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Me gusta tocarme mientras miro dormir a mi mujer
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Abro los ojos en la oscuridad de la pieza, no puedo dormir. Me siento en el borde de la cama, apoyando las manos en el colchón. Percibo entonces, como la oscuridad de la pieza me atraviesa por todos lados, por todos los rincones de mi cuerpo.

Voy hasta la computadora en mi silla de ruedas para revisar unos mails. La luz que proviene del monitor deja ver, a penas la ropa interior de mi mujer cómodamente tirada en el piso.

Giro la cabeza, ella duerme boca bajo, plácidamente desnuda. A ella siempre le gusta dormir así, desprovista de todo indumento. Las sábanas blancas cubren a penas, sus glúteos bien formados y firmes.

Me gusta mirarla dormir así. Suelo hacer esto muchas veces, lo hago como una especie de ritual nocturno, especialmente deseado.

Mirar a la mujer de uno dormir desnuda es una de las cosas mas bellas del mundo.

Me acerco a la cama y recorro lentamente con mis ojos su espalda desnuda. La contemplo por varios minutos como si estuviese viendo una réplica de algún cuadro.

En ese momento, me invade unas terribles ganas de cogerla otra vez pero me contengo, porque me gusta verla, así toda desnuda, con esa cola perfecta, en este mundo imperfecto.

Percibo que a fuera llueve. Las gotas golpean levemente en la chapa del alero de casa y mi cuerpo, poco a poco empieza a erizarse. Mi pene comienza a crecer, a medida que observo ese culo redondo y duro. Ese culo que, todos los hombres miran cada vez que ella sale a comprar al supermercado, con ese vestido rojo ajustado que le marca bien sus glúteos.

Comienzo a tocarme sin dejar de ver a mi mujer. Acelero el ritmo del movimiento de mis manos a medida que aumenta la intensidad de mis pensamientos. Ella se mueve buscando otra posición en la cama, parece dormida, pero no lo está. En realidad, está mirándome de reojo.

Luego de unos minutos, saca un pie fuera de las sábanas y me empieza a tocar la pierna. Yo sigo masturbándome muy excitado.

Ahora, con su pie toca mi pene sobándolo muy lentamente. A ella le gusta tocarme. Me mira a los ojos con una tibia sonrisa entre la poca luz que derrama el monitor de la compu.

Ahora, ella se da vuelta en la cama y con ambos pies empieza a flotar mi miembro como si fuera una lampara mágica, esperando quizás a que salga algún mago que la posea, que la coja toda la noche, que la deposite en otro mundo. La delicadeza de sus pies, provoca mas excitación y ella lo sabe.

Luego de frotar mi miembro por unos cuantos minutos, tras un momento de muchísima excitación, empiezo a derramar en sus pies mi líquido seminal. Ella me mira a los ojos tenuemente colmada de satisfacción, sus pies humedecidos de placer.

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