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Me calientas con tus mensajes y exploto sobre mi esposa
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Comenzaste a escribirme inocentemente, o quizás no tanto. Algo de lo que escribo parece haberte gustado, tocado alguna fibra especial y pensaste "Que demonios!? Le escribiré".

Hacía tiempo nada aparecía en mi bandeja de entrada y no hubiera imaginado las consecuencias que tendría responderte. Los primeros cruces fueron algo inocentes, apenas picantes, pero pronto notamos que teníamos varios gustos en común, aumentó la frecuencia de nuestros intercambios al mismo ritmo que la temperatura, unas primeras fotografías sutiles pero muy sugerentes aparecieron, luego conocimos nuestras voces con audios que enviamos a escondidas de las parejas que aún no habíamos confesado que tenemos.

No tardamos mucho en compartir nuestras más pervertidas fantasías y pronto estábamos masturbándonos mientras relatábamos los detalles a través del chat. La calentura era un camino sólo de ida y decidimos tomarlo a máxima velocidad.

Fue entonces que llegó esa tarde en particular, ambos estuvimos bastante libres y gracias a afortunadas coincidencias pudimos escribirnos durante toda la tarde. Yo no te di muchos detalles, pero estuve tocándome mientras te leía sin llegar a correrme, cargándome cada vez más y más. En un momento me dejaste entender que estabas sola en casa, recostada sobre la cama, que querías jugar un poco más intenso, saber que haríamos si yo estuviera allí. Te propuse darte cada detalle, pero no sería gratis, debías seguir mi narración con tus dedos. Me devolviste un silencio prolongado en el que pensé que te habías arrepentido pero pronto vi el indicador que estabas escribiendo. El parpadeo de los pequeños puntos suspensivos se hizo eterno, pero pronto apareció tu mensaje en la pantalla aceptando la invitación, más aún, aclarando que con los dedos no alcanzaría por lo que habías ido a buscar uno de tus juguetes.

Fui cuidadoso en cada detalle, quería darte el placer que no podía darte en carne y hueso. Comencé por quitarte la ropa muy lentamente para meterte en la escena, describí al milímetro como probaría cada región de tu cuerpo, tú me respondías con oraciones cortas para que vea lo que realmente estabas haciendo, para confirmarme que mis palabras estaban teniendo el efecto deseado. Comencé a precisar cómo mi boca se encontraba con tu sexo, cómo complacería cada rincón disfrutando de tu sabor. Tus respuestas comenzaron a ser más esporádicas, sólo formadas por onomatopeyas con vocales estiradas, alguna letra mal puesta que me indicaba que te habías dejado llevar por completo por la historia, entonces te pedí que dejes de escribir, que sólo leas y sigas mis indicaciones, entonces aumenté la intensidad en base a la excitación que yo mismo estaba sintiendo, narraba que hacía con mis dedos para que lo hagas con los tuyos, cada tanto te pedía que cierres los ojos unos minutos sólo para tomarme un tiempo para estimular mi falo erecto que salía entre la cremallera de mis pantalones.

Continué con el cuento navegando el borde del orgasmo, rogando porque tu estés en el mismo lugar que yo. Sudaba por completo haciendo mi mejor esfuerzo para no romper la escena, hasta que por fin me escribiste unas palabras mucho mejores de las que esperaba.

-Acabé hace tres oraciones atrás. Pero necesito recuperar el aire.

Mi miembro goteaba de sólo leerte, las gotas traslucidas de la corrida previa se aventurabas entre mis dedos. Ahora sin mucho detalle te dije que me tenías muy caliente, que estaba sudando y te dejaría recuperar el aliento mientras me duchaba, una vil excusa para evitar correrme sobre el teclado. Me descargué bajo el agua caliente, dejé salir todo el semen que tu habías provocado, pero aun así no estaba del todo satisfecho, quería aún más, quería aún sentir el sabor de un clítoris en la lengua hasta que los fluidos se derramen en mi boca.

Nos escribimos un poco más hasta la noche, con ganas de hacer realidad las fantasías. Nos despedimos cariñosamente.

________________

Nunca te confesé al día siguiente que pasó esa noche, pero me atrevo a escribir este relato deseando que lo leas.

Me fui a la cama con mi esposa como cada noche, la invité a sentarse en la cama y me coloqué detrás de ella, aparté su cabello, besé su cuello y coloqué una venda sobre sus ojos. Por un lado, quería complacerla y que se enfoque en las sensaciones, por quería evitar que me mire a los ojos mientras pensaba en lo que habíamos hecho por la tarde.

Le quité la ropa de la misma forma que a ti, saboreé su cuello, sus pechos, su vientre igual que lo narré contigo, me comí su coño tal cual nuestra historia de más temprano, buscando el sabor de su orgasmo. Agregamos un nuevo capítulo donde subí para besarla, donde me pidió que la penetre y lo hice con toda intensidad. Creéme que disfrutó la erección que tú habías forjado, y debido a mi descarga previa fue más fácil soportar las contracciones que me estrangulaban cuando ella se vino primero.

Nos recostamos boca arriba uno junto al otro por unos instantes. Cómo de costumbre ella se tomó un minuto para ir al baño y al volver mi erección no había menguado. Desnuda como estaba se recostó nuevamente junto a mi, me dejó que la abrace con mi brazo mientras ella lo hizo con su pierna, acarició mi pecho y bajó hasta sujetar mi polla, la que empezó a estimular con delicadeza. Luego comenzó a acariciar mis testículos y mi perineo, ella conoce todos mis rincones, dejó que yo estimulara mi falo con mi mano mientras me excitaba lamiendo mi cuello.

En ese momento mientras me aproximaba al éxtasis cerré los ojos y me imaginé nuestras historias, imaginé que estaba contigo, que la que me tocaba era tu mano, que los que me besaban eran tus labios y en esa sensación de culpa y engaño no pude resistir la explosión. Me corrí con fuerza sobre los cuerpos de ambos, el primer chorro cayó en mi vientre, pero los subsiguientes fueron cada vez más lejos, mancharon repetidas veces sus tetas, mis hombros, su cuello y mentón y alguno más se perdió en la almohada. A mí me sorprendió la potencia al igual que a ella, pero yo solo pude dejarme llevar y excitarme aún más con cada golpe. Sin decir palabra se movió para limpiarse mientras yo volvía a respirar, luego me besó inocentemente sin saber que el premio no era de ella, sino que esa explosión había sido para ti.

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