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Me gusta ser observada
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Somos una familia típica mexicana: papá, mamá, y dos hermosos hijos (niño y niña). Mi nombre es Verónica y soy una mujer de 34 años dedicada cien por ciento al hogar y a mis hijos, me mantengo en forma debido a que me gusta hacer ejercicio, mido 1.67 y peso 65 kg. Soy blanca y tengo pecas en la cara, aunque estás no me quitan lo bonita que estoy, je, je, pelirroja y el cabello me llega hasta la cintura, lacio natural.

Mi cuerpo es mi mayor orgullo y lo presumo todos los días con cualquier ropa que me ponga, mis nalgas son redonditas y paraditas, duritas por el ejercicio que hago todos los días, al igual que mis piernas las cuales luzco cuando me pongo short y los hombres voltean a verme, mi vientre es plano sin llegar a tener cuadritos como Bárbara de Regil pero sí sexy, una cintura menudita y por último unas tetas como un par de naranjas, mi marido me presume cada que puede y él no se queda atrás, también es muy atlético y guapo.

Bueno, les contaré lo que para mí ha sido hasta hoy la experiencia más hot y que me prendió a un nivel extremo, tal vez para algunos de ustedes esto que les voy a relatar es muy simple y sencillo, pero para mí fue algo nuevo y excitante.

Mi marido desde que nos casamos ha sido muy romántico y en la cama es un tigre por lo tanto no he tenido nunca el deseo de otro hombre, me marido me llena al cien por ciento cada que hacemos el amor es muy intenso y muy creativo, me pone de diferentes posiciones y me da hasta que quedamos cansados de tanto coger, siempre le dedica un tiempo al previo para ponerme cachonda así que cuando me la mete ya estoy bien mojadita, sin embargo como todo matrimonio con el paso de los años caemos en la rutina y aunque mi marido se esfuerza mucho se vuelve poco divertido.

Lo que les voy a contar sucedió en el verano pasado cuando fuimos por primera vez a la playa, fuimos con mi hermano y su familia, en total éramos 12 personas, mis sobrinas, mi cuñada y mi hermano.

Todo fue muy placentero, llegamos a un Hotel en Ixtapa donde las habitaciones eran pequeñas cabañas y estaban ubicadas en forma de villa, mi marido reservó una habitación para parejas, en donde regularmente se hospedan recién casados y a mis hijos los mandamos con sus primas, je je en habitación doble.

Al instalarnos me di cuenta que al lado se hospedó una pareja como de 45 años, el hombre se veía maduro, pero guapo y la mujer era rubia, elegante, pero lo que más destacaba eran sus grandes nalgas que tenía y como eran nuestros vecinos pensé que a mi marido se le iban a ir los ojos con esa señora porque siempre le han gustado nalgonas, pero bueno, las terrazas de nuestras habitaciones estaban prácticamente juntas solo las dividía un pequeño barandal.

El ambiente en el hotel era excelente, el primer día salimos a la playa y a las albercas en donde pude ver que mi marido parecía perro en carnicería viendo tanta mujer guapa en bikini, pero también yo me daba mi taquito de ojo con algunos muchachos que enseñaban su paquete en sus ajustados trajes de baño.

Al finalizar el día terminamos muy cansados y nos fuimos a la habitación a dormir; nos acostamos, pero los vecinos estaban muy activos y como las habitaciones estaban una al lado de la otra se escuchaba todo, se oía claramente como la cama pegaba contra la pared con cada empellón que el vecino le daba a su mujer.

Al principio nos dio risa y nos quedamos callados escuchando, poniendo más atención se alcanzaba a escuchar hasta lo que decían, lo gemidos, las nalgadas y rechinidos del colchón, empezamos a imaginar cómo lo estaban haciendo y eso nos calentó mucho así que mi marido me comenzó a besar y a tocar, aunque yo ya estaba bien mojada de escuchar como se cogían a la vecina, mi esposo me metió la verga un rato en posición del misionero, pero yo le pedí que me pusiera en cuatro y puse mi cabeza pegada a la pared para seguir escuchando la cogida que le daban a la vecina, incluso me la imaginaba recibiendo la verga de su marido.

Me excitaba más eso que lo que me estaba haciendo mi marido, yo no quería cambiar de posición para seguir escuchando el golpeteo en la pared de la cama en cada metida, se escuchaba con fuerza así que imaginaba lo rico que estaba sintiendo la vecina y lo caliente de su pareja para cogerla con tanta fuerza, así estuvimos hasta que se dejó de escuchar (tal vez terminaron) así que ya no tenía chiste seguir, le dije a mi marido que acelerara para que se viniera y poder dormirnos.

Al día siguiente cuando fuimos a desayunar al restaurant, los vi de lejos, se veían muy felices y como no si habían cogido como bestias.

La rutina del hotel era juegos en la alberca, paseos por la playa, bicicletas y muchos más, por la noche después de la cena presentaban un espectáculo en un pequeño teatro al aire libre bailes latinoamericanos y por último la disco en donde ponían música de diferentes géneros para bailar, fue en este evento cuando nos tocó sentarnos en una mesa al lado de la pareja de maduros, no dejaban de bailar una sola canción, nosotros bailábamos 3 y descansábamos 2, como el hotel era todo incluido, había barra libre en la bebidas, pero tenían que formarse ya que eran muchas la personas que pedían alcohol en sus diferentes presentaciones.

Cuando mi marido se iba a formar, también el vecino se formaba y quedábamos solas, la vecina y yo y fue ahí donde rompió el hielo y me preguntó de dónde éramos.

Le respondí que nosotros de Guanajuato y ella me dijo que ellos eran de Querétaro y que eran amigos, ambos estaban divorciados y decidieron tomarse unas vacaciones juntos, yo le contesté que pensé que eran casados, ella sonrió y me contestó.

–Por lo de anoche. ¿si se escuchaba hasta su habitación verdad?

Le contesté que sí con una sonrisa y me dijo le dije a Omar (así se llamaba) pero él dijo que no, una disculpa. No se preocupe, le contesté, al contrario que bueno que disfrute sus vacaciones.

Seguimos bailando y tomando y en otra ocasión que los hombres se fueron a formar por otro tequila, volvimos a platicar y me dijo que Omar era muy caliente y quería estar cogiendo todo el tiempo, yo le dije que mi marido era igual y nos reímos, ja, ja.

Se terminó la disco y tuvimos que irnos a la habitación, mi marido esta vez con el tequila estaba muy cariñoso, así que acompañamos a mi hermano, sobrinas e hijos a sus habitaciones y después nos fuimos a la nuestra, llegamos y al entrar se escuchó música al poner atención de donde provenía nos dimos cuenta que el vecino estaba en su terraza terminándose su bebida, mi marido entró al baño y yo me puse una ropita provocadora, me asomé por el ventanal y vi al vecino todavía tomándose su cuba, pero al abrir la cortina noté que me alcanzó a ver.

Para ese momento ya traía yo un baby doll muy sexy con una tanga de hilo que me había comprado para esa ocasión, no sé si por los tequilas que me había tomado o por ser un desconocido el que me estaba viendo no sentí pudor, al contrario me gustó la experiencia de mostrarme, me entró una idea maquiavélica en la cabeza y abrí un poco la cortina, fue muy poco, pero lo bastante para que se pudiera ver al interior de la habitación y poco para que mi marido no lo notara.

Salió mi marido del baño, se abalanzó sobre mí besándome efusivamente sin darse cuenta de la pequeña rendija que yo había dejado en la ventana.

El pensar en que un hombre desconocido nos fuera a ver haciendo el amor me excitaba muchísimo, total ya no lo volveríamos a ver, mi marido siguió con el mismo ímpetu sobre mí, quiso apagar la luz, pero yo le dije que la dejara así, que me cogiera con todas sus ganas y como ya lo mencioné al principio mi marido era muy creativo, así que me cogía en diferentes posiciones, sólo hacía a un lado el hilo dental con su dedo pulgar para meterme su verga dentro de mi puchita que estaba jugosa desde hace rato, por momentos dejaba de meterme el tronco para darme sexo oral el cual disfrutaba mucho.

Fue en una de esas acciones cuando mi marido estaba sumido en mi vagina cuando pude ver al vecino pegado al ventanal presenciando el mejor espectáculo de su vida, eso me calentó aún más y le pedí a mi marido que se acostara boca arriba y me senté en su tronco que estaba como si fuera de hierro, duro al cien por ciento, yo me sentaba con todas mis fuerzas intentando sentir ese pito hasta lo más profundo de mis entrañas y pensando en que le estaba mostrando al vecino todas mis hermosas nalgas, mi marido ni en cuenta lo que pasaba por mi mente, pero vaya que lo disfrutaba.

Después me acomodé en la esquina de la cama, yo boca arriba con las piernas levantadas y le pedí a mi marido que me penetrara para que mi observador viera claramente como me entraba la verga en mi panocha, era una experiencia increíble ser observada, mi mente estaba más en el espectáculo que estaba dando que en la cogida que me estaba dando mi marido, así estuvimos durante un buen rato hasta que mi marido no aguantó más y explotó aventándome toda la leche en las tetas.

En ese momento fue cuando el vecino se retiró. Fue una experiencia increíble, nunca pensé que ser observada me pudiera calentar tanto, tal vez este es mi fetiche. Hace dos años de esto y no he podido repetirlo porque no hemos ido nuevamente a la playa, espero pronto hacerlo de nuevo.

Mis agradecimientos a Cecy por ayudarme a relatar esta historia y publicarla en esta página, creo que hay muchas mujeres que tenemos nuestras fantasías, tal vez no sean orgias, intercambios, etc., pero al final de cuentas nos excitan igual.

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