Ya para este tiempo, ya me había desvirgado una chica de nombre Sonia y también ya me había follado a Ana, ya sabía qué esperar del sexo y sí hacemos memoria, esas primeras folladas y esa primera eyaculación son para el recuerdo. En mi caso las primeras experiencias fueron anales, aunque luego Sonia si me daba su panochita y Ana solamente una vez la follé por el trasero, es lo único que ella me dio y no me dio más.
La tercera chica era una mujer hecha y derecha y aunque no estaba casada vivía con su marido en unión libre. Es la única chica que me follé y que no recuerdo su nombre y verdaderamente no me esperaba tal situación. Resulta que eran nuestros vecinos, nuevos en la vecindad y un buen día tuvieron problemas en la cañería de su casa que les obligo a hablar con mi madre para ellos poder llegar a casa y usar nuestros baños. Creo que pasaron en esa condición por 3 o 4 días según mi recuerdo. Yo no lo sabía hasta que un día la veo entrar al baño de mi habitación, el cual tenía también acceso al pasillo y una puerta hacia mi cuarto.
Yo ya los conocía, los había saludado anteriormente y ambos me hacían bromas acerca de mi altura pues ya por esa época media mi metro setenta. (Llegue a medir 1:88 con los pies descalzos). Más que todo ella me hacía bromas acerca de las chicas, de cómo muchas me coqueteaban y que de seguro sería un don Juan, pues ella me decía que tenía buena pinta. De hecho, sentí que ella me coqueteaba o de alguna manera quería excitarme y jugar con las fantasías de alguien inexperto, que quizá ella todavía me creía virgen.
En esta época yo estaba de vacaciones de verano y ella con su marido tenían diferentes horarios de trabajo. Su marido trabajaba horas regulares de mañana a tarde y ella por ser enfermera su horario fluctuaba y en ese tiempo trabajaba de tarde hasta horas de la madrugada. La verdad que a mi me gustaba y por esa época fantaseaba con ella. Era una mujer de cuerpo petit, de cabellera oscura y piel morena clara. Su rostro era bonito de esos ovalados, alargados. No creo que llegara al metro sesenta… yo me miraba mucho más grande que ella.
Todo comenzó cuando en cierta ocasión ella cerró la puerta del pasillo del baño, pero dejó abierta la puerta que da a mi habitación. No sé si lo hizo adrede porque pensó que no me encontraba ahí, pero más creo que lo hizo a propósito. Yo escuché la regadera y la verdad me dio la curiosidad de ir a espiarla y aunque no se miraba claramente, mi imaginación aclaraba esa imagen a través del cristal corrugado de la regadera. Cuando escuche que el agua dejó de caer me fui para un pequeño escritorio que tenía y simulé que estaba leyendo. Ella después de secarse abrió la puerta de mi habitación y me dijo en un tono serio.
– Tony, me has estado espiando ¿verdad?
– No… he estado leyendo. -le dije.
– No me mientas… sé que me has estado espiando. Escucha… si me quieres ver desnuda solo dímelo y te dejo ver lo que tú quieras. – agregó con un sentido serio.
– No… no te he espiado.
– Mira… no te sigas haciendo la paja… si quieres probar lo que te imaginas… ven a mi casa y ahí hacemos lo te pase por la cabeza.
Me había dicho aquello y me había mostrado sus pechos desnudos removiendo un poco su toalla, pues no se había vestido. Yo me quedé un tanto paralizado, pues aquello fue sorpresivo. Se vistió y escuché que salió por la puerta frontal. Me quedé pensando y pellizcando sí todo aquello era verdad y que no era un sueño. La verdad no lo pensé mucho y sin medir riesgo alguno me crucé la calle y estaba en minutos tocando su puerta.
– ¡Sabia que ibas a venir! – me dijo. Todavía tenía el cabello mojado y solo se había puesto uno de esos pantalones deportivos y una blusa que mostraba no llevaba sostén pues sus pezones se le marcaban. Ella me tomó de la mano y me llevó directamente a su cama no sin antes decirme lo siguiente:
– Tony… sé lo que quieres. Sé lo que un chico como tú busca. Solo prométeme que esto nadie lo sabrá… mi marido nos mataría sí se da cuenta de esto.
– No… no se lo diré a nadie. -le dije.
Ella misma me pidió que le quitara su camisa y le bajara el pantalón deportivo. Descubría una silueta curvilínea usando solamente uno de esos calzones cacheteros de color rosa que magnificaban sus glúteos. A pesar de que ya me había cogido dos chicas, por su edad esta mujer me dirigía, como que tuviera esa seguridad que estaba tratando con un chico virgen. Ella me asistió a quitarme la camisa y olio el sudor en mi pecho. Me bajó el pantalón con delicadeza y me dejó solo con unos calzoncillos estilo bikini donde mi erección era obvia. Los tenía mojado y ella me hizo esa observación: – ¡Estas bien mojado!
Ella se tomó a la tarea de bajarlos por completo y mi verga se estiró hacia delante y me dijo: – Vaya… esto no me lo esperaba. ¡Tienes una verga fenomenal y esa cabecita hará locas a las chicas que se te pongan por delante! – Ella no se tomó mucho tiempo y comenzó a intentar en tragarse todo mi falo. Recuerdo que, sí era largo, pero no tan grueso… quizá con el tiempo, por mi ejercicio y hacer pesas tomó grosor. Ella estaba dispuesta a hacerme acabar y que me corriera en su boca y eso no tomó mucho tiempo. En cinco o siete minutos me estaba haciendo llegar al paraíso y le dejé su boca llena de mi corrida al compas de unos gemidos que me provocaron cuando mis testículos se contraían. Ella se fue a limpiar con la misma toalla que se había secado el cabello y me dijo de esta manera: -Hoy tu vas a hacer lo mismo… Quiero sentir tu lengua adentro y alrededor de mi sexo.
Ya se lo había hecho a Sonia quien fue la chica que me desvirgó, pero esta mujer me pedía que además de chuparle la panocha, con mis manos le apretara los pezones a la vez. Quizá estaba mas excitada que yo, pero no recuerdo con precisión, pero se corrió prácticamente en seguida. Sus flujos vaginales emanaron y todo mi rostro estaba llenos de ellos y usé la misma toalla de ella para limpiarme. Obviamente mi verga estaba ya lista de nuevo viviendo todo aquello y luego ella me dijo a sabiendas que no llevaba un condón.
– Tony, hoy solo me la vas a meter por atrás, pues no tienes condón y no quiero salir embarazada… no me estoy cuidando. Otro día de te la voy a dar.
– Como tú quieras.
Yo no decía mucho y esta chica me ha vuelto a dar otra mamada y se pone en cuatro a la orilla de la cama y ella misma guía mi falo a la entrada de su ojete. No me pide nada que se lo dilate o nada por el estilo. Ella con mi glande soba su ojete y este le lubrica la entrada pues a esa edad ese flujo pre seminal es abundante. Es la primera vez que alguien me expone su culo así, pues con Sonia y Ana, les aseguro no sabía dónde lo metía, pero esta chica era más abierta y podía ver donde estaba su panochita con su vellos depilados y ese culo que me lo dejaba para que lo disfrutara. Ella lo hizo todo… poco a poco se lo metió, yo sentí la gloria de verme atrapado por su ojete e instintivamente hundirlo y sacarlo en una danza ancestral que nos lleva a ese ritmo íntimo de dos seres que buscan el placer. Le hice un vaivén de mete y saca con mucha potencia y ella se masturbaba su conchita y explotó en seguida. No sé sí lo prohibido la excitaba, no sé sí su marido no le había dado por algún tiempo, o simplemente era una mujer fogosa y caliente. De solo escuchar sus gemidos y alaridos que se levaban me hizo acabar y le llené el culo con mi espuma blanca.
Aquella tarde volvimos a hacer otro anal y esto se me hizo tan natural que desde entonces siempre busqué cogerme a todas las chicas por detrás. La gran mayoría me lo dieron y creo que también la gran mayoría lo disfrutaron. Con esta mujer de quien no recuerdo su nombre, eventualmente me dio su rica y apretada panocha cuando ya conseguimos condones, pues ella no se cuidaba porque intentaba salir embarazada y eso sí no se lo iba a hacer a su marido: quedar embarazada de alguien más. Follamos así por unos meses y luego ellos se fueron de la vecindad. Su marido era algo bromista y muy liberal también, que un día que quizá el me vio que miraba las piernas de su mujer pues esta llevaba una minifalda que al sentarse se le miraban las bragas me dijo:
– Tony… ¿te gusta verdad? pedírselas y a lo mejor de las da… mira que yo no soy celoso.
– ¿De que hablas? respondí un tanto incómodo.
– Que veo que cómo le miras las nalgas de mi mujer… de veras de lo digo… pedírselas y a lo mejor te las da. Yo creo que te las quiere dar y sí es contigo, pues yo no tengo bronca. -decía riéndose.
Me hacía sentir mal e incómodo, pero en el fondo me decía a mí mismo: Ya exploré todos los orificios de tu chica… y los voy a seguir explorando, porque siempre ella con su coquetería me ponía a mil.