Soy un contracultural de la moda imperante, cuando lo que se ha hecho que venda es todo lo estilizado, comenzando con la mujer, a mi los gustos me retrotraen a la época de Rubens. Si, lo diré claro, me gustan las mujeres curvys, con las piernas fuertes y un poco gorditas.
Pero de esta cuestión me he dado cuenta con el paso de los años, después de mucho observar mi propia conducta hacia los encantos del sexo opuesto al mío.
Desde bien pequeño tenía esta observación. Miraba y remiraba las chicas rellenitas y hacía caso omiso a las estilizadas. No entendía como la gente las encontraba atractivas, si a mi, las que me gustaban eran las otras.
Y así, pasaron los años de mi vida, entablé intimidad con una chica encantadora, pero, no tenía las características que mi apetencia subliminal me demandaba. fracaso total. Pasa el tiempo y ohhh, una compañera de trabajo cuadra al cien por cien con mi ideal femenino. Miradas, charlas en la máquina de café, mas miradas, una cocacola en el bar de al lado y al final quedamos. Yo, analfabeto en temas de sexo, me enfrenté por primera vez a lo mas parecido a un orgasmo, lloré, porque me hubiera gustado tenerlo con mi primer amor, pero aquel ya había volado hacia otros lares.
Con mi nueva amiga, tuvimos una relación breve, ella, tenía un novio o algo similar, y claro, le prefirió a él. Mas camino baldío, buscando mi media naranja. Y se repite la historia negativa, encuentro alguien que me gusta como persona, pero no me atrae lo suficiente como mujer.
Al cabo de muchos años, cuando ya era una persona madura, camino de la senectud, se cruzó en mi camino mi ideal de hembra. Tenía todo lo que a mí me seducía de una mujer. Buena delantera, caderas marcadas, piernas rotundas. Fuimos viéndonos, ya que concedíamos camino del trabajo. Pasados unos meses, tuvimos una cita en toda regla. Y ella a la que llamaremos G, me enseñó a disfrutar en la cama, a llegar al zenit de mis orgasmos, a satisfacerla sexualmente a ella, a gozar juntos, y en profundidad.
Llevamos quince años de amantes, las circunstancias familiares no nos permiten regularizar nuestro amor, porque es AMOR, en mayúscula lo que nos une. Cada día al caer la tarde nos llamamos por videoconferencia, nos explicamos nuestras cuitas del día y nos deseamos un feliz descanso.
Cada mañana, el clarear el día nos saludamos y expresamos nuestra ilusión para que el otro pase una buena jornada. Los días en que nos reunimos, es como tocar un poco el cielo.
El amor entra por los ojos y el espíritu, no importa como seamos físicamente, si entusiasmamos a la otra persona.