—Demonios… ah… aaah… Más adentro, dale más adentro…
Estoy apoyada sobre el sillón más largo de nuestra sala, en cuatro patas mientras una verga gigante me está follando riquísimo. Adentro y afuera produciendo un delicioso sonido húmedo y de palmadas. Tengo un dilatador metido en el anito y mis tetas parecen campanas meciéndose adelante y atrás mientras mis peones duritos rozan con la tela del sillón. Un hilo de saliva escurre de mi boca y estoy tan caliente que me imagino estar mamando una polla gorda y llena de venitas.
Keev mueve su cadera adelante y atrás con una fuerza animal. Sus bolas cuelgan y golpean con mis piernas mientras su verga se lubrica con mi jugo.
No quiero que pare, quiero que me viole como la zorra que soy, como la pinche puta que le gusta abrirse de piernas y que le embutan la polla hasta el fondo.
—¡Aaaaah! Mmmmm… dale, dale más duro. Así… qué rico, daddy…
—Te voy a reventar el mejillón a puro vergazo, pinche puta —me aporrea las nalgas con sus dos manos mientras su verga sigue dentro de mí.
La piel me arde, pero es una sensación tan rica que me incita a seguir. Mi vagina le ha envuelto toda la verga y se abraza a su carne y a sus venas. Keev agarra la punta del dilatador y comienza a sacarlo para meterlo de golpe y follarme con él el ano.
—¡Demonios! —grito y tengo que morder las almohadas.
—Eso te gusta, ¿verdad Sarah? Te gusta que te llene el bollo con mi salchicha. Te gusta que te bañe la concha con mi leche.
Estoy a punto de venirme… estoy…
Un chisguete de flujo sale de mi vagina y moja gran parte del sofá y le empapa la polla a mi esposo.
Me doy la vuelta y me tiendo de espaldas, Keev avienta a un lado el dilatador que tiene en la mano y se monta sobre mí, a la altura de mi pecho para masturbarse y vaciar su rica leche sobre mi cara y mi cabello mientras me suelta algunas bofetadas.
Me bebo hasta la última gota, le agarró la polla y se la chupo para limpiarle hasta que esta queda flácida. Keev se deja caer sobre mí. Los dos estamos desnudos, cubiertos de sudor y exhaustos. No puedo evitar envolver su cadera con mis piernas y entonces nos quedamos profundamente dormidos. No hay peligro de que alguien entre, no tenemos hijos y nuestros familiares y amigos son tan respetuosos como llamar al timbre antes de entrar.
Un relato corto, espero que les guste. Y comenten si quieres relatos así de cortos o como normalmente los hago.