Rosaura había quedado huérfana debido a un maldito accidente de tráfico. Al no tener familiares cercanos se tuvo que ir a vivir a una aldea con su padrino y su madrina. El cambio fue brutal, de un colegio de monjas en la ciudad y de vivir en un piso a una casa de labranza de una aldea.
La casa tenía en el piso de abajo una cocina de hierro, una mesa y cuatro sillas, a la izquierda según se entraba las cuadras de los cerdos y la del buey, al fondo dos arcas donde guardaban el pan y el cerdo salado, a la derecha de la pared colgaban dos jamones y de un cordel al lado de la cocina decenas de chorizos. Unas escaleras de madera llevaban al piso de arriba donde había un pasillo con dos habitaciones a cada lado, unas habitaciones muy amplias con camas de tres plazas, mesitas de noche y sus armarios con espejos.
Rosaura era una muchacha de un metro sesenta de estatura, tenía el cabello pelirrojo y largo, su cara era redonda y pecosa, sus ojos azules, su nariz chiquita, su boca con labios gruesos, tenía un pequeño hoyuelo en el mentón, el cuello largo, sus tetas eran medianas, su cintura fina, sus caderas normales y sus piernas bien moldeadas.
Genaro y Josefa, su padrino y su madrina, tenían 33 y 30 años y eran los típicos aldeanos, vestían mal, eran de estatura mediana, y en el aseo personal dejaban mucho que desear.
Rosaura, cómo es obvio, no sabía trabajar en el campo, por eso se encargaba solo de limpiar la casa, ya que la comida la hacía Josefa por la noche.
Genaro y Josefa tenían muchas huertas y varias de ellas eran viñas. Hacían vino para beber todo el año y para vender, y si hablo del vino y no de los otros productos de la huerta, es porque a la hora de comer y de cenar, tanto Genaro cómo Josefa bebían sin medida, después aún tomaban el café y el aguardiente de hierbas o el licor café y se le soltaba la lengua, cómo se le soltó esa noche a Josefa.
-… Diez días llevas sin tocarme, Genaro, si esta noche no haces algo me doy yo sola.
Rosaura, que estaba sentada a la mesa con ellos se puso colorada cómo una grana. Germán le respondió a la mujer cómo si la ahijada no estuviera allí.
-Que voy a hacer si vas para cama borracha todas las noches.
-No metes porque no se te levanta, pero hay otras maneras -habló con Rosaura-. ¿A ti te pasó eso con algún novio, nena?
Rosaura no sabía dónde meterse. Se levantó y le dijo:
-Yo me voy para cama.
Genaro reprendió a la mujer.
-No metas a Rosaura en nuestras cosas.
-A ver si va a ser por ella. Desde que llegó no me tocas.
-¡No digas tonterías!
-¿A qué a ella le tocarías?
Rosaura ya escuchó la respuesta de su padrino sentada en la cama de su habitación en el piso de arriba.
-Si no estuvieras borracha no dirías lo que estás diciendo.
Bajaron la voz. Cómo no los oía bien pegó el oído al piso de madera y oyó:
-¿No te gustaría comer su almeja fresquita?
-Calla, Josefa.
-No me sale del coño. ¿Me la vas a comer esta noche?
-¿Te vas a correr?
-Sí, sabes que siempre me corro al comerme el coño. Puedes pensar que se lo comes a ella.
-Estás más borracha de lo que yo pensaba.
Rosaura se desvistió y cómo era verano, después de pasarle la llave a la puerta, se echó desnuda sobre la cama. Llevaba tiempo sin masturbarse y esa noche era un buen momento. Mojó dos dedos en la lengua, uno de los dedos tocó un pezón y el otro dedo tocó el otro, cerró los ojos y recordó el martes de carnaval en que su amiga Martina y ella se disfrazaran de Morticia y Wednesday Addams. Llegaran a su habitación donde descansaba sobre la cama el oso gigante con el que se masturbaba. Martina estaba disfrazada de Morticia y ella disfrazada de Wednesday y se sentaran en el borde de la cama. Le preguntara Martina.
-¿Tus padres tardarán en regresar?
-Vuelven por la mañana, por eso te dije lo de dormir conmigo.
Martina se echó hacia atrás sobre la cama, puso sus manos en la nuca y le dijo:
-Con ese disfraz pusiste a los chicos a cien
-Tú con disfraz y sin disfraz los pones a mil. ¿Qué les das a los chicos que los vuelves locos?
-No sé, pero no me gustan los chicos. Me gustan las chicas, y tú me gustas más que ninguna otra.
Rosaura en su habitación de la aldea mojó dos dedos en la lengua y comenzó a acariciar su clítoris mientras seguía recordando cómo se puso seria y le dijo:
-Va a ser mejor que te vayas para tu casa, a mí no me gustan las mujeres.
Martina, que era morena, de ojos negros y que tenía todo grande, se incorporó y le preguntó:
-¿Cómo sabes eso si nunca probaste?
Hizo amago de besarla, Rosaura le dijo:
-No, Martina, y no sigas o te vas a dormir a tu casa.
Martina le besó el cuello.
-Para, Martina, para que te la estás jugando.
Quiso meterle la lengua dentro de la boca, pero los dientes de Rosaura se lo impidieron. Le tocó una teta, y le cayó una hostia con la palma abierta.
-¡Trasss!
-¿Vas a parar ahora, guarra?
Martina le puso la otra mejilla.
-Dame otra.
-Estás enferma, Martina
Le pasó la yema del dedo pulgar por el labio inferior.
-Lo que estoy es enamorada de ti. Finge que tú también me quieres.
-No insistas que no voy a hacer nada contigo.
Martina le volvió a tocar una teta y le volvió a dar otro pico.
Rosaura con cara de mala leche le apretó el cuello, le escupió en la boca, se lo soltó y le dijo:
-¡Déjame, guarra!
-Te quiero.
Le volvió a escupir.
-¡Me das asco!
-Más, escúpeme más, amor mío.
Le volvió a escupir, y le dijo:
-¡Estás loca!
-Por ti, bésame.
Rosaura se pusiera muy caliente con los escupitajos y los apretones de cuello. Le volvió a escupir, y le dijo:
-Cerda.
Vio a Martina mirándola con carita de enamorada y los labios entreabiertos, y le dijo:
-Estás muy mal, Martina.
-Dame un beso, solo un beso, dame un beso y me voy.
-Júralo, no, mejor no jures nada.
Rosaura le dio un pico. Martina le metió la lengua en la boca y la besó. Rosaura se dejó besar y el beso se prolongó. Cuando dejo de besarla ya Rosaura tenía las bragas empapadas, y le dijo:
-Cabrona, me has puesto cachonda.
-Pues yo, ni te puedes imaginar cómo estoy. Deja que te haga el amor.
Rosaura ya no iba a dar marcha atrás.
-Mejor échame un polvo.
Rosaura en su habitación de la aldea recordando la cara de felicidad que había puesto su amiga metió dos dedos dentro del coño y después recordó lo que le dijo.
-¡Te voy a echar un polvo que no lo vas a olvidar mientras vivas!
Le abrió el cuello de la blusa blanca que sobresalía del jersey y volvió a lamer y a chupar su cuello. Rosaura gemía en bajito. Martina metió una mano entre las piernas, se las separó y acarició sus muslos. Buscó su coño y se encontró con las bragas mojadas. Al acariciar el clítoris con tres dedos los gemidos de Rosaura subieron de tono y tuvo que acallarlos con besos. Le quitó el jersey negro y la blusa blanca y vio sus tetas redondas, con areolas picudas y oscuras y tiesos pezones. Besando su boca y su cuello y magreando su teta derecha la echó hacia atrás. Ya tumbada volvió a acariciar su clítoris por encima de las bragas. Rosaura se abrió de piernas totalmente. Martina la besó, besó sus pezones, los lamió, los chupó y los mordió con suavidad, luego lamió y chupo las areolas mientras magreaba las tetas. A continuación se metió entre sus piernas, le quitó la falda y le bajó las bragas y después le dio media docena de besos en el clítoris, luego lamió suavemente su coño de abajo a arriba poco más de una docena de veces. Rosaura tapó la boca con una mano y sin más se corrió en la boca de su amiga.
Se corrió en la boca de su amiga y se corrió en su amplia cama de la aldea.
Sintió a su padrino y a su madrina subir las escaleras y meterse en su habitación. Siguió con lo suyo, ya que cuando se masturbaba no le llegaba correrse solo una vez. Recordó cómo le decía Martina:
-Ahora nos vamos a correr juntas.
Martina se quitó el vestido negro que le llegaba a los pies y quedó en pelota picada. Sus tetas eran grandes, aperadas, con areolas rosadas y pequeños pezones y el coño lo tenía peludo. Se echó encima de Rosaura y le puso las tetas en los labios. Rosaura lamió y chupó, después Martina se abrió de piernas y le puso el coño en la boca. Del coño cayeron unas gotas de jugo sobre su cara. Rosaura le dijo:
-Estás muy mojada.
-Es de hacerte correr a ti. Saca la lengua.
Sacó la lengua y Martina frotó el coño contra ella al tiempo que con dos dedos masturbaba a Rosaura. A Martina le llevaba tiempo correrse. Tiempo después estaban de rodillas una frente a la otra, se frotaban las tetas por los pezones mientras se besaban con lengua. Rosaura acariciaba el coño de Martina y Martina el de Rosaura. Poco después Rosaura le comía las tetas. No paraban de gemir. Martina cruzó las piernas con las de Rosaura y haciendo una tijera comenzaron a frotarse los coños. Al rato le decía Martina:
-Dame, dame. Quiero sentir tu coño correrse en mi coño.
Se cogían las piernas y apretaban los coños cada vez más fuerte y más aprisa. Esto las llevó al clímax. Llegaron juntas. Rosaura le dijo:
-Me corro en tu coño, Martina.
-Y yo en el tuyo, Rosaura.
Rosaura se volvió a correr en su cama de la aldea. Tembló tanto que los muelles de la cama hicieron fiesta. Tuvo que dejarlo para no dar el cante, si no fuera por eso se correría una o dos veces más.
Tres meses después ya Rosaura hacía de comer y echaba una mano en las huertas. Sus manos ya no eran finas y sus modales dejaba mucho que desear cuando se pasaba un poco con el vino. Hizo bueno el refrán: "Todo se contagia menos la belleza." Aquella tarde habían traído una vaca al buey para que la montara. Rosaura y Josefa la metieron en la cuadra. El buey, que era un bicharraco de miedo, le puso las patas en el lomo a la vaca, pero la tranca no encontraba el coño del animal. Josefa le dijo a su ahijada.
-Coge la verga del buey y ponla en la entrada del coño de la vaca.
Rosaura se reveló.
-Cógela tú.
-No, cógela tú que tienes que aprender por si un día estás sola en casa cuando traigan otra vaca.
Rosaura, resignada, cogió con las dos manos aquel casi metro y medio de tranca con unos doce centímetros de diámetro y la puso en la entrada del coño de la vaca- El buey se la clavó de un golpe.
Se quedaron mirando cómo entraba y salía y se calentaron. Al rato le dijo a Josefa:
-¿Nos hacemos una paja?
-¿Aún te duran los efectos del vino?
-No, ya se me pasó la calentura, esta es otra. Llevo mucho tiempo sin correrme.
-Si quieres hacerla, hazla, yo me voy.
-No, no te vayas.
-No me voy a masturbar.
-Me conformo con que mires cómo me toco.
-Vale, pero no esperes nada más.
Josefa se arrimó a la pared, bajó las bragas hasta las rodillas, y con el vestido levantado se dio dedo mientras miraba a su ahijada, a la boca, a los ojos, a las tetas y al coño. Se mordía el labio inferior una y otra vez. Rosaura cuando apartaba la vista de su madrina veía al buey meter y sacar. Era demasiado. Abrió el botón, bajó la cremallera de sus vaqueros y metió la mano dentro. Josefa se puso a mil al ver a su ahijada con la mano dentro del pantalón. A mil se movió su mano en su coño y gimiendo se corrió. Sus piernas comenzaron a temblar y acabó sentada sobre los helechos y las acículas de la cuadra.
Josefa después de correrse, y ya en pie, metió dos dedos dentro del coño, los sacó llenos de jugos, y antes de chuparlos, le dijo a Rosaura:
-A mí me gusta paladear mi corrida. ¿Y a ti?
Rosaura al ver cómo chupaba los dedos, aceleró el frotamiento y se corrió con una fuerza bestial. No acabo sentada cómo su madrina, pero quedó encogida y jadeando cómo una perra.
Al acabar, subiendo la cremallera del pantalón le dijo a su madrina:
-De esto ni una palabra al padrino. No vaya a ser…
-No soy tonta. Sé cómo te mira. Si se lo dijera acabaría encima de ti.
Un par de meses más tarde Josefa se fugó con el hijo del panadero y Genaro se tiró al monte. Para olvidarla estuvo borracho tres días con sus noches y Rosaura se deslomó trabajando. Al llegar a casa aún tenía que meterlo en cama.
Una noche llevó a su padrino a cama borracho perdido. Al echarlo boca arriba ya se puso a roncar. Le quito el pantalón, le bajaron los calzoncillos con él y le vio la polla. Era la primera que veía. Cómo olía a meo cogió un trapo en la cocina, lo mojó y volvió para lavarle la polla, una polla delgada y de unos ocho centímetros. La cogió con dos dedos la levantó y frotó. Se bajó la piel y la cabeza quedó al aire. Vio que la polla había engordado y crecido un poquito. Le lavó los huevos y la polla siguió creciendo y engordando. Rosaura sintió cómo su coño mojaba las bragas. Recordó las palabras de una amiga: "Marcial me dijo que le chupara la polla y acabé tragando su leche." Metió la cabeza de la polla en la boca y la sacó al momento. Le supo mal, pero la polla ya estaba dura. Rosaura no sabía que a un hombre muy borracho no se le pone la polla dura. Enseguida iba a saber que su padrino la estaba engañando, ya que se incorporó, la cogió por la cintura, y le dijo:
-¿Qué hacías, traviesa?
-¡Déjame!
-Llevo tres días y tres noches fingiendo que estaba borracho y comiendo a escondidas…
A Rosaura se le olvidó lo que estaba haciendo y le acordó otra cosa.
-¡Y yo deslomándome!
-Te hacía falta aprender a trabajar el campo. Ahora te voy a poner mirando para la Coruña.
Se echó encima de ella. Rosaura se revolvió cómo una gata.
-¡Nooo!
Le reventó los botones de la blusa y sus tetas quedaron al aire. Se las comió mientras Rosaura le pegaba en la espalda con los puños cerrados.
-¡Suéltame!
Le dio la vuelta y le arrancó la falda y las bragas. Rosaura quiso darse la vuelta, pero tenía una mano en la espalda y no pudo. La cogió por el vientre con una mano y le lamió el ojete. Rosaura al mover el culo para zafarse hacía que la lengua de su padrino lamiera su coño, su ojete, sus nalgas y su periné. Se puso de un cachondo subido. Dos regueros de jugos bajaron por el interior de sus muslos. Genaro le dijo:
-Estate quieta o te caliento el culo.
-¡¿Encima?!
-Empezaste tú mamando mi polla.
-¡Me tendiste una trampa, cabrón!
Le quitó una zapatilla del pie y le dio en las dos nalgas.
-¡Plas, plas!
Le tuvo que doler, ya que aquella zapatilla marrón con rayas negras tenía el piso de goma, pero no se quejó.
-¿Te vas a estar quieta?
Se volvió revolver.
-¡Antes muerta!
-¡Plas, plas, plas!
Después de darle le lamió el ojete y luego le metió la lengua dentro. Esperó que se cagara en sus muelas, pero oyó:
-¡Oooh!
Rosaura se dejó estar a cuatro patas y se abrió de piernas. Genaro le echó manos a las tetas y magreándolas, lamió desde el coño hasta el culo. Cada vez que le metía la lengua dentro del ojete Rosaura echaba el culo hacia atrás y gemía dulcemente, hasta que dijo:
-¡Métemela, coño, métemela!
-¿Dónde?
Rosaura estaba desesperada.
-¡En el coño, en el culo, donde quieras, pero métemela!
Se la metió en el coño. Le entró tan apretada que chilló cómo una coneja:
-¡¡¡Hiii!!!
Después le sacó la cuarta parte y se quedó quieto magreando sus tetas. Rosaura empujó con el culo y la metió hasta el fondo, luego la quitó hasta la mitad y Rosaura otra vez con el culo: ¡Zas! La metió hasta el fondo de nuevo de un empujón, acto seguido la quitó toda hasta dejar solo la punta dentro e hizo lo mismo sin contar que su padrino iba a empujar también y casi le rompe el coño.
-¡Bruto!
Con la polla metida de nuevo hasta el fondo, le acaricio el clítoris con tres dedos, le dio caña y al ratito sentía como su coño estrechito apretaba y soltaba su polla al tiempo que la bañaba de jugos.
Al acabar de correrse le siguió dando cada vez más aprisa hasta que las piernas le comenzaron a temblar y se corrió de nuevo, diciendo:
-¡Me corro, me corro, me corro, me corro!
No hacía falta que lo repitiera, se estaba corriendo cómo una zorrita que era.
Genaro al acabar de correrse su ahijada, la sacó, se la puso en los labios y cómo no abrió la boca se corrió en su carita pecosa.
Al acabar de correrse limpió la leche de la cara con una sábana y después subió encima de su padrino que se había echado boca arriba. Cogió la polla flácida y la frotó en el coño hasta que se puso casi dura, luego la metió en el coño y lo folló hasta que la polla se puso dura del todo. Con la polla tiesa Genaro la cogió por la cintura, le llevó el coño a su boca y se lo lamió. Tiró un poquito más hacia él y le lamió y folló en culo con la lengua. A Rosaura le pidió el cuerpo que le desvirgara el culo, y se lo dijo:
-Quiero que me la metas en el culo, padrino.
-Métela tú.
Rosaura se sentó sobre el pecho de su tío y deslizó el coño mojado por todo su cuerpo hasta que chocó con la polla empalmada. La cogió, la frotó en el ojete, la puso en la entrada, mojada con saliva y aguadilla, empujó y metió la cabeza.
-¡Joder que obús!
No le había dolido. La siguió metiendo en el culo hasta que llegó al fondo. Beso a su padrino. Los besos eran diferentes a los que había dado y le habían dado, ya que los labios de su padrino eran cómo más secos, pero después de unos cuantos besos con lengua le gustaban tanto o más. La polla comenzó a entrar y a salir de su culo. Al principio no le gustaba, pero después le fue cogiendo el gusto a la cosa. Puso sus manos sobre el pecho de su padrino y mientras él metía y sacaba ella frotó el clítoris contra su cuerpo y acabó corriéndose y encharcándole los huevos.
-¡Mi madre que corrida!
Genaro, magreando sus tetas, le llenó el culo de leche. Rosaura, echada a lo largo de él y chupando su cuello se corrió cómo una cerda.
Esa noche comenzó una historia larga, muy larga.
Quique.