Esto me lo contó mi compañero Alex.
A un par de calles de la oficina hay un puesto de nieves sobre la banqueta, en estos días calurosos paso del diario por mi nieve a la hora de la comida para refrescarme, pero no es el único motivo, también me gusta mirar a la señora que despacha, esa señora de unos 45 años me calienta con solo mirarla y escucharla, es morena, de cuerpo bien cuidado, siempre viste deportiva, tenis, licra y top, la licra siempre deja ver qué usa tanga, le tiembla muy rico el culo cuando se mueve, el top, siempre escotado, deja ver sus apetecibles senos bien formados, sumando su voz chillona y pueblerina el resultado es que me pone la verga a punto.
De tan seguido que voy ya me ubica, ya hasta conozco a su hija Vanessa y sus nietos, Víctor y Karla que cuando salen de la escuela pasan a saludar a su abuelita. Cada que doña Mari me entrega mi nieve le acarició su mano al tomarla, cuando le pago y me da el restante lo mismo.
Uno de los tantos días me reprochó:
– ¿Por qué siempre me acaricia la mano joven?
– Perdón señora pero la verdad es que usted me resulta muy atractiva y pues hago mi luchita. – Le dije.
– Hay joven, me halaga usted pero déjese de rodeos y vaya al grano, una ya no está para juegos.
– ¿Qué le parece entonces si vamos al hotel?
Para mí fortuna dijo que si, le encargó el puesto a su hija que iba llegando, le dijo que iba al baño, que no tardaba, hay dos hoteles cerca de las oficinas, escogimos uno y entramos, a ninguno nos importo que nos vieran entrar o salir juntos, mientras subíamos las escaleras al cuarto admiraba es culote que me iba a comer, no lo creía, entramos y nos paramos al pie de la cama, le apretaba las nalgas para sobar su concha con mi verga ya bien erecta mientras nos besábamos intensamente, se notaba que doña Mari era insaciable en la cama.
Le di media vuelta y atrapó mi verga entre sus nalgas, mis manos le sobaban las tetas por encima del top y mis labios besaban su cuello, dió un leve gemido cuando le mordí la oreja. La puse en cuatro al borde de la cama, le baje la licra hasta las rodillas y por fin pude ver ese culito al que le había dedicado tantas pajas, le di unas nalgadas para ver temblar su culo, me arrodille y le hice la tanga a un lado, me encantaba su concha, negrita por fuera pero muy rosita por dentro, se la empecé a chupar como si fuese una de sus nieves, le recorría el clítoris y los labios, ella se estremecía y gemía de placer, saque la lengua todo lo que pude y se la metía y sacaba de la concha, dio un fuerte grito y sus fluidos empezaron a escurrir por sus piernas.
Yo no aguantaba más, sentía que la verga me iba a reventar, me pare y me baje el pantalón y el calzon.
– ¿Traes condón?- me dijo
– No
– Bueno, metemela así, voy a confiar que no me vas a pegar nada.
Antes de que terminara de decirme ya se había tragado toda mi verga, estaba tan caliente que le daba lo más duro que podía, seguramente sus gemidos se escuchaba hasta el cuarto de a lado, se le veía disfrutar cada centímetro de mi verga. Mientras me la cogía le levante el top, me gustaba ver sus tetas menearse al ritmo de mis estocadas, con una mano la jalaba de la trenza mientras con la otra le picaba el ano, ella solo gemía y gemía.
La pare, le quite la licra, le dejé la tanga y el top, me acosté, le jale la tanga de lado y la hice sentar en mi verga, inmediatamente comenzó a cabalgar como buena perra, yo le daba nalgadas para que acelerara el ritmo, jugueteaba con sus tetas y ocasionalmente me levantaba para morderle los pezones, no tarde mucho en sentir sus chorros escurrir por mis huevos.
La pare de nuevo, así de pie, la acomode para que se recargara y se viera a través de un espejo de cuerpo completo que había en el cuarto, le llegué por atrás, le separe las nalgas y le metí la verga de nuevo, empecé lento y fui subiendo la velocidad, se quedó mirando al espejo viendo la cogida que le estaba dando, la jalaba de las tetas contra mi verga para hacer mis estocadas aún más profundas, se chorreo de nuevo.
Cuando se la saqué se puso en cuatro en la cama, le jale los brazos por detrás de la espalda para que su pecho se apoyara en la cama y su culo quedara bien parado, movía el culo de un lado para otro pidiendo verga, le di unas nalgadas y le arranque la tanga de un jalón, me fui a su ano.
– Por ahí no joven, nunca me lo han hecho por ahí.
Era mentira, con muy poco esfuerzo su ano se devoró mi verga, le daba lo más fuerte que podía, ella se metió los dedos por la concha y pronto dio el gemido más escandaloso de todos, gritaba y se estremecía sin poder controlarse, acelere el paso y me vine dentro de su ano, se la deje adentro hasta que se me encogió y nos recostamos un rato.
Fui al baño a lavarme el pene y doña Mari comenzó a vestirse, cuando salí del baño vi como se le marcaban sus labios vaginales en la licra, eso me puso la verga a punto otra vez, ella se dio cuenta, se puso de rodillas y me la empezó a mamar de manera magistral, me chupaba los huevos y recorría todo mi palo, me rosaba con la lengua el hoyito de mi verga y no pude aguantar más, me vine en su boca y la doñita no dejo ir ni una sola gota, me vesti y nos salimos.
Mientras regresaba a su puesto le veía sus nalgas temblar al caminar ya sin tanga, esa me la quedé de premio, se notaba una mancha de humedad en su culo, muy probablemente de mi leche que se le escurría del ano, finalmente nos despedimos.
– Gracias joven, ya necesitaba una cogida así, hace mucho no me cogían con tantas ganas.
– Para servirle doña Mari, cuando guste usted.
Cuando llegue a las oficinas me hice una paja con la tanga de doña Mari, recordando todo lo que hicimos.