Apenas entre a la casa, iba para mi cuarto, cuando una mano me tapo la boca, otra me sujetaba el torso. Estaba inmovilizada totalmente. Logre mantener la calma y pensar. Me di cuenta que quien me había agarrado era más alto que yo, por el ángulo de sus brazos y porque mi cabeza quedo en su hombro.
-Quédate quieta, no te quiero lastimar. Por favor, hace lo que te digo y todo va a salir bien. Asentí con la cabeza si entendiste.
Asentí y para mi sorpresa, me soltó la boca.
-Por favor, no me lastimes. No voy a hacer movimientos raros ni voy a gritar. Dije tranquila.
-Te repito, no te quiero lastimar pero espero que grites… Dijo
Que diga que esperaba que grite, me descolocó. De inmediato me colocó un tapa ojos que no me permitía ver nada.
-Ahora, muy despacio, te vas a quitar la campera, la camisa y el brazier. Me dijo, siempre parado atrás mío, muy cerca.
-Ok. Pero tranquilo. Y te pido nuevamente no me hagas daño.
Su voz era tranquila, sus modales, propios de una persona educada y si no fuera por la situación, respetuosa. Nada cuadraba en lo que es el perfil de un violador.
Me saque lo que él me pidió, y con tranquilidad y suavidad, tomo mis muñecas, las puso en mi pecho y me colocó un par de esposas acolchadas. Luego un collar también acolchado y escuche como unía las esposas con el collar, al parecer con una cadena.
Se puso pegado a su espalda, y pude darme cuenta que no tenía nada sobre su torso. Era un pecho firme, con vellos. Me abrazo y comenzó a besar mi cuello en una forma muy suave, con pequeñas succiones. Yo tapaba mis pechos con mis antebrazos y el con suavidad hizo que los baje. Con la palma de sus manos, acariciaba apenas mis pezones, que de inmediato se pusieron duros.
Sus manos no dejaban de acariciar de esa forma mis pezones, cuando su boca busco mi mejilla derecha, la beso y fue subiendo hasta mi sien. Yo empecé sentirme excitada, no solo por mis pezones duros, mi respiración se puso pesada, y pude darme cuenta que mi vagina se comenzaba a mojar. Y no pude detener mi excitación cuando su boca fue a los lóbulos de mis orejas.
Estoy relatando un abuso sexual, una violación, y no puedo describir sus besos de otra forma que decir que lo hacía con dulzura, hasta con ternura. Mi cabeza explotaba tratando de entender. ¿Un violador suave, tierno?
Sentí que se separaba de mí espalda, y lo siguiente fue sentir su boca en mis pezones. Me los succionaba suavemente, sin violencia, sin provocar dolor. Me beso por completo un pecho, luego el otro. Se dio cuenta que el primero que beso, era el más sensible y volvió a él. Sus manos acariciaban mi espalda, la recorrían por completo. Yo, inmóvil no por la fuerza, por placer, recibía las caricias y empecé a gemir.
Eso fue lo que él esperaba para desabrocharme mi mini, y dejar que caiga al suelo. Quedé solo con una tanga super diminuta. Pasó un segundo, tomándome de un brazo me hico caminar un par de metros y me dijo:
-Separa las piernas y sentate. Tranquila.
Guiándome con sus manos, fui bajando hasta sentir que entre mis piernas estaba una de sus piernas. Me senté, cerré un poco las piernas apretando la suya. Pude darme cuenta que era la pierna de una persona que hace ejercicios, musculosa, con los costados firmes.
Su boca volvió a mi cuello, mis hombros, mis ojeras; una de sus manos a mi pecho más sensible, la otra a mi espalda. Yo cada instante, cada beso, me excitaba más.
-Tranquila, no te voy a lastimar. Me repitió mientras me besaba el cuello.
Por mi calentura, comencé a levantarme menos de un centímetro y frotarme con mi entrepierna en su pierna. Me convencí que era un tiempista tremendo cuando al darse cuenta, bajo su boca a mi pecho, y nuevamente comenzó a chuparlo, besarlo y succionar mi pezón.
Fue demasiado. Trate de rodear su cabeza con mis manos, pero la cadena lo impedía, me frotaba cada vez más fuerte y más rápido contra su pierna. Él no cambiaba su forma de darme placer en mi pecho. No pude evitar un orgasmo, en realidad, lo busque. Cuando lo tuve apoye la cabeza en su hombro, me quedé quieta y él se detuvo también.
-¿Estás bien? Me pregunto.
-Sí. Dije escuetamente, porque por pudor no le podía decir que estaba maravillosamente bien.
-Me alegro. Vení. Me dijo y me puso de pie.
Sus manos quitaron mi tanga lentamente. Estaba parado frente a mí, su boca volvió a mis pechos y fue bajando en medio de pequeños besos mientras sus manos lo acompañaban al costado de mi cuerpo. Instintivamente y por mi excitación, separe las piernas.
Llego hasta mi entrepierna y con suavidad, empezó a jugar con mi clítoris, sus manos a recorrer mis piernas acariciándolas.
Estuvo varios minutos haciendo eso, besando, succionando y “molestando” con su lengua mi clítoris, hasta que tuve otro orgasmo. Se levantó, se puso detrás de mí, y me hizo apoyar en su pecho. Ahí me di cuenta que estaba desnudo. Su pija, de muy buen tamaño, en largo y grosor, estaba dura. La sentía entre mi cintura y el comienzo de la raya del culo.
Volvió a besar mi cuello, una mano a mi pecho sensible y la otra, a mi entrepierna, acariciándome muy suavemente. Yo estaba super caliente, sentía que mi cocha chorreaba fluidos. Esperaba que me meta los dedos, hasta lo deseaba, pero no lo hacía. Yo tiraba la cabeza hacia atrás y a un costado, para dejar que su boca “trabaje” mi cuello.
Mis manos, buscaron su mano en mi pecho, y la apretaban contra él. Era un placer indescriptible. Estar recibiendo ese placer, sin violencia, sin brusquedad, y sin ningún tipo de apuro era increíble. “Puedo estar así por horas” pensé y no pude creer lo que pensaba. Me estaban abusando, como iba a pensar eso. De esa forma me saco un tercer orgasmo.
Me hizo poner de rodillas. “Ahora va a hacer que se la chupe, y se acaba toda la ternura”. Pensé. No fue así. Sentí como su cabeza pasaba entre mis rodillas, estaba acostado, y mis pantorrillas al costado de su cuerpo. Quería poder mirarme.
Tomándome de la cintura, me hizo bajar un poco. Hasta que sus labios tocaron mi concha. Tuve un escalofrío y mi cuerpo tembló. Comenzó a chuparme con sus labios, despacio, con tranquilidad. Con una mano separó mis labios y su boca fue a mi clítoris nuevamente. Él lo apretaba suavemente entre sus dientes, y con su lengua lo volvía loco.
-Me estas matando. Por favor. Basta. Dije en medio de mi cuarto orgasmo.
Mis manos apretaban mis pechos cuando su lengua lentamente jugaba con mi vagina. La penetró un poco, y fue el delirio total. En mi cabeza había fuegos artificiales. Baje mis manos y apenas podía tocar su cabeza. Como cuando estaba en su pierna, ahora me frotaba contra su boca y su lengua entraba y salía totalmente de mi concha. Estaba por tener un orgasmo cuando de detuvo. Sentí que se corría apenas centímetros y ahora su lengua estaba en mi culo.
Jugaba con mi ano, en una forma que nunca otro hombre lo había hecho. Agachándome un poco, pude alcanzar a meterme dos dedos en la concha, y masturbarme al ritmo de su lengua. Mi ano respondía a sus juegos y se dilataba lentamente, por lo que él aprovechaba para meterme su lengua. O yo me la metía, todavía no puedo dilucidarlo. Tuve un quinto orgasmo.
Volvió con su lengua a mi concha, sentí como desde atrás, dos dedos suyos la penetraban e iban directo a buscar mi punto G. Como él, tome con suavidad su cabeza e hice que me chupe el clítoris. Me volví totalmente loca. Gritaba de placer, le pedía que no se detenga, que por favor siguiera. Tuve un sexo orgasmo, tremendo, mi cuerpo parecía convulsionar. Caí hacia adelante y por suerte el me agarró, y me ayudó a recostarme en la alfombra.
Por unos minutos quedé así.
-Por favor, cogeme. Le dije.
Se acercó, me ayudo a levantarme, y me sentó en un sillón.
-A una mujer como vos no se la coge, Analía. Solo se le da placer o se le hace el amor.
Cuando dijo mi nombre, me quede sorprendida. No atiné a decir nada.
-Como viste, no te lastimé. Sé que esto estuvo mal, que es un delito, pero deseaba mucho gozar tu cuerpo, acariciarlo, besarlo. Te pido perdón por la forma. Ahora, te pregunto: ¿Te puedo besar?
No podía creer lo que escuchaba. Mi violador, que me había hecho gozar de una forma increíble, como no recuerdo otra vez, me pedía permiso para besarme. Me sonreí y le dije que sí. Me ayudó a ponerme de pie, y tomando mi cara entre sus manos, me dio un terrible beso, que por supuesto, devolví, jugando con mi lengua en la suya. Juro que quedé tonta del beso. Su ternura era maravillosa.
-Bueno. Me voy. Dijo, me hizo girar un poco, continuó.
Te voy a sacar esto. Y me sacó el collar y las esposas.
-Analía, de nuevo perdón, espero no haberte lastimado ni angustiado en exceso. Cuidate, sos una hermosa mujer, no para cualquier hombre. Me dijo.
No entiendo porque un par de lágrimas cayeron por mi rostro. Sé que por la violación no era. Sus palabras me hicieron vibrar algo en mi interior. Escuche que abría y cerraba la puerta de casa.
Normalmente las mujeres violadas cuentan que tuvieron la necesidad inmediata de bañarse, limpiarse todo el cuerpo. Yo, al contrario. A pesar que no había sentido perfume en él, no quería quitar de mi piel la sensación de sus labios.
Me senté en el sillón. Desnuda. Sonriendo. ¿Quién sería? ¿Edad? Estaba segura de que si descubría quien era, había muchas posibilidades que me enamore de él.
Tengo 24 años, un buen físico, sin llegar a ser una modelo. He tenido un par de parejas y varios toco y me voy. Tengo sexo desde los 16 años. Nunca, nunca un hombre me hizo gozar tanto placer como ese día.
Los días siguientes, trataba de identificar su vos en todos lados: trabajo, cuando iba de compras, en un café. Nada. Cuando veía un hombre de más de 1,80 m de altura, lo miraba buscando algo. Una mirada, un gesto. Nada. Decidí no cortarle a nadie, ni a mi mejor amiga. Mucho menos, hacer una denuncia. “Me violaron, no me penetro con su pene y goce como nunca en mi vida”, no era justamente una declaración creíble.
Pasaron veinte días, y no me podía olvidar de él. Cada vez que entraba a casa, esperaba sentir su mano en mi boca. Nada. El día veintiuno, entre y cerré la puerta.
-Hola Analía. Escuche. Era su voz, que venía desde el sillón, totalmente a oscuras.
Por favor, no prendas la luz. Dijo.
-Hola. ¿Algún día me vas a contar como entras a mi casa sin forzar ninguna puerta ni ventana?
-Hoy. Usando la llave que dejas en la segunda maceta.
No mucha gente sabía que dejo una llave ahí. Él sí.
-¿Me puedo sentar? Pregunte a mi violador en mi propia casa.
-Por supuesto.
-¿Quién sos?
-Un hombre que te admira.
-¿Tenes un nombre?
-Claro, como todo el mundo.
-¿Cuál es?
-¿En serio lo queres saber?
El desgraciado me hizo dudar. Estaba jugando con mi mente. Decidí no contestarle.
-Legalmente lo del otro día fue abuso sexual. ¿Vas a abusar de mí nuevamente?
-Quítate la ropa. Quédate solo con la tanga. Por favor.
Mire hacia donde estaba pero no podía ver nada claro. Solo un bulto en el sillón. Me pare y me saque la ropa como me indicó. No sensualmente ni nada parecido a un striptease.
-Te vuelvo a preguntar: ¿Vas a abusar de mí nuevamente?
-No.
Era la respuesta que menos esperaba. No. ¿Entonces? ¿Qué hacía en casa? ¿Por qué yo estaba casi desnuda? ¿Qué era lo que seguía? ¿Y yo, que deseaba, que repita lo de la vez anterior, que me penetre? ¿Qué me haga el amor? Tenía que buscar respuestas.
-¿Por qué estoy desnuda?
-Porque te lo pedí. Dijo y tuve que reconocer que tenía razón.
-Si no me vas a abusar, ¿Qué haces aquí?
-Contemplo tu hermoso cuerpo.
-La otra vez no note que hayas gozado, acabado digo. No había manchas, ni te escuche acabar.
-Goce haciendo que vos goces, dándote placer.
-¿Sos impotente? Pregunte a pesar de haber sentido su verga super dura en mi espalda.
-No. Dijo riéndose.
-¿Voy a saber quién sos?
-Quizás.
-¿Te hace gozar dominar a una mujer?
-¿Te sentís dominada?
-Mentalmente sí. Dije sin pensar, y arrepintiéndome de inmediato.
-¿Dominada o ansiosa, Dominada o deseosa de volver a gozar?
-Quiero que me hagas el amor.
-¿Acaso me amas? ¿Pensas que yo te amo?
-No sé, solo sé que estoy super excitada, que la vez anterior me volviste loca totalmente, que me hiciste gozar como ningún hombre lo hizo, que todos los días te buscaba, trataba de identificar tu voz. Ah, y no cambie la llave de lugar. Haceme el amor, cogeme, o como quieras decirle. Necesito sentirte.
-Ponete de pie y date vuelta.
Lo hice y sentí como ponía un vendaje en mis ojos, fueron dos o tres vueltas, imposible que me lo saque. Cuando terminó me di vuelta y puse las manos juntas, esperando que me ponga las esposas. Nuevamente me descolocó cuando en vez de hacerlo, tomo con una de sus manos una mano mía, y así, tomados de la mano me guio hasta mi cuarto.
Yo duermo en una cama King Size. Me hizo acostar en el medio, boca arriba y poner las manos a los costados. Lo primero que sentí fueron sus labios sobre los míos, en un beso tan cálido, tierno y embriagante que logro que tras él mi respiración se hiciera pesada. Siguió por mi cuello mientras sus manos acariciaban mis pechos.
Su boca fue bajando y se detuvo en mi pecho con menor sensibilidad. Estuvo un rato jugueteando con su lengua y mi pezón, mientras su mano solo se apoyaba en mi entrepierna. Salto al otro pecho y me volvió loca, su mano apoyada, sin moverla un milímetro de hacía mover la pelvis buscando me masturbe. La mano inmutable.
Lo siguiente fue una clase de erotismo puro. Su boca fue a mi muñeca izquierda, besaba el lado interno y succionaba suavemente. No entendí porque, pero cuando su lengua jugó mientras su boca succionaba mi palma izquierda, tuve un orgasmo, que siguió cuando hizo lo mismo en el pliegue interno del codo.
-Esto es tortura, es inhumano. Te estás abusando de mi sexualidad. Protesté.
-Silencio. Dijo pellizcándome suavemente un pezón.
Lo que logro con eso fue que acaricie su cabeza con una mano mientras mi otra mano buscaba desesperada debajo de mi tanga meter dos dedos en mi concha.
-Ah, queres jugar sola. Bueno. A ver como lo haces. Dijo y no me toco más.
-Hijo de puta. Grite.
Me metí dos dedos en la concha furiosa, así me masturbaba, furiosamente, la otra mano, apretaba mi pecho más sensible. No podía llegar al orgasmo, saber que me miraba y no me tocaba no me dejaba llegar. Estaba super loca, mis dedos entraban y salían a una velocidad demencial.
De pronto, con una mano, apretó mi mano enterrándome mis propios dedos en mi concha. “Goza” dijo y sumisamente tuve un tremendo orgasmo.
-Hijo de puta, no me podes estar haciendo gozar así. Te odio. Dije en medio de temblores.
-¿O me amas? Dijo.
En un segundo cesaron los temblores, me quedé dura y se me cortó la respiración. Su pregunta me descolocó totalmente. Y no quería decir la respuesta.
Aún con los dedos en mi concha, y la tanga puesta, me hizo poner boca abajo, con dos almohadas bajo mi vientre. Me seguí masturbando, él se sentó sobre mis piernas y apoyo su verga en mi culo. Cada cosa me excitaba más, sentí como tiraba algo en mi espalda, que tenía un olor especial, lo fue esparciendo. Era un talco o algo parecido. Sus dos manos acariciaban mi espalda con ese talco, mis dedos me daban otro orgasmo y buscaban el siguiente.
Sus manos fueron bajando hasta mi culo. Acariciaba los cachetes y los apretaba suavemente. Se levantó y automáticamente separe mis piernas. No termine de hacerlo que su mano corrió mi tanga y su lengua arremetió contra mi ano. Mis dedos en mi concha, ahora tres, su lengua en un segundo fue recordada por mi ano, que se abrió de par en par para que lo penetre. No puedo describir con palabras mi orgasmo.
Su lengua dejó mi ano totalmente dilatado. Deseaba, ansiaba, rogaba que su pija me lo penetre. Mordí mis labios feliz cuando sentí que se acercaba rozando con su pija mis cachetes. No, no me la metió en el culo. Estaba por insultarlo cuando su mano corrió más mi tanga, y su verga fue entrando despacio en mi concha, aún con mis tres dedos adentro. Sentía que explotaba de placer y explote literalmente en un orgasmo. Saque mi mano y apoye mis dos manos al costado de mi cabeza, apretando las sabanas.
Su verga era realmente grande y gruesa. Ocupaba toda mi vagina y creo que quedaba parte afuera. Rogué que me coja desaforadamente, aunque me doliera, quería sentir toda su virilidad, su poder, su fuerza. No. En vez de eso, se acostó sobre mí, y moviéndose muy lentamente, entraba y salía. Su boca en mi cuello, sus manos en mis brazos. Mi excitación no bajaba pero ahora el placer era inmenso, el desgraciado me estaba haciendo el amor, no me cogía. Yo era una mujer a la que le daba todo el placer, sin violencia, sin brusquedad. Sí, mi violador, me estaba haciendo el amor.
Fueron minutos y minutos, incontables, que estuvo haciéndome el amor de esa forma, gloriosa forma. Cuando acabó llenando mi concha con su leche, me dijo al oído: “si, te amo”.
Estalle. Tuve un orgasmo que nunca en mi vida había tenido. Fuerte, largo, especial. No era la primera vez que un hombre me decía te amo. Pero si la primera que me lo decían al acabar de hacerme el amor. No puedo describir la sensación de paz, alegría y placer que me invadió. Me beso nuevamente el cuello, y se quedó sobre mí.
Cuando desperté no estaba sobre mí. Lo busque a tientas en la cama, pero no lo encontré. Quise llamarlo y no supe como. Hubiese sido muy bizarro si preguntaba: “¿Violador, dónde estás?” Ni la reina de las boludas podía llamarlo así. Espere varios minutos y no escuchaba nada. Nuevamente esperé y nada. Me quite la venda de los ojos, prendí mi velador, y no estaba en la habitación. Fui al living y mire en la oscuridad. Muy romántica la mina. Prendí la luz, esperanzada en encontrarlo y al mismo tiempo deseando no romper el hechizo. No estaba.
En la mesa ratona, un ramo de jazmines increíblemente blancos, y una nota hecha con letras de revistas pegadas: ¿Me amas?
-Sí, hijo de puta, te amo. ¿Dónde mierda estas? Grite sin obtener respuestas.
Me puse una bata, abrí la puerta, busque en la maseta y allí estaba mi llave de seguridad. Se había ido. Entre, me senté en el sillón y me largue a llorar. En mi mente solo preguntas: ¿Fue real? ¿Quién es ese hombre que tanto, pero tanto placer me regala? Las manchas de semen en mi pierna me contestaron que fue real. La segunda pregunta, no tuvo respuesta.
Nuevamente no me bañe. Tocaba las manchas de semen en mi pierna y en la cama como si fuera que de esa forma lo tocaba a él. No podía sacarme de la cabeza todo lo que había sentido. Lloraba de impotencia, de no tenerlo a mi lado, de no poder besarlo, tocarlo, pedirle que nunca me abandone. Me dormí pensando en todo eso. Claro que soñé con él y me desperté a mitad de la noche totalmente mojada, con mis dedos entrando y saliendo de mi concha al mismo ritmo que me hizo el amor. No era lo mismo. No buscaba un orgasmo que nunca llegó, era… mi forma de decir que lo amaba.
Mi locura crecía. Lo buscaba desesperada en cada hombre que me cruzaba. No me importaba si fuera petiso o alto, gordo o flaco. Tenía que encontrarlo. Nada.
Una semana después, me encontré a tomar café en un shopping con una amiga. Cuando le conté casi se cae de espaldas.
-Boluda, no vivo buscándolo. No salgo de noche, me invitan a cenar, a bailar y en cada lugar lo busco. A ninguno siquiera le permito que me dé un beso. Soy solo suya, de mi violador. Le dije.
-Analía, por favor. Tenes que parar. Estas desquiciada. No podes vivir buscando a un violador porque lo amas. Es de locos eso.
-Jorgina, no sabes lo que es ese hombre. Te juro que es…
Seguimos charlando un rato. Logro hacerme cambiar de tema, me conto de su trabajo y que estaba esperando a un compañero que vive en Córdoba capital y cada tanto viene a Bs.As.
-Tengo ganas de invitarlo a cenar a casa, pero vos viste donde vivo, 2×2, imposible. Dijo Jorgina.
-Invitalo a cenar afuera, no te hagas drama.
-Es que le prometí que le iba a cocinar un matambre a la leche.
-Hace una cosa, cocínalo en casa. ¿Qué problema hay? De paso veo a alguien fuera de mi locura. Vive en Córdoba dijiste.
-Si, es el gerente de la Planta de Córdoba. ¿En serio me decís? ¿No te jode?
-No, para nada.
-Bueno, gracias loca. Le paso tu dirección entonces. Yo voy a las 20 h.
-Dale.
Exactamente a las 20 llego a casa y se puso a preparar la cena. Yo puse la mesa, le pregunte que vino iba, y nos quedamos en la cocina mientras terminaba. Puso el matambre en el horno, y casi una hora después estaba casi listo. Recibió un mensaje y me dijo que estaba por llegar.
-Nooo, me olvide el queso rallado. ¿Hay alguna despensa por acá?
-Si, en la esquina. Contesté.
-Ya vengo. Dijo, tomo su cartera y salió corriendo. Me quede en la cocina.
Cuando escuche que la puerta de calle se abría, pensé que Jorgina se había llevado llave. Fui a su encuentro y lo que encontré me paralizó: un tipo, de unos treinta años, hermoso, con un traje azul espectacular, y una sonrisa más espectacular aún. No dijo nada, solo extendió uno de sus brazos para darme… un ramo de jazmines blancos maravillosos.
-Hola, vas a tener que cambiar de lugar la llave de seguridad. Puede entrar alguien, y hacerte quien sabe que cosa. Dijo con una sonrisa.
Dios mío. Era su voz. Altura, voz, jazmines. No podía ser otro que mi violador.
-Sos vos. Dije tartamudeando.
-¿Te acordás me mí entonces?
-Por supuesto que me acuerdo desgraciado. Dije sonriendo pensando en mi violador.
-Soy Fernando, tu novio de la secundaria. Eso, y pegarme un mazazo en la cabeza fue lo mismo.
Fernando fue mi primer “novio”. Yo estaba en tercer año, el en quinto. Un flaco desgarbado, con lentes. Un solitario, un genio solitario. Promedio general 10 en el secundario. Fue el primer chico que me beso, más que de los besos no pasamos. Y lo hacía muy rico. Solo estuvimos dos meses de “novios”. El terminó el secundario y no lo vi más.
-No puede ser. Fernando. Dije sin animarme a preguntarle si era mi violador.
-Sí, soy yo. Dijo
Sonó mi celular, lo maldije por eso y atendí. Era Jorgina.
-Bueno, te cuento que la cena ya está lista. Solo tenes que sacarla del horno y servir.
-¿No entiendo, y vos? Dije totalmente confundida por Fernando, mi idea que era mi violador, lo que me decía ella.
-Los dejo cenar solos. Disfruta mucho, pero mucho. Te quiero mucho.
Cortó sin darme tiempo a nada.
-Pasa Fernando, que sorpresa, estoy muy confundida por varias cosas, perdoname. Analía me acaba de decir que no viene. No entiendo, sos invitado de ella.
-Si. Pero no importa. Estoy feliz de poder cenar con vos, y a solas.
Cada vez que hablaba, me convencía más que era mi violador. ¿A que loca se le ocurre preguntarle a un tipo que fue su novio de la adolescencia, que vive en Córdoba si era mi violador? Ni yo haría eso. Y no lo hice.
Se sacó el saco, no permitió que lo cuelgue, lo dejo sobre una silla y nos sentamos a cenar. Charlamos de nuestras vidas, el soltero y sin novia, yo soltera y sin novia, nuestros trabajos, en fin, de todo. Cuando terminamos de comer el matambre me miro sonriendo, con una sonrisa que bien podría haber sido la de mi violador, por lo hermosa que era y me dijo:
-Por el postre no te preocupes. Yo ya tengo mi postre. Dijo sonriendo.
Lo mire totalmente confundida. No había traído nada, ni yo había comprado nada. Tampoco vi que haya pedido algo por teléfono.
-¿Cuál es tu postre Fernando? Pregunte con cara de no entender nada.
-Vos. Dijo y saco el bolsillo de su saco un par de esposas, un collar con interior de piel, y una cadena.
-Hijo de puta. No me equivoqué, sos vos. Grité y me tire encime de él para besarlo como loca. Me abrazo y me largue a llorar como una adolescente.
-Veo que no estás muy enojada. Me dijo sonriendo.
-Desgraciado. Quedé loca desde la primera vez. Y después de la segunda, ya loca de atar. ¿Pero cómo? Vos vivís en Córdoba.
-Si, vivo en Córdoba.
-Antes que te lleve a la cama, me podes explicar todo.
-Jorgina es una amiga de varios años. Cuando vengo siempre nos juntamos a comer algo y charlar. Nos hicimos compinches en cosas de la empresa. Hace seis meses tuvo que viajar a Córdoba por una capacitación de una semana, de lunes a viernes. Me contó que iba a ir, y le dije que se quede en casa, se guardaba la plata que le daban para el hotel. Estuvo de sábado al domingo siguiente.
En mi casa hay varias habitaciones, la primera noche, en medio de un asado de festejo y unos buenos vinos mendocinos, terminamos los dos en mi cama. Las noches siguientes también. Una de esas noches, tomando un whisky le conté que yo había tenido una novia la secundaria. Que nunca la olvidé y que para mí era un amor imposible. La había tratado de ubicar y no podía. Y al pasar le dije tu nombre. Me dijo que ella tenía una amiga con el mismo nombre y más o menos la misma edad que tendría mi amor imposible. Me preguntó el apellido y sorpresa, eras vos.
-Bien, hasta ahí entiendo.
-Empecé a venir a Buenos Aires todos los fines de semana. Te veía de lejos. Cuando se me ocurrió la idea de “abusarte” fue porque Jorgina me conto que era una fantasía tuya. Ahí me dio el dato de la llave en la maceta.
-Desgraciada. Fue muy jugado “abusarme”. Pudo haber salido muy mal.
-Si. Lo importante era que yo estuviera tranquilo, y te transmita tranquilidad. Y demostrarte mi amor. Demostrarte que puedo cuidarte hasta abusando de vos. La segunda vez, ni bien te sacaste la ropa, supe que si no me volvía loco, si no dejaba que la pasión de mi amor por vos me desborde, ibas a ser mía.
-Por eso elegiste hacerme el amor y no cogerme.
-Sí.
-Pues lo lograste. Supongo que Jorgina te habrá contado que le conté todo y como estaba.
-Si. Además unos fines de semana vine, y estuve muy cerca de ti, viéndote buscarme. Te acordás del barbudo que viste varias veces…
-Hijo de puta. Eras vos. Por la barba te descarte. Cuanto trabajo te tomaste, por favor. Ahora Fernando, es mi casa, mi tiempo. Te voy a coger como nunca cogí a un hombre.
Lo tome de la mano y fuimos a mi habitación. Nos quitamos la ropa mutuamente, yo con desesperación, Fernando, tomándose todo el tiempo del mundo. Con los dos desnudos, lo empujé haciendo que caiga de la espalda. En mi mente se agolpaban las cosas que le iba a hacer, como lo iba a volver totalmente loco. Quería escucharlo gritar de placer, que me suplique que lo haga acabar.
Cuando me fui a tirar de cabeza para chupar su pija, en un rápido movimiento, me tomó de los brazos y me acostó en su pecho. Me abrazo, me miro a los ojos con un brillo que nunca le vi. “Te amo Analía, desde aquel lejano primer beso, te amo. Nunca tuve nada serio por respeto al amor que siento por vos. Me harías el hombre más feliz del mundo si aceptas casarte conmigo.”
Me derretí, literalmente. Lo bese llorando como una mujer enamorada puede llorar cuando su hombre le dice lo que mi hombre me dijo. Como siempre, me descolocó. No podía parar de besarlo y decirle que lo amaba. Y mágicamente me acordé que estaba desnuda sobre él, que iba a cogerlo como loca, pero en cambio, me acomodé, metí su pija en mi concha, y con la misma tranquilidad y suavidad que él me empecé a mover.
Fue maravilloso hacerle el amor de esa forma, sobre su inmenso pecho, abrazada por él, repitiéndole sin parar que lo amaba. No puedo decir cuánto tiempo estuvimos así, solo que fue uno de los mejores momentos de mi vida. Cuando acabó, llenó de su leche mi concha. Nos besamos y nos quedamos así.
Nos quedamos así hasta que el detector de humo se activó y empezó a sonar la alarma de incendio. Nos levantamos corriendo y del horno salía una columna de humo. Apague el horno y abrimos las ventanas.
-Al cuerno el matambre de Jorgina. Dije.
-Tengo hambre. Vamos a buscar un lugar para cenar. Dijo
Sin bañarnos subimos a su auto, conseguimos una pizzería y nos comimos dos tremendas pizzas, en medio de miradas, caricias en las manos y besos al aire.
-Imposible volver a tu casa hoy. Dijo y fuimos a su hotel.
Cuando llegamos a su habitación, tardó un segundo en desvestirme, me puso en el borde de la cama, y levantándome las piernas hasta mi pecho, me chupaba la concha como un animal, nada que ver con mi violador. Su lengua era asesina, destrozaba mi concha, mi clítoris y mi ano. Sus dedos jugaban con mi punto G, haciéndome gritar de placer. Su lengua le recordó a mi ano como debía abrirse, y por las dudas, uno de sus dedos reforzó el accionar de su lengua. Dios, es era un animal, pero al mismo tiempo, super cuidadoso. Cuando me enterró el dedo en mi culo, fue porque estaba totalmente abierto.
Me hizo gritar una y mil veces de placer. Le pedía, le rogaba que me coja. Mi posición favorita siempre fue la de perrito. Me quise poner y me dio un chirlo en el culo. Me puso de costado, llevo una de mis piernas hacia arriba y me penetro con todo, con toda su verga dentro de mi concha. Grite de placer, mordí a las sabanas y volvía a gritar. El desgraciado así me controlaba por completo. Jugaba con sus dedos en mi clítoris, o apretaba mis pechos, o me metía un dedo en mi orto.
-Doce años esperando para hacerte el amor con toda mi pasión, por fin dijo. Y siguió bombeando como animal en mi concha.
Pensé que su pija golpeaba mis pulmones como la metía, se inclinó y si dejar de hacer mierda mi clítoris, me dio un beso para la historia. Dios, por fin sentía la pasión de un hombre que me amaba realmente. Mis parejas quedaron tan chiquito que eran insignificantes. Esto era un hombre enamorado. Gracias a Dios.
Luego de sacarme uno de los tantos orgasmos, se detuvo, saco su pija de mi concha y la llevo a mi ano. Lo mire y le brillaban los ojos, y yo sentía un fuego tremendo, por fin iba a perder la virginidad en mi culo. La apoyo e hizo un poco de fuerza, apenas entro y se quedó quieto. No entro ni la mitad de la cabeza del pene. Para alentarlo, yo misma empuje para que entre. El desgraciado largo una carcajada y me dijo:
-Te vas a quedar con las ganas.
De un golpe me volvió a meter la pija en la concha y me cogía en forma brutal, sonreía, me miraba con lujuria, yo gozaba como la mejor de las putas. Sentí que dos dedos entraban en mi culo y me lo masturbaban. Por favor, que tremendo placer me daban. Su pija, sus dedos en mi culo y en mi clítoris estaban destrozándome. Abría la boca totalmente buscando algo de aire.
Cuando acabó, sus dedos estaban totalmente adentro de mi culo, su otra mano, apretando un pecho, su pija, derramando todo su amor dentro de mí. Sentí que me desmayaba, mi cuerpo temblaba sin parar, el orgasmo era tremendo, gritaba de placer. Sacó sus dedos de mi culo, lo que hizo que mi orgasmo continúe y sin sacarme la verga de mi concha, se acostó sobre mí, y me beso una y mil veces. Yo clavaba mis dedos en su espalda.
-Te amo. Grito y fue otro orgasmo el que no me dejaba parar de temblar.
Por fin deje de temblar, él se acostó a mi lado y me sonrió con la sonrisa más hermosa del mundo. Fui yo la que lo empezó a besar con locura y decirle que lo amaba, que era la mujer más feliz del mundo. Su pija no había perdido totalmente la erección cuando la comencé a chupar. Estaba bañada en mis jugos y su esperma. Poco a poco fue recobrando su erección y quedando totalmente limpia.
-Vos serás un animal, pero yo también, una yegua en tus brazos. Dije y lo chupaba con todo.
-La más hermosa de las potrancas. Dijo.
Mi sangre hervía. Ahora sí me podía descargar toda la calentura que sus “abusos” me generaron. Lo monte con todo, saltaba como loca con su pija en mi concha. Yo apretaba mis tetas, mojaba mis dedos en mis flujos y los pasaba sobre mis pezones. Con la otra mano, me daba con todo en mi clítoris. Fernando me miraba extasiado. Tuve un orgasmo y me puse como nos ponemos las mujeres para hacer pis.
Tome su pija y moje un par de dedos en mi concha. Me sirvieron para meterlos en mi culo. Yo, si yo misma me estaba masturbando el culo para mi hombre sin que me lo pida. Apoye su pija y sabía que no iba a ser fácil. Fui bajando y era un hierro candente que entraba y me quemaba todo adentro. Pero mi calentura, el placer que sea él quien lo disfrute por primera vez, hizo el resto.
-Esto es terrible, tremendo animal tenes entre las piernas amor. Dije mientras disfrutaba tenerla toda adentro.
Poco a poco el dolor se transformó en placer, y que placer. Metí dos dedos en mi concha a jugar con el G, mientras subía y bajaba sobre ese monumento fálico. Era inconcebible el placer que sentía, me olvide por completo de Fernando gozando como loca esa pija erecta, dura como piedra. Mis movimientos se hicieron frenéticos, subía y bajaba a toda velocidad, su pija entraba en su totalidad en mi culo en cada bajada.
Recuperé la conciencia y abrí los ojos, cuando me tomo con ambas manos de la cintura, y empezó a bombear como loco. Me soltó y me quede quieta con los ojos abiertos totalmente, era un dos de ojo. El animal estaba desatado, apretaba mis pechos con fuerza y me entraba con toda su fuerza.
De repente me volvió a tomar de la cintura, ahora con más fuerza, embistió contra mi culo y los chorros de semen salieron expulsados de su pija con una fuerza tal que sentí como golpeaban el interior de mi intestino.
-Animal. Grite en medio de un orgasmo maravilloso.
El me sostenía, me temblaban las piernas de tal forma, que no me podía parar para salirme de su pija. Opte por dejame caer sobre ella, y luego de costado sobre la cama. Como pude, me acerque para chuparla y limpiarla totalmente. Lo estaba haciendo y sentía que no paraba su erección.
-Vení. Me dijo para que me acueste a su lado.
Lo hice y se empezó a masturbar con todo.
-Ni pienses que me voy a quedar mirando. Dije y mientras se masturbaba yo chupaba su pija.
-Hijo de puta, sos una bestia en serio.
Abrace su mano con la mía y las dos lo masturbaban. Sentí que estaba por acabar y acerque mi boca.
-No, acostate.
Me acosté, y me penetro de inmediato. Tres bombazos y acabo nuevamente en mi concha en medio de besos y declaraciones de amor.
Se tiró a mi lado y así nos dormimos. El sol saliendo nos despertó. Nos besamos y nos reímos los dos.
-Sos la mujer más hermosa del mundo. Y la más caliente.
-Y vos el hombre más bestial y el más dulce del mundo.
Nos bañamos y bajamos a desayunar. Cuando nos íbamos le reclamaron por lo gritos de la noche. Los dos nos reímos, el conserje también.
Íbamos para casa, cuando llamo Jorgina.
-Holaaa. ¿Descubriste a tu violador?
-Hija de puta, fuiste cómplice, te voy a matar. Pero primero te voy a dar un beso tremendo. Estoy loca de amor por este tipo, y no sabes lo que es en la cama. Si como violador era maravilloso, como futuro marido soltando su pasión…
-Yo solo lo conozco como amante y si, es una animal. Dijo Jorgina riendo.
-Cierto hija de puta, vos lo cogiste antes que yo, guacha.
-¿Eso nos habilita para un trio? Dijo.
-Ni se te ocurra. No comparto. Soy egoísta. Anoche se nos quemó totalmente la cena. Sonó la alarma de humo. No quedo nada.
-Turros.
-Jor, amiga, venite para lo de Analía. Voy a hacer un asado. Tenemos algo que contarte.
-Voy yendo.
Fernando tenía una semana de licencia. Tiempo que usamos para que yo renuncie a mi trabajo, junte algunas cosas y al final de la semana viajáramos juntos a Córdoba.
Hace 10 años y dos hijos que estamos juntos, y seguimos manteniendo la misma pasión que esa primera noche.