Era cerca de mediodía. Me puse una pantaloneta deportiva, una camisilla, una gorra y salí del apartamento. Caminé en dirección a Villas de La Candelaria, el barrio vecino. El sol brillaba recio pero soplaba brisa y esta atenuaba un poco el calor que abrasaba las calles. Estando en el barrio vecino llegué al café internet al que voy normalmente. Más que para entretenerme o buscar alguna información, debo decir que lo hago con el solo propósito de ver a una de las hijas de la dueña del sitio. La dueña tiene dos hijas, ambas mayores de edad. Al abrir la puerta corrediza de vidrios polarizados en color azul y entrar, vi que no estaba Abril, la que me gusta, una trigueña alta, de buen cuerpo y con el cabello rizado, mono. En lugar de ella estaba su hermana Belén, quien tiene como un cierto trastorno corporal que la hace parecer niña, pero es mata-año, o sea, que ostenta muchos más años de los que aparenta.
-Hola Belén -dije-. ¿Cómo estás?
-Caramba Álex -dijo-, ¿dónde andabas tú metido?
-Por aquí mismo. Siempre que vengo tu hermana es la que atiende. Pero hoy se me cumplió el deseo de verte.
-Jajaja, ¿crees que no sé que te gusta mi hermana?
-¿Por qué dices eso a ver?
-Porque nunca vienes cuando estoy.
-Tú atiendes en la mañana, yo en la mañana trabajo. Por eso vengo en las tardes.
-En las tardes yo estudio.
-Por eso no logro verte.
-Estoy esperando que venga mi hermana rápido para irme a alistar. ¿Cuánto tiempo vas a pedir?
-Dame tiempo libre.
Me asignó el equipo número cinco. Aparte de mí, no había más clientes en el café internet. Gracias al aire acondicionado hacía un frío bien agradable. En una pestaña abrí Facebook y en otra YouTube. Me puse a mirar vídeos de música y después vídeos de casos criminales y después de chicas solas en el bosque practicando yoga semidesnudas. Estos últimos me pusieron muy cachondo. Escribí en el buscador: Pillada masturbándose casero. No hay nada como lo natural. Me salieron una infinidad de vídeos que ya había visto y que ya no me excitaban como antes. Pero encontré uno que no había visto. Era de una chica que estaba en un baño y alguien la grababa desde afuera por debajo de la rendija de la puerta. Desnuda, la chica se acomodaba en la esquina del mesón del lavabo y parada de puntillas, con una sensualidad arrebatadora, se pandeaba masturbándose con la punta lisa y suave del mesón. El pene se me quería reventar.
En ese momento de la película, Belén me mandó un mensaje por Facebook. Qué haces, decía. Si te cuento, escribí, es probable que te escandalices. Ada se me adelantó. ¿Estás viendo porno? Sí, respondí. Es normal, dijo, a mí también me gusta el porno. ¿Qué ves? Dije: Ven y mira. No, repuso, después me violas. No sabía que eras una cobarde, dije, una pelá tan grande, mayor de edad, hecha y derecha…
De pronto oigo que se rueda una silla y pasos que se acercan. A mi espalda se abre la cortina y Belén entra poniéndome las tetas en el hombro.
-No me intimidas -dijo.
Me reí.
-Soy mil veces más mala que tú.
Volví a reír. La reté diciéndole:
-Demuéstramelo.
-¿Cómo?
-A ver, si eres tan mala, ¿te atreverías a tener sexo conmigo aquí y ahora?
-¿Estás loco?
-¿No dices que eres más mala que yo, pues?
Se quedó pensativa un momento, luego se apartó de mí y salió del café internet. Como estaba de espaldas, supuse que venía alguien, pero no: a esa hora todo el mundo estaría almorzando. Es una cobarde, pensé. Y seguí viendo vídeos. No pasó un minuto cuando volvió a entrar. Escuché un ruido de llave en el ojo de la cerradura. Yo me emocioné.
– Ven, Álex. Quiero ver qué tan diablo eres.
Cerré el Facebook, me paré de la silla y salí del cubículo. Cuando la miré, Belén ya estaba en popa con las piernas abiertas. Tenía el chocho peludo y los pelos del mismo color de su cabello: negro azabache. Los mulos de las piernecitas eran más blancos que la leche y su cuerpo pequeño y rollizo parecía el de una muñeca de cera enana. Casi que me vengo sin metérsela. Traté de controlarme y tranquilizarme y no venirme antes de empezar. Me eché una bocanada de saliva en la mano y unté toda la verga con saliva. Eso me relajó bastante y la cogí por la cintura. Sentí su carne tierna y suave entre mis manos. Yo mido 1.81 de estatura. Ella 1.50. Tuve que agacharme bastante para poder introducir mi pene por su vagina. La tenía seca pero la saliva ayudó a que entrara sin complicaciones. Bastaron un par de sacudidas de su cintura y unas cuantas succiones y apretazones en el cuello del pene para que el semen me saliera a chorros. Ella se sacó la verga, se volteó y, agachándose, la introdujo en su boquita. Mirándome a los ojos sorbió toda mi esperma como si se tratara de jugo de guanábana. Me dejó seco. Pero cuando terminó de sorber, mi verga todavía seguía intacta, con ganas de seguir cavando el pozo profundo de su vagina. Entonces vi a través de los vidrios polarizados a la hermana de Belén que se acercaba.
-Viene Abril -dije-. ¡Vístete!
Belén se arregló como pudo y yo me fui para mi cubículo. Abril comenzó a tocar en el momento en que Belén le quitaba el seguro a la puerta corrediza. Abrió. Abril entró y le dijo a Belén que la esperara un momento porque iba a almorzar.
– ¿Dónde está mi mamá? -preguntó. Y antes de que saliera, Belén le dijo:
-Está acompañando a tía Sandra en el médico.
Belén vino a mi cubículo y me agarró el pene.
-Esto no ha terminado -dijo.
-Claro que no.
-Nunca nadie me ha hecho tragar tanta leche como tú, Álex.
-Eres una chica muy mala. Tengo que castigarte severamente. En la noche quiero que vayas a mi apartamento. Te voy dejar el chocho ardiendo de la mondaquera que te voy a dar.
-Eso espero -dijo Belén, retirándose.
Al poco tiempo entró Abril. Yo salí a saludarla, pero ella no me correspondió el saludo con la misma efusividad de siempre. Ahora se veía achicopalada, triste. Eso me extrañó.
-¿Qué te pasa, Abril?
-Jum, qué no me pasa…
-Si quieres me puedes contar, para que te desahogues. No se te ve muy bien.
Abril se había sentado ante el escritorio de la entrada y se puso a teclear el computador. Llevaba un vestido de algodón de color beige, bastante corto, que dejaba ver unas piernas espectaculares y tersas. Ella dejó quieto el teclado y se llevó las manos a la cara. Yo agarré un banco y me senté junto a ella.
-Por favor, dime qué tienes -le dije.
-Imagínate que Carlos me ha estado engañando con Melisa, mi mejor amiga. Descubrí unos mensajes de ella en su celular en donde le mandaba fotos desnuda. ¿Puedes creerlo? -dijo Abril llevándose de nuevo las manos a la cara. La tenía empapada.
-No te sientas mal -le dije-. No vale la pena llorar por hombres así.
-Lo sé -dijo Abril-. Pero me engañó con mi mejor amiga.
-Sí. Duele el doble.
-Lo que menos me esperé de Melisa fue que se le ofreciera a Carlos. Y Carlos, ni corto ni perezoso, se la comió. Me duele, pero además tengo mucha rabia.
Le di un abrazo y, para probar, le dije:
-Lo mejor en estos casos es sacarse la espina.
Vi en sus facciones un cambio inesperado que me decía que podía hacer con Abril lo que yo quisiera. Soy una especie de amigo no tan amigo que se ha ganado su confianza. Cuando la conocí ya ella tenía novio. Yo no copiaba de eso y la enamoraba, pero no me hacía caso. Ahora, aprovechándome de las circunstancias, noté un destello de maldad que me abría las puertas, no de su alma ni de su corazón, sino de su cuerpo.
-¿Tú crees? -preguntó.
-Por supuesto.
-No sé…
La abracé otra vez y acerqué mi cara a la suya con la intención de besarla. Ella no mostró la más mínima resistencia. Sus labios sabían a cielo y a vainilla. Puse mi mano en el muslo de su pierna y fui subiéndola lentamente hasta alcanzar la tela sedosa del panty que cubría la vulva. De pronto vimos afuera que alguien estiraba el brazo para abrir la puerta corrediza. Casi nos espantamos. Era un cliente. Buenas, dijo, y pidió tiempo. Luego llegaron dos personas más a sacar copias y se fueron enseguida. Cuando el cliente que había llegado primero se fue, le dije que cerráramos la puerta con llave. Ella me miró como estupefacta. Una mujer dolida es más peligrosa que cien cocodrilos que no han comido en un mes. Abril se paró, me pidió permiso para que la dejara pasar y fue a ponerle llave a la puerta. Se dio la vuelta y, erguida en su figura aguitarrada, se puso las manos en la cintura, el vestido escotado le realzaba sus voluptuosas tetas.
-Aprovéchame hoy que estoy botada -dijo.
Fui ante ella y me agaché. Estando ella de pie, metí las manos por debajo de su vestido y lo alcé hasta el abdomen. Su panty era de color rosa. Se lo bajé. Y el chocho era de un todo dorado transparente, estaba impoluto y sin un vello. La coloqué a horcajadas, con mi cabeza metida entre sus piernas, y comencé a extraer la miel de su interior, pasando la legua por su ano también. A una mujer así de hermosa la mierda le sabe a helado de frutas. Pero Abril estaba limpiecita y de sus parte sólo brotaba miel blanca. Cuando ya estuvo bastante mojada me levanté y Abril se acomodó de espaldas arrodillada en una silla y le atravesé el corazón del chocho con mi pene. Agarrándole el pelo le arreaba embestidas animales para ver si trataba de puyarle el hígado. Pero mi pene se topaba con un cielo de carne interior. Abril aguantó si emitir ni un sonido.
-¿Te gusta? -le dije.
-Ay Carlos me encanta me encanta me encanta…!
En el momento en que sentí que ya me iba a venir, apareció un cliente en la terraza dirigiéndose a la entrada.
Saqué el pene de la vagina de Abril y, cuando lo hice, sonó como si se hubiese destapado una botella de gaseosa. Sólo boté un chorrito de esperma que ensució mi pantaloneta cuando me guardé el pene de rapidez.