Pues ya te lo he dicho antes, me gusta la fruta jugosa y tú con total ingenuidad me has preguntado:
"Yo soy la fruta?"
Si si, a ti te estoy escribiendo, pero eso ya lo sabes, por eso el título captó tu atención y decidiste entrar a leer más, a ver si conseguías una respuesta más clara que la vaga que habías recibido antes.
Pero me ha encantado esa pregunta, porque si, si eres la fruta que deseo comer, el fruto prohibido que provoca deseo, el fruto de la rama más alta del árbol que parece inalcanzable, pero de pronto, con la madurez suficiente yace frente a mis pies cómo caída del mismo cielo.
Sin embargo no era eso a lo que me refería en ese momento en que estabas recostada en mi cama, yo subía desde tus pies recorriendo tus piernas hasta llegar a la fruta de la cual estaba hablando y me disponía a comer ahora mismo.
Acaricio tus muslos mientras hundo mi cara entre ellos, beso tu vulva de a poco se abre como una flor para dejarme acceder a cada rincón, a cada pliegue, a cada terminal nerviosa que hace que tus ojos se cierren para dar atención plena a las sensaciones que voy a darte. Dejas tu cuerpo caer sobre el colchón, sintiendo mi lengua recorrerte, rodear tu clítoris buscando desatar la humedad que tanto anhelo. Tus suspiros me indican que voy por buen camino, el calor de tu entrepierna que está funcionando y la forma en que tu cuerpo se contornea cada vez más en el crescendo de la excitación.
Comienzo a sentir de pronto el sabor de la fruta jugosa, acelero el ritmo y me ayudo con mis dedos que uso para sentir tus leves contracciones cuando doy con el punto dulce. Extraigo más de tu néctar con impaciencia para probarlo, lamiendo mis dedos y volviéndolos a meter. Tus suspiros se transforman en gemidos más intensos, tu respiración pasa de relajación a excitación y me coges de la parte superior de la cabeza para empujarme más a fondo dentro de ti. Me ahogas en tu deliciosa piel y yo me excito junto a ti, beso, succiono e incluso doy unos pequeños mordiscos. Tú te retuerces cada vez más, tiras con fuerza de mi cabello para que no se me ocurra escapar, para que siga y no pare, para que suba la intensidad y te lleve al clímax. Eso es exactamente lo que el sabor de tus jugos me hace hacer, estimularte más y más, provocarte para extraer cada gota de ti y que me la regales para que pueda beberla toda sin desperdiciar una sola gota.
Ahora tus gemidos son gritos, órdenes que me piden que no me detenga, que me indican exactamente cómo seguir mientras te aferras con fuerza a mí con una mano y arrugas las sábanas con la otra. Tu espalda se arquea de gusto, me presionas con tus muslos asfixiándome en tu sexo y yo no me detengo, sigo con más ímpetu, te llevo al límite rogando que me des mi premio ya mismo, deseando que ensucies todo mi rostro con tu orgasmo.
Entonces te dejas ir en un grito que se apaga a mitad de camino, siento como corres por mis labios y mi garganta, finalmente la dulce fruta que tanto deseaba, sobre todo el deseo de darte placer a ti, escucharte, verte y probarte mientras arrancas las sábanas de mi cama, hasta quedar exhausta, desnuda, rendida ante mí.
Entonces me acomodo sobre ti y te beso con sabor a ti.