Hola lectores de CuentoRelatos, espero les haya gustado mi anterior historia, el que le mostraré a continuación es un hecho real, como les mencioné en mi primer relato conocí a Martina en mi trabajo, llegué a su sucursal por vueltas de la vida.
La mañana que llegué ella no se encontraba -estaba de vacaciones- solo sabía que había una chica encargada de la bodega, llamada Martina.
Al lunes siguiente al llegar al trabajo, veo una chica en la bodega, se levantó al verme y fue a mi oficina a presentarse, me llamó la atención apenas la vi, era muy atractiva, de cabello rojizo, ojos miel, hermosa sonrisa, estatura baja, caderas anchas y gran trasero.
Disimulé mi atracción por ella, pero desde ese día mientras estuve en la sucursal me gustaba espiarla por las cámaras y verla caminar por la sala de ventas.
En esa sucursal estuve aproximadamente dos semanas, hasta que me tuve que cambiar por decisión de mi jefe. A los pocos días recibí un mensaje de Martina -teníamos nuestros números por un tema de las llaves de la sucursal- me preguntaba si me quedaría en la sucursal de ella, a lo que respondí que no, aunque ya había hablado con mi jefe para quedarme allí.
Me había gustado el ambiente, el horario de la sucursal, pero lo que más me gustaba era Martina. Al final me asignaron a un sucursal vecina, por lo que no nos alejamos y poco a poco seguimos en contacto.
Ahora si al relato, cierta vez surgió un turno nocturno para mí, en otra sucursal para supervisar un inventario, era julio, pleno invierno. Lo tomé ya que igual me servía el dinero extra. La persona que me contactó me dijo que faltaba una persona de apoyo.
Inmediatamente pensé en Martina, le hablé y le pregunté si le interesaba apoyarme en el inventario, a lo que respondió que sí, llegó el día y nos juntamos en una estación de metro cercana, ya que ella estudiaba en las tarde-noche después del trabajo.
Pedimos un Uber y fuimos a la sucursal la cual estaba dentro de un supermercado muy grande y según su reglamento teníamos que quedarnos dentro hasta las 6:30 de la mañana.
Yo llevé mantas y comida para ambos, pasamos los filtros de seguridad del supermercado e ingresamos, ya el personal del inventario se encontraba allí, así que iniciamos el trabajo.
Martina tenía un pantalón ajustado, yo no perdía oportunidad de mirar ese voluptuoso y delicioso culo que posee, aguantando mis ganas de darle un par de nalgadas a ese trasero, se hizo casi la media noche, le propuse comer algo, ya que el personal del inventario no iba a merendar aún.
Fuimos a la cocina de la sucursal, mientras el resto del personal seguía con el conteo, ya solos en la cocina y pendiente que nadie estuviese cerca, aproveche acercarme por detrás de Martina, robarle un beso con lengua y agarrar sus ricas tetas.
Lo que me provocó una fuerte erección, ese día me puse una sudadera de algodón gris, por lo que el bulto de mi verga al pararse se notó mucho.
-Ves lo que me provocas –le dije con una sonrisa pícara- solo un beso tuyo y me haces parar la verga.
-Si, ya me di cuenta –me responde, observando el bulto en mi sudadera.
De pie frente al lavaplatos aprovechábamos cada para besarnos, meter mi mano en su pantalón, y sentir la suave piel de sus nalgas, la piel de su culo era tersa y suave al tacto, lo que me ponía más excitado.
Todo eso y la adrenalina de ser descubiertos le daba más morbo a la situación, ya que era el único lugar dentro de la sucursal donde podíamos tocarnos, acariciarnos -por norma, en la cocina no podían tener cámaras de seguridad- después de comer y juguetear un poco en la cocina seguimos con nuestra labor.
Yo no dejaba de mirar su culo cada vez que podía, aún seguía muy arrecho por lo que pasó en la cocina.
A eso de la una de la madrugada terminamos todo y nos dispusimos a dormir, nosotros escogimos la oficina del jefe de la sucursal para descansar allí, mientras el resto del personal se repartió entre la cocina y la sala de ventas.
La oficina era chica, solo había una silla de escritorio, ingresé otra para mí, le dejé la más cómoda a Martina, nos hicimos uno al lado del otro para apoyar nuestras cabezas sobre el escritorio.
Para nuestra mala suerte había dos cámaras de seguridad en la oficina, nos cubrimos con una sola manta para los dos, apagamos las luces y nos dispusimos a dormir.
Conversábamos un poco mientras tratábamos de conciliar el sueño, la luz estaba apagada y me di cuenta que bajo la manta no podían ver las cámaras, debajo nuestras manos y cuerpos estaban ocultos.
Mi mano empezó a buscar bajo su camiseta, hasta llegar hasta mi objetivo, empecé a acariciar la piel de su abdomen, era suave y calentita, pero quería más.
Alcancé la copa de su sostén, sentía sus pezones duros sobre la tela del brasier, metí mi mano por debajo de él hasta sacar una de sus tetas al aire, Martina con un movimiento rápido me ayudó y subió su brasier completamente.
Sus tetas quedaron a merced de mi mano -todo esto pasaba oculto bajo la mirada de las cámaras- fingiendo dormir, mi mano acariciaba ávidamente sus tetas, apretaba sus pezones entre mis dedos, estaban tan duros como diamante.
Pasaba de una teta a la otra, acariciándolas, apretándolas, sintiendo los suave que se sentían, estaba extasiado en eso, cuando siento la mano de Martina sobre el bulto de mi sudadera.
Eso me sorprendió, no me los esperaba -sentía como su mano sobajeaba mi verga parada bajo mi pantalón- noto que su mano intenta soltar el cordón de mi cintura, pero lo había apretado bien. Así que yo mismo lo solté.
Su mano entró dentro de mi bóxer, hasta sentir como su mano envolvía toda mi verga, me la apretaba y con movimientos rítmicos empezó a hacerme una paja muy rica bajo el escritorio.
Aun fingíamos dormir, las cámaras sobre nuestras cabezas no sospechaban que ocultos bajo la manta Martina me hacía la más deliciosa de las pajas. Yo no dejaba de agarrar sus tetas con mi mano.
Disimuladamente me baje hasta mis nalgas la sudadera y el bóxer para hacerle la labor más fácil a Martina, en cada apretón de su mano sobre mi verga sentía que me acercaba más y más al orgasmo.
-Frank, si eyaculas te vas a mojar la ropa -menciona Martina.
-Pienso rápidamente, -arranque un trozo de una toalla de papel sobre el escritorio- tu sigue, no pares, le dije a Martina.
-Así, no pares, sigue así que vengo.
Martina obedeciéndome, me sigue masturbando sin parar, la contracciones en mi pene es un aviso que el clímax está cerca.
No aguanto más y mi semen estalla, dejando su mano chorreada de toda mi leche, me estremezco al sentir cada corrientazo en medio del orgasmo más intenso, alimentado por la adrenalina del momento.
Después de unos segundos de calma, le digo que limpie su mano sobre mi sudadera, mientras con la toalla de papel limpio mi pene, después de ese mar de emociones, sonreímos un poco sobre la rica travesura que habíamos hecho.
Nos quedamos dormidos hasta el sonido de la alarma, tomamos un Uber y pasé dejarla primero a Martina donde su prima para seguir descansando un poco más.
Y este queridos lectores es la confesión del pajazo más excitante que me han hecho -que rico Martina, nunca lo olvidaré- así como otras cositas que hemos hecho juntos y que será tema de otros relatos, saludos amigos y nos veremos pronto aquí en CuentoRelatos.