El sobrino de mis jefes me escribe ya después del trabajo, me coquetea y le respondo; le mando foto en ropa interior y acaba yendo a mi departamento a cogerme.
Mis jefes tienen un sobrino que trabaja mucho con la oficina y debido a que yo la administro, él y yo tenemos mucho contacto, incluso a horas o días no laborales. Casi desde que me conoció -Saúl, así se llama- me invitaba a salir, me hacía cumplidos, me hacía uno que otro regalo y así. La verdad nunca le hice caso, porque está muy joven, tiene 22 años.
Cuando me invitó a salir, le dije que podía ser su mamá y me dijo, “Sí, pero no lo eres, Ana; eres una mujer que me gusta y mucho”. De cualquier forma, no le hice caso y siempre le dejé en claro que yo no quería nada con él, porque estaba muy chico. Igual, él siguió haciendo la lucha. Y así estuvo un año, hasta hace unos días que se le hizo encamarme.
El domingo pasado, ya estando en casa me empezó a escribir Saúl porque nos quedamos con algunos pendientes de la oficina para el lunes. Se alargó un poco la plática, entonces me preguntó si quería ir a tomar algo, le dije que ya me iba a acostar.
-Tan temprano? No te creo, Ana, apenas son las 7.
-Sí, de hecho, ya estoy en cama. ¿Pero qué no estás en Valle de Bravo?
-Estoy de regreso, entrando a la ciudad. ¿A poco ya estás en pijama y todo?
-Digamos que sí.
-¿Cómo?
-Es que no uso pijama –en ese momento pensé en dárselas y probar un chavito en sus veinte, además ha insistido mucho y pues es sobrino de los dueños, hay que quedar bien-.
-¿En serio?
-Sí, mira –le mandé una foto acostada en mi cama en ropa interior-.
-¡No chingues, Ana, estás bien pinche buena! ¡Qué tetas! ¡Mándame otra, no seas mala!
-¿Así? -le mandé otra metiendo la mano en mi tanguita y mordiéndome los labios-.
-¡Ufff no sabes cómo me la pusiste, Ana!
-Ándale, te invito algo, paso por ti ahorita.
-¿No, como crees? Ya te dije que estás muy chavo; confórmate con la foto, Saúl.
No contestó, creí que se había enojado, pero minutos después me llamaron los de seguridad, preguntándome si autorizaba a pasar a un visitante –obvio era Saúl-. Sólo me puse una camisa blanca abierta y la ropa interior negra con la que me tomé la foto; medio me tapé y le abrí la puerta, puso los ojos como platos.
-No te arreglaste, Ana; pero mejor, la verdad.
-Pues te dije que no iría, Saúl.
-Bueno, pero invítame a pasar, ¿no? Así te veo más de cerca y en vivo.
-No quitas el dedo del renglón, ¿verdad? –sonreí- Pásale.
Le ofrecí algo de tomar y me pidió algo que tuviera alcohol; le serví un ron de esos que se toman solos. Como era de esperarse no estaba acostumbrado a ese tipo de bebidas; se le notaba en la cara cuando tragaba el ron, aunque trataba de ocultarlo para impresionarme. Me abroché un par de botones de la camisa, pero dejándole ver mis tetas sin problema.
Después de un rato me paré al bañó, fui al de mi cuarto, cuando salí estaba Saúl en la puerta de mi cuarto esperándome, enseguida se me abalanzó y me besó, arrinconándome contra un pequeño clóset; me manoseaba toscamente. Me resistí un poco, aunque eso era lo que yo quería.
-No, Saúl, espérate.
-No te hagas, Ana, me te has apretado desde el año pasado; pero tienes tantas ganas como yo.
-Podría ser tu mamá –él seguía besándome y manoseándome-.
-Pero no eres, chinga, eres una vieja que está bien buena y que me quiero dar (coger).
-No, Saúl –yo estaba calentándome bastante-.
-Entonces por qué tanta sonrisita y ojitos en la oficina, ¿eh? Para qué me mandaste esas pinches fotos, Ana, ¿si no es para que viniera y te cogiera?
-Para que me creyeras que estaba acostada.
-Ni madres, Ana; andas caliente y quieres que te coja –agarró mi mano y la puso en su paquete- ¿ya viste cómo me tienes? ¿No se te antoja un colágeno, Ana? –me besó el cuello y lo mordisqueó; eso me súper calienta-.
-Pero no digas nada, eh. Va a ser nuestro secreto, Saúl.
-Igual que es secreto que se las das a varios cabrones; ¿o creías que no sé de mis tíos? ¿O de Hugo? ¿O de Abraham?
-No soy un culero, pero tampoco pendejo, Ana; también vas a ser mi puta; o me las das o se entera quien se tenga que enterar –esa actitud me sorprendió-sácamela y mámamela, Ana; eso hice, se la saqué, me hinqué y empecé a mamársela-.
-Ay, no chingues, pinche Ana, ¡qué rico te la devoras!
-Mmmmm… -la verdad una verga joven sabe y huele diferente, empezó a desvestirse y luego me cogió la boca-.
-Ándale, cómetela todita, Ana; así, chiquita, así.
-Mmmm…
-¿Ya ves como si andabas con ganas de verga? –me puso de pie, me quitó la camisa-.
-Vamos a la sala.
-No, quiero cogerte aquí, en tu cama. Siéntate en la cama y quítate el brasier, quiero ver bien tus tetas -lo hice, él se desnudó mientras me veía; tenía la verga bien tiesa- ¿Te gusta? ¿Se te antoja, Ana? –asentí-.
-Ven quiero saborearte más.
-¿Me quieres mamar la verga?
-Sí, quiero mamarte la verga –se acercó, se la agarré, la olí, la lamí y después empecé a mamársela- mmmmm…
-Esos culeros que te cogen tienen razón; la mamas de poca madre.
-¿Eso te dicen? Mmmmm…
-Sí y que coges bien pinche rico.
-¿Qué más?
-Que te gusta por el culo. ¿Es cierto, Ana, te gusta por el culo? –asentí-ándale, déjame oírte.
-Mmm… me gusta que me den por el culo, Saúl; ¿has cogido por el culo?
-No.
-Es riquísimo… mmmm… -en ese momento se hincó, me quitó la tanguita, me acercó a la orilla de la cama y empezó a comerme la panochita-.
-Traes recortadita la puchita, Ana…
-¿Te gusta así?
-La neta me da igual, pero se ve muy rica…
No lo hizo tan mal, pero la verdad se le notaba la inexperiencia comiendo panochita; solo la lamía como si fuera paleta. Por eso le dije que quería montarlo, entonces se acostó en la cama, se la jalé tantito para ponerla bien dura otra vez y entonces me senté en su verga y empecé a cabalgarlo.
-Ay, la tienes muy rica, Saúl; está durísima, qué rico.
-Te gusta, Ana, ¿te gusta mi verga?
-Está rica; eres muy cogelón, ¿verdad?
-Cuando se puede.
-Tienes muchas amiguitas para coger, ¿verdad?
-Algunas; siempre hay alguna que quieren verga. Pero ninguna está tan rica como tú, Ana.
-¿Ah sí? ¿Estoy más rica?
-¡Cómo no!
-¿Por?
-Tienes mejores tetas.
-¿Ah sí? ¿Qué más?
-Tienes mejores nalgas y las mueves bien sabroso; además estás caderona; te ves bien rica.
-¿Y ya te cogiste a alguien de la oficina, canijo? –sonrió- sí, ¿verdad? Eres un cabroncito, Saúl. A quién te cogiste, ¿eh? ¿A quién se la metiste? –aceleré mis movimientos-.
-Te mueves bien rico, Ana. No mames qué rico se te ven las tetas.
-¿Te gusta? –cambié mis movimientos-.
-Ay, cabrón, ¡qué rico!
-A quién te cogiste, ¿eh?
-A Jimena.
-¿A la novia de Hugo?
-Sí, la invité de antro y luego hotelazo.
-¿Estuvo rico? ¿Coge rico?
-Sí, además le metí un fajesote en el coche y me la mamó bien rico, pero tú la mamas mucho mejor.
-¿Ah sí? ¿Te gustó cómo te la mamé?
-Un chingo, Ana. Ya me habían dicho que eras muy buena para mamarla.
-¿Quién te dijo?
-Mis tíos y Hugo.
-¿Y qué más te dijeron?
-Que se las mamas en la oficina, que te han cogido en la oficina, que te gusta tragártelos y también que te los echen en las tetas. ¿Es cierto?
-Sí, me encanta sentir cómo me caen en las tetas.
-¿Es cierto que Hugo te cogió en el estacionamiento?
-Sí; un día que nos quedamos hasta tarde, ya nos íbamos y empezamos a besarnos afuera de los coches, nos calentamos, nos metimos a su coche y acabamos cogiendo.
-¿Sí eres bien puta, verdad, Ana?
-Es que me encanta la verga, me encanta coger, Saúl. Me encanta que me la metan –estaba a punto de venirme, entonces me incliné poniéndole mis tetas en la cara para que me las comiera-me encanta sentirla adentro; me voy a venir, chúpame las tetas –lo hizo y poco después me vine- ay, qué rico… tienes la verga bien dura, Saúl –seguí montándolo suavemente-.
-Qué rico te vienes, Ana, qué rica cara pones. No puedo creer que por fin estemos cogiendo.
-¿Tanto así?
-Desde que te vi me gustaste, te me antojaste cabrón.
-Mmm… qué rico.
-No sabes cómo me calienta verte; me encantan tus escotes y tus nalgas se ven deliciosas –en ese momento me di la vuelta para montarlo de espaldas y me viera las nalgas y cómo entraba su verga en mi panocha- puta madre, qué rica te ves así, Ana. Te mojas un chingo la pucha.
Después de unos pocos minutos se cansó de estar acostado, pero quería seguir viéndome las nalgas, así que me puse de perrito poniéndome en la orilla de la cama, él se puso de pie debajo de la cama y empezó a darme rico.
-Pinches nalgotas ricas que tienes, Ana.
-¿En serio te gustan?
-¿Cómo no? Están bien pinches ricas.
-Dame nalgadas, Saúl, me gusta, me calienta –me dio una-un poco más fuerte.
-¿Así?
-Mmm, sí, así… ay, qué rico –siguió con las nalgadas, ahora sí en poco más fuertes-.
-Qué ganas tenía de verte así, Ana; no mames, estás bien pinche buena –en ese momento empecé a apretarle la verga con mi panochita- ay, no jodas qué rico; no mames, ¿cómo le haces?
-¿No te la habían apretado así?
-No y se siente poca madre, Ana; puta madre síguele, síguele.
-¿Así? ¿Rico? ¿Así te gusta que te apriete la verga, Saúl?
-Sí, Ana, sí… ay, no mames –estaba cerca de venirme de nuevo-.
-¿Te gusta que sea una puta?
-Uy, sí… estás bien buena, Ana.
-Dime “puta”, dime que soy una puta –eso me excita muchísimo-.
-Eres una puta riquísima, Ana.
-Síguele, dime más.
-Eres una puta deliciosa, eres la puta más rica de la oficina, Ana. Me la pone dura tu cara de puta. Eres la puta de la oficina, ¿verdad? –me dio una nalgada-.
-Sí, Saúl, soy la puta de la oficina. Me encanta que me llenen de sus mecos –en ese momento me la sacó y me los echó en las nalgas-.
-Ay, no mames… aaaah… ay, cabrón, qué rico… -yo me vine al sentir su semen en mis nalgas-.
-Ay, qué rico… sí, vente, Saúl, vente… ay, échamelos todos, papito.
-Ay, no mames, qué rico, pinche, Ana –me agarró de la cadera y siguió vaciándose en mis nalgas, después me la volvió a meter hasta que poco a poco se le bajó la erección-.
Nos acostamos un rato, platicamos un poco, me dieron ganas de acariciársela, se le fue poniendo dura otra vez, empecé jalársela y después a mamársela. Se la acaricié con mis tetas, con los pezones en la punta de su verga. Me acomodé para hacer el 69 –tampoco lo había hecho él antes- después de unos minutos le dije que abriera mi cajón y sacara lo que había, era un dildo, le dije que me lo metiera, que me bombeara con él. Así me vine de nuevo, entonces me concentré en hacerlo venir a punta de mamársela. Después de unos minutos lo hizo, no tanto como la primera vez, pero lo suficiente para saborear su lechita.
Uffff mi amor Anita eres toda una bombón tentación ehh un saludo mi reina y ufff q suerte d tus compañeros y el sobrino q te han comido y te siguen comiendo bombón bendiciones