día siguiente a casa de mi abuelo, a la hora acordada.

Esta vez me esperaba con dos amigos. El viejo gordo que me dio una paliza y otro viejo que rondaría los 80 años.

Vi sus miradas lascivias dirigiéndose a mis pechos. Tenían puesta una película porno. Tres mujeres calientes lamiéndose los coños por turnos. Miré la película y el gordo me preguntó si me gustaba. Contesté que si. Mi coñito hacia rato que estaba empapado pidiendo polla.

Los tres se tocaban el rabo por encima del pantalón mientras me miraban las tetas y se relamían. Esa imagen me excitó aún más y me subí la camiseta para que pudieran observar mejor mis grandes tetas. Sus ojos se abrieron como platos y comenzaron a murmurar obscenidades como: qué ricas tetas, te voy a follar esas tetas. Te voy a reventar el culo pequeña zorra.

Estaba muy cachonda y me senté en una silla delante de ellos. Abrí las piernas, me subí la falda y dejé ver mi chochito húmedo y caliente. Pasé mis dedos que resbalaron con suavidad y me masturbé mirando como sacaban sus pollas duras del pantalón. Quise correr a lamerlas, lo deseaba, sólo pensaba en pajearles con la boca hasta llenarme de leche. Pero me aguanté. No sé cómo lo hice.

Me levanté, me subí al sofá y puse mi coño cerca de la cara del octogenario. Me pajee en su cara y él no pudo aguantar la tentación. Me agarró del culo y me atrajo hasta su boca. Sacó su lengua y comenzó a lamerme el coño entero. Pasaba su lengua jugosa por todo mi coñito caliente, una y otra vez, extasiado, frenético. Me aparté he hice lo mismo con el gordo. Este se enfadó al verme tan guarra y me bajó del sofá.

– qué estás haciendo puta! Te vas a enterar. Voy a darte una paliza en ese chocho sucio que tienes.

Me tumbó en el sofá con las piernas abiertas y pidió a mi abuelo y al octogenario que me sujetaran las piernas. Los tres miraban con lujuria mi chochito virgen y el viejo gordo comenzó a azotármelo.

-te lo voy a dejar bien rojo. No tuviste bastante ayer? Vienes a por más? Te voy a enseñar a no ser tan guarra.

Y volvió a azotarme sin compasión. Yo gritaba de dolor pero me tapó la boca mientras con la otra mano seguía pegándome en el coño. De ahí pasó a pagarme en las tetas. Botaban con cada azote. Él disfruta castigándome y yo disfrutaba con sus azotes.

Después de unos minutos se detuvo. Me incorporó cogiéndome del pelo y me acercó la cara a su polla. Por fin podía tragármela. Abrí la boca desesperada y chupé y chupé como si no hubiera un mañana. Con pasión.

– tenías ganas de polla. Así, así, chupa cerda.

El octogenario también quería una buena mamada y en cuanto me soltó el gordo fui impaciente a por la polla del viejo. Gemía de gusto. Mi abuelo se pajeaba viendo la escena. También esperaba su turno y no le hice esperar mucho. Su polla gruesa era la que más me gustaba. Apenas me cabía el glande. Me comí esas tres pollas duras y canosas. Sus huevos botaban con cada embestida en mi boca. Me toqué el coño, me dolía por la paliza del gordo, pero me gustaba y me corrí con una de las pollas en la boca.

– mira la zorrita, se ha corrido.- dijo mi abuelo.

– será guarra! – gritó el viejo gordo.

Me apartó de la polla y me abofeteó. Me puso a cuatro patas y me dijo:

-ahora te vas a enterar.

Me la metió por el culo sin el menor tacto. De un golpe. Y comenzó a follarme fuerte sin parar. Mi abuelo me metió la polla en la boca para que no gritaste y entre los dos me dieron unas fuertes embestidas. El gordo sacó su polla de mi culo y se lo ofreció al octogenario que, sin dudarlo, me la metió también de un golpe. Ese viejo me folló unas cuantas veces y se corrió dentro. Le tocaba el turno a mi abuelo. Hizo lo mismo que los otros dos. Como agradecimiento al octogenario, le limpié la polla con la boca. Estaba flácida pero igual de rica.

Esos viejos sólo sabían follarme el culo sin pensar que mi coñito ardía en deseos de ser desvirgado. Mientras me rompían el culo, mi coño se abría esperando su turno. Un turno que nunca llegaba. Supliqué que me destrozasen el coño entre los tres pero no me hacían caso. Sólo se saciaban con mi boca y mi culo. No paraban de utilizar esos agujeros. Mi abuelo se corrió escuchando mis súplicas entre lamidas de las otras dos pollas. Quedaba por correrse el viejo gordo.

– quieres que utilice tu coño sucio?

– si, por favor. Fóllatelo

Me tumbó en el sofá, boca arriba mientras gritaba lo guarra que era. Volvió a pedirles que me agarrasen las piernas. Sabía lo que venía ahora.

– te voy a follar ese coño sucio que tienes pero te va a doler tanto que no querrás que te follen nunca más.

Cogió el cinturón de su pantalón y me golpeó el coño con él. Mi abuelo, cachondo como nunca, me tapó la boca. El viejo gordo volvió a golpearme nuevamente. Me sacudí de dolor mientras los tres gozaban con ello. Cuando me puso el coño rojo dijo que ya estaba listo para ser follado. El octogenario acercó su cara a mi coño y lo lamió con gusto para dejármelo bien mojado. Una vez sació sus ansias de chocho, se apartó y dejo que el viejo gordo lo usara. Acercó su polla a punto de reventar y la metió fuerte, de un sólo golpe. Me estremecí de dolor, mi abuelo seguía tapándome la boca mientras me arqueaba. El gordo disfrutaba con aquello.

– esto te gusta, guarra? Es lo querías verdad? Pues toma polla, zorra!

Y comenzó a follarme sin medida. Mis tetas botaban arriba y abajo. Él las miraba vicioso y su cara de cerdo hizo que me corriera. Se dio cuenta y me llamó puta.

-te gusta que te violen, cerda? Mira como se corre la guarra. Si, esto te gusta.

Me abofeteó y me folló una y otra vez hasta e él también se corrió. Dejó entrar toda su leche en mi coñito dolorido.

Le agradecí su buena follada y le limpié la polla con la boca.

– eso es lo que tienes que hacer, cerda. Abrirte de piernas y dejarte hacer de todo.

-Ya estás lista para que te la metan por todos los agujeros al mismo tiempo. Te avisaré para que te prepares. La próxima vez seremos unos cuantos – dijo mi abuelo mientras se reía.

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