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Me masturbé con una chica
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Con mi primer novio tuvimos una relación hermosa, inocente, pura, pero no por eso menos pasional y sexual.

Estábamos en nuestra juventud, rondábamos los 20 años y el deseo por el cuerpo del otro estaba a flor de piel.

Aunque nuestros encuentros diarios no acostumbrábamos a pasar la noche juntos, a dormir juntos.

Recuerdo la primera vez que lo hicimos, nuestra primera noche.

Era en verano. Mis padres habían salido de vacaciones el fin de semana.

Era un descanso muy esperado por ellos, habían trabajado muy duro para lograrlo. Y esperado por mi, que tenía la casa de mis padres para mi sola y como siempre me gusto transgredir las reglas, intenté hacerlo con todo ese fin de semana.

Preparé una fiesta grande, con 10 amigas, mucho alcohol, poca comida, música, baile, juventud… la idea era pasar una tarde de pileta.

Estaba muy emocionada, sentía la libertad absoluta ese fin de semana por la ausencia de mis padres.

El primer día se lo dediqué pura y exclusivamente a mis amigas, diez chicas divertidas, desinhibidas, veinteañeras y súper alegres.

Por la mañana fuimos de compras al supermercado, necesitábamos víveres.

Por la tarde disfrutamos del sol, la pileta, la música.

Cuando nos juntamos con mis amigas intercambiamos nuestra ropa, siempre.

En este caso los trajes de baño lucían en los diferentes cuerpos según la ocasión lo ameritaba.

Mi idea original siempre fue fiesta de chicas, sólo chicas, pero cometí la infidencia de comentarle sobre la fiesta de la tarde a mi novio, quien interpretó que eso era una invitación y se apareció, ya entrada la tarde- noche con un grupo de amigos y más alcohol.

No podía rechazar su visita ni la de sus amigos asique solo intenté poner algunas reglas para que la convivencia entre hombres y mujeres fuera buena.

Al principio la presencia masculina no fue muy bien aceptada ya que nuestros planes originales no incluían hombres, con el paso de la noche y el consumo de alcohol se empezaron a relacionar más amistosamente.

Hubo varias escenas de sexo, sobre todo en la piscina.

Los chicos se volvieron locos al ver a mis exuberantes amigas, cuasi desnudas, jugando en el agua.

De repente una imagen dantesca se presentó en mi piscina, veinte cuerpos, tanto hombres como mujeres lucían sus torsos desnudos, los chicos sostenían en sus hombros a las chicas que simulaban una lucha entre ellas hasta desestabilizar a su oponente y caer al agua.

Como yo era la anfitriona no participaba del juego, observaba, me divertía y me excitaba ver tanto cuerpo joven y desnudo.

Me excitaba ver a mis amigas mostrando su desnudez, sin prejuicios, me excitaba ver a los amigos de mi novio con sus cuerpos atléticos y sus músculos en su máximo esplendor sujetando a aquellas jóvenes mujeres.

Mi novio observó toda la situación a mi lado, aunque participó activamente del juego en algunas oportunidades.

Cuando llegó la hora de la cena, los muchachos tomaron la posta y encendieron el fuego para el asado. Mientras, nosotras, como no podía ser de otra manera, nos encerramos en las habitaciones, nos quitamos el traje de baño y comenzamos a intercambiar prendas.

Desparramamos toda nuestra ropa sobre la cama de mis padres y comenzamos las pruebas de ropa.

Es un momento mágico entre amigas, de mucha intimidad, estás desnuda, solo con una tanga y las confidencias, secretos y travesuras se comparten libremente.

Creo que transcurrió media hora y la mayoría de las chicas ya habían encontrado su prenda y compartían un trago al lado de la parrilla con los muchachos.

En la habitación solo estábamos Yanina, Paula, y yo.

Ellas eran las primas de mi novio. No éramos mejores amigas, solo había buena onda entre nosotras.

Ellas me halagaban con palabras lindas y le decían a mi novio que tenía un excelente gusto.

Yo nunca me imaginé lo que estaba por pasar.

Me había puesto un vestido blanco, transparente, de esos que usamos con un bikini debajo.

Ellas sólo llevaban puesta su tanga.

Yani, mirándome le dice a Pau: viste? Te dije que tiene buenas tetas.

Yo, media inocente medio con intención les digo: vieron? Miren! Toquen!! Y me saqué el vestido.

Las dos saltaron sobre la cama, cruzando la habitación y sin mediar palabras tenía cuatro manos en mis pechos.

Primero las tocaban con vergüenza, luego de unos minutos y varios cruces de sonrisas, sus caricias se transformaron en apretujones.

Viéndome seducida por las primas de mi novio, en la habitación de mis padres, y con la casa llena de hombres y mujeres que destilaban sexo a su paso, me invadieron las ganas de transgredir los límites y le robé un beso a Pau.

Su lengua respondió al instante al igual que su mano en mi culo.

El beso inocentemente robado era ahora una comida mutua de bocas.

Estábamos locas!! ¡Divertidas! Calientes!! Después de una tarde de pileta, sol y piel bronceada, nos miramos y nos gustamos.

Yani gritaba como loca ¡NO SEAN PUTAS!!! NO SEAN PUTAS!!! Y se sumaba con sus manos a tocar mi cuerpo.

Escuchamos gritos de pelea de borrachos afuera lo que nos volvió a la realidad: yo la novia, ellas las primas.

Después de la cena la fiesta terminó.

Los invitados se fueron, algunos solos, otros acompañados.

Ordenamos un poco la casa.

Nos fuimos a duchar. Juntos con mi novio.

Le practiqué sexo oral, me acabó en la cara.

Nos acostamos, ya era tarde.

Mi novio se durmió enseguida.

Yo me acordé de Pau, de su cuerpo, de cómo se sentían sus besos, sus manos al tocarme, lo suave de sus pechos contra los míos, lo excitada y mojada que estaba ella, y comencé a tocarme.

Y a mojarme, y encontré mi clítoris, y me lo toqué, primero con la punta del dedo como explorándolo, explorándome.

Seguí tocando mi vagina y recorrí suavemente mis labios, como dibujándolos, por dentro y por fuera, y luego por dentro otra vez y por fuera, hasta que ya empapada pensando en Pau y la tarde, introduje mis dedos y llegué al orgasmo, en silencio, como ahogando el grito, para no despertar a mi novio.

Fue la primera vez que me masturbé y fue por una mujer.

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