Ese fin de semana cogimos casi sin salir de la cama salvo para comer o ir al baño. Nunca pensé que un tipo a su edad podría tener tanta energía sexual. Le pregunté si usaba pastillas y me dijo que no, que yo era su Viagra. Lo que si es seguro es que nunca tuve con nadie (ni siquiera el catalán), un sexo tan pleno, intenso y satisfactorio. No solo por el modo tierno y afectuoso (incluso en los chirlos o pellizcos), cuidado, inclusivo y contenedor, sino por la prolongación de los encuentros, la variedad de caricias y sensaciones y la diversidad de formas de hacerme gozar. Amén de cocinarme rico y tratarme como una diosa.
Ya cuando estábamos preparándonos para despedirnos y que yo vuelva a casa a esperar a mis padres, le pregunté si no pensaba usar conmigo los “chiches” de su placard y me dijo que tenía que estar preparada para incluirlos. Que sí, los quería usar, pero que necesitaba que mi confianza en él fuera total.
-“Ya va a llegar el momento y los vas a disfrutar mucho. Pero tenemos que conocernos mucho antes. Y eso nos lleva a la gran pregunta ¿cómo pensás que sigue esto entre nosotros?”.
-“Primero que nada, sigue”, le dije categóricamente. “Ni loca pienso dejar de coger con vos. Segundo, las veces que quieras. Tercero, bajo la figura que más te guste ¿querés que sea tu amante, tu nena para la cama, tu putita o…?”.
-“Digamos que mi amante y querida putita, mi tierna y dulce nena, mi amiga sexual. O la mezcla de todo eso. Quiero que seas Irina y tengas ganas de estar conmigo”.
-“Soy Irina y tengo muchas ganas de estar con vos, papi, Ricardo, macho mío o mi hermoso juguete sexual. Elegí lo que te guste”.
-“Ja, ja, ja. Que piba más inteligente, lúcida y abierta que sos. Eso sí, cuida muy bien que nadie sepa nada. Si no, nos podemos quedar sin esto”.
Esa semana me había dicho que iba a verse con uno de sus hijos en Uruguay (venía por una cuestión de trabajo y se encontraban en San Gregorio del Polanco) y lo extrañé lo suficiente para saber que me tenía hechizada con su sexo. ¡¡Mierda!! Nunca pensé que estaría pendiente de un jovato así como nunca estuve de los pendejos que salí. El finde, tal como habíamos convenido, le dije a mis padres que me iba con Estela (una amiga que me cubría en todo) a la casa de las primas de ella y el viernes salí con mi valijita Estela vino con su auto a buscarme y me dejó en el bar que arreglamos. Mi amiga me puteó en arameo porque no le solté prenda de nada, pero igual cumplió lo que le pedí.
Media hora después, un llamado al celu me indicó que vaya al estacionamiento y ahí vi su viejo Land Rover y a él al volante. Subí, le di un beso y partimos. No quiso decirme donde íbamos y una hora más tarde entrábamos a una casa de campo en el medio de la nada. Campo abierto para todos lados, salvo la pileta de natación y el parque con glorieta.
-“¿Lo alquilaste?
-“No, es de un amigo que ahora no está en el país. Pero suelo venir seguido y esta casa tiene, digamos, “cosas especiales” que te van a encantar”.
Y no quiso decir más. Comimos unos fideos que amasó y cocino en un santiamén con una salsa que traía preparada en un tupper y que era (como todo lo que cocinaba) una delicia. Champagne. El strudel (de confitería) con café turco y copita de Limoncello lo tomamos en la glorieta bajo las estrellas y, mientras estábamos terminándolo me preguntó.
-“Irina ¿confiás plenamente en mí?
-“Si, ¿por qué?
-“Necesito estar seguro”.
-“Hago lo que digas. Guiame y te sigo”.
Cuando terminamos y levantamos todo, fuimos al dormitorio, me abrazó y besó, me hizo dar vuelta y me puso una máscara ciega. Todo se volvió obscuro, apenas unas rendijas de luz contra la nariz que no dejaban ver nada. Sentí que me sacaban el vestido y me desnudaban entera, me llevó de las manos y me hizo arrodillar sobre unos almohadones muy mullidos y suaves, me hizo recostar apoyando mi cabeza en un cojín mullido y ató la máscara de manera que no podía levantar la cabeza.
A mis muñecas le puso unas pulseras suaves pero firmes que ató a los costados de mi cabeza. Quedé arrodillada y sin moverme, con las rodillas separadas. Puso otras pulseras en mis tobillos y las ató. Estaba totalmente imposibilitada de ninguna acción. No puedo negar que me dio cierto temor estar tan indefensa y vulnerable.
-“Irina, Si tenés dudas te desato”, dijo y yo le dije que no. “Si algo no te gusta, decí “magnolia” ¿entendés?”, yo asentí, nerviosa y queriendo saber que vendría.
Lo que siguió fue una experiencia que sobrepasó todo lo que yo podía esperar. Puso bastante fuerte una música sensual que iba del Bolero de Ravel al saxo de Sidney Bechet e impregnó el ambiente de un perfume dulzón y embriagante, de modo que sin poder ver, sin distinguir olores y sin escuchar demasiado lo que pasaba a mi alrededor fui sintiendo caricias, chirlos suaves, toques de frío que rápidamente eran cubiertos por cálido aliento o un algo húmedo y caliente.
Fui saltando de sensaciones que se repartían por todo mi cuerpo sin solución de continuidad, en medio de masajes con una crema que me relajaba la piel, aceites que suavizaban el paso de las manos. No sé cuanto duró cada cosa ni cuanto tiempo estuve así, pero me fui derritiendo en esa marea de mimos y percepciones en mi piel, de saltos de lugar y de formas, de suaves caricias a chirlos y masajes intensos.
Cuando estaba totalmente floja y relajada sentí que las caricias llegaban a mis pezones y después a mi vulva. Leves roces, toques de una pluma, pasadas rápidas de lengua, roces de dedos. Sentía cada cosa amplificada como si no ver, oler ni oír hiciera más intenso el sentido del tacto. Salía de una percepción y esperaba ansiosa y tensa la siguiente. Después vinieron los lubricantes, los dedos jugando en mis agujeros y de golpe sentí su pene entrando en mi vagina para, al instante, temblar cuando me tomó de las tetas apoyando un vibrador en cada pezón, mientras el pene entraba y salía lentamente de mí.
Grité como nunca hubiera creído poder hacerlo con el primer orgasmo. Sentí que me partían al medio de tan intenso que fue y tardé mucho jadeando hasta recobrar el aliento, mientras me acariciaba suavemente.
-“¿Te gusta? ¿Sigo?”
-“¡¡¡Si, si!!! Hace lo que quieras. Me encanta”.
Siguió jugando con su pene dentro mío y mimándome hasta notar que volvía a calentarme y acompañarlo. Ahí sentí que me ataba algo a los muslos y a mi cintura, como si fuera un calzón duro no ceñido y de golpe introdujo un elemento suave afelpado que entró apretado contra mi conchita hasta casi apoyarse en su miembro (que seguía cogiéndome). Yo esperaba lo que venía, cuando puso en marcha el vibrador y toda mi vulva fue agitada por las ondas vibratorias que excitaron mi clítoris y me hicieron gemir y jadear mientras volvía a enfundar mis tetas con sus manos y apoyar los vibradores en mis pezones.
Los estímulos me atravesaban por todas partes mientras sentía como me cogía más fuerte aún. Aullé de placer y de embriaguez de sexo y me moví como loca todo lo que las amarras me permitieron hasta gemir en un largo quejido y caer desfallecida.
Él paró todo, fue lentamente soltando cada elemento y atadura hasta quedar libre. Me tomó en sus brazos y me llevó a la cama, donde me abrazó y se quedó quieto mientras todo mi cuerpo se iba calmando. Yo no podía ni besarlo, ni siquiera hablar. Creo que en algún momento me dormí. Al despertar, lo vi parado en la puerta mirando el campo. Lo llamé y vino a sentarse a mi lado.
-“¿Te gustó?.
-“Muchísimo. Nunca pensé que se pudiera sentir tanto placer. ¿Cuánto duró?”
-“Desde que te puse la venda hasta que te traje a la cama, una hora y veinte minutos”.
-“¿En serio? Yo perdí la noción del tiempo y después no quería que termine nunca. Pero no tenía idea. Quiero más de esto”, le dije dándole un beso. “Pero ¿y vos? ¿acabaste?”.
-“Disfruté muchísimo. Me encanta el sexo con vos. Sos muy especial, muy sensual, muy linda. Es secundario si acabo o no. Me pasaría horas disfrutando tu cuerpo. Si quiero acabar, te pido y vos me haces acabar, no hay problema. Si alguna mañana me levanto caliente, puede que te coja como a una puta y en menos de un minuto te acabe. ¿No te gustaría volverme loco así por vos y sentir que podés darme ese placer?”.
-“Soy tu puta y cogeme como quieras. Vos me das demasiado placer. Todo lo que necesites para tenerlo de mi parte, te lo doy”.
-“Ves Irina, esa es la esencia del sexo para mí. Por eso son la putita más hermosa que conozco”.
-“Tu putita. Nadie más merece que me entregue así”.
Continuará.