Me despertó el ruido de la lluvia sobre el patio cubierto. El aire estaba pesado, transpiraba y noté que estaba al palo y solo en la cama. Fui al baño y comencé a escuchar gemidos y jadeos tras la puerta entornada. Entré y vi como Nicolás de rodillas le estaba dando una mamada a fondo a Mateo bajo la ducha aferrándose a sus nalgas mientras mi vecino le sostenía la cabeza para empujársela más adentro.
Los sobresalté con un
-¡Hola!, me lavo los dientes y me sumo.
Apenas me miraron y siguieron con lo suyo. Me lavé los dientes y la cara para despejarme, me metí en la bañera y como pude los desplacé un poco de debajo del agua para lavarme y enjabonarme, al tiempo que acercaba mi pija dura entre las nalgas de Mateo para pajearme entre sus firmes cantos y él se meneaba cogiéndose a Nico por la boca. Cuando terminé de enjuagarme bien, tomé a mi vecino de la cintura para acercarlo a mi cuerpo, rodeé su torso con mis manos para acariciarlo y empecé a besarle el cuello, la espalda, las orejas apoyando mi poronga entre sus glúteos. Gimió ahogadamente de placer y recostó su cabeza sobre mi hombro, mirándome a los ojos con la boca abierta. Le di un beso de lengua apasionado y profundo que acompañó con gusto sin dejar de menearse entre la boca de Nico y mi pija.
Muy a desgano le solté la boca y empecé a lamerle la espalda, bajando por su columna y provocándole escalofríos hasta llegar a sus nalgas, que mordí, lamí y chupé con furor, mientras empecé a meterle los dedos, índice y medio, enjabonados en su culo sin mayor dificultad pese a que dio un ligero respingo al sentirlos. Se inclinó apenas hacia adelante cuando yo le hundía los dedos y le masajeaba el ano con suavidad, pero profundo.
No tardé en sumar mi dedo anular al masaje y me puse como una moto cuando noté que jadeaba más y seguía el compás de mi masaje anal, volví a besarlo muy intensamente apoderándome de su lengua que metía y sacaba de mi boca, como si fuese una poronga para mí, y yo la chupaba como tal. Nos estaba cogiendo con su lengua en mi boca y con su pija en la boca de Nico, además de acompañar el masaje de mis dedos en su culo dilatando y contrayendo el esfínter, lo que me volvía loco de placer. Por sus gemidos y jadeos pensé que iba a eyacular en la boca de Nico, pero seguía aguantando.
-Potro, le susurré al oído, cómo cogés.
Me miró a los ojos, no dijo nada y me volvió a chuponear con desesperación. Seguimos así varios minutos, que no sé cuántos habrán sido, hasta que me separé un poco de su cuerpo, le saqué los dedos del culo para abrirle las nalgas y de parado, le apoyé mi glande en la puerta de su ano para ir metiéndoselo lentamente, muy despacio hasta que entró todo, haciéndolo estremecer de placer. Tras haber entrado el glande, seguí penetrándolo de a poco atrayendo su cintura hacia mí hasta que llegué a meterle toda la pija en su interior.
Sentirla dentro de él, apretada por su culito estrecho, pero ya no tanto como el día antes en el río, me causaba oleadas de placer, que se acentuaron cuando empecé a cogerlo. Sacaba el tronco hasta solo dejarle el glande adentro y volvía a entrar muy despacio, así una y otra vez, y él empezó a coordinar su vaivén con la mamada de Nico, cada vez más rápido. Cada tres o cuatro acometidas, me quedaba quieto para no correrme y para evitar que Mateo acabara enseguida, pero él no dejaba de menearse y, de hecho, nos estaba cogiendo a los dos, con su culo, con su pija y con su boca ansiosa, porque cuando yo me detenía, él se reclinaba sobre mí y volvía a besarme con ansia desesperada, lo que me llevaba a las nubes.
Tras varias pausas, se inclinó algo más hacia adelante para que le entrara bien mi pija, empezó a menearse más rápido, yo incentivé mis embestidas y con voz entrecortada gritó:
-¡Voy a acabar, voy a acabar, putos, putos, putos!, echando varios chorros de leche en la boca de Nico, que éste tragó con fruición haciendo que yo aullara de placer y me corriera varias veces en su precioso ano.
Se nos aflojaron las piernas al punto que casi nos caemos, pero entre los tres pudimos sostenernos, ya que Nico se alzó con su boca chorreando semen y nos besó a los dos, compartiendo la leche de Mateo con su dueño y conmigo en un morreo interminable. Es que él seguía al palo, porque ni siquiera se había tocado mientras le chupaba la pija a mi vecino.
Nos enjuagamos la boca en la lluvia, y comenzamos a pajear a Nico, mientras lo besábamos, lo acariciábamos y también nos besábamos entre Mateo y yo. Aproveché para enjabonar sus manos y las mías y nos empezamos a meter de a dos y tres dedos en los respectivos anos, aunque Mateo se quejó de que le ardía un poco, así que él se dedicó al mío y yo al de Nico.
Nos masajeamos y pajeamos un rato largo hasta que Nico se tensó y dijo que iba a acabar. Le apretamos bien fuerte la base de la poronga y pudimos contenerlo. Seguimos con los morreos y masajes anales otro rato, hasta que nos pusimos al palo de nuevo y yo me senté en el borde de la bañera para chuparle la pija a mi compañero de clase, que chorreaba bastante líquido pre seminal, mientras lo tomaba de sus nalgas para empujarlo hacia adentro de mi boca, ellos se seguían besando y Mateo masajeaba a fondo el ano de Nico, que empezó a cogerme por la boca. Cada tanto me la sacaba de la boca y le lamía el tronco y los huevos, que los tenía prietos y bien juntos en un bolso redondo y delicioso. Volvía a chuparle la poronga hasta tragármela toda y comencé a separarle los glúteos para ayudarlo a Mateo que ya estaba apoyando su miembro erecto en la puerta del ano de Nico.
Mateo lo inclinó ligeramente hacia mí, lo que me dejó en una posición incómoda para seguir la mamada, pero no cejé en mi empeño, hasta que se la pudo meter toda adentro y empezó a cogerlo de parado tomándolo de la cintura y atrayéndolo hacia su cuerpo. Nico colaboró empujando hacia atrás y adelante, repitiendo lo que Mateo había hecho antes. Jadearon y gimieron como animales en celo, se besaron profundamente varias veces, comiéndose mutuamente las lenguas y yo los miraba preso de una furia de placer chupando desaforadamente la pija de Nico, como si me fuera el alma en ello.
Tras varios minutos y repetidas veces en que tuve que apretarle bien fuerte la base de la poronga para que no acabara, Nico no aguantó más, gritó que quería acabar, me cogió más rápido la boca, mientras yo lo dejaba hacer, se estremeció brutalmente y echó dentro de mí cuatro o cinco chorros de semen que me tragué con deleite, dejándole la poronga limpia y brillante. Al eyacular provocó varias contracciones en su ano que atraparon la pija de Mateo en su meta y saca, volviéndolo loco de gusto. Mateo le pedía a Nico que se moviera más:
-Dame más, cógeme con tu culo, qué bueno que está, decía con voz ahogada.
-Dame tiempo, puto, que ahora te sigo dando, le respondió Nico. Mientras, se reclinaba apoyando sus manos en mis hombros y me daba un morreo de campeonato, saboreando su propia leche en mi boca, que correspondí metiéndole la lengua casi hasta el paladar varias veces. Mateo pudo así cogerlo con más comodidad, aceleró sus embestidas y tras varios minutos se vino de nuevo pero esta vez en el culo de Nico.
-No te salgas, no te salgas, potro, dejámela adentro, le decía mi compañero de clase.
-Sí, está muy rico tu culo, cómo lo movés, te la dejo adentro y te voy a coger otra vez, puto, le respondió Mateo, y empezó a moverse de nuevo.
-Así, así, decían los dos, rebosantes de placer y calentura, dejándome un poco de lado.
Los veía y seguía caliente, así que me puse de pie, dejé que Nico se apoyara en el borde de la bañera mientras Mateo lo enculaba de nuevo agarrado a su cintura, sin haberse salido, y me puse detrás de mi vecino para gozar de sus acometidas, que empujaban sus hermosos glúteos contra mi pija erecta de nuevo. Pasé mis brazos por entre los suyos para acariciarle los pectorales y abdominales y atraerlo hacia mí, se volvió a reclinar sobre mi hombro y nos besamos primero con mucha dulzura y después dimos rienda suelta a nuestra pasión para profundizar los chuponeos y lengüetazos profundos por varios minutos, mientras Nico pedía más pija y más a fondo.
Estábamos locos de placer, los glúteos de Mateo me pajeaban, él se aferraba con una mano en la cintura de Nico y con la otra en mi nalga y seguíamos besándonos a fondo, jadeando y gimiendo por la calentura.
-¡Qué bien coge Nico!, me susurró Mateo mientras le besaba y lamía el cuello.
-¡Vos también!, le respondí, sos un potro hermoso.
-¡Qué puto sos!
-¿Viste?, le dije mirándolo a los ojos y me volvió a besar.
No nos queríamos soltar porque el placer no tenía límites, hasta que se me ocurrió ponerme en el medio y les pedí:
-Hagamos otra vez el trencito, le dije mirándolo a los ojos, como enamorado.
-Te quiero coger a vos, me dijo Mateo.
-Dale, estaba esperando tu pija, la quiero toda adentro, le respondí fuera de control.
Nico se sorprendió cuando Mateo se salió de su interior.
-Ya seguimos, le dije y lo hice reclinarse sobre el borde de la bañera, con sus manos apoyadas por fuera, en el piso del baño, quedándome su culo en pompa.
Sin dificultad se la pude meter de una hasta el fondo y me recliné un poco sobre su espalda para ofrecerle el trasero ya enjabonado a mi vecino ansioso por cogerme. De a poco sentí cómo acomodaba su glande en la puerta de mi ano y me lo fue poniendo con mucha delicadeza hasta que sentí su pelvis en mis glúteos, señal de que me había metido su poronga hasta el fondo y empecé a moverme para cogerme a mis amigos con la pija y con el culo.
Estuvimos así varios minutos que parecieron segundos hasta que, primero yo en el culo de Nico, y luego Mateo en el mío, eyaculamos los pocos restos de leche que nos quedaban. Nos fuimos aflojando, ayudamos a Nico a ponerse de pie y nos volvimos a enjabonar y lavar entre los tres, con más morreos, caricias y pajas frenéticas e interminables.