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Me volví la perra de papá
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Todos en el motel salieron de sus cuartos y me vieron ahí en el pasillo, agachada en 4 chupándole la verga a mi papá mientras el otro chico me cogía por la vagina. Todos se quedaron paralizados, hasta que mi papá les grito: “vengan, es mi perrita, le gusta mucho que la acaricien”. Al principio nadie hizo nada, pero después unos se volvieron a meter a sus cuartos y otros se acercaron poco a poco. Se juntaron alrededor de mí y no pude ver cuantos eran, pero imagino que eran unas 20 o 30 personas, la mayoría hombres, pero también mujeres.

Entonces mi papá les dijo: “Acarícienla, es muy obediente y le gusta mucho que la toquen”. Entonces se acercó una persona y me empezó a acariciar las piernas, empezando por los muslos y luego a mis pantorrillas. Después otro se acercó a apretarme las tetas, y poco a poco todos empezaron a acariciar mi cuerpo. Al principio intenté levantarme, pero mi papá me jaló de la correa que tenía en mi cuello y me dijo que me quedara quieta, que fuera una perra buena. Yo todavía tenía su verga en mi boca, y sólo levanté la mirada para asentir que sí.

Sentía las manos de todas esas personas desconocidas acariciando mi cuerpo y masturbándose enfrente de mí. Sentía cómo sus dedos pasaban por mi espalda, por mis brazos, por mi cara, pero sobre todo por mis piernas y mi culo. Sentía cómo me apretaban los muslos y las nalgas con sus dedos. Poco a poco empecé a sentir que me penetraban con los dedos en la vagina y en el ano y me empecé a mojar demasiado rápido. Mi papá no pudo más y me botó toda su leche adentro de mi boca sin avisarme, pero sentir todo ese esperma espeso y caliente dentro de mi boca y poder saborearlo me puso tan cachonda que me vine inesperadamente con un gemido que se escuchó por todo el hotel.

Uno de los hombres que me estaba acariciando le dijo a mi papá que su perra tenía los pies demasiado grandes y mi papá le dijo que podía hacer lo que quisiera con ellos. Yo seguía agachada en 4 mientras todos me manoseaban y me metían los dedos por donde podían, y de pronto sentí que agarraron los pies y me los empezaron a chupar. Podía sentir su lengua pasar en medio de mis dedos y por toda la planta de mis pies. Después sentí su verga, y sin pensarlo empecé a masturbarlo.

Después de unos minutos sentí su leche caer entre mis dedos y supe que se había venido. Pero cuando quise voltear para mirar, una sensación inesperada me detuvo: sentí que alguien ya no me estaba metiendo solo los dedos, sentí una verga gruesa y venosa penetrarme la vagina. Empecé a gemir por la excitación tan grande, pero mi papá les dijo: “Métanle una verga en la boca a esta pinche perra para que se calle”. Entonces se acercaron dos chicos y me metieron la verga juntos en la boca. Yo tengo la boca muy grande, entonces fue muy fácil poder tragarme esas dos vergas.

Uno tras otro empezaron a cogerme, me metían la verga en la boca, me acariciaban, me metían la verga en el ano, me jalaban el cabello, me chupaban los pies, me apretaban las nalgas y las piernas, me daban cachetadas me escupían; literalmente me trataron como una perra, humillándome mientras mi papá me tenía agarrada del cuello con una correa para que no me negara a nada.

De pronto uno de ellos se paró enfrente de mí y me empezó a orinar la cara. Yo sólo cerré los ojos pero mi papá me gritó: “¡abre la boca Paola!”. Le dije que no con la cabeza y trataba de quitarme para que la orina del hombre no me cayera en la cara, pero mi papá me empezó a jalar de la correa y a ahorcarme y me insistía que abriera la boca. Entonces no tuve mas remedio que abrir la boca y recibir la orina de ese hombre en mi boca y en toda mi cara. Otros dos hombres hicieron lo mismo y empezaron a orinar sobre mí, uno sobre mi espalda y otro sobre mis pies. Extrañamente cuando sentí la orina caliente en mis pies me puse demasiado caliente.

Todo se volvió una locura y un éxtasis sexual tan grande que empecé a gritarles a todos: “métanmela todos, quiero toda su leche adentro! ¡Díganme que soy su perra!” Sin pensarlo todos empezaron a empujarse para tratar de metérmela. La mayoría me la metió en el ano, y todos comenzaron a venirse y botarme su leche adentro. Me escupieron, me manosearon, me tiraron al suelo, me volteaban boca arriba y me abrían las piernas para cogerme. No recuerdo cuántas veces eyacularon dentro de mí, pero puedo asegurar que en ese momento pude cumplir cada una de las fantasías más sucias de los hombres que me follaron en ese momento .

Después de que todos terminaron de humillarme y satisfacer sus fantasías con mi cuerpo como si fuera un objeto, rodos regresaron a sus habitaciones, y yo terminé con tanto semen dentro de mi culo y mi vagina que no podía mantenerlo dentro de mí y se me escurría todo. Mi cuerpo quedó cubierto de esperma, de saliva, de orina y de la tierra del pasillo del hotel. Mi maquillaje quedó completamente chorreado en mi cara, mi cabello quedó hecho un desastre con saliva, semen y orina. Me sentía demasiado sucia y humillada, pero cuando quise correr a darme un baño, mi papá tenía otros planes.

Cuando le dije que quería bañarme intenté ponerme de pie pero mi papá agarró mi corres y me jaló del cuello hacia abajo para que no me levantara, y me dijo: “Ni creas que ya terminamos, las perras sucias y putas como tú tienen que salir a la calle a pasear”. Entonces mi papá me obligó a ponerme otra vez en 4 y me obligó a gatear hasta la salida del hotel. Cuando llegamos a la puerta yo no quería salir a la calle así, y le dije a mi papá: “No papi, por favor no quiero que me vean así”. Pero mi papá me respondió: “Paola, hoy eres una perrita y me tienes que obedecer, si no ya no te voy a volver a dar de mi verga”. La verga de mi papá se había vuelto una obsesión para mí, así que no tuve más opción que aceptar.

Salí a la calle gateando completamente sucia, mi papá comienzo a pasearme por toda la calle como si fuera una perra que su dueño sacó a pasear. Las personas que pasaron no sabían cómo reaccionar: algunos me veían de lejos desnuda y daban la vuelta, otros solo pasaban y comenzaban a grabarme, pero otros se acercaban a disfrutar el espectáculo. La historia se repitió, y al igual que en el hotel, muchos desconocidos comenzaron a acariciarme y a follarme. Hasta que una mujer llamó a la policía.

La policía llegó y afortunadamente todos en la patrulla eran hombres. El oficial se acercó y todos corrieron. Yo me asusté y me quise levantar para correr también, pero mi papá me jaló de la correa y me tiró al suelo y me dijo: “tranquila Paola, yo me encargo, tú sigue siendo una buena perra”. El oficial llegó hasta donde estábamos y preguntó: “¿Qué está pasando aquí?”. Y mi papá le dijo: “nada oficial, solo estoy aquí paseando a mi perra”. Pero el oficial le dijo: “Permítame, no estoy hablando con usted”. Después se dirigió a mí y me dijo: “¿Todo bien señorita? ¿Usted está de acuerdo con esto?”. Yo todavía estaba agachada en cuatro, y entonces saqué la lengua, comencé a jadear, empecé a mover la cadera de un lado a otro como si fuera mi cola, me acosté boca arriba como los perros cuando quieres que les acaricies la barriga, abrí las piernas y asentí con la cabeza, para hacerle saber que todo estaba bien.

El policía nos dijo: “El exhibicionismo es un delito grave y nos van a tener que acompañar”. Entonces mi papá le respondió: “Oficial, y de casualidad ustedes no necesitan una unidad canina para su servicio? Ella sería una buena perra, no quiere acariciarla?” El policía empezó a caminar alrededor de nosotros y empezó a ver todo mi cuerpo de arriba a abajo. Afortunadamente el policía tenía un fetiche muy fuerte con los pies, porque en el momento que me los vio, no pudo disimular y le dijo a mi papá con mucha lujuria en su mirada: “oiga, su perra tiene unas patas demasiado grandes, y sus dedos están demasiado largos. ¿Se los puedo agarrar?” Yo seguía acostada boca arriba en el suelo, e inmediatamente extendí mis piernas hacia él, le acerqué mis pies y empecé a moverle los dedos para provocarlo. El policía me los agarró sin pensarlo, metió sus dedos de las manos entre mis dedos de los pies y yo le empecé a sobar la verga con mi otro pie. El policía se puso duro inmediatamente, me empezó a oler los pies y a frotarse la verga por encima de su pantalón.

Entonces mi papá me dijo: “¿Qué dice oficial, mi perra puede entrar a la policía?”. Y el policía le respondió: “Para que su perra pueda entrar a la policía creo que primero la policía tiene que entrar en ella”. Mi papá respondió: “adelante oficial”, y le entregó la correa en las manos. El oficial agarró mi corra y me llevó gateando hasta la patrulla. Me subió a la parte trasera y le dijo a sus dos compañeros: “Adelante, hagan lo que quieran con esta perra”. Uno de ellos me puso boca abajo sobre el asiento, me abrió el culo y me empezó a meter la verga en el ano. Del otro lado el otro policía abrió la puerta y me empezó a meter la verga en la boca. Se la mamé tan rico que en menos de un minuto eyaculo adentro de mi boca.

Después el otro policía me puso las esposas detrás de la espalda, me sentó, me abrió las piernas, y me las puso sobre los asientos delanteros. Me empezó a meter los dedos en la vagina y le dijo a los otros dos oficiales que me chuparan los pies. Cada uno se puso sobre un asiento y me empezaron a chupar las patas. El policía se estaba masturbando mientras me metía los dedos y veía a sus compañeros cómo me chupaban y lamían los pies. Después de unos minutos me agarró de la cintura y me jaló hacia la puerta. Me sentó sobre la ventana de manera que mi cuerpo quedó dentro de la patrulla pero mi culo se asomaba por la ventana. La posición era ideal porque mi culo y mi vagina estaban abiertos y se asomaban por la ventana, y los otros dos policías se acercaron y me empezaron a coger. Uno por uno se turnaban para metérmela, ya fuera en la vagina o en el culo, y se vinieron dentro de mí unas dos o tres veces cada uno.

De pronto, uno de los policías sacó su arma y me la empezó a meter por el culo. Estaba demasiado fría y muy dura. Nunca había sentido algo igual y me dolía mucho. Empecé a gritar y decirle que parara, pero mis manos estaban esposadas y no podía hacer nada para quitarme. Sentí mucho dolor los primeros minutos, pero después deje de sentirlo. Al final el jefe de los oficiales les dijo que me cogieran y se vinieran una ultima vez antes de irse. Me sacaron de la patrulla, me jalaron hasta el frente del auto, me recargaron sobre el cofre y quedé completamente empinada. Me abrieron las piernas y otra vez me follaron uno por uno.

Cuando todos terminaron y se vinieron por última vez dentro de mí, me jalaron de la correa, me tiraron al suelo esposada enfrente de mi papá, y le dijeron: “vamos a estar dando rondas por aquí más seguido para seguir entrenando a su perra, a ver si después podemos meterla como nuestra unidad canina”. Mi padre les dio las gracias. Yo me levanté del piso y me volví a poner en 4, me temblaban mucho las piernas, no se sí fue por el cansancio o todos los orgasmos que tuve. Mi padre agarró mi correa, me vio a los ojos, me agarró la cara, me dijo que abriera la boca y cuando la abrí me escupió, y me dijo: “Paola, hija, qué buena perra”.

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