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Me la cogí en la tienda
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Desde que comenzó la pandemia la situación económica se había vuelto difícil, decidí emprender poniendo una pequeña tienda, ya sabes, de esas típicas tiendas de barrio donde se venden alimentos y cosas de consumo diario.

Improvisada en el garaje de la casa, contaba con un par de mostradores y variedad de productos. Pronto se corrió la voz en el barrio y me hice de numerosos clientes.

Una de mis clientas preferidas era la señora Julia, una señora de entre 35-40 años, casada con 2 hijos, pero con una sensual figura bien guardada. Unos pechos prominentes que mostraba ocasionalmente cuando iba a comprar sin sostén. Un culo respingado, con unas nalgas que tambaleaban con cada paso que daba al caminar con sus faldas ajustadas que marcaban la orilla de sus tangas.

Siempre solía llegar a comprar muy temprano por la mañana, cuando apenas abría o muy tarde por la noche. Eso me encantaba ya que siempre llegaba con sus fachas de pijama, en ocasiones sin ropa interior y eso se notaba a simple vista.

Llevaba bastante rato observándole esos pezones, marcándose en esas blusas de tirantes, de tela delgada y apretada que dejaban muy poco a la imaginación. Cada vez que la atendía me esforzaba en contener una erección.

Una mañana, antes de abrir, escuché que tocaban.

Era doña Julia, llevaba una blusa floja, sin sostén, sus enormes pezones erectos, por el clima frío, se notaban claramente por sobre su ropa, una cintura esbelta se descubría levemente por debajo, dejando ver la orilla de su short que se marcaba sensualmente en su tremendo culo, dejando al descubierto sus fornidas y sensuales piernas.

Aproveché mirarla cuanto quise, aprovechando el silencio de la calle que a esa hora se mantiene muy solitaria. Pidió lo que necesitaba y se lo di.

Cuando le dije el total a pagar, comenzó a rebuscarse el dinero entre sus bolsillos, no encontró. Estiró su blusa desde el cuello bajándola, dejándome ver un poco más sus deliciosos pechos, se metía la mano entre los senos rebuscándose el dinero (típico de señoras latinas). A pesar de su esfuerzo y de su evidente intención de mostrarme sugestivamente parte de sus pechos, me salió con la típica escusa.

– Ay! Le juro que creí que traía el dinero, debí dejarlo en la mesa, ¿puedo pagárselo más tarde?

-Está bien, no se preocupe –respondí.

-Muy amable, se lo agradezco! –dijo mientras caminaba meneando las caderas.

Está demás decir que no volvió a aparecerse durante días, ignorando la deuda.

Después de unos 5 días volvió a llegar, esta vez con un vestido muy ajustado, de una sola pieza, de tirantes, como siempre sin sostén, y con una tanga que se marcaba a mitad de su culo.

Comenzó a pedir y yo le atendí con gusto. Me pidió un producto, que en ese momento tenía en la parte de atrás de la tienda, me dirigí a desempacarlo para dárselo. Por la ventanilla me deleité observándola de espaldas, contemplando su enorme culazo. Sin demora alguna me endurecí tremendamente.

Hoy es cuando vas a pagármelas, pensé dentro de mí. Y me desenfundé la verga del pantalón. Me coloqué la camisa ligeramente por encima cubriendo una erección que era imposible de ocultar y me dirigí para seguirla atendiendo.

-Deme una botella de aceite –dijo distraída, viendo las botellas.

Yo frente a ella, extendí mi brazo para alcanzarla en el estante de arriba. De inmediato mi camisa se subió dejando al descubierto mi verga completamente erecta, podía sentirla bien hinchada, caliente y palpitante.

Pude escuchar un leve suspiro de asombro asustadizo al verme la verga. Yo coloqué los productos en el mostrador para seguirle atendiendo como si nada.

-¿Qué pasa? -Le pregunté. Mientras ella trataba de evadir la mirada viendo para todas partes.

-Este… emmm… no recuerdo que más iba a llevar… -decía pensativa mientras podía notar como sus pezones se inflamaban en su blusa. Ella lo notó también y se cruzaba de brazos tratando de ocultarlo.

-Bueno, según las cuentas… serían… 32.50 –mi verga se posaba sobre el mostrador, entre las galletas que habían ahí, pudiendo verse perfectamente desde cualquier ángulo.

Me pagó con un billete de 50.

-¿Le cobro también lo del otro día?

-Estem… preferiría pagarle eso más tarde, es que ese dinero es de mi marido y yo tengo mi dinero aparte.

-Bueno, igual no tengo cambio, tengo justo 15. ¿No desea llevar algo más para ajustar los 35.00?

-Bueno. –decía mientras ocasionalmente daba rápidas miradas a mi verga hinchada.

-Le parecen… ¿unas galletas? –le pregunté sugestivamente.

-Si está bien. –respondía un poco nerviosilla.

-¿De cuál gustaría? Tengo mucha variedad. –le preguntaba obligándola a mirar hacia el mostrador.

Ella bajó su mirada recorriendo toda la longitud del mostrador, para escoger las galletas. Mi verga se posaba enorme, palpitante entre ellas, y doña Julia, inevitablemente la miraba con detalle. Demoró bastante rato observando “las galletas” mientras nerviosa se relamía los labios.

Las venas prominentes de mi verga hacían sacudir mi verga palpitante. Hasta que por fin se decidió, escogió algunas y tras agradecer, se marchó.

Yo tenía el pecho a punto de reventar, estaba nervioso y la erección no me bajaba de la emoción.

Esa misma noche, llegó muy tarde, justo estaba cerrando cuando la escuché gritar advirtiéndome que le atendiera. Cerré el portón y la espere en la puerta para poder atenderle desde ahí.

-Buenas

-Buena noche doña Julia, que le puedo ofrecer.

-Voy a querer algunas cosas…

En eso estábamos cuando escuchamos la sirena de una patrulla oficial que ronda las calles por el horario de toque de queda.

Yo le abrí la puerta y ella inmediatamente entró apresurada para evitar que los oficiales la atraparan en la calle a esas horas de la noche.

-Tranquila, de seguro no la vieron.

-Eso espero, ahora tendré que esperar que pasen de aquí para poder regresar.

-Mientras tanto dígame, que va necesitar.

-Ah sí… -dijo y comenzó a pedir lo que quería.

Intencionalmente me iba hasta la parte de atrás a traer la mercadería para empalmarme viéndole ese culo. Aun llevaba ese mismo vestido. Decidí hacer la misma jugarreta de la mañana.

Cuando salí de nuevo al local, mi verga se tambaleaba de un lado a otro con cada paso que daba.

Ella se quedó observándola durante todo el recorrido, en cada movimiento que hacía ella la observaba fijamente sin pestañeo alguno con los ojos bien abiertos.

-Serían 18.75, más lo del otro día serían 30

-Ah, quería ver si, no podría anotármelo en mi cuenta, es que mi marido aun no me da el gasto de fin de mes, pero en cuanto pueda yo se lo vengo a pagar de inmediato. –me rogó de manera tímida y apenada.

-Mmm… doña Julia, doña Julia, así no tiene mucho provecho tener negocio, yo vivo de las ventas, si doy fiado salgo perdiendo.

-Ay por favor, hágame la campaña, yo le juro que en cuanto tenga le vengo a pagar. –decía mientras sus manos temblorosas intercedían para que aceptara.

-Mire, la verdad yo tengo ganas de ayudarla… para que vea, negociemos el pago de otra manera pues.

-¿Cómo así?, ¿cómo?

-Usted como cree –le dije mientras le tomé su mano llevándola hasta la cabeza de mi verga poniéndola a acariciarla.

Sus manos temblaban de nervios e inseguridad, pero sabía que era la mejor manera de saldar sus deudas.

-Bueno. –dijo tímida mientras comenzaba masturbarme toda la verga.

Me quité los pantalones y luego baje su vestido desde los tirantes, dejando al descubierto esas enormes tetas con las que me provocaba siempre.

Eran enormes, pero firmes y bien colocadas, sus pezones eran marrones claros. Me los devoré hambriento mientras ella suspiraba y gemía.

Le quité todo el vestido, la muy puta no llevaba ropa interior, su depilada panocha estilaba humedecida entre sus labios, la recosté sobre el mostrador subiendo una de sus piernas y de rodillas me comí su panocha ardiente, ella acariciaba mi cabello mientras le temblaban las rodillas de tanto placer.

Ahora te toca pagar tu deuda, le decía mientras la ponía de rodillas. Abrió la boca cuanto pudo y engulló mi verga hasta el fondo.

-Le gusta verdad putita, ya llevabas rato provocándome.

-Mmm… sí que delicia, desde que le vi la verga no dejé de pensar en ella.

-Pinche puta viciosa, su marido no la complace o usted es la puta?

-Mmm… no, mi marido no me complace y yo muero de ganas de que me cojan… aggg… –decía mientras se atragantaba con mi verga en la garganta.

La levanté y la llevé dentro de la casa, la empiné sobre la mesa, abriéndole las piernas la penetré desde atrás.

-AH! AH! Despacio, suave, ah! Que rica, que rica verga, me encanta

-Te gusta? –yo la taladraba fuertemente una y otra vez.

-Ah! Si! Así! Que grande la tienes muchachito, ah! La tienes más grande que la de mi marido, y mucho más gruesa. Ah! Así, que rico! Ah!

Yo la penetraba hasta mis huevos y nalgueaba sus hermosas nalgas. Luego de un rato le escupí el culo y sacando mi verga de su vagina, la posé en su ano y empujé fuertemente.

Su culo se abrió dando paso a mi glande inflamado.

-Ay! Ah! Ah! Despacio, suave, espera, espera… está muy grande.

-Te duele puta? Aguántate.

-Ah! Espera, puedo sentir tu cabezota abriéndome toda, despacio, por favor! Ah! Ah!

Yo escupía mi tronco mientras se la hundía cada vez más rápido e intenso. Su culo terminó dilatándose, podía sentir la calidez dentro de ella, su esfínter apretado estrangulaba mi verga desde el tronco hasta mi glande, ordeñando mi verga, acumulando toda la sangre en la punta.

La cabeza de mi verga estaba tan inflamada que se atoraba para salir de su culo. Tras embestirla salvajemente la llené de mi leche por completa.

Su culo dilatado y enrojecido escurría restos de esperma sucia, sus piernas temblaban de placer y su cuerpo abatido quedaba tendido sobre la mesa.

Sus ojos lagrimeaban de dolor, pero su expresión era de intenso placer, tras dejar que se recuperara un poco me recosté sobre la mesa, y la puse a cabalgar mi verga.

Lo hizo de manera magistral, su panocha chapoteaba bañando de flujos vaginales hasta mis huevos, y tras un largo rato llené su vagina de abundante leche caliente también.

Quedamos tendidos sobre la mesa, recuperando el aliento.

Cuando nos dimos cuenta había pasado más de 1 hora, su celular sonaba incesantemente, era su esposo quien preocupado la llamaba.

-No puedo creerlo, mi esposo debe estar como loco.

-Me imagino.

-Tengo que irme, es muy tarde ya.

Mientras ella se vestía yo aprovechaba para manosearla cuanto quería. La nalgueaba y apretujaba sus pechos mientras ella solo se dejaba.

Luego tomó el producto y la despedí con una fuerte nalgada en sus hermosas nalgas. Ella sonrió y agradeció por el servicio.

-Ahí lo molesto otro día entonces, gracias. Ya quedamos con la cuenta pendiente ¿verdad?

-Con la primera deuda sí, lo que se llevó ahorita me lo cancela otro día. –le dije sugestivamente.

-Jaja está bueno, ahí platicamos –dijo mientras se iba moviendo sensualmente ese culo que me encanta.

Hasta ahora sigue siendo mi clienta favorita con la cual arreglamos negocios de manera especial.

Espero les haya gustado, si es así déjame tu valoración y un comentario ahí abajo.

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