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Memo, mi compañero enclosetado
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Memo es un fisiculturista de 33 años que a la vez es mi compañero de trabajo. Hombros anchos y redondos como melones, cintura breve, espalda en V, voluminosos brazos, prominentes pectorales con pezones del tamaño de una moneda de $1, en fin, el típico fisiculturista que paga membresía en un gimnasio de alta gama en un sector privilegiado de la ciudad. Gustaba de ir con ropa de moda y cara, su carro deportivo de 2 puertas era envidiable, su pelo negro siempre pulcramente peinado con pomada, sus ojos negros inquietos y esa su sonrisa de perdona vidas.

Estaba casado con una mujer preciosa, digo preciosa porque a mi en general no me interesan las mujeres, pero ella estaba por encima de la media, además era hija de un empresario más o menos prominente, ella no era ni alta ni baja, pero si de cuerpo escultural, rubia natural y con unos preciosos ojos grises, aunque cuando nos encontrábamos en eventos sociales de la empresa y Memo la llevaba consigo, ella siempre parecía estar incómoda a pesar de ser muy sonriente y amable. Ambos hacían una bonita pareja, quienes a pesar de estar casados desde hace unos 5 años no tenían hijos, ni siquiera perros. Pero algo entre ambos no cuadraba.

Memo se las daba de chistosito siempre, muy a menudo y a costa mía hacía chistes sobre mi apariencia, muchos de ellos hirientes pero que tenía que soportar debido a que él estaba en buenas relaciones con el jefe inmediato (y con todos los altos mandos) y cualquier queja que yo pudiese elevar terminaría en mi despido o en alguna sobrecarga laboral que haría me “desesperase” y que haría que pusiese mi renuncia. Así pues, tenía que callarme. Y no es que yo fuese una especie de Cuasimodo contrahecho, jorobado y cojo, yo también tenía lo mío, iba a mi gimnasio de barrio, un carro normal y ropa comprada en oferta, pero la verdad es que yo a la par de él, y todos los de la oficina, parecíamos pigmeos a la par de Memo y eso que él era más bajo que yo.

En la oficina todos sabían de mi preferencia por hombres, debido a mi marcado desinterés por las mujeres y por el hecho de que en ocasiones hombres me llegaban a dejar a la oficina o salía a almorzar con algún misterioso personaje, pero debido a mi seriedad y desempeño no me molestaban en lo absoluto y nunca coqueteé con compañeros de trabajo.

Cierta ocasión estábamos en una reunión de trabajo y me atreví a cuestionar un aspecto de un proyecto que Memo estaba presentando, mi pregunta, lo reconozco era un poco estúpida, pero su reacción ante ella fue exagerada, me explicó como si fuese un idiota neófito y luego continuó con sus chistes ridículos, de nuevo callé y esperé a que se aburriese del chiste y pasáramos a otra cosa mientras trataba de disimular la vergüenza que acababa de pasar. Sin embargo, durante el resto de esa semana y en varias ocasiones sorprendí a Memo dándome vistazos furtivos, al principio pensé que sentía culpa de su parte pero luego en verdad me empezó a incomodar. Ese incidente fue un martes en la mañana. Luego de que la semana transcurriera de modo normal, el viernes a las 4 pm mi jefe se dio cuenta que Memo cometió unos errores con unas cifras que eran insumo para mi trabajo y luego de regañarlo frente a todos nos pidió a él y a mi que arregláramos eso inmediatamente, lo que obligaría a quedarnos fuera de horas de trabajo y lo peor trabajando hombro con hombro con Memo, pues él tenía que darme sus cifras corregidas y yo debería actualizar las mías. Al enterarme de esto no pude evitar hacer una mueca visible de disgusto y se me escapó un “mierda” entre dientes, mi jefe ya de por si alterado por todo esto me dijo molesto:

“¿pasa algo? ¿hay algún problema?” fijando su vista en mi

“¿debo de explicar el problema?” dije en igual tono

Memo sólo bajó la vista. Iba a decir algo más pero me callé, también lo hizo mi jefe un poco sorprendido por mi inusual reacción. La verdad, el asunto fue ahogarse en un vaso con agua, sólo nos llevó sólo un par de horas arreglar el error de Memo y aun así logramos avanzar en otras cosas más. Cuando terminamos me levanté al baño a orinar, pues verdaderamente lo necesitaba. Ya todos se habían ido, excepto Memo y yo, por lo que me sorprendí que éste entrara súbitamente al baño cuando estaba dando las últimas sacudidas a mi pene.

“¿sacudiendo al arrocito?” me dijo con esa su jovialidad irritante.

Harto como estaba no le contesté, me lavé las manos en silencio. Él incómodo como estaba, pues no había nadie quien le celebrara las bromas, dijo “era un chiste” con cierto nerviosismo y con un ligero tono agudo de su voz, que nunca había escuchado. Lo volví a ver intrigado y lo vi iluminado con la luz clara del baño, sus hermosos ojos negros fijos en mi, luego bajé la vista a sus ricos labios deformados en esa su sonrisa molesta, bajé más y vi su camisa pronto a reventar por sus trapecios y hombros protuberantes, bajé más y vi sus pectorales coronados con sus pezones grandes y redondos, su cintura breve, su escaso bulto, sus descomunales brazos… hubo un silencio incómodo. Me comencé a excitar, sentía mi pene crecer, Memo lo vio crecer también y entonces lo entendí todo: Memo era gay, enclosetado, pero gay, después de todo.

“¿te gusta?” le dije, mientras tocaba mi bulto

“jamás” me dijo con su tono agudo, tratando de sonar frío pero con un dejo de nerviosismo

Me acerqué más a él, nuestras caras a menos de 25 cm.

“La querés ¿verdad?”

“no”

“¿entonces qué hacés acá?”

Con ambas manos le apreté fuerte los pectorales, él sólo gimió. Le desabotoné la camisa cara y se la quité, su piel perfectamente lampiña apareció ante mis ojos, le levanté los brazos y vi sus axilas perfectamente depiladas, pasé mi lengua sobre su axila izquierda, debió de gustarle pues sólo dijo en un susurro.

“pervertido”

Luego le pasé la lengua a la otra y luego lo besé en los labios. El rechazó mi beso inicialmente, pero no me importó, lo seguí besando y al final lo aceptó, le metí la lengua hasta el fondo, me quiso empujar lejos pero no accedí. Memo era mío. Le bajé el pantalón y su bóxer mostraba su pene largo y duro. Lo bajé y un hermoso pene curvo para abajo apareció, su pubis y huevos pequeños completamente depilados, pero le di vuelta y sus 2 pequeños pero bien formados glúteos aparecieron, los abrí y le vi su hoyo rosado ligeramente abierto de la excitación y me dispuse a lubricarlo generosamente con mi lengua. Memo sólo gemía de placer, luego me incorporé, siempre detrás de él le dije al oído:

“tenés flojo el culo, tenés culo de puta” le dije mientras le metía el dedo y en efecto, el dedo entraba sin ningún problema.

Su pene curvo, delgado y largo estaba duro y palpitante. Le di vuelta y vi sus labios abiertos en placer, me quité la camisa y atraje su cabeza a mi pecho y me comenzó a mamar los pezones, luego moví su cabeza llena de pomada a mi axila derecha, él protestó:

“está peluda”

“¿qué esperabas? ¿la axila de tu mujer?” dije mientras le restregaba su cara en mi axila, él sólo gemía cansado ebrio de placer. Me bajé el pantalón y mi pene moreno, grueso y cabezón apareció, lo vio con cara de asustado.

“mamala” le ordené

“está peluda…” lo empujé para abajo y lo obligué a mamar, hacía como si estaba llorando y eso más me excitaba. Era tan sumiso.

Se levantó con su cara enrojecida, sus ojos llorosos y con su voz temblorosa me dijo:

“sos tan sucio… cerdo…”

“pero así te gusta” y lo besé. Esta vez me besó apasionadamente y me abrazó, luego me dijo:

“¿te gusto?”

“desde el primer día” le dije sin pensar.

Nos besamos mientras le metía el dedo en su culo abierto. Le di vuelta y me dispuse a penetrarlo.

“ponete condón” ordenó

“te vas a tragar lo que te dé sin protestar”

Me ensalivé el pene y se lo metí. Le entró con 2 empujones. Yo miraba mi pene entrar y salir de su culo pequeño, su cintura breve y su ancha espalda tensa me excitaba. Él sólo gemía con su vocecita aguda.

“¿ya vas a terminar?” me dijo entre susurros y gemidos.

En respuesta se la saqué y se la volví a meter de un solo, hasta el fondo, varias veces, él a cada impacto sólo gemía. Se la saqué, me agaché y le vi el ano muy abierto, rosado pero abierto, le metí la lengua y cedió fácilmente. Luego él se acostó sobre la mesada del lavabo y abrió sus portentosas piernas enmarcando su trasero abierto. Vi mi pene y estaba más cabezón, más morado y grueso en general. Se lo metí. Un brazo debajo de su cabeza dejando ver su axila depilada y su grandioso dorsal y el otro masturbándose su pene largo, curvo y delgado. Su abdomen perfecto más tenso que nunca, sus pezones contraídos de placer. Sus ojos negros me veían llenos de placer y como sorprendidos por lo que estaba pasando. No aguantaba más y le di más rápido, más fuerte, en un momento dado el pene curvo de él explotó y una gran escupida de semen saltó y cayó en su abdomen, luego otra más pequeña y luego salió aún más semen de su pene blanco y curvo.

“preñame, mi amor” me suplicó.

Eso hice. Al dejarle mi leche en sus entrañas, recobró su erección y salió un poco más de fluido seminal. Le mamé ese pene curvo y probé de su jugo espeso. Luego me separé y él se incorporó y me mamó el mío. Al estar agachado su ano se abrió y salió parte de mi leche que cayó al suelo y al incorporarse la leche comenzó a deslizarse sobre sus gruesos muslos.

Nos besamos. Olía ligeramente a sudor. Él se pegaba a mi, me olía, lo abracé, me abrazó y así nos quedamos un rato hasta que mi jefe lo llamó. Después de reportar la corrección de las dichosas cifras al jefe y de terminar la llamada Memo me dijo:

“hay que irnos”.

Nos limpiamos como pudimos, casi en silencio y salimos. Nos despedimos con un movimiento de cabeza.

Ese fin de semana la pasé algo intranquilo, no sabía lo que iba a ocurrir el lunes, cómo comportarme con Memo, si hablarle o no. Pero me masturbé varias veces recordando su piel depilada, su olor, su pene curvo, su ano abierto, sus descomunales bíceps, mi semen chorreándole por los muslos…

Llegó finalmente el lunes, entré a las 8 en punto y al no más sentarme cayó una primera llamada, concentrado como estaba y de reojo vi la silla vacía de Memo. Colgué esa primera llamada, luego vi el vidrio de la oficina del jefe y a través de él la figura de Memo conversando con mi jefe. Memo me vio pero en ese momento me cayó otra llamada. 15 minutos después me arreglé para colgar y ya no vi a Memo. En eso siento 2 manos apoyarse en mis hombros y apretar mis trapecios.

“buenos días” me dijo Memo al oído, con su sonrisa retorcida con esa mueca que tanto detesto, para luego guiñarme un ojo en señal de complicidad.

“¿almorzamos juntos?” me dijo.

“claro” dije y él regresó a su puesto.

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