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Me cogí a la hermana de mi esposa (Parte 3)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Mi cuñada salió, salió algo mareada, con cara de felicidad.

-Hermanita, ¿Qué tienes? – le dijo mi esposa tomándola de los brazos.

-Nada hermana, es que me probé algo que nunca había visto y de tanto cambiarme cosas, me siento agotada, ¿vamos a la casa?

Yo solo las miraba y sonreía, sabía lo que se venía esa noche, sabía que perfectamente, podía estar a la vez, con tres increíbles mujeres, a mi servicio.

Nos fuimos a casa, al llegar pasé directo a la ducha, y no podía dejar de pensar, en lo rica que estaba mi cuñada, en sus deliciosas tetas y su increíble boca, de solo pensarlo, se me ponía todo de punta, tanto, que me daban ganas de jalármela, estas tres mujeres, me habían vuelto un insaciable.

Terminé de ducharme esa noche, y al entrar a la habitación, estaba mi cuñada desnuda en la cama, con las piernas lo más abierta posible que había visto en una mujer, parecía de gimnasia, algo que siempre me había atraído, el pensar en abrir de piernas a una chica totalmente y cogérmela, y ver a mi cuñada en la cama de esa manera, masajeando sus senos, con sus dedos, rodeaba sus pezones y no dejaba de mirarme insistentemente, pero no dejaba de estar nervioso y asombrado.

-¿qué haces aquí? – le dije en voz baja.

-¿por qué susurras amor mío? – me dijo mi esposa llegando por atrás, tomándome fuerte de las nalgas, algo que le gustaba hacer mucho y mordiéndome la espalda. Mis ojos se abrieron de lo sorprendido que estaba.

-Es que… -no terminé de hablar.

-Es que nada amorcito, he visto cómo te comportas y creo que es momento de castigo – me dijo mi esposa tomándome fuerte de mis bolas, haciendo que mi pene se pusiera más tieso.

-Pero amor… -no me dejaba hablar, y por alguna razón, no era capaz de refutarle lo que me decía, era verdad lo que decía, pero siempre sabía responderle.

-Te quedarás ahí parado, no te tocaras, no harás nada, solo te quedarás ahí quietecito – me dijo mientras se subía a la cama sin dejar de verme, caminaba de espalda, apoyaba sus brazos y se iba hacia atrás hasta quedar en medio de las piernas de mi cuñada, la cual tomó de los grandes senos de mi esposa y lo que hacía e ella misma, se lo hacía a mi esposa y le besaba el cuello.

Mi esposa sonrió al ver como mi pene pegó un pequeño salto, mostrando mi excitación al ver tal escena.

-Vaya que eres un pervertido – me dijo mi esposa, llevando una de las manos de mi cuñada a su boca para comenzar a lamerla, sacaba uno de sus dedos de la boca y luego sacaba su lengua y con la punta, le lamía la mano, desde la muñeca hasta la punta del dedo, lo cual me hacía abrir mi boca y pasar saliva.

Mi cuñada llevó la mano hasta los senos de mi esposa y le pellizco los pezones, le hacía todo lo que me gustaba, comenzó a bajar hasta llegar a la vagina de mi esposa, que abrió bien las piernas y mi cuñada puso sus piernas delante de las de mi esposa para que no las cerrara, abriéndolas más y en un momento de calentura extrema, comenzó a masturbar a mi esposa, a su hermana, lo que me excitó demasiado, veía como el clítoris de mi esposa se salía más, se volvía más grande, se hinchaba y enrojecía a medida que mi cuñada, movía sus dedos de arriba abajo.

-Acércate – me dijo gimiendo y si haber pasado un minuto, soltó un rico orgasmo en mi cuerpo, bañándome completamente, gimiendo y gritando tanto, que no podía evitar disfrutar tal momento, salió tanto liquido de su vagina que mi pecho quedó lleno y la cama un pequeño charco, y mi cuñada con sus manos, metía cuatro dedos en su vagina y al salir, le golpeaba le vagina, haciendo que sus chorros fueran extensos y fuertes, en un momento cerré mis ojos, si estuvieran ahí, sabría lo delicioso que fue ver a mi esposa ser masturbada por su hermana.

No podía más, necesitaba hacer algo, quería correrme también, mientras veía que mi esposa giraba su cara y en un beso largo, sacando la lengua, besaba a su hermana, mientras esta, con líquidos en la mano de su hermana, le masajeaba las tetas, dejándoselas brillantes.

Así que llevé mi mano a mi pene.

-No señor, así no son las reglas esta noche – me dijo mi suegra tomándome de las manos. ¡Lo que faltaba! Me decía mentalmente, mi sueño hasta cierto punto se hacía realidad, tenía a las tres mujeres más ricas y calientes que había conocido, en mi cuarto y desnudas.

Mi suegra traía unas corbatas e las manos.

-Suegrita, para que las corbatas.

-Ya veras, me dijo, amarrándolas en mis manos y pies.

-No, no, no – les decía – no me dejaré amarrar, quiero ser yo quien disfrute.

-Si no te dejas, no nos vas a disfrutar y nos salimos – me dijo mi suegra, a lo que mi cuñada y mi esposa, se acercaron, gateando en la cama, viendo en cuatro a las dos, con cara de perritas y con sus brazos acercaban más sus senos, haciéndolos más inmensos.

-No nos quieres coger – me dijeron prácticamente en coro, así que no tuve otra opción.

-Has lo que desees suegrita – le dije muy excitado, sin dejar de verlas y saborear, era un momento tan increíble, que parecía que me fuera a venir en ese momento y cada vez que lo recuerdo.

-Falta una – me dijo mi suegra.

-Pero donde si ya tengo mis manos, mis pies y una rodeando el cuello, que no sé si es para mis ojos luego o para mi cuello – estaba terminando de hablar, cuando mi suegra me puso una corbata en mi pene, me enrolló una corbata en mi pene, apretándolo lo justo para no lastimarme y no soltarse, y jaló de él un poco.

-Tenemos a la bestia para nosotras esta noche – le dijo mi suegra a sus hijas, las cuales se miraron y se bajaron de la cama y mi suegra jalándome hacia ella de mi pene, me hizo acostar en la cama.

Mi esposa y mi cuñada, cada uno por un lado, comenzaron a amarrarme a la cama, mientras mi suegra me mordía mi pecho y arañaba las costillas, cuando ya me amarraron, llevaron la que estaba en mi cuello a los ojos, no podía ver nada.

-No vas a vernos por ahora, pero vas a sentir – me dijeron, mientras sentía como por mis piernas, mi pecho y mi pene, colocaban sus senos, sentía sus pezones tiesos recorrer mi cuerpo, tenía las más grandes y ricas tetas que había probado, recorriendo mi cuerpo.

Una de las tres puso su vagina bruscamente en mi cara y yo sin chistar, saqué mi lengua y la lamía, oía como gemía de rico mientras movía sus caderas de arriba abajo, las movía violentamente, lastimándome un poco la cara pero no podía quejarme, era delicioso sentir como sus jugos bajaban por mi cara, mientras chupaba la vagina de una de las tres, las otras dos, lamían mi verga, oía como se besaba entre ellas, pero en medio estaba mi verga.

-¡dios! ¿Pero qué es esto? – decía deteniéndome un poco, era demasiado lo que sentía, dos legua en mi pene, mientras las manos de ellas me apretaban las bolas.

-Shhhh –me dijo la que estaba encima de mí, cacheteándome y aplastando más su vagina en mi rostro, sentía como me podía ahogar, pero me movía hacia los lados de la tremenda estocada que me daban las otras dos en mi pene.

Sentí como dejaron de mamarme mi pene, cuando una de ellas lo agarró fuerte y podía sentir como estaba penetrando a una de ellas por el ano, se sentía estrecho, debía ser el de mi cuñada.

-Ahhh – dije al sentir tremendo culo caer en mi pelvis.

-Ahhhh siiii, suéltale la venda –dijo mi cuñada– hermanita, que pene tan rico disfrutas todas las noches –efectivamente era mi cuñada, pude verle la espalda, estaba hacia el otro lado y veía como brincaba en mi pene.

-Mi madre también disfruta, dijo mientras mi suegra se volteó dando la espalda y poniendo su vagina en mi boca, y mi esposa se hizo en frente de mi cuñada, mientras le besaba las tetas.

Era una imagen espectacular, que ya se aproximaba mi primera venida.

-Me vengo, me vengo! -les grité.

Mi cuñada se bajó, sacando su culo de mi pene, mi suegra bajo una de sus piernas agarrándome la verga, era la madre de ellas dos, la que dirigía esta orquesta esa noche, y no dejándome perder la excitación me la comenzó a jalar fuerte, mientras mi cuñada y mi esposa se hicieron en frente, abriendo sus bocas, y agarrándose las tetas y sonriendo para mi.

-Ahhh, ahhhh –gemía y gritaba, jadeaba y jalaba de mis manos ante tal venida tan espectacular, haciendo que la cama sonara como si la madera se estuviera partiendo ante la fuerza que hacía– siiii, mas suegrita, maaas, quiero darle mi leche a estas perras –y en un chorro como hasta ese momento no había tenido, me vine en su caras y pecho, me salía demasiada leche, salía tanta que sus cabellos, lengua, cara y tetas, les escurría leche.

-Mas mami, maaas –le decía mi cuñada y mi esposa a su mamá, pidiéndole más lechita– me ordeñaban prácticamente, era jodidamente delicioso e indescriptible, mies piernas temblaban, mi corazón estaba a mil, y ellas sonriendo.

-Ven –le dijo mi suegra a mi cuñada, mi esposa se acercó igual a lo que mi suegra la cacheteó– tu no perrita, deja a tu hermana primero –mi verga palpitó ante tal cosa que no había visto, fue demasiado rico ver como alguien dominaba a mi esposa, mi esposa se agachó un poco sonriendo, excitada por tal golpe.

-Límpialo bien –le dijo mi suegra a mi cuñada, la cual comenzó a limpiar el semen que escurría de mi pene, no pasaba un segundo sin disfrutar.

Entre tantas vueltas que daba mi cabeza, vi como en el armario, estaba una cámara que o había visto en la casa.

-¿Me están grabando? –dije asombrado.

-Shhh –me dijo mi suegra jalando de la corbata, apretando más mi pene, callándome al instante– es un regalito para tu cuñada que se va en unos días.

Continuará…

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