Carolo estaba arrodillado al lado de un regato cogiendo agua con las manos. Cuando tenía las palmas ahuecadas llenas de ella se metió una rana entre sus manos y se quedó mirándolo. Se sentó sobre la hierba y mientras el agua se le escurría entre los dedos, le dijo:
-¡¿Qué miras?!
La rana siguió mirando para él y soltó un "croa". Lo curioso es que tanto ella podía saltar de entre sus manos cómo él abrirlas y dejarla caer, pero ni la rana tenía ganas de volver al regato ni él de que se fuera. Esos días andaba leyendo un libro que trataba de la reencarnación y le vino a la mente que podía ser alguna persona que muriera y que conocía. Lo quitó de sus pensamientos su hermana Cristina, una chavala, de estatura mediana, delgada, morena de ojos color avellana y que era tan guapa cómo seria, no sonreía ni viendo una película de Jerry Lewis. Era una copia de Miércoles Addams, era delgada cómo ella, tenía coletas cómo ella, se comportaba como ella y vestía como ella, aunque era mayor que ella.
-¿Con quién hablas, Carolo? -le preguntó – ¿Qué tienes ahí?
-Eso quisiera saber.
Se acercó a él, miró entre sus manos y vio la rana.
-¡Aprieta y mátala!
La rana parecía que la entendiera, ya que saltó de sus manos y se perdió en el agua.
-¿Crees en la reencarnación, Cris?
-Yo no creo más que en mi misma.
-A mí me apasiona el tema.
-A cada persona le apasiona algo, a mí me apasionan los vampiros.
-Eso de vestir de siniestra, te volvió rara.
-Soy gótica y soy atravesada.
-¿Y a dónde vas, atravesada?
-A destruir nidos de pájaros.
-Lo dicho, te volviste rara de cojones.
-¿Cómo de rara me ves?
-Más rara que cagar de noche.
-Ya salió el cerdo. ¿Por qué no estás jugando al fútbol con tus amigos?
-No me apetecía, rara.
-Te apetecía jugar con ranas. ¿Quién es el raro?
-No estaba jugando con ranas, payasa.
-Lo pillan e insulta. ¿Le ibas a dar un beso para ver si era una princesa encantada?
-¡Cómo no te vayas te lo voy a dar a ti a ver si debajo de esa máscara de dura sigue la hermana que desvirgué!
Se cachondeó de él.
-¡Qué miedo me das, Barrabás! Te comería la nariz de un mordisco, y lo sabes.
-Capaz serías.
Carolo sacó del bolsillo una cajetilla de Pall Mall, y de la cajetilla un pitillo. Lo encendió, le echó una calada, Cristina le dijo:
-Me encanta el olor del humo del tabaco rubio y aún más oler el cigarrillo, huele a muerto.
-¡Das yuyu, carallo!
Le puso un pie en un hombro y le dijo:
-Retira eso o meo por ti.
Miró para arriba y vio sus bragas negras, vio los pelos que salían por los lados y le dijo:
-O compras braga o vendes pelos.
-¡Mira que meo!
-¡Cobarde! No tienes coño.
Cristina levantó la falda, Carolo salió de debajo de ella a cuatro patas y cagando hostias. A unos metros se levantó, y le dijo:
-¡Ibas a mear por m! ¡¡Eres una condenada puta!!!
-Sí, soy una puta, pero de cobarde no tengo nada.
Cogió el pitillo que había tirado su hermano, le echó una calada y le dijo:
-Me gustó más el que estaba mojado con los jugos del coño de tu amiguita.
-Rosita no es cómo tú.
-Es peor.
-¡Estás enferma!
-Me enfermó ella.
Carolo se cabreó.
-¡Deja a Rosita en paz!
-¿Sabías que le van las pollas y los coños?
Estaba por joderlo y no se lo iba a consentir.
-Y que meen por ella.
-Se ve que ya measte por ella.
-¡Vete a la mierda, payasa!
-Esa es otra, la mierda. A tu angelito le gusta comerle el culo a otra mujer, tanto o más que comerle el coño
-A Rosita no le van las mujeres, cabrona.
-¡Joder si le van! Le van más que los pasteles, y cabrón eres tú, te mete más cuernos que olas hay en el mar.
-¡Estás loca!
-Loca está ella, loca por los coños. La muy puta me sedujo.
-Sí, te dijo lo agradable que eres, lo…
-No, metió la boquilla de un pitillo encendido en el coño y me dijo si quería aprender a hacer una paja.
-Ya, y te aprendió, claro.
-No, le aprendí yo a ella a hacerla, ya que no tenía ni puta idea.
La puñetera curiosidad le hizo decir:
-Y se corrió, claro
-¡Oh, sí! Se corrió y después me comió el culo y el coño, este culo y este coño.
Se dio la vuelta, levantó el vestido, bajó las bragas y le enseñó el coño a su hermano.
-Pongas cómo te pongas no voy a volver a follar contigo.
-No quiero follar contigo. Eres tú el que echa de menos follar conmigo. Tiene más morbo follar con una hermana que con cualquier otra chica.
-Hablas por ti. Vives en tu mundo y no te enteras de nada.
Se acercó a él y le echó la mano a la polla.
-¿Y si no quieres follar conmigo por qué estás empalmado, hermanito?
-¿Por qué me calentaste con tus mentiras?
-No te mentí. ¿Cómo sabría yo que lo mismo que me hizo a mí para seducirme te lo hizo a ti en la casa arruinada? Sí, lo de meter el pitillo encendido en el coño, por la boquilla, claro.
Carolo se encendió.
-No hay mujer buena, carallo.
-Ni hombre bueno. Gozan hasta poniéndole el culo a arder a una mujer.
-A ti bien que te gustaba cuando te azotaba el culo.
Cristina levantándose, le dijo:
-Me gusta más cuando me da Rosita.
Al volver a hablarle de Rosita la maldita curiosidad lo asaltó de nuevo.
-¿Te corriste con ella?
Echando a andar, le dijo:
-Nos corrimos, Carolo, nos corrimos.
-¿A dónde vas?
-¿Al monte de las mimosas a destruir nidos?
Unos minutos después se encontraba en el bosque de las mimosas, un bosque tupido que tendría cincuenta o sesenta metros de largo por sesenta o sesenta de ancho. Era un lugar idílico. Olía de maravilla y se sentía trinar a toda clase de pájaros. Al verlo, Cristina le dijo:
-Sabía que vendrías. Dame un pitillo.
Se lo dio y le peguntó:
-¿Cuéntame cómo lo hicisteis?
-Te va el morbo. Dame fuego.
Le dio fuego, Cristina echó el humo al pecho, tosió, y dijo:
-¡Coño! Me va a dar un jamamacuco.
No le dio. Siguió fumando. Carolo le preguntó:
-¿Cómo fue?
-Te lo cuento si la dejas.
-Trato hecho.
Se sentó y su hermano se sentó a su lado.
-Fue todo muy raro. Después de desnudarnos me eché boca arriba sobre su cama con los pies colgando y ofreciéndole el coño. Se dio vuelta y me dijo:
-"Acaricia mis cachas con las plantas tus pies."
Acaricié sus blancas y redondas nalgas, una con cada pie. Ella se miraba al espejo del armario y acariciaba sus tetas, luego se dio la vuelta.
-"Ahora méteme pie en las tetas".
Puse las manos en la nuca y acaricié su vientre y después froté las plantas de mis pies con sus tetas.
-"Fóllame el coño con el dedo gordo."
Al pasar mi dedo por su coño noté su humedad, se agachó un poco y metió la punta de mi dedo en su coño, yo a estas alturas ya estaba muy mojada, y más que me iba a poner cuando me cogió el pie y chupó el dedo gordo mojado con sus flujos. Luego bajó besando y lamiendo mi pierna hasta llegar al coño. Se arrodilló, metió su cabeza entre mis piernas, me cogió las tetas con sus suaves manos y las magreó muy lentamente, y muy lentamente lamió mi coño apretando la lengua contra él. La muy puta al llegar al clítoris lamía hacia los lados y alrededor y volvía a empezar. Me estaba torturando con dulzura, con suavidad, era una tortura deliciosa que me hacía gemir y acariciar su cabello… La cosa acabó de manera espectacular. De mi coño salió un chorro de jugos, de esos que tanto te gustaban e impactó contra su lengua. Lamió cómo una perrita y aprovechó hasta la última gota. Al acabar de correrme quedé sin fuerzas, quedé cómo muerta. Se echó a mi lado y me dio un pico en los labios, luego me besó introduciendo su lengua en mi boca, despacito. Cuando su lengua se encontró con la mía la levantó y me la chupó con tanta delicadeza que mi coño empezó a latir de nuevo. Sentí dos de sus dedos entrar en mi coño…. Al rato comencé a comerle la boca yo a ella, pero no lentamente, con lujuria, y después le metí dos dedos en el coño. Nos masturbamos y poco más tarde me corría otra vez. Dejó que acabara de correrme. Me puso el culo en la boca, abrió las nalgas con las dos manos y me dijo:
-"Lame"
Le lamí el ojete y también se lo follé con la punta de la lengua. Después me puso el coño en a boca y comenzó a frotarlo contra mi lengua al tiempo que con tres dedos frotaba el clítoris. Poco después agarraba la almohada, le metía un bocado y jadeando descargo en mi boca una inmensa corrida.
La historia era cierta y se la puso dura, y digo que era cierta porque lo de los pies y lo de poner el culo y el coño en la boca también se lo había hecho Rosita a él. Se echó encima de ella y le dijo:
-¡Te voy a comer viva!
Empujando su pecho con fuerza y poniendo cara de enfadada, le dijo:
-¡Quita!
La besó, pero Cristina no aflojaba.
-Suéltame o te arranco los huevos.
-Arranca, son tuyos.
-¡No lo digas dos veces!
La besó, de aquella manera, ya que escapaba con la boca, y después le dijo:
-Coge mi polla, Cris.
-No quiero.
Cogió su mano derecha y se la llevé a la polla empalmada.
-Acaríciala.
-La acaricio, pero después jugamos,
-¿Qué querrás hacer esta vez?
-Demostrar algo jugando.
-Vale, acaricia mi polla.
-¿Vas a ser solo mío?
-Sí.
-¿Rosita te la mamaba?
-Sí.
-¿Quién es más guapa, ella o yo?
-Tú.
-¿Quién la mama mejor?
-Tú.
Carolo sacó la polla. Cristina la cogió, le lamió el capullo, se la mamó, y entre mamadas le preguntó:
-¿Me echaste de menos, Carolo?
-Sí.
La cogió por los pelos y le sacó la polla de la boca, luego se la deslizó sobre los labios. Al abrir la boca se la folló moviendo el culo de atrás hacia delante y de delante hacia atrás. Cristina volvió a coger la polla con su mano derecha para evitar que se la metiera muy adentro. Con la otra mano cogía los huevos de su hermano y los acariciaba. Al rato se corrió y le llenó la boca de leche.
Al acabar de correrse, le dijo:
-Tengo empapadas las bragas.
-Ya no será para tanto.
-Te digo que sí, siento cómo me sale los jugos del coño
-Quítalas.
Se quitó las bragas negras y se las enseñó. Estaban perdidas de Jugos.
-¿Están empapadas o no?
Carolo le levantó el vestido puso su cabeza entre sus piernas, y le lamió el coño peludo. Cristina le dijo:
-Come, hermanito, come.
La punta de la lengua de Carolo lamió sus labios muy lentamente y luego rozó su clítoris. Le levantó el culo y le lamió el ojete. Cristina se abrió de piernas. Sus labios rosados se habían hinchado. Vio su vagina. Metió y sacó la lengua en ella, después lamió el ojete y el periné, y luego metió y sacó la punta de su lengua de su ojete, lo hizo varias veces. Después lamió su coño y se centró en el meato. Al ratito se puso tensa y del meato salió un chorro de orina que impactó en su lengua, después la posó sobre su clítoris y lo lamió de abajo a arriba cada vez más rápido… Cristina cerró las piernas atrapando la cabeza de su hermano entre ellas. Comenzó a soplar cómo si estuviera pariendo, y en realidad lo estaba, estaba pariendo un tremendo orgasmo, una inmensa corrida, un viaje al cielo. Fue tanto el gusto que sintió que se desmayó y no hubo mujer durante un par de minutos. Cuando volvió en sí, sonriendo, le preguntó:
-Me gustó mucho. Ahora toca jugar.
-Ahora no vas a jugar, ahora te voy a follar el coño hasta que eches por fuera otra vez.
Cristina empezó con el juego sin que su hermano lo supiese.
-No, no me vas a follar el coño, me vas a follar el culo.
¡¿Qué?!
-Qué quiero que me des por culo.
-¡Qué bruta!
-Desnúdate, maricón.
Carolo se ofendió.
-¡Maricón el Venancio! Yo…
-No me rechistes o me voy.
Carolo se desnudó. Cristina vio su polla empalmada.
-¿Tu polla nunca se metió en ningún culo?
-Ni se va a meter.
Cristina iba a piñón fijo.
-¡Quiero que me comas el culo, maricón!
-No soy un maricón.
-¡Qué no me rechistes, coño! Tú eres maricón porque lo digo yo.
-¿Y qué más?
-Y acabarás por reconocerlo.
-Espera sentada.
-Mejor espero a cuatro patas.
Se dio la vuelta, se puso a cuatro patas, y le dijo:
-Come el culo si quieres meter en mi coño.
Carolo le lamió las nalgas.
-¡El ojete, maricón!
Le abrió las nalgas y le lamió el ojete.
-Fóllamelo con la lengua.
Mientras le lamía y le follaba el ojete con la lengua Cristina quitó la blusa y el sujetador y sus gordas tetas con areolas casi negras y gordos pezones quedaron al aire.
-Levántate y mama mis tetas.
Carolo no se las mamó, se las chupó, se las magreó, se las mamó…, se las devoró. Carola ya estaba otra vez más que cachonda, y mucho más que se iba a poner… Su coño ya goteaba cuando se agachó detrás de su hermano y jugó con su lengua en el ojete. Jugando le dijo:
-Reconoce que eres maricón.
-No, no soy, me gustan las mujeres, los culos son para los hombres.
Cristina siguió con el juego. Se volvió a dar la vuelta, y le dijo:
-Puedes follarme por donde quieras, des por donde me des, me voy a correr. Si me la metes en el coño eres un machote, si me la metes en el culo reconoces que eres maricón.
Carolo se la clavó en el coño le agarró las tetas y la folló a romper. Al ratito le dijo Cristina:
-¡Me corro en tu polla, hermanito!
Cristina se corrió cómo una perra. Jadeando y temblando le bañó la polla con su corrida.
Al acabar de correrse Cristina, Carolo sacó la polla pringada de jugos de su coño, se la metió en el culo y antes de que llegara al fondo se corrió diciendo:
-¡Qué mariconazo soy!
Cristina sintiendo la leche calentita dentro de su culo, sonrió y dijo:
-Gané.
Quique.