Comienzo describiéndome. Me llamo Angélica, la mayoría me conoce como Angie, aunque no me molesta que me pongan apodos o sobrenombres. Soy morena clara, casi blanca. Ojos grandes café obscuro, pestañas largas, cejas pobladas, labios gruesos y cabello castaño obscuro. Desde la secundaria soy muy caderona y con el tiempo mis pompis han ido creciendo más y más al igual que mis pechos. Es algo común en las mujeres de la familia de mi mamá, las pompis y los pechos no les dejan de crecer hasta los cuarenta y es peor si tienen hijos. Somos de un pueblo en provincia, bien conocidas allá y muy buscadas como esposas también porque somos de carácter alegre y dócil. Incluso en el pueblo tenemos un apodo, en un orgullo para cualquier hombre conseguir casarse con una “Potranca Montiel” o “Yegua Montiel”.
Por lo anterior, desde chica me enseñaron a hacer la limpieza y a cocinar, a obedecer a los hombres de mi familia. Mis papás dicen que me debo fijar sólo en los hombres más destacados, de dinero y buena familia. Todas mis primas se han casado antes de los 25 y mis papás no esperan otra cosa de mí. De acuerdo con mis papás me debo casar con alguien que tenga terrenos y camionetas o que sea un abogado o médico respetado.
Por lo anterior ellos piensan que la mejor forma de conseguirme un buen marido es que vaya a la universidad y ahí conozca alguien de acuerdo con sus expectativas. Sobre todo, porque así me casaría con alguien de edad similar a mí y no con un viejo adinerado como varias de mis primas. Fue un orgullo para mi familia cuando logré quedar en la que de acuerdo con ellos es la mejor universidad del país, que se ubica al sur de la capital. Mi papá sin embargo trabajaba en Ecatepec y ahí vivíamos con él mi mamá y yo. Cuando entré a la universidad los traslados se convirtieron en una pérdida de tiempo. Dos horas para llegar al sur de la ciudad que es donde está el mega campus.
Lo que pasa en este relato me sucedió apeNas 5 meses después de ingresar a la universidad. Mi prima Ximena ya rentaba un departamento cerca del campus universitario, a 5 minutos. Pero a mis padres les parecía mala idea que dos señoritas vivieran solas. Al final aceptaron pues los traslados eran terribles y la universidad valía mucho la pena al ser de las mejores del país y de bajo costo.
En el relato anterior describí lo que ocurrió con mis amigos de la universidad, en este relato describo lo que pasó justo después del primero.
Después de unos minutos de que Eliseo se había ido, me levanté de la cama, yo estaba aún desnuda y sentía bastante calor. Eran ya las 3:30 de la tarde, estaba sudando pero por algún motivo me sentía muy contenta, como si estuviera satisfecha con la vida que estaba viviendo. Salí de mi cuarto, descalza y desnuda. Ese viernes mi prima saldría de fiesta después de la universidad por lo que no temía encontrármela en el departamento hasta la madrugada del sábado. En la sala todo parecía muy tranquilo, si no fuera por mis prendas que yacían en el piso y por los vasos a medio tomar de la mesa, se podría decir que ahí no pasó nada. Acomodé todo para que no hubiera rastro y me dirigí al cuarto de lavado con mi ropa sucia y la ropa que había tomado prestada de mi prima, el calor no disminuía.
Dentro del cuarto de lavado había una pila de ropa muy grande, era lo que mi prima había acumulado sin lavar. Por curiosidad decidí separarla un poco. La mayoría era ropa común de una universitaria: playeras, pantalones, pantaletas y brassieres comunes y corrientes. Pero a medida que removía la pila de ropa sucia comenzaba a notar otro tipo de prendas; vestiditos de lycra o de telas muy delgadas como algodón, brassieres de media copa, tangas de encaje y algunas pendas íntimas de diamantina. En ese momento toda esa ropa me pareció muy bonita y en particular llamó la atención una pequeña tanga de encaje que hacía juego con un brassiere de encaje divino, eran de marca Lise Charmel, una marca poco común y muy fina. La tela era muy suave y brillante casi satinada. Eran de color vino o rojo obscuro, pero brillaban con la luz como si fueran de seda u otra tela resplandeciente. El encaje tenía unas bellas flores y tenía algunas pequeñas transparencias. No sé porque, pero decidí tomar ambas prendas, la tanga y el brassiere y ponerlos junto con mi ropa en la lavadora. Todo tardaría un poco en lavarse y secarse por lo que decidí bañarme para quitarme el calor y relajarme un poco.
Siempre he estado muy acostumbrada a bañarme con agua caliente, adoro cuando el vapor llena la habitación y la sensación de poder estar desnuda y cómoda en un espacio que es sólo mío. Pero esta vez el baño se sintió diferente. Cuando el agua caliente tocó mi piel, de inmediato recordé las manos de Rodrigo pero sobre todo las de Eliseo, acariciando, recorriendo y apretando mi cuerpo. Cuando me estaba enjabonando mis pechos y mis pompis pensaba en ellos y en el descaro con el que me disfrutaban, me excité muy pronto. Jamás me había tocado con tanto placer pero no pude llegar al orgasmo pues también me sentí sola, sin nadie ahí para hacer de mí lo que le dicte su deseo.
Me sequé y salí desnuda rumbo al cuarto de lavado. Tomé toda la ropa que había lavado y la llevé a mi cuarto. Aunque se sentía seca me gusta estirarla antes de guardarla o plancharla. Había olvidado el conjunto de ropa íntima que había tomado de la ropa de mi prima. Me encantó, lo acaricié y lo llevé a mi rostro, era muy muy suave. Lo estiré de igual forma. Aún hacía calor y el baño en lugar de relajarme me dio mas ansiedad e inquietud. Me acosté para tomar una siesta, quizá eso me tranquilizaría. A los pocos minutos de tener los ojos cerrados, de nuevo recordaba a Eliseo, pero esta vez era más potente. Recordaba como se sentía su miembro dentro de mí, su fuerte respiración y sus manos calientes y fuertes sobre mi trasero. Era inútil, me sentía muy caliente y no podría dormir. Tenía algunas cosas que comprar en el supermercado por lo que decidí que iría a la plaza comercial, quizá eso despejaría mi mente.
No sabía que ponerme, hacía mucho calor. Mi primera idea era usar unos jeans y una camiseta. Pero me distraje con la tanga y brassiere color vino, decidí probármelos y luego los dejaría en el cuarto de mi prima. La tanga era muy elástica subió con facilidad y se acopló perfectamente a mi cuerpo, la sensación cuando el elástico entró entre mis glúteos fue muy suave y cómoda. Mi entrepierna también se sentía muy bien. Me vi en el espejo, era una tanga muy pequeña pero muy bonita, el color vino tinto hacía resaltar mi piel clara, pero por el tamaño de la prenda mis glúteos y muslos se veían todavía más grandes. Noté la herida que Eliseo me había dejado en una pompi cuando apagó su cigarro, no me dolía mucho, pero se veía rojo obscuro, me puse algo de crema. Después me coloqué el brassiere. También estaba hecho de elástico de muy buena calidad y su apariencia era muy linda, lo que me sorprendió era el tipo de brassiere que era. Era de esos brassiere de media copa que levantan y aprietan los pechos de forma que hace que resalten y se junten, dejando nada de espacio entre los dos. Mis pechos se veían todavía más grandes de lo que eran y muy apretados y abultados. Me dio algo de risa al principio. Recordé como algunas mujeres guardan cosas entre sus pechos y me dio algo de risa. Por algún motivo se me vino a la mente otra prenda de la pila de ropa sucia de mi prima. Fui al cuarto de lavado, la tomé y regresé.
Era un vestido rosa pastel, hecho de lycra satinada. En apariencia era muy muy pequeño, pero estiraba mucho. No olía mal, sólo me pareció percibir el perfume que siempre usa mi prima. Me lo puse con algo de dificultad, pero al final lo logré acomodar. Mi trasero lucía enorme y era muy notorio que traía debajo una tanga muy pequeña pues el vestido se pegaba a mi cuerpo, delatando el detalle en vez de cubrirlo. También mis muslos lucían muy anchos y no alcanzaba a cubrir mucho de ellos. Si no tenía cuidado y me agachaba o después de algunos pasos, el vestido se me podría subir y dejar ver mi entrepierna con la tanga color vino o la parte baja de mis pompis. Pero al estirar el vestido hacia abajo mis pechos se descubrían más y el brassiere de encaje se asomaba. “Así se deben vestir las niñas más lindas en la ciudad” pensé inocentemente. Me puse mis tacones altos morados para complementar el conjunto, eso hizo que mis pompis se elevaran y resaltaran un poco más. Olvidé por completo que iba ir a la tienda y decidí peinarme y maquillarme de acuerdo con el atuendo. Me puse un brillo de labios rosa fosforescente y una sombra de ojos morado obscuro con diamantina. Me enchiné las pestañas y me las llené de mascara negra para que resaltaran aún más. Me miré al espejo y me encantó mi apariencia.
Me acerqué al espejo y me di un beso a mi misma dejando la marca de mis labios en el espejo. “Jamás habías tenido una mujer como yo Eliseo” dije en voz alta, después de un momento me pareció algo muy extraño que yo dijera eso. Lo ignoré y recordé que iría a la tienda. Sin darme cuenta ya eran las 5 de la tarde, pero el calor no bajaba, si me cambiaba de ropa me tardaría todavía más y al salir del super sería incluso de noche. Decidí ir vestida así, por el calor que hacía de seguro no sería la única con ropa fresca. Me puse desodorante y muchísimo perfume para ocultar el olor del perfume de mi prima. Me decidí a irme caminando pues la plaza comercial está prácticamente enfrente del fraccionamiento, sólo hay que caminar unos metros y subir y bajar un puente peatonal. De regreso tomaría un taxi con las cosas que compré y le pediría ayuda al taxista para subir las bolsas a cambio de una propina.
Salí del edificio y me dirigí caminando al acceso del fraccionamiento, haciendo el notorio sonido que hacen los tacones altos al caminar y estirando el vestido hacia abajo después de unos cuantos pasos para evitar que se me subiera de más. A medio camino me encontré a mi vecino de arriba, es divorciado y tiene como 40 años, casi 50. Carlos, mi vecino, estaba llegando de su trabajo y acaba de estacionar su coche. “Vecinita Angie, gusto en verla, la caché camino a la fiesta” lo saludé y le dije que regresaría pronto. “Cómo? No me diga que una mujercita tan linda estará sola en viernes, si no te sale plan te invito a ver películas” Le agradecí y seguí caminando.
Después de unos pasos sentí una mirada sobre mí, tomé la parte baja de mi vestido y lo estiré hacia abajo para taparme lo más posible, giré mi cabeza y vi a mi vecino mirando mis pompis. Después de unos segundos de mirar descaradamente mi trasero, Carlos mi vecino alzó la mirada y me gritó “Nos vemos chula, ojalá podamos disfrutar esta noche” Le sonreí algo nerviosa y seguí caminando, sentí la mirada todavía después de unos pasos. Cuando llegué a la caseta de acceso miré hacia atrás y ya no estaba Carlos. Saludé a mi amigo Fernando el vigilante y le dije que ahorita regresaba. Fernando me chifló y me miró de pies a cabeza. “A donde vas toda rabona Angie” me dijo, le comenté que sólo a la plaza. “Si fueras mi novia no te dejaría salir así, ya verás que cuando me case contigo te pongo en cintura y te portas bien” Sabía que lo decía de broma, pero si noté algo de celos en su voz, ahora que me acuerdo de él creo que estaba enamorado de mí. Noté que tenía algunas botellas de cerveza en una bolsa, algunas ya vacías. Le dije que tuviera cuidado que no lo vayan a descubrir. “Ya es viernes y siempre tomamos los vigilantes aquí” Me dijo con voz nerviosa y se notaba preocupado de que lo descubriera, le dije que no le iba a decir a nadie.
Me comentó que su turno terminaba en un par de horas y seguiría tomando después con sus amigos en las áreas verdes del conjunto de edificios. Le dije que quizá nos veríamos cuando yo regresara del supermercado. Como lo consideraba mi amigo decidí despedirme de él de beso y abrazo. Le dejé un besote marcado en su mejilla y lo abracé fuerte, empujando mis senos contra su pecho. “Que rico hueles Angie” me dijo cuando nos dejamos de abrazar, le sonreí y le troné mis labios a manera de enviarle otro beso. Me fui caminando. También sentí la mirada de Fernando sobre mis pompis, pero decidí no voltear y seguir caminando, ahora sobre la banqueta de la avenida Insurgentes en la que está el fraccionamiento de edificios habitacionales, crucé el puente peatonal y seguí caminando hacia la plaza.
Mientras caminaba tranquila recordé a Eliseo y a Rodrigo, recordé todo lo que me hicieron y me dijeron, sentí bonito. También pensé que todo eso lo habían hecho por el momento, que de verdad no lo decían en serio, sólo estaban muy excitados. Pensé que de seguro la próxima vez que nos veríamos sería normal, nos reiríamos de lo ocurrido y seguiríamos siendo amigos. En ese momento sentí mucha satisfacción y libertad mientras caminaba. Una brisa fresa entraba por abajo del vestido y me refrescaba también el pecho y mi cuello. Todo estaba regresando a la normalidad y yo volvía a ser el orgullo de mis padres, la señorita Angélica Vera Montiel en camino a convertirse en la respetada esposa de algún joven con futuro prometedor. Seguí caminando mientras me empecé a imaginar mi boda, donde sería y como sería mi vestido blanco. ¿Sería en la playa? ¿Sería en una iglesia colonial? ¿Sería en un elegante jardín?… En ese momento me sorprendió el claxon de un coche…
Era un taxi, del tipo zuru que le llaman. El coche estaba algo maltratado, con muchos rayones y algunas abolladuras. Tenía música de salsa muy fuerte, se orilló en la avenida para acercarse a mi mientras yo seguía caminando. Noté como apagó su radio y luego me gritó con voz grave y profunda “¡Nalgona! ¡Nalgona espérate! ¡Quiero servicio!” Fingí no escuchar y seguí caminando un poco más rápido. La banqueta estaba sola, pero en la avenida pasaban muchos autos muy rápido, me faltaban aún como 200 metros para llegar al estacionamiento de la plaza “¡No te hagas la pendeja pinche marrana! ¡Te digo que quiero que me atiendas, traigo lana!” Eso último que me gritó me hizo enojar y me detuve, me agaché para verlo a la cara a través de su ventanilla de copiloto que tenía completamente abierta y le dije “Se está confundiendo señor, por favor váyase”. Primero me vio a los ojos, luego mi escote el cual cubrí enseguida con mis manos. “¡Ay mamacita estas bien chichonzota!” Hice cara de enojada y le grité que se fuera, pero el me respondió: “Jajaja y también tu carita de puta mamadora, estás bien pinche guapa aparte de ponedora. ¿Entonces no me vas a decir cuánto, cuando te la meta ni me vas a querer cobrar?” Le grité que no y seguí caminando rápido. Oía como me seguía a marcha lenta, entré a la plaza y vi como siguió avanzando. Era un hombre mayor, tenía la cara muy maltratada, muchas arrugas, el pelo algo canoso y entradas muy grandes sin cabello. Sin barba, muy moreno, nariz grande y aguileña. Tenía las cejas pobladas y el ceño fruncido. Se veía fornido y de manos grandes y venosas.
Estuve paseando por las tiendas de la plaza para tranquilizarme, no me sentía enojada ni asustada. Sentía curiosidad de por qué me empezó a gritar todo eso. Sólo me indigné un poco cuando me comenzó a insultar, yo era una dama, una señorita que se merecía todo el respeto. Aun así, mi encuentro con él no me pareció del todo desagradable y me preguntaba si me lo volvería a encontrar.
Seguí paseando, entrando y saliendo de tiendas sin comprar nada. Me compré un cono de helado de vainilla y me dirigí de manera inconsciente a una tienda de ropa de caballero. La tienda era muy grande y, pero sólo había un empleado, le pregunté amablemente si podía entrar con mi helado y me dijo que sí. Me pregunto si me podía ayudar con algo y le dije que sólo quería ver. “Con esos ojos hermoso mire lo que usted quiera señorita” Me sonrojé un poco y le sonreí, yo creo que agarró confianza porque estábamos solos. Seguí mirando la ropa de caballero mientras con la otra mano comía mi helado, sentía una mirada sobre mí. Volteaba y descubría al empleado viéndome, a veces mi cuerpo, a veces mi cara. Yo no le daba mayor importancia, sólo le hacía miraditas mientras seguía lamiendo mi helado lentamente. Todo ese intercambio me empezó a calentar. Me hizo un poco la plática sobre temas superficiales. Pero yo ya me estaba excitando y empecé a pensar en Eliseo. Se me ocurrió comprarle algo de regalo. Vi un chaleco azul que de seguro le gustaría, pero no había talla extragrande.
Le pregunté al empleado si me podía ayudar a buscar la talla. Me pregunto si era para mi novio y le respondí que sí. Imaginarme a Eliseo como mi novio me excitó otro poquito más. El empleado de la tienda dijo que de seguro si había talla extragrande en la bodega, pero la bodega estaba en otro local de la plaza y al ser el único empleado, no podía dejar sola la tienda. Le rogué con mi mirada más tierna, lo tomé del brazo y presioné un poco mis pechos contra su brazo mientras le rogaba. Al final aceptó con voz nerviosa y me pidió que cuidara la tienda porque si no podría perder su empleo y que quizá se tardaría bastante pues la bodega es grande y esta desordenada. Le guiñé el ojo y le dije que no pasaba nada. “Me siento como toda una señora respetada, comprando ropa para mi hombre” pensé mientras seguía viendo las camisas y corbatas y me imaginaba a Eliseo usándolas.
Al poco rato me percaté que aún me sentía observada, como si el empleado no se hubiera ido o como si la persona que me estuvo observando todo este tiempo no fuera el empleado. “Vi como el empleado salió de la tienda” pensé mientras poco a poco levantaba la mirada para buscar a alguien más. Demasiado tarde. Sentí una palmada fuerte en mi pompi izquierda “¡Clap!” fue el sonido que hizo mi pompi al recibir la palmada mientras sentía como temblaba. Después de eso sentí cómo me sobaba la misma mejilla de mi trasero mientras la apretaba fuertemente también, yo estaba paralizada por la sorpresa. No dije ni hice nada hasta oír su voz. “Me hiciste bajar de mi taxi y buscarte putita, cogidota que te acabas de ganar pinche nalga mamona” Era la misma voz grave y profunda del hombre del taxi. Su mano se sentía fuerte y grande y podía percibir un fuerte olor a sudor, como si no se hubiera bañado en días. No sé porque no me asusté más, al contrario, me tranquilicé al saber quien era. Le dije sin voltear a mirarlo: “Señor por favor se confunde, yo soy una señorita que estudia en la universidad, no me dedico a lo que me pide” mientras le decía esto trataba de quitarle su mano de mi pompi, en cuanto lo lograba la volvía a colocar en el mismo sitio. “Cierra el hocico puta, que la boca la tienes para chuparme el palo. Ahora te voy a llevar de la nalga a mi taxi y te portas bien marrana”. Lo escuché muy decidido y de algún modo sentía el impulso de obedecerlo, me estaba calentando pero al mismo tiempo quería salir corriendo.
Cuando iba a dar un paso hacia adelante me tomó por el brazo y me retuvo en mi lugar. “Ya estoy enojado contigo tetona, ponte más pendeja y vas a ver” cuando me dijo eso giré mi cabeza para tratar de verlo a los ojos, ya no tenía su mano en mi pompi, me estaba mirando el cuerpo de arriba abajo, de repente olfateaba mi cuello y me pelo, seguía sujetando mi brazo fuertemente con su mano, apretándolo con mucha fuerza, me miró a los ojos y me dijo “Ora si te vas a portar bien guapa, se ve que te cotizas pero por portarte como pendeja ora yo decido la tarifa; dependiendo como me atiendas va a ser tu propina” Yo ya no quería decirle nada más para no hacerlo enojar peor, el forcejeo me estaba calentando un poco, su fuerte olor a sudor también. Me dio la vuelta y quedé de frente a él, puso sus manos en mi cuello y lo empezó a acariciar, mientras me miraba a los ojos me dijo “Con esa jeta de zorra coqueta y esas nalgotas seguro el que te ve te pide precio”. No se por que eso que me dijo que gusto y fue perfecto por que enseguida me comenzó a besar, de inmediato introdujo su lengua, sus labios se sentían muy mojados y su lengua alcanzaba a tocar la mía, primero hice mi lengua hacia atrás, pero a medida que me besaba, saboreaba su aliento a cerveza y a comida, sentía sus manos rasposas en mi cuello yo me excitaba más y más. Terminé lambiendo su lengua también, saboreando y boca, disfrutando el beso, dejando que chupara mis labios fruncidos, llenando mi boca con su saliva. Con ese beso tan vulgar le estaba dando el mensaje de que si sería su puta para lo que el quisiera. Mi intención no era la de darle ningún mensaje, pero en definitiva estaba yo disfrutando el momento.
No sé cuánto tiempo nos estuvimos besando dentro de la tienda, ni me di cuenta cuando tiré mi helado al piso. El seguía disfrutando mis labios, muchas veces ya me había tenido que pasar el exceso de saliva con sabor a su boca. Él tenía sus manos en mi cuello todavía y yo tenía mis manos en sus brazos, dándole pequeñas caricias con mis dedos, tenía los brazos fuertes y velludos. “¿Todo bien señorita?” escuché la voz del vendedor encargado de la tienda, tenía en sus manos el chaleco que le había pedido para Eliseo. El taxista me dejó de besar y los dos volteamos a mirar al vendedor. Yo estaba asustada, no quería que nada malo le pasara a nadie, titubeando le dije sí que todo estaba bien, que el señor era mi novio. yo ya estaba muy caliente después de ese beso, me costaba trabajo pensar claro. En ese momento sentí una fuerte nalgada del taxista “CLAP!” sonó en toda la tienda, dejando mi cachete derecho temblando y ardiendo por la palmada. Me lleve mi mano derecha a mi trasero para sobarme el dolor. El taxista me tomó por la mandíbula, apretando mis mejillas. “A parte de grosera y gata, mentirosa.” Me dijo el taxista mientras me miraba a los ojos y apretaba aún más mi rostro. Después se dirigió al encargado de la tienda y le dijo: “Esta vulgar mujerzuela te mintió, no es mi novia, es una prostituta que me debe un servicio”. No podía creer lo que estaba escuchando, me sentía super avergonzada y al mismo tiempo sentía deseo por el hombre que me acababa de humillar enfrente de otro desconocido. “Como compensación por quitarle el tiempo y mentirle, esta putita le ofrece un servicio, usted sólo le pagará la propina dependiendo de que tan bien se porte con usted ¿En que día le parece bien que venga a cumplirle?” Yo seguía de frente al taxista, tenía mis ojos cerrados, como queriendo imaginar que esto no estaba pasando.
Salí a comprar unas cosas, pero terminé en esta vergonzosa situación. Con voz dudosa el empleado de la tienda dijo “El jueves salgo a las 6 de la tarde, que a esa hora me espere y nos vamos juntos”. El taxista acercó su boca a mi oído y me dijo. “Pídele disculpas al señor, dile a que te dedicas y prométele que el jueves a las seis estarás aquí para tratarlo como se merece.” Esperé unos segundos con los ojos cerrados para agarrar fuerza, me di la vuelta y justo cuando iba a comenzar a hablar, el taxista me interrumpió. “No pendeja, te disculpas bien, ve con el señor” Le dije que si y caminé hasta donde estaba el encargado de la tienda. Comencé a hablarle con voz titubeante: “U-una una disculpa señor”.
El encargado me tomó por la cadera y me acercó a él de un jalón al grado que mi cuerpo quedó pegado al suyo. Yo continué hablando “U-una dis-disculpa señor, no fue mi intención mentirle ni hacerle perder el tiempo.” El encargado de la tienda en ese momento me dio un beso en la boca y me dijo “continúa pequeña ramera”. Le seguí diciendo: “Una disculpa por mentirle, soy prostituta y estaré encantada de servirle como usted se merece el jueves a las 6:00 de la tarde” El encargado me lambió el cuello y me dio la vuelta, me dio una fuerte nalgada y me dijo “Aquí te veo ramera, pobre de ti donde no llegues, vete a trabajar” Los dos se rieron un rato, caminé hacia el taxista y el puso su mano en mi trasero, apretándolo un poco “Dile adiós al señor.” Con la mano me despedí del encargado de la tienda y caminé junto al taxista hacia la salida, mientras caminábamos el taxista seguía apretando mi pompi con su mano izquierda.
Caminamos de la misma manera hacia la salida de plaza. Muchos se nos quedaban viendo, me miraban a mi y luego lo miraban a él. En la salida de la plaza hay un local de dulces, el taxista compro dos barras grandes de chocolate y seguimos caminado. Cruzamos el estacionamiento hasta llegar a su taxi, el mismo Tsuru en malas condiciones. Me detuvo y me empujó contra su vehículo, me comenzó a besar y a acariciar mis piernas, poco a poco subía sus manos, pero junto con ellas levantaba el vestido color rosa pastel de lycra satinada. Yo trataba de impedir que subiera mi vestido, pero el era muy fuerte. Mientras el trataba de sacarme el vestido, también me besaba de manera salvaje, nuestros labios se empujaban, a veces nuestras lenguas se encontraban y a veces mordía mi labio inferior.
Ya el vestido iba casi a la altura de mi entrepierna, seguro de repente se podía ver mi tanga, yo jalaba el vestido hacia abajo y él hacia arriba. Yo tenía mis piernas cruzadas, muy juntas, estaba escurriendo algunas gotitas por la excitación. “Ya puta, o te encueras o te rompo el vestido y te regresas en fondos a tu casa” Lo dijo algo enojado. Levanté mis brazos y terminó de sacar mi vestido. Quedé sólo con mis tacones morados y el conjunto de tanga y brassiere de encaje color rojo oscuro. “Mira nomás que elegante disfraz de puta traes puesto, te ves riquísima condenada piruja” Me dijo mientras me veía de arriba abajo. “Hasta pareces puta fina y hueles bien rico” Me dio la vuelta y me tomó por el abdomen, pegándome a su cuerpo, mi trasero quedó pegado a su miembro. Podía sentirlo ya parado. “Que bien se sienten tus nalgotas” Me decía mientras me arrimaba su miembro, me daba pequeños empujones.
Seguíamos en el estacionamiento. No había muchos coches, el sol estaba fuerte, aunque yo ya no tenía tanto calor por estar semidesnuda, aunque estaba sudando por la excitación. Con sus manos apretó mi vientre, pellizcándome el pellejo. Me pregunto mi nombre, después de dudarlo un poco le dije que me llamaba Angie, a lo que el me respondió “Pues bien desde ahora serás Angie la puerca tetona, ¿entendido? Dime tu nombre” Le respondí: Me llamo Angie la puerca tetona. “Muy bien pendeja, me voy a dar una vuelta, me vas a esperar aquí y me vas a ofrecer tus servicios como se debe.” Le dije que si, ya estaba completamente resignada a obedecerle, no se si por temor o por deseo o por una mezcla de ambas. Me soltó y subió a su taxi, arrancó y se fue. Me quedé sola, en ropa interior y tacones en un estacionamiento público a plena luz del día.
Sentía aún su aroma a sudor sobre mi cuerpo y el sabor de su boca en mis labios. Me cubría como podía el cuerpo con mis manos y brazos. Vi como el taxi se alejaba más y más. Después de unos minutos dio la vuelta y comenzó a regresar hacia donde yo estaba. Mientras se acercaba reflexioné un poco. En definitiva, el tipo del taxi pensaba que yo era una prostituta, esta situación no se acabaría hasta que no saciara su deseo por mi y mi cuerpo; por el otro lado yo había disfrutado hasta el momento la experiencia con él, aunque estaba asustada. Lo único que me hacía rechazar esta situación era lo ofendida que me sentía, yo me consideraba una señorita de buena familia, una estudiante universitaria con un brillante futuro; ¿Cómo se atrevía este don nadie maleducado a tratarme como a una cualquiera? Tenía que tomar una decisión, la primera opción era salir corriendo a buscar ayuda con los policías de la plaza y luego le tendría que explicar a mis padres lo sucedido, seguro me harían volver a vivir a su casa y se terminaría esta locura, regresaría a ser una señorita hogareña o la segunda opción esperar al taxista, subirme a su auto y cumplirle sus deseos. Lo que sea que decidiera lo tenía que hacer en serio, ya no podía dudar.
Decidí ir por los policías, enfrentar a mis padres y ser una señorita decente y responsable. Sin embargo, cuando di los primeros pasos me di cuenta que me estaba observando un policía de la plaza comercial. Pero su mirada no era de preocupación, ni siquiera de curiosidad, era de deseo, no me estaba mirando a la cara, veía mis muslos, mi entrepierna, mis pechos. Su mirada me puso la piel de gallina, pero al mismo tiempo me hizo sentir deseada y a mi mente regresó Eliseo, Rodrigo y el taxista. Perdí la cabeza en ese momento, la sangre me hervía. Reanudé mi camino, pero en otra dirección, de espalda al policía, contoneando mi colita, a un lado, luego al otro. Llegué al punto por donde sabía que pasaría el taxista y me di media vuelta.
El policía seguía ahí, de pie, disfrutando el espectáculo. Había unos 100 metros entre él y yo, se escuchaba que el taxi se acercaba poco a poco. Vi al policía a los ojos, le sonreí. El policía apuntó con su dedo hacía arriba, señaló una cámara, gritó “¡Todo se está grabando niña!” En ese momento no me importó, le guiñé el ojo al policía y le mandé un beso al aire. El policía sonrió. Puse mis manos sobre un auto estacionado y levanté lo mas que pude mi trasero. Lo empecé a sacudir de lado a lado, sentía el sol sobre mis glúteos lo que hacía arder los lugares donde había recibido las nalgadas de ese día. Después de un rato corto el taxi llego y toco el claxon. “¿¡Hermosa cuanto cobras por ese par de cachetotes?!” Mi colita estaba hacia donde llegó el taxi, volteé la mirada, me puse de pie completamente y caminé hacia el taxi.
Tenía la venta del copiloto abajo. Me incliné sobre la puerta del copiloto, ahora mi colita estaba hacia el policía y estaba segura de que me la estaba viendo. Asomé mi cabeza al interior del auto, dejando que mis senos se inclinaran, le sonreí al taxista y lo miré con los párpados relajados, le dije “Hola guapo” el me respondió: “Pufff con esa cara de coqueta mamadora y esas tetas gordas no me vayas a querer cobrar tan caro” me dijo el taxista, fingiendo que apenas nos estábamos conociendo. Yo estaba contoneando mi colita para deleite del policía. Me reí un poco de lo que me dijo el taxista y le sonreí, le dije con voz tierna y amable “Soy Angie, la puerca tetona. Me dedico a prostituirme, por unos cuantos pesos te trato como si fueras mi novio de mucho tiempo. Pero a usted por guapo sólo le cobraré la propina, usted decide si cuando me merezco cuando terminemos.” Le dio algo de risa oír eso pero ya estaba también muy excitado, se le notaba una gran erección en su pantalón. Me dijo “¿Segura que no quieres cobrar más? Te voy a tratar bastante duro” le respondí “Si, soy toda de usted, usted es el jefe”. “Súbete cochina” me dijo, abrí la puerta y me senté del lado del copiloto.
En cuanto cerré la puerta el taxista se inclinó hacia mí y me comenzó a besar, metió su mano izquierda entre mis piernas. Por encima de la tanga de encaje me estaba sobando la vulva, eso me excitó muchísimo, sentía fuertes contracciones en mi vagina, por lo mismo mi colita se movía de un lado a otro y mientras lo besaba yo gimoteaba como una completa tonta. Después de un rato mi corazón se comenzó a acelerar, empecé a sudar mucho y sentía que estaba respirando más rápido. Inconscientemente tenía las piernas tan abiertas como me lo permitía el asiento del copiloto. El taxista seguía sobando con gran velocidad y sin ningún respeto o ternura mi entrepierna.
De repente me dejó de besar y sólo se dedicó a seguirme sobando la entrepierna y a verme a la cara. Yo estaba jadeando como un animal exaltado “ah ahh ahhh”. Yo tenía la boca abierta y los ojos entrecerrados mirando sus ojos. El tenía una mirada maliciosa y confiada, algo burlona. Me dijo “Mírate, primero tan cotizada y ahora tan jariosa, con las patas todas abiertas, maldita guarra.” Me seguía sobando la entrepierna mientras miraba mi cara con su expresión burlona. Cada vez la presión dentro de mi cuerpo subía más y más. Mis jadeos cada vez eran más rápidos. Estaba escurriendo saliva por mi boca. “Me encanta tu carita de putita y más ahora que estás bramando. Repite que eres una prostituta barata” me ordenó y le hice caso. Entre mis gimoteos yo decía “Soy una prostituta barata” y otra vez “Soy una prostituta barata” y lo seguí repitiendo como pude hasta que mi cuerpo no pudo más y disparó un fuerte orgasmo, se sintió como un espasmo en mi entre pierna que subía como choques eléctricos hasta mi cabeza.
Tuve el impulso de decirle “Te amo por favor métemela hazme mujer, te amo.” A lo que el me respondió con un manotazo en la cara. “Calmada guarra, ahorita te la encajo” me dijo. No me dolió en ese momento el manotazo por que estaba completamente llena de placer y de sentimientos de amor. De repente sentí una intensa relajación, y la cabeza la sentía entre nubes rosas, me recargué en el asiento y el taxista arrancó. Ni siquiera presté atención a donde íbamos ni me di cuenta cuando salimos del estacionamiento ni por cuanto tiempo condujo, de repente ponía su mano derecha sobre mi muslo izquierdo y me lo sobaba, me decía que ya pronto llegaríamos.
Sentí que el taxi se detenía y escuché algunos silbidos. Mi mente ya se había aclarado un poco, me incorporé sobre el asiento y vi a un joven dándole señas al taxi. Nos estaba indicando que nos metiéramos a un callejón. El joven estaba mal vestido y la ropa la tenía muy sucia, tenía un trapo rojo en su mano que sacudía en círculos, el taxi se acerco lentamente al joven y comenzaron a intercambiar palabras:
Joven: Quiobo don Herme ya es la hora del antojo? A cual se trajo ahora?
Taxista: Una culona que encontré puteando en insurgentes.
Joven: Uuuy a esa nunca la había traído, está bien chula. Otro día me la presta, como ve?
Taxista: Ya veremos. Esta libre?
Joven: Si don, no hay nadie en el callejón y hoy no vinieron a trabajar los del taller, diviértase y yo le aviso si alguien viene. Adiós chula, pórtate bien.
El taxi avanzó hasta lo más profundo del callejón, estaba entre una barda y un edificio alto que parecía una fábrica. Topó con un muro, era un callejón sin salida. Había basureros a ambos lados, no sabía donde estábamos. Pero si sabía por que estábamos ahí. “Ahora si mi tetona, te voy a dar una cogidona” Me acerqué a él y le di un besito de labios a labios. “Si jefecito, lo que a usted se le antoje” me respondió “Se me antoja que bajes esas tremendas nalgotas de mi taxi” le obedecí y esperé afuera del taxi, vi como se movió al lugar del copiloto. “Ahora si niña, montese de cara a mí.” Pasé mi pierna derecha primero y me monté en él quedando de frente a él. Puso sus manos sobre mis muslos. Movía sus manos de arriba abajo, recorriendo todos mis muslos. Me miraba mi rostro y mis senos, yo lo miraba a los ojos.
Ahí estaba yo, en lencería y tacones, montada en un hombre desconocido de casi 50 años. “Con esa cara y ese cuerpo sólo te quedaba trabajar de puta, abre la boca.” Le hice caso y escupió un gargajo dentro. “¿Te gusto tu premio puta?” le dije “si jefecito”. Me dijo “Que bueno Angie, ahora disfrutare tus gordas tetas” Se le quedó viendo a mis pechos por un largo rato, sin tocarlas. Luego puso sus manos debajo de ellas y las levanto un poco como para ver cuanto pesaban. “Que bonito brassiere traes tetona” se acercó a mis pechos y le dio un besito a uno, luego a otro. Yo solo lo miraba, sonriéndole. De repente con sus dedos pulgares comenzó a tallar por encima del brassiere. “Ya encontré tus pezoncillos Angie, se sienten ya duritos”. Tomó los tirantes del brassiere y los bajó de mis hombros a mis brazos sentí como mis pechos se liberaron un poco, de repente sentí un salto en mi colita. El taxista empezó a brincar en su asiento bruscamente.
Mis pechos comenzaron a saltar. El taxista seguía golpeando mi trasero con su miembro haciéndome saltar hasta que mis pechos se comenzaron a salir del brassiere, comenzó a saltar más bruscamente, incluso hizo que me golpeara la cabeza contra el techo del taxi a lo que él dijo riéndose: “Perdón no fue intencional, de todos modos, más pendeja no te puedes quedar”. Continuó con lo mismo hasta que mis dos pechos se liberaron del sostén. Primero rebotaron hacia arriba, luego cedieron ante la gravedad y quedaron colgando de mi cuerpo moviéndose ligeramente de lado a lado. “¿Te gustan?” Le pregunté sonriendo, me dijo “Pinche vieja tetona, estas bien completa y las tienes bien paradas y gordas” yo me reí y vi como buscaba algo en su bolsa. Eran los dos chocolates que había comprado en la plaza, los abrió y vimos como estaban completamente derretidos. Los abrió más y comenzó a embarrar el chocolate derretido en mis pechos. Comenzó por los pezones, pero trato de cubrir lo más posible con ambos paquetes. La sensación era muy agradable, similar a cuando me pongo crema para mantener la piel firme.
Cuando terminó aventó las envolturas a la parte de atrás del vehículo. Sin avisarme sentí como puso sus manos en mis pompis y comenzó a chupar mis pechos. Tomé su cabeza con mis manos y lo empecé a acariciar tiernamente. Sentía sus labios, su lengua, a veces sentía sus dientes en mis pechos mientras devoraba el chocolate que lo cubría. Cuando llegaba a mis pezones se detenía y comenzaba a molestarlos con su lengua o a darles ligeros mordiscos. Eso me hacía sentir cosquillas en mi estomago y en mi entrepierna. Mi vulva estaba en contacto con su miembro caliente y duro, aunque él aún tenía puesto el pantalón. Sentía que devoraba mis pechos, su lengua iba desde abajo hasta mi pezón o me levantaba una teta para chupar la parte donde se unía con mi pecho. Yo me estaba excitando demasiado, mi entrepierna estaba ya algo sensible y por instinto me tallaba contra su miembro.
El también estaba cambiando, ya no lo sentía frío y calculador, ahora era más salvaje, no dejaba de apretar mis senos con sus manos y manipularlos para chuparlos mejor, se notaba que estaba disfrutando de mis pechos. De repente interrumpía para decir cosas como ”Pinche vieja tetona” o “Que chichis tan gordas te cargas pendeja” cada que decía esas cosas yo me excitaba más y me daban ganas de besarlo pero él me decía “Espérate pendeja ando gozando tus tetotas”. Después de un rato al fin logró limpiarlas de todo el chocolate. Me miró a los ojos y me dijo “Pinche puta estas bien buena” el contacto visual, sus palabras, la sensación de mis senos completamente cubiertos en su saliva, sus fuertes manos sobre mis pechos, en ese momento me sentí su mujer completamente, no podía pensar con claridad, él era el macho fuerte, inteligente, con determinación y yo era la putita encima de él, sólo usando una tanga de encaje, unos tacones y un maquillaje ya algo arruinado por los besos.
No sé por qué me pasa pero cuando llego a ese punto no puedo resistir sentir cariño verdadero por la persona con la que estoy, con toda naturalidad le dije “La estoy pasando bien rico amor”, le tomé la cabeza con las dos manos tiernamente y comencé a lamerle la cara para quitarle el chocolate que le quedaba en su rostro. Cuando lo terminé de limpiar por fin se me hizo besarlo, mordí tiernamente sus labios y gocé el sabor de su boca como si fuera un delicioso dulce. Cuando terminó nuestro beso me dijo, “Ahora sí putita, te voy a usar para lo único que sirves, bájate tantito del taxi guarra” le obedecí y el se bajó. Me tomo de la mano y me dio una vuelta “Así te deberías vestir siempre, sólo con tacones y una tanga, tus tetotas al aire y tu cara de pendeja sonriendo” Me sonrojé y le sonreí y luego miré al piso.
Él acomodó el asiento del copiloto lo más horizontal que pudo a manera de cama “Acuéstate puta” lo obedecí y me acosté boca arriba, me le quede viendo, sonriéndole en todo momento. Con un movimiento brusco, hizo el asiento hasta atrás. Luego me puso el cinturón de seguridad, me quedó entre ambos pechos. “¿Te sabes la de la pollita rostizada?” me preguntó, yo sonriendo le dije que no. “No sabes más que sonreír con esa cara de puta pendeja. Pega tus rodillas lo más que puedas al pecho” Le hice caso y con ayuda de mis manos levanté mis piernas y me puse como cuando los niños se avientan a la alberca de bolita. Si no fuera por el cinturón me hubiera ido para adelante. “Ándale así tonta, ahora sin soltar tus piernas trata de estirarlas y las vas agarrando de más arriba hasta llegar a tus pantorrillas”.
Le obedecí y con algo de esfuerzo levanté mis piernas hasta que mis muslos tocaban mis pechos y sólo veía mis piernas frente a mi cara. “Puta hija de tu requeté chingada madre, estas bien culona. Pero ahora abre las patas pendeja, que tus chichotas queden entre tus piernas” Le hice caso y pude levantar un poco más las piernas pues mis pechos ahora tocaban la parte interna de mis muslos. “Andale pedazo de zorra, así te debes ofrecer a tus clientes, así es como te ves más bonita, te veo el culo, los jamones que tienes por muslos, tu pinches hoyos que la tanga ni tapa, tus tetotas de vaca y tu cara de mamadora coqueta con esa sonrisa de niña estúpida.” Me quedé así, sonriéndole, sintiendo mucha satisfacción por complacerlo. Del alma me salió decirle “Si mi amor como a ti te guste”.
Se comenzó a desabrochar el pantalón. Se lo bajó un poco y saco con algo de esfuerzo su pene erecto. Era obscuro, muy velludo, mas grande que mediano, con la cabeza roja, de inmediato me llegó un fuerte olor a hombre. De la punta escurría un líquido cristalino, como miel transparente, muy abundante. Yo seguía en la posición que me indicó, más nerviosa que nunca, sabía que pronto sería penetrada por este extraño. “Ahora sí puta, para lo que naciste” Me acarició mi vulva y me hizo la tanga a un lado, entró en el coche, frente a mí, acostándose sobre mis piernas. Sentía como su peso empujaba mis piernas hacia mí, hasta que mis piernas tocaron mis hombros y mis pantorrillas los hombros de él. “Me fascina tu cara de puta chupa pitos, abre el hocico perra” abrí grande la boca y el dejo caer dentro una gran cantidad de saliva, espesa, salada, con sabor a él. “Gracias mi amor, sabe bien rico” le dije sonriéndole después de tragarme su regalo. “Ahora si putita, ahí te va”.
Puso su mano izquierda sobre el respaldo del auto para apoyarse y se levantó un poco. Con su mano derecha en su miembro se acomodó y poco a poco fue entrando en mi vagina. Yo me sentía muy asustada pero al mismo tiempo emocionada y encariñada con él. “Ay amor, ay amor, ay amor, ay amor” Yo repetía mientras sentía como su miembro se abría paso poco a poco dentro de mí. “Ay puta, estas apretadita para ser profesional” Me dijo riéndose mientras seguía poco a poco entrando en mí, se sentía su palo hirviendo y grueso y parecía que nunca acababa de entrar. “Chulada de vieja” me decía mientras al fin llegaba al fondo de mí. Yo lo miraba a los ojos, jadeando. De repente lo comenzó a sacar despacio y empezó a mover sus caderas con buen ritmo, hacia adelante, hacia atrás. Me estaba haciendo el amor, poco a poco más y más rápido, sin ningún cuidado ni ternura, pero se notaba que lo estaba disfrutando y yo también. “¿Como te llamas?” entre gemidos le respondí “Angie, tu puerca tetona”.
Me estaba empujando con fuerza el fondo de mi vagina, se sentía cuando la tocaba, empujaba y sacaba de nuevo para después volver a empujar. De repente nuestras bocas se alcanzaban, nos besábamos, nuestras lenguas se tocaban y nos seguíamos mirando a los ojos. Yo trataba de aguantarme los pujidos pero después de como ocho minutos de estar siendo cogida no pude. “Uh, ay mi amooor” Entre gritos y aullidos no podía dejar de exclamar el placer que estaba sintiendo. “Uh. Uh.” Después de unos minutos más, la presión se comenzó a acumular en mí. Él no dejaba de impactar la punta de su miembro contra el fondo de mi vagina, cada vez que eso pasaba yo sentía un escalofrío en todo el cuerpo, la piel se me ponía de gallina y mi respiración se aceleraba más y más; como si estuviera corriendo.
“Jadeas como una perra correteada” me decía con voz burlona. Yo me aferraba a sus brazos, con mis manos, lo más fuerte que podía.
El se veía confiado, fuerte, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo. Sus ojos me miraban a la cara, miraban mis pechos. “Te rebotan bien chido pendeja”.
Sentía su pito como rozaba toda la pared de mi vagina mientras salía y luego de nuevo al entrar, sólo paraba al sentir el fondo de mí. A veces se detenía ahí y empujaba un poco más. “Ya te falta poco, pero ya disfrutaste tú. Me toca a mí putita, haré que te ganes tu propina”
Tomó con sus manos mis dos piernas y las empujó hacía mí, doblándolas y estirándolas al límite, sentía una mezcla muy extraña entre dolor y placer. Mis muslos se apretaban contra mis hombros. Él se estaba divirtiendo. Y comenzó a empujar, meter y sacar su miembro con gran velocidad. El taxi temblaba y brincaba de arriba abajo. Yo estaba gritando, jadeando, berreando, todo al mismo tiempo. Mi cuerpo estaba empapado en una mezcla de su sudor y mío. “Ay puta de mierda estas bien buena” decía él mientras apretaba mis piernas, casi enterrando sus uñas en mi piel. Ahora se veía tenso, excitado, fuera de sí; él estaba disfrutando mucho mi cuerpo.
Él seguía en lo suyo sin preocuparse por mí, sus ojos se enfocaban en mis pechos. Yo sentía mi cuerpo casi a punto de ebullición, la cabeza me explotaba de placer, hasta que un orgasmo intensísimo se desató en mí. Recorriendo todo mi cuerpo, partiendo desde mi entre pierna hasta subir a mi cabeza. Por unos segundos todo lo vi en color de rosa. Como si estuviera en una nube de algodón de azúcar. Dulce y suave. Sin pensarlo y como por instinto dije “Te amo mi macho adorado” él seguía muy intenso y no descansaba de sus empujones conta mí. “Cállate puta” me dijo mientras soltaba mis piernas y de golpe tomaba mis pechos, apretándolos contra mi cuerpo. Yo me encontraba aun muy relajada y adormilada por el orgasmo pero sus manos pellizcando fuerte mis pechos. Me encantaba el abuso al que me estaba sometiendo. Me sentía completamente suya, sin poder hacer nada. “Vente dentro papi” le dije con voz tierna, de corazón deseando su semen dentro mí.
Me cumplió mi deseo.
Excelente relato Muy caliente