Me llamo Angélica, la mayoría me conoce como Angie, aunque con el tiempo me he ganado varios apodos. Soy morena clara, casi blanca. Ojos grandes, cejas pobladas, labios gruesos y cabello castaño obscuro. Caderona desde la secundaria, pompis nada pequeñas y pechos talla D. Todas las mujeres del lado de mi mamá son parecidas. Somos de un pueblo en provincia, bien conocidas allá. Mi papá sin embargo trabajaba en Ecatepec. Cuando entré a la universidad los traslados se convirtieron en una pérdida de tiempo. Dos horas para llegar al sur de la ciudad que es donde está el mega campus. Lo que pasa en este relato me sucedió apneas 5 meses después de ingresar a la universidad. Mi prima Ximena ya rentaba un departamento cerca del campus universitario, a 5 minutos. Pero a mis padres les parecía mala idea que dos señoritas vivieran solas. Al final aceptaron pues los traslados eran terribles y la universidad valía mucho la pena al ser de las mejores del país y de bajo costo.
Estábamos en finales de semestre y en una visita que le hice a mi prima a su departamento decidí quedarme al fin que ya tenía el permiso de mis padres. Le marqué a papá para darle la noticia y pedirle que me llevara dos cajas que ya había preparado con mis cosas y mi ropa. Me llevó sólo mis cosas pues la caja de la ropa la confundió con una caja de adornos navideños. Toda esa semana estuve usando la misma ropa. Sólo cambiaba de blusas que me prestaba mi prima, pero diario eran los mismos jeans a la cadera, los mismos tacones altos morados y la misma chamarra morada en las noches que hacía frío. Notaba que a mi prima Ximena no le encantaba prestarme ropa y me daba ropa pasada de moda. Llegado el viernes de esa semana la carga de trabajo había aumentado súbitamente por ser final de semestre. Olvidé por completo lavar mi ropa interior.
Era viernes por la mañana y me levanté tarde. No alcancé a mi prima para pedirle ropa prestada y su cuarto se encontraba cerrado con llave. Ella ya se había ido a su clase. Decidí buscar en el cuarto de lavado y encontré tres prendas. Después de desayunar y bañarme me probé esas tres piezas de ropa. Era una tanga, un brassiere y una blusa de tirantes. La tanga y el brassiere se veían algo pequeños y peculiares. El brassiere era talla C y estaba hecho de resorte y tela aterciopelada imitando la piel de un leopardo; me quedó bastante apretado y mi escote lucía más voluptuoso de lo normal ya que el brassiere presionaba mis pechos contra mi cuerpo. La tanga tenía también manchas de jaguar en la tela y el resorte, aunque me quedó bien gracias al elástico. La blusa de color morado estaba bonita (el morado es mi color preferido y me encanta combinar la ropa). Me quedaba bastante chica la blusa. Tenía que decidir ente ocultar el brassiere de jaguar o tapar mi abdomen. Por lo anterior decidí ir de chamarra. Era finales de junio y aunque hacía calor esperaba que la sesión fuera corta. No más de 40 minutos y estaría de regreso.
Ya en la escuela me encontré con Rodrigo y Eliseo. Eliseo es moreno, un poco más alto que yo; muy fuerte pues siempre fue fanático del fisicoculturismo. Rodrigo era blanco, alto y delgado. Ellos se conocían desde antes de la universidad y para ser sinceros yo me sentía afortunada de haberlos conocido pues siempre hice equipo con ellos para los trabajos y tareas. Siempre eran muy dedicados a la escuela. Además, ellos tenían novia los dos y fuera de algunas miradas o roces, nunca pensé que se sobrepasarían conmigo o que intentarían algo más allá de una amistad.
Cabe recalcar que hasta ese día nunca había tenido nada que ver con nadie de la universidad. En mi casa me enseñaron a ser una señorita y a guardarme para alguien de buena familia que sería mi esposo. Seguido notaba las miradas de otros chicos o incluso sus comentarios subidos de tono, un par de pellizcos no solicitados, pero siempre les respondía con rechazo o enojo pues para mí eran todos poca cosa.
Ese mismo día hacía mucho calor. La sesión en el salón de clases consistía únicamente en recibir los requerimientos del proyecto final. Después del viernes tendríamos dos semanas para trabajar en el proyecto y sólo regresaríamos al aula para la revisión final y la calificación definitiva. No tardamos más de 35 minutos. Al terminar todos estaban muy ansiosos pues los requerimientos eran más de lo esperado y para lograr una buena nota íbamos a tener que trabajar todos los días de las siguientes dos semanas con gran esmero. Por lo anterior, Rodrigo y Eliseo sugirieron ir al departamento de mi prima para adelantar el análisis de los requerimientos. Yo no quería pues sólo pensaba llegar para quitarme la chamarra, bañarme, lavar mi ropa y ponerme algo más cómodo. Al final acepté la sugerencia pues ellos estaban siendo muy insistentes y de verdad el proyecto final parecía muy complejo. Eliseo nos llevaría al departamento de mi prima en su coche.
El coche lo había estacionado en un aparcamiento al aire libre. Estaba muy caliente por dentro, tanto que al entrar decidí que ya no podía más. Me tenía que quitar la chamarra o moriría de calor. Yo estaba sentada atrás y Rodrigo en el asiento de copiloto. Tuve mucha dificultad para quitarme la chamarra morada pues estaba toda sudada y las mangas se pegaban a mis brazos. Por la dificultad llamé la atención de ambos quienes se giraron para verme. Se burlaban de mí por el esfuerzo que me estaba costando quitarme la chamarra morada. Sus sonrisas se borraron de su rostro en cuanto logré quitármela. Sentí de inmediato el aire fresco en mi piel empapada de sudor. Recordé como iba vestida ese día por lo que sentí algo de vergüenza y no quise levantar la mirada de inmediato al saber que me estaban viendo. Me percaté que la blusa de tirantes estaba desacomodada por el esfuerzo de quitarme la chamarra por lo que el brassiere de leopardo se asomaba demasiado y también noté que mis pechos estaban sonrojados y brillosos por el calor y el sudor. Cuando alcé la mirada los dos me estaban observando el escote de forma descarada, eso sólo incrementó mi vergüenza “¿Nos podemos ir?” les pregunté. Después casi un minuto más observándome, ambos se giraron Eliseo arrancó el coche.
El viaje no fue incómodo pues los tres fuimos bromeando sobre los demás chicos de la clase, aunque si noté como Eliseo acomodaba el espejo retrovisor para echar vistazos a mis pechos durante las luces rojas de los semáforos. Como era de esperarse, el viaje no duró más de 10 minutos. Llegamos a la caseta de vigilancia del conjunto de edificios donde viviría con mi prima. De turno estaba Fernando, que usualmente es el vigilante asignado a la caseta durante el día. Nos conocemos de las veces que he visitado a mi prima y a veces hemos platicado un poco. De inmediato me reconoció y me saludó dándonos acceso pero también casi de inmediato su mirada se clavó en mis pechos, creo que nunca me había visto vestida así. Eso lo notaron Eliseo y Rodrigo. “Ya te lo ligaste jaguarcita” comentó Eliseo riéndose. Yo me molesté un poco por claramente me acaba de poner el apodo jaguarcita haciendo referencia al brassiere con imitación de piel de leopardo que traía puesto y que minutos antes ellos habían estado fisgoneando. No le hice mucho caso para no darle cuerda.
Una vez que Eliseo estacionó el auto en los lugares de visitantes, descendimos y caminé delante de ellos para guiarlos hasta el edificio 5. El departamento es el 4 y está en el primer piso por lo que normalmente usamos las escaleras para llegar a él. “Pero que colotas tienen las jaguarcitas” dijo Eliseo con voz de murmullo mientras Rodrigo se reía. Claramente fueron observando mis pompis todo el camino y Eliseo no aguantó las ganas de decir esa burla. Lo tomé como juego y fingí no escucharlos.
Al entrar al departamento les di la bienvenida y les serví un vaso de agua con hielo a ambos y a mí. Sugerí sentarnos en la mesa del comedor para comenzar a trabajar en el análisis del proyecto. La mesa es cuadrada para 8 personas. Eliseo se sentó a mi izquierda y Rodrigo a mi derecha, pero dando la vuelta a la esquina de la mesa. Estuvimos largo rato dibujando y bromeando, me hicieron reír varias veces y les gustó decirme jaguarcita pues varias veces lo repitieron y lo usaron en lugar de mi nombre para referirse a mí. Notaba también como daban vistazos rápidos a mi escote, seguro pensaban que yo no lo notaba, pero eran muy obvios. Eliseo y Rodrigo cada vez se me acercaban más y sentí varias caricias suaves, de Eliseo en mi muslo izquierdo con su mano y de Rodrigo en mi pantorrilla con su pie. Primero yo pensaba que era roces incidentales, pero después de algunas ya no podían ser accidentes. En eso sentí la mano de Eliseo apretando mi muslo y me pregunto “Jaguarcita, donde esta tu baño” le indiqué que al fondo del mismo pasillo del comedor. Me quedé con Rodrigo haciendo trazos en los bocetos. Nos concentramos tanto en el trabajo que no me di cuenta cuando Eliseo se paró detrás de mi silla, sólo sentí sus manos gruesas y tibias en mis hombros. Me sorprendí un poco. “No te asustes jaguarcita salvaje” dijo Eliseo mientras comenzaba a masajear mis hombros con delicadeza, pero firmemente con sus fuertes manos. Rodrigo tomó mi mano derecha y también la comenzó a acariciar de manera suave pero electrizante. Sentí como Eliseo acercó su cabeza a la mía y dijo “Que rico hueles Angie y eso que estabas sudando mucho” yo me reí y le dije que en la primavera hace mucho calor y es normal. Eliseo se río un poco y me contestó “En primavera todas las gatitas están en celo. De seguro las jaguarcitas también.” Cuando dijo eso me hizo una caricia en mi cuello. La combinación de sus palabras, su voz y su caricia me hizo estremecer; sentí mariposas en el estómago. La sensación de relajación era muy profunda y poco a poco se iba sustituyendo por una de emoción y curiosidad. ¿Qué estaba pasando? ¿A dónde terminaría esto? ¿Era normal que me comenzara a sentir atraía hacia ellos dos al mismo tiempo cuando hasta hace unos momentos yo sólo los veía como mis amigos?
Eliseo continuó acariciando mi cuello con ambas manos mientras Rodrigo acariciaba mis antebrazos. Sin darme cuenta comencé a suspirar de relajación, pero Eliseo si lo notó y me pregunto “A ver Angie dinos ¿Cómo hacen las gatitas?” a lo que yo respondí suavemente “Miau, miau, miau” Ambos se rieron y Eliseo pregunto ahora “¿Cómo hacen las jaguarcitas?” a lo que yo respondí “Rrrrr rrrrr rrrr” luego Eliseo dijo “Muy bien Angie, muy bien. Ahora dinos tu sonido natural ¿Cómo hacen las putitas?” Cuando escuché eso, sentí una combinación de enojo con cariño y excitación. Me sentía llena de deseo, pero tenía que ponerle alto pues en ese momento me consideraba a mí misma una señorita de buena familia, traté de ponerme de pie para pedirle que se fueran pero Eliseo me tomó fuerte de los hombros y me mantuvo sentada. Después dijo “Tranquila Angie, yo sé que ya estás calientota. Fue refácil echarte a andar.” Le respondí que no era cierto y que quería que se fueran; aunque en realidad yo sabía que mi cuerpo hacía sentirme cada vez más dispuesta a entregarme. “¿Crees que no sé cuando una hembra ya esta puesta? Ya me imaginaba que tú eras de las que rápido se prestan.” Cuando dijo eso me sonrojé todavía más. ¿¡Cómo lo sabía?! Para ser honesta sí me prendía con facilidad, siempre he sido así. Siempre me enojo muy fácil como igual me exalto o me excito muy pronto, sobre todo si lo provoca un hombre con intenciones reales o si es uno de esos días donde estoy de ansiosa.
Entre mi desesperación por ponerle un alto a esa situación antes de que se saliera de mi control y mi combinación de enojo con excitación, grite: “¡Ya Eliseo, déjame levantarme!”. Sentía la cara y el cuerpo super calientes, al grado de que empezaba a sudar un poco. Les dije con voz firme que se fueran. Eliseo y Rodrigo se rieron de mí. Eliseo dijo: “Tu ya eres nuestra hermosa y jariosa Angie, a partir de ahora haremos contigo lo que queramos y tú nos obedecerás en todo”. Cada que decía algo yo me excitaba más y más. Ya sabía yo que me excitaba que me hablaran de esa forma, pero esa vez fue la primera que alguien me tenía a su disposición y conociendo mis puntos débiles, en el fondo yo sabía que no podría evitar lo que iba a pasar. No sé de donde agarré fuerzas, pero caminé rápido hacia la puerta, dispuesta a abrirla para exigirles que se fueran. Justo cuando di dos pasos sentí la mano de Eliseo acariciarme una pompi. Todavía recuerdo como se sintió, suave pero muy fuerte. Toda la piel se me puso chinita. Estaba furiosa pero al mismo tiempo más excitada. Al darme la vuelta para enfrentarlo, Eliseo me tomó de la cintura y me besó en los labios. Yo no hice nada más que cerrar los ojos. Sentía mi corazón latiendo a mil por hora y las mariposas en la panza más intensas que nunca. Cuando reaccioné, abrí los ojos y lo empujé. Le dije con voz de enojo que ya se tenían que ir. Me dispuse a reanudar mi camino hacia la puerta, pero al hacerlo sólo sentía la sensación de sus labios en mi boca y de su mano en mi pompi y mi cintura. A cada paso que daba la sensación crecía. Alcancé la perilla de la puerta y la abrí, con voz temblorosa les dije: “O-o-o-o se se van o le le le ma marco a mi pap pa papá” Cuando terminé de decir eso los dos se rieron y me miraron de pies a cabeza. Eliseo dijo esa frase que aún recuerdo vívidamente “Voy a contar hasta tres, si después del tres sigues ahí parada quiere decir que eres una dama y nos iremos. Si después del tres cierras la puerta y vienes a besarme, quiere decir que estas cachonda y a partir de ahora serás nuestra puta para lo que queramos. Uno, d…” No terminó de decir dos cuando yo azoté la puerta y corrí a besarlo.
Puse mis brazos alrededor de su cuello y llevé mis labios a su boca. Yo buscaba un beso tierno y despacio pero Eliseo casi de inmediato metió su lengua en boca. Una de sus manos acariciaba mi cuello y la otra apretaba fuertemente una de mis pompis. Mi excitación crecía aún más, decidí responder a su beso y nuestras dos lenguas se comenzaron a acariciar. Después me tomó de la cara con su fuerte mano derecha y me apretó las mejillas de forma que mis labios se fruncían como dando un beso. Se detuvo así un rato contemplando mi rostro. “Que chulada de vieja Angie, hasta que se nos va a hacer darte lo que te mereces” Me mantuvo así un rato hasta que me dijo “A partir de ahora eres nuestra, para lo que queramos, entendido?” Le dije que sí con voz leve. “Ya te haremos decirlo más convencida en un rato. De entrada tu ya no eres Angie, el nombre te lo ponemos nosotros a como nos de la gana” Le respondí que estaba bien. “Nada de esta bien, Si papi Eliseo a partir de ahora, entendido?!” Le respondí: Si papi Eliseo. Sentí unas palmaditas en las pompis, era Rodrigo quien me dijo “A mí me dirás Maestro, queda claro zorrita?” Le respondí: Si Rodrigo, ahora tu eres mi maestro. Me comenzó a besar intensamente, mordiendo mis labios y llenándome la boca de su sabor. Mientras nos besábamos yo sentía las manos de Eliseo por todo el cuerpo, en mis muslos, en mi abdomen, en mis pechos y en mi entrepierna. Me estaban convirtiendo en un objeto, es su juguete, en su zorra. Yo estaba encantada.
Eliseo metió su mano en mis pantalones, sentía sus dedos masajeando mi vulva de abajo hacia arriba, con uno de sus dedos presionaba la zona de mi clítoris. Rodrigo me seguía besando, con una de sus manos apretaba mis pompis y con la otra sujetaba mi cuello. “Esta puta esta que arde por una verga, esta empapada” Eliseo decía con voz burlona mientras seguía tocando mi parte más íntima como si fuera cualquier guarra. “Seguro la pendeja se corre con el truquito ese” dijo Rodrigo. Eliseo me comenzó a pellizcar fuertemente la zona de mi clítoris por encima de la tanga. “Te haremos adicta a esto” Mientras Eliseo me pellizcaba con su pulgar y su índice en mi entrepierna, Rodrigo me comenzó a apretar el cuello con ambas manos poco a poco, cada vez más. Estaba asustada pero cada vez más excitada hasta que mi vagina comenzó a palpitar, mi colita se abría y cerraba y sentí un fuerte calambre en todo el cuerpo, como electricidad. Había sido mi primer orgasmo.
“Me mojó la mano esta zorra” decía Eliseo mientras se burlaba. Yo todavía tenía una hermosa sensación en todo el cuerpo, lo veía todo en color de rosa. En ese momento sólo sentía cariño por ellos dos. Se me salió decirles que los quería de verdad. “Nosotros te queremos. Pero ver encuerada pendeja” Yo me reí y me empezaron a bajar el pantalón, me quitaron mis tacones, me sacaron el pantalón y me volvieron a poner los tacones morados. Luego me sacaron el top morado. Quedé sólo con la tanga y el brassiere de media copa de tela parecida a la piel de un leopardo, mis tacones altos morados y mi maquillaje igual morado. Eliseo se separó y se sentó en la sala, me comenzó a mirar de arriba abajo. Rodrigo me puso frente a él y me comenzó a besar de manera muy tierna y romántica. Nuestros labios se tallaban con mucha fuerza y de repente nuestras lenguas se tocaban, haciéndome sentir de nuevo excitada. Yo tenía ambos brazos sobre sus hombros, como una colegiala enamorada. Rodrigo tenía sus manos en mis pompas. Les daba ligeros apretoncitos y me las sobaba todas, de repente me las subía y las dejaba rebotar como sintiendo su peso. Después comenzó a darme palmaditas, sonaban como pequeños aplausos. A veces interrumpía el beso para decirme cosas como “Que nalgotas te cargas Angie” o “Con esa cara y esta cola puedes dejar de estudiar”. Yo sabía que me estaba faltando al respeto. Pero para mí esas palabras eran cumplidos y estaban encendiendo la llama de nuevo que se había calmado con el primer orgasmo. De repente me dejó de besar y me tomó del pelo. “Me encanta tu carita de zorra coqueta, estás hecha para el disfrute puta”. Yo sentía como si me dijeran los cumplidos mas bellos. Me estaba enamorando de dos hombres que sólo querían usar mi cuerpo para divertirse.
“Deja que mueva la cola esta gata” le dijo Eliseo a Rodrigo. Rodrigo me tomo de la mano y me puso en el ventanal. “Mueve esa colita jaguarcita” Me puse a bailar lo mas sexy que pude. Me sentía muy caliente. A esa hora la mayoría de las personas del fraccionamiento estaban en la escuela o el trabajo, pero seguro había algunos viejos o amas de casa. No me enteraría hasta después quienes me vieron. Ahí estaba yo, en tanga y brassiere, sólo con tacones, moviendo mi cuerpo como una zorra, enfrente de un ventanal abierto, siguiendo las órdenes y deseos de dos hombres que hasta hace una hora yo consideraba mis amigos, ahora ellos pensaban que yo estaba a su servicio.
“Un volado Rodrigo, si sale águila ara yo me la chingo hoy y tu otro día. Si sale cruz nos las chingamos los dos enfrente al ventanal.” Dijo Eliseo mientras sacaba una moneda, la arrojó al aire y salió águila. Ambos se rieron “Es mi funda por hoy, nos vemos mañana Rodrigo.” Rodrigo tomó sus cosas y se fue. Mientras Eliseo me tomó de la mano y me llevó a mi cuarto. “Ponte en cuatro Angie y para esa cola” Yo en ese momento no tenía uso de razón. Lo obedecí sin más. Subí a mi cama y me puse sobre mis rodillas y mis manos, elevando mis pompis lo más que podía. Mi espalda se curvaba. Escuché como Eliseo se desabrochó el pantalón, sentí su peso sobre la cama y sus dos manos grandes y tibias sobre mi trasero. Sentía algo muy caliente rozando mis pompis, estaba segura de que era su miembro. Me la metió sin más. Al principio suave, poco a poco fue subiendo la intensidad. Al principio yo me aguantaba mis pujidos pero a medida que seguía metiendo y sacando, yo sentía cada vez más palpitaciones y me excitaba más y más. Sólo recuerdo que fue delicioso y que tuve un par de orgasmos más. Cuando terminó, prendió un cigarro y no se fue hasta que lo terminó y apagó la colilla en uno de mis glúteos. Me dolió mucho pero aun estaba agotada, empapada en sudor y completamente enamorada de Eliseo.