Era menudita, resuelta, con unos ojos muy bonitos y con un cuerpazo para haber superado los 50. Una bombita.
Alguna vez nos habíamos cruzado alguna mirada traviesa, pero sin ir más allá.
Un día llamó al telefonillo y me dijo que como presidente de la comunidad, debía ver las humedades que la habían salido.
Bajé de inmediato a examinar las paredes para llamar rápido al seguro. Cuando me abrió con una minifalda que parecía un cinturón y un top ajustado marcando pezones como garbanzos, me di cuenta donde estaban las humedades. Me sentó en el sofá y me ofreció un whisky.
Luego se situó delante de mi y se levantó la falda. Llevaba unas braguitas blancas transparentes, que estaban empapadas y dejaban ver perfectamente una generosa mata de vello púbico.
Mira lo que te decía, me dijo poniéndose un dedo en la boca con aspecto travieso.
-Necesito algo urgente para dejar de chorrear por aquí. ¿Me puedes ayudar?
Me levante y metí la mano en la braga pasando dos dedos por la rajita y recogiendo una muestra. Me llevé los dedos a la boca saboreando el jugo.
-Algo hay que hacer urgentemente.
Ella ya me había bajado los pantalones y metió mi rabo entre sus piernas justo debajo de su sexo. Se movía adelante y atrás masturbándome con sus muslos.
La metí la lengua en la boca y nos besamos con lujuria hasta que se me puso como una piedra. Podía sentarse encima y no caerse.
La voltee con fuerza, la arranqué las bragas destrozándolas y me agaché para meter mi lengua en su coñito. Mi nariz se restregaba en su ojete proporcionándole doble placer, a juzgar por sus gemidos.
Fóllame ya, no aguanto más sin que me atravieses, semental.
Dicho y hecho, se la clavé con todas mis fuerzas. Hacía tope, la llenaba completamente su vagina estrecha y deliciosa.
El vaivén provocaba sonidos parecidos a bofetadas al chocar con su culazo.
Al correrse sentí como se me humedecía la polla. Qué forma de chorrear tenía la tía… Esa sensación precipitó mi orgasmo y la regué toda la espalda vaciando mi surtidor de amor. Los primeros disparos llegaron hasta su pelo.
Después pasé mis manos para extender el líquido blanco por todo su cuerpecito, como si fuera leche solar. Deteniéndome más tiempo en sus tetitas, que no eran muy grandes, del tamaño justo de mi mano.
-Bueno vecina. Creo que ahora tienes todavía más humedad, no he solucionado nada.
-Habrá que seguir probando cosas hasta dar con la tecla me contestó inocente. La próxima vez te enseño la bajante trasera por si viene de allí el problema.
Tras escuchar eso y en vista de que me empezaba a empalmar otra vez, salí corriendo de allí.