Ese día fui de visita con mi esposa a la casa de mis suegros, al entrar saludé a mi suegro y pasé a la cocina donde estaba mi suegra, así que la saludé y como saben hemos tenido varios encuentros, así que la vi directo a los ojos y mandándole un beso en la mejilla que rozaba más los labios y dándole un abrazo, rodeando con mi mano su cintura que rodeaba más sus nalgas y apretándola fuerte, le dije:
—Hola suegrita, tiempo sin verla —sentí como en mi oído gimió suave y delicadamente.
—Te extraño —me dijo suave al oído y sacando su lengua me lamió un poco.
En ese momento entró mi esposa y saludó a su mamá, yo fui directo a la sala cuando oí un grito.
—Hermana, hermana —gritaba mi cuñada que hacía mucho tiempo no veía, ya que estaba estudiando en el extranjero. Tenía unos 19 años, estaba haciendo un intercambio para aprender inglés y lo primero que noté, fue lo rica que estaba, tenía un buen cuerpo, unos senos hermosos y bien levantados, más grandes que los de su hermana y suegra, y ya que había probado ambos senos, esto era mucho que decir. Sus nalgas eran prominentes, grandes y redondas, estaba muy bien dotada mi cuñada.
Me levanté a saludarla y ella sin más.
—¡Cuñadito! tiempo sin verte, mira cómo has cambiado —me dijo.
—Cuñadita —le dije dándole un abrazo, para sentir sus senos en mi pecho, ¡qué maravilla! de una vez sentí como mi pene se levantó, miré hacia un lado y vi como mi suegra me miraba la entrepierna y me miraba a mí y sonreía.
Ese día almorzamos todos juntos en el comedor, y no dejaba de mirar a mi cuñada.
—Deja de mirarla así, luego te la podrás comer —me dijo mi suegra pasando junto a mí, mientras recogía los platos y esas palabras me desconcertaban, a mi suegra no le importaba que me comiera a otra de sus hijas, siempre y cuando mi pene no dejara de penetrarla a ella también y esa idea me ponía muy duro.
Yo solo sonreí y comencé a actuar más razonable, me hacía cerca de mi esposa y trataba de encajar en la conversación y así no distraerme y generar alguna sospecha.
Ya en la tarde salimos todos al centro comercial, a mi esposa y mi suegra le gustaba por ahí andar mirando cosas y yo me iba con mi suegro a tomar algo y esperarlas sentados mientras hablábamos de todo, pero esta vez era diferente, yo quería ir y estar cerca de mi cuñada.
Entraron a un sitio de ropa y comenzaron a medirse cosas y no podía evitar ver a mi cuñada cuando se probaba una minifalda o un jean, ver sus piernas descubiertas o su culo bien levantado me hacía babear prácticamente, mi suegra y mi esposa salieron del vestier y también se veían muy ricas ambas, de pasar a hacer un trío con ellas e imaginar agregando a mi cuñada a ese trío y comernos todos, me ponía muy caliente, no podía dejar de evitar pensar en ellas tres desnudas frente a mí.
Estábamos esperando a mi cuñada y demoraba en salir, así que mi esposa y mi suegra salieron
—Espérala, dile que vamos a estar en la tienda de junto viendo unas cosas para mi mamá —me dijo mi esposa mientras mi suegra con su boca, y yo tratando de leer sus labios entendí que decía “aprovecha”.
Estaba esperando y nada que salía, y me desesperaba esperar mucho tiempo, así que me acerqué a un vestier y cuando iba a tocar en la puerta que era algo pequeña, vi a mi cuñada cambiándose, vi como estaba su torso desnudo, vi sus inmensas tetas muy paradas y hermosas, con unos pezones paraditos y rosaditos que hicieron que abriera mis ojos hasta mas no poder. Ella solo se miraba en el espejo, parecía estarse detallando su cuerpo, se daba media vuelta y se miraba su precioso culo, paradito también y sonreía al verse.
Toqué en la puerta antes de que ella se diera cuenta de que la espiaba.
—¿Cuñadita?
—Dime —me dijo ella con voz sensual.
—¿Te demoras? Es que ya tu mamá y hermana se fueron a la tienda de junto, que allá te esperamos.
—Mmmmm, quiero probarme algo más, ¿me esperas? —me dijo y por supuesto que iba a aceptar.
—Claro, no hay problema —así que esperé ahí junto a la puerta.
Al interior, oía como forcejeaba, como si algo no le quedara.
—¿Te pasa algo?
—¿Me puedes ayudar? —me quedé mudo— anda, entra, es solo acomodar algo en mi espalda, tranquilo que no estoy desnuda —aunque quería verla desnuda, entré a ayudarla, tenía enredado el brasier con un saco que se estaba poniendo, así que intentaba desajustarlo hasta que lo logré.
—Espera te quito el saco y así te ayudo y podemos ir con tu familia —le quité el saco, ella se tenía el brasier por delante para que no la viera desnuda y tomé el brasier para ajustarlo por atrás y mientras colocaba los ganchos, ella se volteó.
—Dime que no deseas chupármelas —me dijo tomándome de la cabeza.
—eeee… mmm —no podía decir nada, sus grandes tetas me enmudecían y el que estuviéramos en una tienda me ponía nervioso y muy caliente.
—He visto como me miras y mi madre ya me dijo lo que tienen los dos, nosotras nos contamos todo —me dijo dejándome impactado y feliz a la vez, sabiendo que no les importaba que me las comiera.
Así que me acerqué a sus tetas y bajando su brasier, comencé a chuparle los pezones, intentaba meter lo que más podía en mi boca, quería llenar mi boca de tan preciosa carne que tenía en sus tetas, sacaba mi lengua y lamía sus senos, con mis manos los apretaba en medio de mi cara, no había tenido unas tetas tan grandes frente a mí, era demasiado excitante.
Ella me separó y comenzó a bajar, sentía sus pezones por mi cuerpo, me desabrochó el pantalón y lo bajó.
—Quiero ver por qué traes tan locas a mi madre y mi hermana —y al bajar mi ropa interior, salió mi pene que estaba muy tieso y la golpeó en los cachetes, algo que me excitó mucho y a ella también.
Ella abrió su boca sorprendida, como si no hubiera visto un pene tan grande y grueso, se notaba como babeaba.
—Debo tenerte dentro de mí —me dijo llevando su lengua a mi pene y la pasaba por mis venas que estaban a punto de estallar.
Era un experta chupándolo, no debía decirle nada de lo que me gustaba, como si supiera todo de mí, me mordía mi pene mientras lo succionaba, algo que me encantaba, sus manos en mis bolas las acariciaban haciéndome sentir más placer y no siendo el momento más espectacular, por primera vez mi verga cabía en la boca de una mujer, ella me miró y yo empujando y entrando la metí toda en su boca.
—Yaya garganta tienes —le dije impresionado.
Ella se atragantaba un poco y se tocaba sus tetas y eran tan grandes que se las podía acercar a su boca y con ellas acariciaba mis bolas ¡que delicia!
Continuará…