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Me confesé con el Doc
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Son las tres de la mañana y estoy despierta mirando el cielorraso blanco, tan blanco como las sabanas de mi cama. He tratado de dormir pero me es imposible.  Desde que desperté después del accidente casi no he podido dormir. Las dos piernas, cuatro costillas, el brazo derecho rotos y varios golpes en la cara y la cabeza son el saldo de haber sido atropellada mientras conducía mi moto por un conductor borracho.

“Hola Sabrina, vamos a tener que darte algo para que descanses, no podes seguir sin dormir. Tu cuerpo necesita dormir para relajarse y recuperarse.” El que hablaba era Joaquín, uno de los doctores de Terapia Intensiva que me atienden. Hoy le toca la guardia nocturna.

“Hola Doc., ¿Cómo estás?” dije.

“Bien, pero empezando a preocuparme por vos. No ya por las lesiones, sino por tu cabeza, no para de funcionar. En serio, necesitamos que descanses.” Dijo.

“Lo sé y lo entiendo, pero es más fuerte que yo. Cierro los ojos y vienen a mi mente cientos de cosas, lindas, feas, tristes, alegres. Y siempre termina en la misma pregunta ¿Viví hasta ahora?”

“Hoy estás sola en terapia, tengo mucho tiempo libre. Si tenés ganas de charlar, te autorizo a tomar unos mates, y solo si vos tenés ganas, charlamos un rato, por lo menos verbalizar los pensamientos. No creo tener respuestas para tus preguntas, pero por lo menos te puedo escuchar.” Dijo.

“Dale, porfa” dije sonriendo.

No pasaron 5 minutos que se sentaba a mi lado y mientras me daba el primer mate me decía:

“Antes de empezar, te tengo que decir que soy gay, así que querida, conmigo habla tranquila.”

“No me jodas, no te puedo creer.” Dije.

“Si, viste como son las cosas. Contame un poco de vos, sé que tenés 25 años, que tenés sangre A+, varios huesos rotos, que sos muy linda, bah, hermosa. Una linda guacha, como dicen algunos hombres.”

“No hay mucho más, me recibí a los 22 de Ingeniera en Sistemas, un mismo novio desde los 15 hasta hace un mes, justo antes del accidente, siempre fiel, metida en mis estudios y luego en mi trabajo, casi no conozco la noche, ni el alcohol mucho menos las drogas. Y lo que me doy cuenta es que no he vivido, no he tomado riesgos, no he hecho locuras, no he disfrutado, hasta te puedo decir que no he gozado del sexo como algunas amigas me cuentan que disfrutan.”

“Guau, quien diría, con el lomo que tenés nena, uno pensaría todo lo contrario. ¿Y eso es lo que te atormenta?”

“Si. Pensar que estuve a punto de ser una pizca de polvo que se llevó el viento, que transcurrí, pero no viví. Siempre fui “ejemplar”, ahora me doy cuenta que me faltó un poco de diversión.”

“Larga el mate, yo también tomo. Bueno, ahora estas en el momento justo para hacer el cambio que quieras, más diversión, viajes, salidas, unos buenos chongos. Por suerte todas las lesiones están curando bien, ninguna secuela o rastro.” Dijo el Doc.

“¿Chongos?” Pregunté

“Machos nena, machos lindos, y sobre todo calientes.”

“Te vas a reír, seguro. El que era mi pareja, es un tipo muy “tradicional”. Dos o tres besos, el arriba, yo abajo, 5 minutos y adiós. Casi siempre me quedaba con ganas de más, para colmo miraba sola algunas porno y sabía que existían otras cosas, quiero decir, juegos, caricias, besos, bueno vos entendés. Y yo nunca nada de eso.”

“Cuidado mundo masculino, en 10 días damos de alta a una fiera enjaulada, jajaja” dijo.

“Vos reite de mí, dale. En realidad soy para llorar de risa. Ni una vez le chupe la pija, eso que le pedía, pero él no quería.”

“No te hagas problema. Todo se aprende en la vida… y lo lindo, mucho más rápido!!!”

Eran casi las 6 de la mañana cuando dejamos de charlar. Cuando se iba se acercó, me dio un beso en la frente y me dijo:

“Todo pasa. Lo importante ya está: te diste cuenta. Ahora, dormí.”

Y tuvo razón, momentos después, me dormí profundamente. Me despertaron al mediodía, y todos sonreían al ver que mi cara había cambiado, ahora sonreía. Una semana después me dieron de alta, directamente de terapia intensiva. Saludé a todos y una de las enfermeras me acompañó hasta la puerta del Hospital.

“Lástima que no me pude despedir de Joaquín. Fue re dulce conmigo, me ayudó mucho charlar con él.”

“Si, es un gran Doc., sobre todo muy humano. Sabe llegar a los pacientes, logra que confíen en él para sacarles la angustia. Y es un gran mentiroso.” Dijo la enfermera sonriendo.

“¿Un gran mentiroso? ¿Por qué lo decís?” pregunté intrigada.

“Siempre inventa algo, o se hace el rengo, o el sordo, o dice que es gay. Todo para lograr que la persona se relaje y pueda hablar tranquila.” Dijo.

De pronto me invadió un enojo terrible, que pude contener y pedirle a la enfermera el número de teléfono para “llamar para agradecerle”. Ella me lo dio y me fui para mi departamento, con una amiga que me esperaba.

Pasaron unos días, y mi enojo se fue diluyendo. Recordaba los motivos por los que mentía y realmente no dañaba a nadie. A mí misma me había mentido y logrado con esa mentira que me abra por completo para charlar. Pero ahora, quería vengarme haciéndole una broma medio pesada.

Como sabía sus horarios, una noche, cuando él ya estaba saliendo de la guardia, lo llamé al celular.

“Hola Joaquín, habla Sabrina, perdoná que te joda, pero no me siento bien, me duele mucho la cabeza, se me parte, son los mismos dolores que tuve cuando desperté del accidente. Me paro y me mareo, por favor, veni a verme, solo confío en vos, no me animo a llamar una ambulancia. Joaquín, tengo miedo.”

“Tranquila Sabrina, sentate en un lugar cómodo, y decime tu dirección, voy para allá.” Dijo preocupado.

En 15 minutos estaba tocando el portero. Subió y golpeo la puerta.

“Pasa está abierto” dije, desde el sillón, en la semi penumbra.

“Contame, ¿qué sentís ahora?” dijo.

“Siento muchas ganas de abrazarte, besarte todo, chuparte la pija y que lo hagamos como dos animales en celo.” Dije mientras me abría la bata para que vea mi conjunto de ropa interior negro con calados.

“Desgraciada, me hiciste pegar un susto tremendo. No se hacen ese tipo de bromas, no se miente.” Dijo

“Vos también mentiste. Y con esa mentira lograste saber muchas cosas de mí.” Dije mientras me ponía de rodillas en el sillón y me disponía a besarlo.

“Sabrina, no corresponde. Soy tu médico. No es ético.” Dijo.

Cuando lo bese sentí que se desataba un infierno dentro de mí. Él de inmediato respondió a mis besos y me senté sobre sus piernas, con mi sexo a milímetros del suyo, solo separados por nuestra ropa. Mi bata y mi corpiño cayeron al suelo de inmediato. Sus manos recorrían mis senos mientras su boca me volvía loca besando mi cuello. Joaquín se paró cargándome en sus brazos y le mostré donde era mi dormitorio.

Me dejó en la cama y como una loca me tire para casi arrancarle los pantalones y el bóxer. Estaba parado todavía cuando me metí su pija en mi boca. No era ni muy grande ni muy gorda. Era normal, de un hombre normal. Cuando la tuvo bien parada y dura, me corrí esperando que el subiera, pero en cambio, se zambulló directo a besarme y chuparme la concha.

Era la primera vez que alguien lo hacía, yo deliraba de placer, empecé a tener orgasmos solamente por el poder de sus labios y su lengua jugando en mi concha. Me volvía totalmente loca. Y nunca había sentido eso. Por fin podía disfrutar mi cuerpo, mi sexualidad. Le pedí que me penetre pero el desgraciado lo que hizo fue subir besándome la panza hasta llegar a mis pechos, y frotaba una de sus piernas contra mi clítoris.

Se puso boca arriba al lado mío, e hizo que me gire, poniendo su pierna entre las mías. Me puse a besarlo como loca, yo misma frotaba mi entrepierna contra su pierna, lo miraba y me sonreía. De pronto me dijo:

“Quiero ser el primero al que cojas. Me ofrezco voluntariamente al sacrificio.”

“Desgraciado… supongo que por el bien de la raza humana.” Dije y lo monté de una, metiendo su pija en mi conchita. Aunque estaba inundada de mis jugos, costó un poco que entrara, pero mi concha enseguida lo recibió manteniéndolo apretado. Primero torpemente, y con algo de vergüenza lo fui cabalgando. Naturalmente mis movimientos se fueron acelerando, hasta hacerse frenéticos, tuve un orgasmo hermoso y seguí moviéndome al mismo ritmo.

Lleve mis manos a sus pechos y los fui apretando, clavando mis uñas. Me acosté sobre él pero me seguía moviendo, lo besaba en la boca, el cuello, mordía sus hombros en cada mini orgasmo que me conduciría finalmente a otro tremendo. Joaquín acabó en el mismo instante. Sentí como todo su semen invadía mi concha y deslizaba por las paredes queriendo escapar del encierro.

Me levanté y me voltee para chupar y limpiar su pija. Yo seguía súper excitada.

“Meteme dos dedos en la concha, por favor.” Le dije.

Él lo hizo y yo chupaba como loca. Su pija, lejos de perder vigor, parecía aumentar su dureza. Estaba orgullosa de ver como lo mantenía excitado, fueron minutos y minutos donde mi boca lo volvía totalmente loco y sus dedos en mi concha lograban el mismo efecto.

De pronto se levantó, me puso boca abajo en la cama y se acostó sobre mí. Separó mis cachetes y sentí como apoyaba su pija entre ellos. De pronto sentí miedo, nunca lo había hecho por el culo, pero al mismo tiempo, una excitación y ansiedad terrible por recibirlo. Joaquín se empezó a mover y masturbarse con mis cachetes, ni intentaba metérmela en el culo. Yo deseaba que lo haga, que me penetre de una vez. Quería entregarle la primera vez, pero él se negaba.

Sentí como se ponía de rodillas, abrí mis cachetes y él se masturbaba con todo. Cuando acabó regó mi culo de semen. Sentir como choreaba mojando mi ano, fue suficiente para hacerme tener un nuevo orgasmo.

Se acostó a mi lado, boca arriba y yo me abrace a su pecho.

“Gracias Joaquín, gracias por todas las charlas que tuvimos, me ayudaron muchísimo.”

“Te quiero matar, no sabes los nervios que tenía cuando venía.” Dijo.

A partir de esa noche, por lo menos una vez por semana nos encontrábamos en mi departamento. Luego dos veces, y luego tres. No salíamos a cenar, ni a pasear. Solamente nos encerrábamos a tener sexo y a charlar. Ninguno de los dos hablaba de sentimientos, ni de relación.

Tres meses después, me fui de viaje al caribe con una amiga que no sabía nada de Joaquín y nuestros encuentros. Contra mis planes, no tuve sexo en los primeros cuatro días. Mi amiga no decía nada, solo sonreía cuando yo rechazaba a algún hombre. Una tarde mientras tomábamos sol, me dijo:

“¿Me vas a contar de quien estás tan enamorada que no dejas que ni siquiera se te acerquen los hombres?”

“Hay un hombre con el que tengo sexo muy seguido, solo sexo.” Dije sabiendo que era cierto, pero terminando de aceptar que sentía algo por Joaquín.

“Bien guardado lo tenías.”

“Es que es eso, sexo. Hasta podría ir a la cama con una mujer, me encantaría probar.” Dije y también era cierto.

“Eso si es fuerte. Pagaría por verte en la cama con otra mujer.” Dijo.

No lo pensé ni un segundo. Me acerque a ella y la bese en la boca. Sorprendida, mi amiga no atinaba a reaccionar, pero no me rechazaba.

Cuando dejé de besarla, le hice una seña y nos fuimos a nuestra habitación. Ninguna había estado con otra mujer antes, y de a poco fuimos aprendiendo a hacerlo. Fue distinto, pero igual goce como loca. En realidad las dos. Cuando terminamos las dos nos miramos riéndonos y satisfechas. La última noche, me propuso que un tipo la coja mientras ella jugaba conmigo. Lo hicimos y la pasamos brutal. Y yo ni siquiera lo toque al tipo.

Cuando volví lo llamé a Joaquín. Vino al departamento y se sorprendió al ver la mesa servida.

“Te quiero contar de mi viaje. Me acosté varias veces con mi amiga.” Dije a boca de jarro.

“Veo que seguís experimentando nuevas experiencias.” Dijo tranquilo mirándome a los ojos.

“Si, hasta hicimos un trio la última noche con un tipo.” Dije.

“Ah, entonces fue liberación total.” Dijo manteniendo una imagen tranquila.

“¿Y no te intriga saber cómo la pasé?”

“Dijiste que te acostaste varias veces con tu amiga, lo debes haber pasado bien. Lo mismo cuando hicieron el trio.” Sus ojos no se movían un milímetro de los míos.

“¿Y no estas celoso?”

“Vos hiciste este viaje, según me dijiste, para divertirte, pasarla bien, vivir nuevas experiencias. Era obvio que algo iba a pasar, con tu amiga, con otras mujeres, con hombres.” Dijo mirándome más fijamente aún. Dejó pasar unos segundos y me dijo: “Y si, estoy celoso.”

Por fin mostraba sus sentimientos. De repente, sentí algo que nunca había sentido: un hombre me celaba. Alguien sentía algo tan fuerte por mí que sentía celos.

“Me pone muy feliz verte bien, feliz, viviendo la vida, disfrutando, como me dijiste que deseabas aquella madrugada. Es muy lindo verte tan contenta después de lo que pasó.” Dijo mientras se levantaba de la silla y se dirigía a la puerta del departamento.

“Doc., si, estoy feliz. Feliz de haberme acostado con mi amiga, fue darme la oportunidad de algo distinto, que nunca había pensado hacer. Y si, goce. Y sobre el trio, yo solamente participé con ella. Él ni me toco siquiera, y yo tampoco a él. Ah, ni no estuve con ningún hombre, por si te interesa saber. Como vos sos gay, te puedo contar que hay un tipo que me vuelve loca en la cama, me hace sentir lo que nunca sentí, vibrar como nunca vibre, me hace sentir deseada, me hace sentir mujer totalmente. Y cuando iba en el avión, ya lo extrañaba, pensaba en él, lo deseaba, deseaba abrazarlo, acariciarlo como en cada encuentro que tenemos. ¿Vos pensás que si le propongo vivir juntos, probar si no nos matamos en la convivencia, pensaría que estoy loca?”

“Puede ser. Pero si te bancó que te vayas una semana de joda al caribe, y te está esperando también puede ser que te acepte la propuesta.”

Con mi amiga nos seguimos viendo, incluso viene a cenar a casa y Joaquín nos carga por aquella aventura. Nunca volvimos a acostarnos.

Con Joaquín, llevamos dos años, pensamos en hijos, aunque por ahora solo disfrutamos todo lo que podemos. Todo nació en aquella charla confesional.

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