Mi nombre de guerra es Gatita, tengo 23 años, soy morena, ni alta ni baja, con buenas tetas y mejor culo, soy sumisa, bisexual y dicen que soy guapa. Me gustan las fiestas swinger en las que rule el alcohol, el bondage, el bukkake… Me gusta coger más que comer, o sea que soy más puta que las gallinas.
Era sábado por la noche y se oía una canción de la que no recuerdo el nombre cuando entró el maduro en el bar. Vestía totalmente de marrón y en la cabeza llevaba una boina francesa a juego, parecía un chulo de putas. Pidió algo de beber y luego miró para mí. Estaba hablando con una amiga y un amigo sobre tetas y aproveché que me estaba mirando para ponerlas sobre la mesa.
Parecía que en aquel bar todo el mundo iba a su bola y nadie más que él prestó atención al detalle. Viendo cómo Me miraba para las tetas bajé la camiseta. Hablé con mi amigo y fuimos junto a él. Al estar a su lado, le dijo Carlos:
-¿Me ayudas a follar a estas dos? Es mucho trabajo para mi solo.
El maduro, mirándonos a Carla y a mi, dijo:
-¿No da abasto el muchacho?
-Va a ser que no. – Le respondí:
-¿Por qué yo y no otro?
-Porque nunca follamos con un chulo putas.
-Esa impresión doy.
-Esa impresión das y tiene su morbo.
Las cosas se desmadraron nada más entrar en el apartamento del maduro, Carla, me empotró contra la pared, me subió la camiseta y empezó a comerme las tetas con voracidad, con lujuria, como si fueran un manjar de las diosas. Luego metió mis grandes areolas marrones en la boca y mamó mientras me tocaba el coño peludo por encima de mis bragas, que se empezaron a humedecer. Al maduro le salió un bulto en el pantalón. Carlos le tocó el culo, el maduro, le dijo:
-¿Qué quieres, maricón?
-Hacerte una mamada. ¿Me dejas?
Al maduro le iba la marcha.
-Soy sordo, no he oído nada.
Carlos le sacó la polla y comenzó a mamar. Carla me bajó las bragas y me pasó la lengua por el coño mientras me cogía por la cintura. Yo abrí las piernas para que su lengua también lamiese mi perineo y mi ojete. Viendo como Carlos mamaba la polla empalmada del maduro y cómo chupaba y lamía los huevos y sintiendo la lengua de Carla lamer mi ojete, mi periné, mis labios y mí clítoris, me fui poniendo cada vez más y más perra, hasta que no pude más y explote:
-¡Me vengo, Carla! ¡¡¡Aaaah!!!
Carla bebió de mi coño con lujuria y el maduro, mirando mi cara de placer, oyendo mis gemidos y viendo cómo temblaba, le dio su leche a Carlos.
Nada más acabar me puse en pelotas, Carlos hizo otro tanto de lo mismo. Carla estaba a medio desnudar cuando me empujó sobre la cama. Carlos comenzó a comer mis tetas y Carla a comerme la boca, el maduro me comió el coño empapado, cómo quien come un helado, al principio y cómo quien come una tarta, después, o sea, lamiendo de abajo arriba y luego metiendo todo el coño en la boca y saboreando.
El maduro, sin molestarse en quitar la ropa, me la metió. Su polla entró en mi coño estrecho tan apretado que casi fue cómo cuando me desvirgaron. Carlos dejó de mamar mis tetas, Carla le chupó la polla y después la puso en mi boca. Se la mamé con ganas. Necesitaba aquello, necesitaba tener una polla dentro de mi boca y otra dentro de mi coño… Carla se estaba dando un festín con mis tetas y el maduro follaba que era un primor, me daba duro, paraba, me volvía a dar… Y dándome duro me corrí cómo una loba. El maduro se corrió dentro de mí y Carlos en mi cara. El maduro volvió a meter la cabeza entre mis piernas. Vio cómo se abría y se cerraba mi coño y cómo salían de él los jugos de mi corrida y de la suya. Me lamió el coño mientras Carlos lamía su leche de mi cara y Carla me comió una teta y me magreó la otra.
Al acabar sentía una paz inmensa, pero esa paz iba a durar poco. Carla me puso el coño en la boca. Olía de maravilla, le eché las manos a la cintura y lamí aquel coño empapado de jugos y ansioso de correrse. El maduro, que seguía sin desnudarse, ya que lo único que quitara fuera la boina, ya que la polla se la sacara Carlos, comenzó a hacerlo, Carlos, empalmado de nuevo, se la dio a mamar. Carla le cogió los huevos y le mamó el glande para después darle profundas mamadas y meneársela. El maduro no estaba mal desnudo. Aun con la polla colgando tenía su atractivo. Se veía que se cuidaba.
Yo ya estaba otra vez perra y más que me puse cuando la polla del maduro se fue poniendo dura, y mucho más cuando Carlos se corrió de nuevo en la cara de Carla, y Carla se corrió en mi boca. Mi coño estaba desesperado. Me puse a cuatro patas, y le dije al maduro:
-¡Dame duro, papi!
El maduro, se puso detrás de mí y me volvió a meter aquella maravilla muy profunda en el coño. Me corrí en nada, y en nada es en diez o doce segundos. Luego se echó boca arria, y nos dijo:
-Follarme, zorras.
Carla subió encima de él. Pensé que le iba a romper el coño, pero no, le entró con suma facilidad, Carlos se puso detrás de ella y le besó la espalda. Ya estaba sintiendo celos. No me quedaba más remedio que masturbarme. A decir verdad tocándome y viendo cómo follaban me iba a correr cómo una perra, y cerca estaba cuando Carlos se la quiso meter en el culo a Carla, Carla descabalgó al maduro y le dijo a Carlos:
-¡Entre los dos me reventaríais, chalado!
Era la mía. Olía el dolor. Dejé de tocarme, subí encima del maduro, cogí su polla, la metí hasta lo más hondo de mi coño y le puse el culo en posición a Carlos, que era bisexual cómo yo. Su lengua lamió mi ojete y lo folló bien follado mientras la polla del maduro entraba y salía de mi coño. Cuando metió su polla dentro de mi culo pensé que me lo rompiera en dos pedazos. Carla sabía que me gusta el dolor, cogió dos pinzas de metal que había sobre la mesita de noche y me las puso en los pezones.
Con el dolor que tenía en el culo no sentí el de las pinzas, fue cómo si me acariciaran los pezones. Carlos me folló con violencia, tanto que me hacía llorar con el dolor, pero no tenía aguante… Al correrse se quedó quieto. Sentí las pulsaciones de su polla y su leche derramarse dentro de mi culo. Cuando la sacó sentí un alivio cómo jamás había sentido… El placer que me producía la polla del maduro dentro de mi coño se hizo mayor, sí, sentía mucho más placer que cualquier otra vez que me habían follado. Lo vio reflejado en mi cara. Me echó una mano al cuello, apretó y me folló a cien por hora. Me soltó cuando comenzó a correrse él y me acabé de correr yo. Fue una corrida tremenda en la que tuve la sensación de que me moría, y no de asfixia sino de placer.
Me quité las pinzas. Me había corrido tan bien que ya no necesitaba más, pero el maduro no se conformaba con tan poco.
-¿Queréis ser mis esclavas, zorras?
Tanto Carla cómo yo teníamos esa fantasía, así que nos miramos y asentimos con la cabeza.
El maduro cogió cuatro cintas en un cajón, se las dio a Carla y le dijo:
-Átala de pies y manos a los lados de la cama.
Al verme atada se sentó en una silla y le dijo a Carlos:
-Siéntate que vamos a hacernos unas pajas viendo a estas dos guarras.
Carlos se sentó en otra silla, y el maduro le dijo a Carla:
-Acaricia con el dedo corazón su coño.
Carla pasó un dedo por la raja mojada.
-Ahora ponle el coño en la boca y sigue acariciando su raja solo con el dedo corazón.
Carla subió encina de mí y me puso el coño en la boca. Lo lamí y el maduro, me dijo:
-¡Ni se te ocurra! Se mira pero no se toca.
Comenzaron a menear las pollas viendo mi coño y el culo y el coño de Carla.
-Pasa tu coño por sus pezones.
Me llenó las tetas de jugos.
-Ahora lame tus flujos.
Carla me comió las tetas, Me estaba encantando.
-Muerde sus pezones. Hazla chillar.
Carla debía estar cachonda porque mordió con ganas. No le iba a dar la satisfacción de oírme chillar.
-Ahora dale tus pezones para que te los muerda ella. Carla sabía que me iba a vengar y se negó a hacerlo.
-Nooo.
El maduro dejó de pajearse, cogió una fusta en otro cajón, vino a la cama y le dio en las dos nalgas con fuerza:
-¡Dale los pezones, puta!
Excitada, le dije al maduro:
-¡Dale más fuerte, carajo!
El cabrón me dio a mí en los dos muslos.
-Tu calla, perra.
Levantó la fusta y Carla me puso los pezones en la boca, en vez de morderlos se los lamí y se los chupé. Carla comenzó a gemir. El maduro se enfadó y nos dio a las dos, a mi en los muslos y a ella en las nalgas.
No separaba mi boca de su teta ni con lejía, más que nada porque nos gustaba a las dos que nos diera. Al parar de darnos, el maduro puso su polla en la teta junto a mi boca, dejé la teta y se la mamé, Carlos vino a la cama y le dio de mamar la suya a Carla, Acabe con el coño de Carla en mi cara, y en mi cara se corrió cómo una cerda. Tras ella se corrieron ellos, el maduro en mi cara y Carlos en mis tetas. Masturbando mi coño con dos dedos estaba deseando que me lamieran la leche con sus lenguas. Fue Carla la que lamió la leche de mi cara y me besó con lengua, la que la lamió la leche de las tetas y me besó con lengua. El maduro cogió en otro cajón un consolador de color negro grande y gordo cómo la verga de un caballo. Le echó lubricante. Me quitó los dedos y me metió la cabeza de aquella salvada de verga. Chillé y me revolví, pero estaba atada y no podía salir corriendo. Los que creía mis amigos eran unos cabrones, deliciosos, pero cabrones. Carla me mordía las tetas y Carlos me hacía cosquillas en las plantas de los pies mientras la tremenda verga entraba en mi coño. Gocé de una mezcla de sensaciones que me volvían loca. Tan loca me volví que de repente, sin esperarlo, comencé a correrme con una fuerza brutal, y grité:
-¡¡¡Me vengooo!!!
Después de correrme me soltaron y nos fuimos.
Otro día os cuento más cosas… Solo una cosita, el maduro era mi tío Emiliano y me pagó trescientos dólares por la follada, Carla y Carlos nunca lo supieron. Tonta sería si repartiera con ellos. ¿No creéis?
Un beso, pajilleros y pajilleras.
Gatita.