Estoy muy acostumbrada al maltrato. En realidad, es mi fuente de placer y si bien, no es correcto permitirlo, el solo hecho de saber que me voy a someter, causa en mí un éxtasis del que despierto cuando mi cuerpo está molido, lleno de cardenales y bien usado. Nadie me condiciona, nadie me maltrata por su cuenta, soy yo quien lo pide, es mi manera de ser feliz.
Mi nombre es Viviana Marisol (nombre real). Tengo actualmente 41 años y soy una mujer de buen ver, buen cuerpo y piernas, alta, delgada, con un culito respingón y bien abierto. Me fascina el semen corriendo por todo mi cuerpo y que mis femeninos orificios se inunden del precioso líquido masculino. El sexo oral me enloquece de placer, enloquezco que me hagan beso negro y la penetración anal es mi forma favorita de ser poseída. Me casé muy joven, quedé embarazada y fue un visto y no visto, mi marido desapareció luego de mostrar su machismo y pegarme repetidas veces. Y ahí empezó todo. Las primeras veces no pasaron de bofetadas o maltrato psicológico. Luego lo redondeó con moratones en los ojos a causa de puñetes, patadas en el vientre, en fin, que al rizar el rizo y llegar a violarme después de negarme a tener sexo anal y a nada de denunciarlo, el muy cobarde, desapareció.
Pero en mí quedo algo de todo aquello. En mi intimidad solía masturbarme y me aplicaba métodos propios de aquel hombre, me abofeteaba, me colocaba todo tipo de artilugios en mis zonas sensibles, me penetraba con objetos enormes, llegué a meterme la mano entera por el culo y cuando llegaba al orgasmo, era él quien me hacía todo eso, era él quien me amaba de esa manera tan estúpida y yo lo amaba. Pero no estaba y yo, no iba a rebajarme y llamarlo.
Cierto día quedé fascinada al ver cómo por mi ano dilatadísimo después de hacerme un fisting, brotaba una rosa preciosa de carne brillante y roja y que al frotarla con mis dedos bañados en lubricante, me hacía retorcer de gusto. Al roce esa hermosa flor de carne regresaba a su sitio original y al meterme una vez más la mano, volvía a florecer en libertad. Descubrí que un "prolapso" era la delicia de todos los hombres. Y mantuve esa rutina tan lujuriosa hasta que me decidí a poner un anuncio muy explícito, buscando hombre. Recibí cientos de respuestas y fui respondiendo una a una. Mi piso no se pagaba solo y me puse tarifas de acuerdo a lo que "ellos" querían. Fue un no parar. En las dos primeras semanas de mi nuevo trabajo había saciado la pasión de ciento tres hombres y mi cuenta engrosó maravillosamente. El boca a boca se regó y al mes tenía clientes fijos que a su vez traían a nuevos y éstos a otros. Estaba extasiada y muy feliz.
Y el gusanillo del maltrato me convenció de suplicar a uno de ellos que me propinase una buena paliza incluida en el precio. Fui yo, una vez más quien abrió la caja prohibida. El hombre de entrada no supo reaccionar, pero al ver mi excitación, me lanzó una bofetada que me rompió la boca. Y yo, echando chorros de placer. Descompuesta y adolorida, pero feliz y ansiosa por renovar mi pasado, le obligué a continuar. Entre insultos y torpes bofetadas, acabó con patadas y puños por todo mi cuerpo. Caí rendida y con varios orgasmos encima que me supieron a poco. Ya no fue el único. A todos quienes llegaban por encularme, acababa pidiendo lo mismo. Los deleitaba con mis prolapsos y no había macho que se resistiera a lamerlo y meterme de vuelta a las entrañas con sus vergas envalentonadas. Debo recalcar que nunca usé ni uso condón. Mis revisiones médicas son quincenales y me mantengo limpia y sana para seguir gozando.
Mi manera de encarar el sexo es surrealista pero es mi satisfacción. Soy masoquista, puta y sumisa, pero soy mujer, una bella hembra que si me ves por la calle te giras loquito y me desnudas con la mirada, pero una mujer que en la intimidad se transforma en el juguete de trapo, en la sucia perrita que te puede complacer hasta el dolor.
Y si deseas hablar conmigo en privado, que te dé técnicas, o sencillamente ser mi amiga/o, no dudes en escribirme a mi correo: [email protected]. Estaré gustosa de responderte. Un beso y hasta mi próximo relato cargado de morbo y vicio.
No dejes de escribir. Tus palabras me llevan a desear ser tu obediente sumiso. Mi dolor será tu placer. Suplico tus instrucciones para mi sometimiento.
No dejes de escribir. Tus palabras me llevan a desear ser tu obediente sumiso. Mi dolor será tu placer. Suplico tus instrucciones para mi sometimiento. Hazme tu puta.