back to top
InicioSexo con madurosMe come un maduro, yo solo gocé

Me come un maduro, yo solo gocé
M

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 6 minutos

Conocer a Fredy fue mi perdición. Fue en una reunión de la empresa de mi novio, Carlos. Yo estaba junto a él charlando con otros compañeros cuando sentí su mirada que recorría mi cuerpo. Gire la cabeza y él sonrió, dijo “hola” bien claro para que lea sus labios y se me acercó.

—Sos hermosa. Me dijo.

—Gracias.

—No entiendo como podes estas aburriéndote con este grupo de bebes. Sos mujer para hombres, no para bebes.

—Y supongo que vos te consideras un hombre para esta mujer.

—Por supuesto. ¿Vamos a cenar?

—Estamos por cenar. Te recuerdo que esto es una cena.

—¿Vamos a cenar? Me dijo mirándome a los ojos.

Tengo 26 años y por decirlo suavemente, una prolífica vida sexual, siempre, por elección con sub 30. Este hombre aparentaba tener 50 años. Alto, muy, muy elegante, con un perfume que embriagaba, totalmente seguro de sí mismo, y tremendamente seductor, no era mi tipo. Definitivamente. Creo que acepté su invitación para demostrarle que no todas caíamos rendidas.

—Le voy a avisar a mi novio que me retiro. Dije mordiéndome el labio.

—De acuerdo. Nos vemos afuera.

—Carlos, no me siento bien. Ya pedí un auto así vos podes quedarte. Voy a casa, hablamos mañana.

—Escuchame, te llevo.

—No amor, no hay problema. Portate bien, ojo con las chicas.

—No me jodas. Llamame si me necesitas.

—Dale, y perdoname.

Cuando iba para la salida, vi que el hombre con quien iba a irme hablaba con una mujer tremendamente hermosa, de unos 35 años. No me detuve y fui a la puerta. Segundos después apareció él, nos miramos sonriendo, y lo seguí a su auto.

Accionó el llavero del auto y las luces de un tremendo Mercedes Benz se prendieron. Me acompaño hasta mi puerta y antes de abrirla tomo mi cara y me dio un beso que me dejó temblando.

—Soy Fredy.

—Tatiana.

Subimos y puso música muy suave. Era música soul.

—Estás particularmente hermosa con ese vestido.

—Gracias. Vos muy elegante por cierto. Aunque un poco mayor para mi gusto.

—Dicen que los mejores vinos son los añejos. Se disfrutan más. Su sabor perdura en el paladar.

—Habrá que probar para comprobar.

El me miró y sonrió.

Llegamos a un restaurant donde solo se puede ir con reservación y de un par de semanas por lo menos. Entrego las llaves del auto a un valet parking.

Me ofreció su brazo, lo tome y entramos.

—Fredy, buenas noche.

—Charly, buenas. ¿Todo bien?

—Ahora que viniste, perfecto. ¿Un champagne?

—Por favor.

Nos corrimos un poco a una barra, y nos sirvieron dos copas de champagne.

—Por una mujer hermosa.

—Por un hombre encantador.

Brindamos y me dijo:

—Espero que no tengas que volver a un horario determinado.

—Vivo sola. ¿Vos?

—No. Con mi esposa. La viste.

—Si, la vi. Una mujer hermosa por cierto.

—Si. Y muy sensual.

—Pero…

—Nada, solo que cuando veo una mujer como vos… no puedo resistirme.

En ese momento nos indicaron que nuestra mesa estaba disponible.

—¿Y que tengo yo que hacer que no puedas resistirte? No soy tan linda como tu mujer.

—No, pero tenés algo… especial. Sensual o mejor dicho, sexual. Segura de sí misma, cómoda entre bebes con los que juega a voluntad.

—Y vos sos un hombre.

—Exacto, que cree que puede hacer pasar un buena noche a una mujer como vos. Humildemente lo digo.

—No noto mucha humildad en vos.

Nos sirvieron el primer plato y el me miraba, no hablábamos casi.

—Tengo ganas de sentarte en la mesa, separarte las piernas y chuparte toda. Me dijo provocando que me ahogue con lo que estaba tragando. Y acto seguido, que mi concha se humedezca de inmediato.

—No creo que a la gente que nos rodea le moleste si lo haces. Dije desafiante.

—No tengo problemas entonces y se fue a poner de pie cuando lo detuve.

—No, para. Estás loco.

No dijo nada y seguimos comiendo. No volvimos a hablar. Entro un muchacho vendiendo flores y le hizo una seña. Le compró un ramo de violetas.

—Me encantan las violetas, sos especiales, su color, su aroma. Son como una mujer ante su hombre, bien abierta. Me dijo y me las dio.

—Sos tremendo.

Luego del postre hizo una llamada que no llegue a escuchar, trajeron dos copas de champagne para que brindemos y nos dispusimos a irnos.

—Ya le traigo el auto Sr. Fredy.

—No te preocupes, lo buscamos.

—Como guste. Aquí tiene las llaves.

Fuimos al estacionamiento y su auto estaba al fondo. Cuando estábamos junto al auto, me tomo en sus brazos y me dio un tremendo beso, que respondí con todo. Me tomo de la mano, fuimos a la trompa del auto, me levanto el vestido mini que tenía, me saco la tanga y me acostó en la trompa. Todo en segundos. Cuando reaccione estaba chupándome la concha como un hijo de puta. Me volvió loca al instante. Su lengua me recorría del orto al clítoris, entraba en mi concha y me daba un placer tremendo. Yo empecé a gemir con todo. Apretaba su cabeza y lo insultaba. Fueron no más de cinco minutos de locura total hasta que me hizo tener un orgasmo que me dejo temblando.

—Hijo de puta. Le dije.

—No terminé. Dijo y me puso boca abajo, con las piernas colgando en el capot.

Sentí que su pija me penetraba hasta el fondo, se sentía de muy buen tamaño y por como yo estaba mojada, entro fácil. Todavía el capot estaba tibio por el motor, mi cara apoyada en él y mis brazos extendidos. Fredy me bombeaba como animal. Yo había vuelto a excitarme con todo, nunca me habían cogido en un estacionamiento, a la vista de todo el mundo, sobre el capot de un auto. Lo quería matar, pero al mismo tiempo que no deje de cogerme.

Estallo dentro de mi concha, su semen me quemaba y me provocaba otro orgasmo. Se salió, me ayudo a pararme, y me dio otro tremendo beso.

—Hijo de puta. Me cogiste bien cogida.

—Es solo el principio.

Levante mi tanga que había quedado en el suelo y la guarde en mi cartera. Con pañuelitos de papel me limpie el semen que caía por mis piernas.

Me abrió la puerta del auto y partimos.

—¿Volvemos a la cena? Puede que lleguemos para el postre.

—Ni se te ocurra.

Siguió manejando y llegamos al mejor hotel de la ciudad. Una torre de 50 pisos. Estacionó en la puerta, entrego las llaves y entramos.

—Sr. Fredy, buenas noches. La suite esta lista tal como pidió. Dijo un hombre apenas entramos y le entrego la tarjeta de una habitación.

El ascensor iba directo al último piso. Bajamos y entramos a una Suite impresionante. El cerro lo puerta y haciendo que apoye mi espalda en ella me partió la boca de un beso. Me abrazo, y juntos fuimos a un equipo de audio, puso un pendrive y otra vez música soul muy tranquila empezó a sonar.

En una mesa había un balde con champagne, una caja de bombones y un plato con cerezas al marraschino.

Lo siguiente fue estar desnudos en la cama besándonos como locos. Me acariciaba los pechos, apretándolos mientras me besaba, sus dedos jugaban con mi clítoris sin parar, su boca, en mi boca, mi cuello, mis orejas. No paraba un segundo.

Me puso boca abajo como si yo fuera una muñeca de trapo. Sentí que un líquido caía en mi espalda y luego su lengua que siguiendo el camino del líquido me limpiaba por completo. Era todo lujuria, desenfreno. Separo mis piernas y más liquido cayo en la raya de mi culo.

Su lengua, caliente, dañina, comenzó a jugar con mi orto, que aunque ya usado, no me gustaba entregar. Pero esa lengua hacía estragos en mi cerebro. Empecé a desear que me penetrara por completo, que me sodomice pero en cambio me hizo poner de rodillas, y tomando la botella de champagne, me ofreció a tomar del pico. Acepte y parte del champagne caía en mi cuerpo.

Se puso detrás de mí y me penetro la concha, mientras sus manos me mantenían contra su pecho y acariciaban mis tetas y mi clítoris. Yo a esta altura gritaba de placer como una marrana. Los orgasmos no paraban al contrario, cada vez eran más cercanos. Yo extendía mis brazos agarrando su cabeza mientras me besaba el cuello y orejas sin parar.

Así, de rodillas, penetrada por detrás, siendo franeleada y besada fue que acabó dentro de mí. Bajó de la cama y tomándome en sus brazos me llevo a baño, abrió la ducha y los dos nos bañamos mientras nos besábamos. Estuvimos un rato bajo el agua. Nos pusimos las batas de toalla y chorreando salimos del baño.

Sirvió dos copas de champagne, tomo la caja de chocolates y tomados de la mano fuimos al balcón de la suite. La temperatura era espectacular. Dos sillones y una mesa sirvieron para que nos recostemos y dejemos las cosas.

—Como me gusta como gozas, sos espectacular. Me dijo.

—¿Yo gozo? Vos me haces gozar como loca, sos un hijo de puta.

—Pero vos te dejas dar placer, es todo más fácil así.

—Me cogiste en un estacionamiento, sobre el auto. Ahora, aquí, como animal, de rodillas. Falta que me ates.

—¿Querés?

—Hijo de puta. Ni se te ocurra.

Fue decirle eso y que tome el cinto de su bata, me ponga de espaldas y ate mis muñecas en mi espalda.

Otra vez, era una muñeca de trapo. Se recostó en el sillón y me hizo parar sobre su boca. Me empezó a chupar nuevamente como loco. Yo gritaba de placer mirando como la ciudad dormía desde ese piso 50. Todo era fuente de excitación, el lugar, su boca, estar casi sentada en ella, las manos atadas y sin poder tocarlo. Estaba loca de vuelta. Los orgasmos otra vez hacían temblar casi sin parar mi cuerpo.

—Fredy, por favor, no doy más. Le dije.

Creí que era todo, pero sin embargo me hizo sentar sobre su pija. Cuando sentí que me entraba, grite de placer. Me empecé a mover con todo mientras él me chupaba y mordía mis tetas sin parar.

—Soltame. Le dije.

—Ni loco.

No puedo saber cuánto tiempo estuve cabalgándolo. Solo que no fue poco. Nunca en mi vida había cabalgado a un hombre así, con tanta desesperación, tanta excitación, era demencial.

Finalmente me tomó de la cintura, me mantuvo quieta y el me bombeaba. Así acabo llenándome nuevamente la concha con su semen. Caí sobre su pecho y el me soltó las manos. Tome su cara y le di un beso tremendo. Me abrace a él y me quede dormida en su hombro.

Desperté por el sol que salía sobre el horizonte. Fredy estaba despierto. Me quede apoyada en su hombro, desnuda, viendo desde el piso 50 como los rayos de sol bañaban la ciudad.

—Buen día. Le dije un rato después.

—Buen día preciosa.

—Sos un hijo de puta. Ningún hombre me hizo el amor tres veces la misma noche, y me hizo gozar tanto.

—Viste, sos mujer para un hombre, no para un bebe.

—Desgraciado. Ahora tengo que seguir tirándome a mi novio, ¿Cómo hago para volver a la polenta luego de haber probado el caviar?

Nos dimos una ducha, nos vestimos y salimos del hotel. En la puerta estaba su Mercedes Benz. Subimos y me deje abrazar por el asiento. Le di mi dirección y me llevo a casa.

—¿Te voy a volver a ver? Pregunté.

—Puede ser. Ya sé dónde vivís. Me dijo.

Bajó del auto, abrió mi puerta y me despidió con uno de sus besos tremendos. Espero que entre a mi edificio apoyado en el auto y luego se fue.

Me acosté y no podía dejar de pensar en ese “viejito” que tanto placer me había dado.

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.