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Memorias inolvidables (Cap. 23): ¡Mamá, estás loca!
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Tanto le insistieron, tíos, hermano y primos a mi padre para que se pusiera los pantalones y se amarrara bien los huevos, que mi padre se armó de valor y tomó una resolución, hablar con mi madre y hacerme entrar de nuevo en mi casa. Eran los días próximos a la Navidad. Mi padre, según Mercedes me contó, se plantó ante mi madre y le dijo:

— No eres la dueña de todo, al menos la mitad de esta casa es también mía. O mi hijo regresa a esta casa o te quedas sola con la mitad de ella. No quiero decírtelo otra vez. Hablaré con mi hijo y le convenceré para que venga; te disculparás con él por cómo se lo haces pasar de mal. Espero que el día de Navidad esté aquí en casa para la cena de Nochebuena y para quedarse.

Mi madre le gritó, pero mi padre no le hizo caso y salió de casa. Mercedes estaba en la sala. Mi madre salió y al verla le dijo:

— Has escuchado, ¿no? Ya ves cómo me amenaza y me desautoriza, ese es vuestro padre. ¿Qué me dices?

— Solo puedo decirte una cosa: ¡mamá, estás loca!

Y salió de casa a llorar en otra parte.

Rosario había escuchado los gritos de todos y salió de su habitación para poner paz, pero Mercedes ya se había ido.

— ¿Qué pasa, mamá?, ¿por qué gritas tanto?

— ¿También tú me quieres desautorizar?

— No sé de qué hablas, mamá, pero los gritos son propios de gente salvaje; los humanos hablamos con razones, es el modo de dialogar, pero estos días estás gritando demasiado, ¿qué te pasa?

Elevando más la voz dijo mi madre:

— ¿Lo ves, lo ves? También tú estás contra mí.

— No, mamá, no estoy contra ti, tú misma estás contra ti, porque Miguel es carne tuya, es tu sangre, fue parte de tu vida y, al ponerte contra él, te has puesto contra ti.

— ¡¡ESTOY HARTA DE TODOS VOSOTROS!!, —dijo mi madre de modo estentóreo.

— No tienes remedio, mamá, ¡estás loca!

Y se metió a su habitación, cerró con llave y mi madre golpeaba la puerta sin parar, como para echarla abajo. Sabiendo que estaba sola y que no levantaría la mano contra su madre, se vio en peligro y llamó a la policía de modo urgente, llamó a mi padre que no contestó y llamó a Eleuterio que le indicó que iba enseguida. Mientras tanto mi madre golpeaba la puerta amenazadoramente y gritando sin sentidos. Llegó la policía a la vez que Eleuterio. Se presentó y entraron. Escucharon los gritos y los golpes. Al ver a Eleuterio gritó contra él y la policía no tuvo más remedio que reducirla y hacer que se sentara. Media hora más tarde llegó mi padre y al ver a mi madre algo más serena habló con la policía para que se retiraran, que él se haría cargo. Rosario estaba abrazada a Eleuterio con un susto que le había dejado sin habla. Eleuterio la fue aliviando y sus lágrimas hicieron el resto hasta serenarse. Mi madre estaba avergonzada ante mi padre y pedía disculpas. Mi padre concertó una entrevista con el siquiatra para ella. Por todo eso se retrasó el deseo de mis hermanos y pasé la Navidad en casa de mis abuelos para su alegría. Mi padre y mis hermanos vinieron en la tarde de Navidad para que estuviéramos juntos. Dejamos todo el asunto de mi posible regreso para Reyes cuando ya estuviera todo algo más olvidado.

En año nuevo llegó una prima lejana mía que vivía en Francia. La verdad es que no pude saber qué tipo de parentesco, aunque mis abuelos intentaron explicarme, pero a mí me daba lo mismo me decían que era una pariente lejana y que podría ayudarle a conocer el pueblo y la ciudad. Mi abuelo puso dinero en mis manos para disposición nuestra. Claro, si íbamos a Granada, que es lo que la muchacha quería por no sé qué trabajo que estaba haciendo, tendría que buscar por internet un hotel y pensé en ahorrar, me costaba una habitación doble más económico que dos singles. Así que confirmé una habitación doble para tres noches con desayuno incluido.

La llegada de Lausanne, así se llamaba mi pariente, tuvo que retrasar de nuevo mi regreso a mi casa, porque tenía que hacerles este favor a mis abuelos. Además me dijeron que ya que iba a Granada que continuáramos a Sevilla y le mostrara luego la Ciudad de la Torre del Oro, como dice mi abuelo. Pensé que desde el hotel en Granada me podrían facilitar habitación en un hotel de su misma cadena en Sevilla. Me resultó más económico —aunque solo unos tres euros menos por noche— que por agencia de internet. Lo hice por comodidad.

Me extrañaba mucho que, no pudiendo mi abuelo mostrarme el parentesco de Lausanne conmigo me dijera que es de la familia y yo la tenía los dos primeros días que estábamos en casa como pariente. La chica hablaba poco español y se expresaba en francés chapurreando el español, y se manifestaba muy suelta y alegre. Al segundo día mi abuela salió de compras, mi abuelo había salido a sus asuntos y Lausanne dormía o, al menos, estaba en su habitación, decidí a acompañar a mi abuela a las compras y cogí el carro, le ofrecí mi brazo a mi abuela y nos fuimos en dirección al super. Entonces le pregunté:

— Abuela, ¿qué es Lausanne de mí?

— Nada, solo una amiga, si tú quieres.

— ¿Qué es del abuelo?

— Nada.

— ¿Por qué le llama abuelo a él y abuela a ti?

— Por su padre que es mi hijo de leche, yo lo amamanté, porque su madre no tenía leche y no gustaba las leches de farmacia. Es hermano de leche de tu padre, yo amamanté a los dos.

— !Aaah! Entonces solo es prima de leche de mí…, es decir, nada.

— Ya te he dicho: nada.

— ¿Por qué el abuelo me ha puesto tanto misterio con que es mi pariente y todo eso.

— Lausanne es muy atrevida, como su madre que hizo un viaje a Francia y se enamoró del primer francés que encontró que resultó ser mi hijo de leche, Pablo.

— ¿Lausanne se ha enamorado de mí?

— Así es, le ha dicho al abuelo que le gustas. El abuelo que conoce el paño le ha dicho que no se haga ilusiones, porque tú ya te has comprometido.

— El abuelo ha mentido, abuela.

— No, el abuelo no ha dicho que te has comprometido con alguien, sino que estas comprometido, por no decirle que tú eres como eres.

— Ah, ya, entonces puedo divertirme con ella. Esta tarde quiero llevármela a tomar algo a una cafetería y presumir de chica, porque, abuela, Lausanne es muy guapa…

— Como su madre y más aún como su padre.

— Nunca me había hablado mi padre de esto…

— No lo sabe, es un secreto del abuelo y mío, en ese tiempo vivíamos en el campo, en aquella casucha que tú viste, todavía no estaba la granja de mi cuñado, la de tu tío Marcelino, nadie supo nada. Les amamanté durante 20 meses y de mis manos comían los dos la papilla. Pero antes de los dos años, los padres de Pablo, el hermano de leche de tu padre, se la llevaron a Francia para que aprendiera en familia a hablar francés y no encontrar dificultades en el Colegio a causa de la lengua. Los padres de Pablo han venido varias veces de visita, han estado aquí en casa un día y se han ido. Ellos veraneaban todos los años en Málaga hasta la muerte. Pablo vino a vender la casa de Marbella, porque a su mujer no le gustaba venir a España. Lausanne ha venido a conocer a sus abuelos de España, porque es la primera vez que viene, no la conocíamos. De todas formas su padre me ha dicho por teléfono que tenga paciencia con ella, que es un poco…, no sé cómo me ha dicho, pero entendí como rara. Ya estás enterado de todo, a partir de ahora lo guardas en ti y a nadie dices nada. Pero yo la veo muy simpática.

— Gracias, abuela.

Cuando llegamos a casa, todavía Lausanne estaba en su habitación. Entré sin llamar para ver qué pasaba, no le preocupó nada, me sonrió, se levantó de la cama y me besó, tapándose los genitales y pechos con la sábana. Entonces supe que dormía como yo, desnuda, porque pude verle medio culo y muy bonito, por cierto. Empecé a interrogarme lo del hotel, pero ya estaba hecho. Se puso una camisa o blusa, sin sujetador y unos pantalones muy estrechos y ajustadísimos sin bragas. Pensé que ella era yo, hacíamos lo mismo, no me pongo ropa interior si no es estrictamente necesario, según las circunstancias, pero quise ser modesto con ella y no la miraba mientras se vestía.

Las sandalias de tacón alto y grueso que se puso tenían correa y me puse de rodillas a sus pies para abrocharle las correas con su hebilla. Se lavó la cara y los dientes y se peinó, me miró y me preguntó:

— Comment ça va, comment tu me vois?

— Je te vois très jolie, parce que tu es superbe, tu es belle comme un gâteau avant de le manger, —dije yo.

— Oh, tu es brave, Miguel, sais-tu que je tombe amoureux de te voir si beau et serviable? Tu es vraiment un paradis, —dijo Lausanne muy cariñosa.

— Le ciel c'est toi, mais à partir de maintenant nous parlerons en espagnol pour que tu l'apprennes avant de partir, tu comprends, Lausanne? —Esto le hice entender.

Me besó en los labios y correspondí. Abrió los labios y pasé mi lengua y seguimos besándonos. No pensaba que tenía una mujer delante, sino que habíamos entrado en otra esfera de nuestra común curiosidad. Nos mantuvimos a raya, yo solo le acaricié los glúteos por fuera del pantalón, los apreté hacia mí y ella hizo lo mismo. Mi polla se mantenía en su sitio. Aquello parecía un juego de niños más que un encuentro de adultos. Comenzamos a querernos, yo la quería como mi prima, ella me quería, pero nunca declaró de qué modo, ni en los momentos más graves.

Lo más grave y sorprendente ocurrió la primera noche en Granada. Tuve mucha suerte, el hotel tenía plazas gratuitas para estacionar el coche. Pero no entramos esa tarde por el ascensor, quise dar la vuelta y ver la calle primero. Cargamos los dos nuestras mochilas. Lausanne llevaba una bolsa rosada en bandolera que le hacía juego con su mini pantalón roto, por detrás mostraba el comienzo de sus nalgas, llevaba una camiseta muy ceñida sin mangas y los pechitos marcados. Nos registramos mediante el voucher que llevaba en el iPhone y nos dieron la 312, tercer piso mirando a la calle. En el hotel nos miraban con cierta envidia hacia mí, porque yo soy guapo común, pero Lausanne lo es de modo extraordinario.

Llegamos a la habitación y le dije:

— Yo tengo necesidad de ducharme, estoy algo cansado de conducir, pero si quieres ducharte antes, yo me tumbo en la cama para relajarme.

— Nosotros podemos bañarnos juntos y gastamos menos tiempo, si quieres claro, pero quisiera que me pasaras la manopla por la espalda.

En ese momento me acordé de mis amigos franceses que se enjabonan con manopla. Yo siempre he preferido esponja, pero de viaje no llevo nunca. Tampoco me afeito, salgo ya bien depilado desde casa para no sudar con pelos. Me quedé unos momentos pensando. Entonces se tumbó en la cama a mi lado y me miró de modo fijo y llevó mi mano a sus genitales. Me extrañé que lo hiciera y tuve que decirle en francés para que me entendiera:

— Lausanne, je peux t'aider à te laver, mais je suis un garçon, un garçon gay et tu ne pourras pas me faire tomber amoureux. Je t'aime parce que tu es ma cousine, mais moi avec les filles, je te dis la vérité, je ne peux pas …

Se incorporó y se quitó su pantaloncito y su tanga delante de mis ojos y ¡oh, sorpresa! La niña tenía pene y escroto. Y me suelta:

— Tú n'as pas à t'inquiéter, car tu verras que je suis un travesti, je suis en fait gay, je ne changerai pas de sexe, mon pénis ne me gêne pas, il est assez petit pour le cacher, mais j'aime bien m'habiller et me fixer le visage, les mains et les pieds Très féminin et me flattant de me parler en tant que femme, avez-vous compris, mon cousin bien-aimé de mon cœur?.

— Eso quiere decir que mi viaje va a ser mejor de lo que imaginaba…

— Bien sûr, je souhaite que nos bañemos ensamble y me hacer l'amour sous la douche.

Esto chapurreó ente español y francés me provocó la risa y decidí dale gusto. Me levanté de la cama, me dirigí a ella, la besé, conste que ella besa muy bien, le quité la camiseta amarilla sin mangas y le desabroché con cuidado el sujetador, se lo separó de su cuerpo y cogidos de la mano fuimos al baño, nos volvimos a besar, comenzó a desnudarme, ya estaba yo descalzo, y me quitó mi camiseta de tirantes, me desabrochó el pantalón y lo dejó caer. Lo vio y quedó absorta de ver mi polla guapa y esplendorosa.

— Oh, c'est le plus gros pénis que j'ai jamais vu!… C'est plus gros que celui de mon père.

Yo también pensé que mi polla era más grande que la de mi padre. Levanté mis pies y saqué mi jean. Entramos a la ducha, nos sentamos sobre el plato juntos y le examiné su pene, se lo toqué, igual que su pequeño escroto que contenía dos testículos de gran tamaño natural. Su escroto no cuelga como el mío, se mantiene muy unido a la base del pene, este es aproximadamente de poco más de 9 cms. Lo masturbé primero y me agaché para ponerlo en mi boca, le di placer, gimió de gusto, sobretodo cuando retiraba el prepucio con mis dientes y lamía en torno al anillo. No llegaba a mi garganta, pero la descarga de semen fue abundante. Quiso mamar mi polla y lo disfrutó, yo si llegaba hasta su garganta y tuve que retirar su cabeza para que no se atragantara. Le pedí que acariciara mis huevos para estimularme más y eyaculé en su boca. Aunque algo se le escapó, retuvo casi todo el semen que compartimos agradablemente con un largo beso.

La veía feliz y con más deseo, pero le indiqué que fuéramos a pasear y a la noche dormiríamos en una sola cama …

— …et nous ferions l’amour, dijo ella.

Nos duchamos, pasé la manopla con gel por su espada y culo, le acaricié mucho el culo y ella me acariciaba la polla. La sequé con una toalla y con la misma me sequé yo para sentirla en mí, nos vestimos muy ligeros y salimos a pasear. No hacía frío, parecía primavera. Primero entramos en unos grandes almacenes y compramos alguna camiseta, aunque en el coche teníamos una caja con ropa. Ella me preguntó en mal español si yo prefería que se vistiera de chico y le contesté que no, que la prefería como ella deseaba y le hablaba en femenino con facilidad porque así la conocí. Le ayudé a escoger su ropa y me daba gusto verla entrar con mucha naturalidad en el cambiador de mujeres. Vi unas tangas femeninas muy atrevidas y le dije que yo le regalaba las que le gustaran, compró tres muy transparentes para congraciarse conmigo y un par de mallas.

Fuimos a cenar. Teníamos hambre. En el viaje solo comimos un bocata cada uno. Cenamos bien, paseamos un rato más y regresamos al hotel desde Domino’s Pizza a pie y siempre que podía le metía la mano en el culo por dentro de su diminuto pantalón, que ella hacía lo mismo. Pero desde que salimos del hotel casi todo el camino lo hicimos agarrados por la cintura y de vez en cuando en las esquinas nos daba por besarnos. Ni un alma nos molestó. Hasta en los grandes almacenes comprando las tangas nos besamos delante de la señorita que nos atendió para provocar la envidia. Ya sabía yo que este viaje iba a ser excepcional. Le pregunté en una esquina tras un beso:

— Qué has hecho con tu vello?

— Epilation totale au laser.

Me callé, debí de haberlo imaginado, estaba muy suave. Ya se habían acabado los secretos entre nosotros. Lausanne y yo íbamos a por todas. Cuando, tras desnudarnos, nos metimos en la cama, comenzamos a tocarnos y besarnos. Lausanne me parecía bella, la verdad es que era una niña bonita, linda, encantadora, por su pene podría haber sido un niño bonito, lindo, encantador, pero me daba ya lo mismo, había que darle gusto y estaba con una chica que me enamoraba, celestial carita muy femenina, simpática mirada firme y muy agradable sonrisa, una boca tirando a grande que daba gusto besar… Allí, juntos los dos, desnudos ambos, nos habíamos acostado para hacer el amor, pero teníamos ganas de contarnos cosas y de saber cada uno de otro. Entre beso y beso, le pregunté:

— ¿Porque naciste con pene y te llamas Lausanne, que parece femenino?

— Cuando nací me llamaron Laurent, en español es Lorenzo. En el tiempo de Colegio comencé a ser mujer, me vestía muy femenino, a mis padres les gustó porque ellos hubieran deseado que yo fuera niña desde el comienzo. Yo salía con mis amigos y amigas y siempre vestía de chica, porque lo soy, y cuando acabé del Colegio, me hice cambiar el nombre en el registro de la Mairie, y desde ese día mi nombre oficial es Lausanne, —me relató Lausanne medio en francés medio en castellano.

— Qué bonito, y tus papás te apoyan, claro.

— Sí, desde le premier jour. Jamais me han quitado mi pensamiento, et somos felices, —dijo.

Mezclando las dos lenguas me contaba todo, mientras suavemente le iba dilatando el culo, precioso culito que tiene mi prima, sin arrugas, por eso tenía que dilatarlo, no estaba dispuesto a estropear semejante belleza. Ella me iba acariciando mi pene, le encantaba y deseaba tenerlo dentro:

— Date prisa, Miguel,… et il baise vite mon cul, je le sens déjà en moi … et je le veux tellement, Miguel …

— Tú culito es precioso, pero débil, yo lo amansaré y será más placentero, ya lo verás, —le dije sin dejar de besarle y sin dejar de dilatar su culo. Y todo llega. Me puse en 69 para amasar con mi lengua sobre sus esfínteres que ya había atravesado y le di mi polla para que la disfrutara en su boca, cuando consideré que estaba a punto. Me senté sobre la cama, le di media vuelta, levanté una pierna en alto, formando entre los dos un ángulo obtuso, me levanté, la tiré una poco hacia mí, levanté su culo al nivel de mi polla, su cabeza y hombros se apoyaban en la cama y comencé a entrar en su culo mi polla de modo que Lausanne lo pudiera ver y mejor lo disfrutara. Lausanne es muy elástica de cuerpo, parece tener huesos de goma. Metí sin prisa mi polla en su culo, escupía de vez en cuando, hasta que entró toda. No se quejó, no lloró, sonreía feliz y disfrutaba. Tras un momento en esta posición, comencé a sacar y meter mi polla primero suavemente. Lausanne alargaba una mano para tocar mis testículos. Finalmente comencé a bombear cada vez más rápido.

Frené un momento para ponerla más cómoda y la tumbé poco a poco en la cama. También me tumbé al revés, pero con mis nalgas muy pegadas a las suyas, su pierna derecha sobre mi pierna izquierda y mi pierna derecha sobre la izquierda suya. Me agarré a la sábana y la iba follando en esta postura. Ella adivinó que podía intervenir y hacíamos acompasadamente lo mismo con enorme penetración, se corrió sobre su pubis y abdomen y no tardé en correrme dentro de su culo.

Tras unos pocos minutos, ya estábamos juntos abrazados y ya ella me había lamido mi polla. Yo le chupé sin parar la suya hasta hacerla vibrar y eyacular de nuevo abundante semen que me tragué sin contemplaciones.

Nos fuimos a la ducha cansados y con sueño. Tras la ducha la sequé con la toalla y ella me secó a mí. Dormimos abrazados para un día pesado durante el cual íbamos a visitar el Generalife y la Alhambra.

Tanto en Granada como en Sevilla, pasamos una semana, muy pendientes uno de otro. Yo la amé, de día éramos novios como heterosexuales, en la noche hacíamos entre los dos el amor, no una ni dos veces, sino al alza. En Sevilla le compré un pene de silicona grande con correa ajustable para que me follara y se diera cuenta que también puede dar placer a su amante, sea varón o mujer. Ese día que me folló en Sevilla hasta hacer que me corriera se enamoró de mí, aun no sabía mi situación que pensaba contarle al regreso.

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