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Matrimonio convencional (IV)
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Estaba sorprendido de lo “fácil” que había sido convencer a Bea, me dejó sin saber qué decir, la única parte de mí que reaccionó fue la polla. La comedida y tradicional Bea estaba dejando entrever otra faceta suya que me gustaba mucho a la par que temía.

Se me mezclaban tantas sensaciones de golpe que no sabía cómo gestionarlas. Por un lado, me sentía tremendamente excitado por ver a Bea disfrutar con este juego y cabreado conmigo mismo por haber accedido, sin discutir, a lo que me pedía Don Cosme. La situación se me estaba yendo de las manos, notaba la metamorfosis que estaba teniendo mi preciosa mujer, lo que me producía una tremenda punzada en el estómago. Debía seguir adelante o cortarlo de inmediato. Mi silencio y actitud postural debieron hablar por mí mismo, porque Bea se me acercó y, señalando mi tremenda erección me dijo: “Pues sí que te gusta la idea, hijo, qué raro estás. Bueno, a ver si estimulamos a esos perezosos- finalizó embolsando los huevos y apretándolos suavemente.

Callé y asentí.

Su condescendencia resultaba cariñosa aunque no exenta de reproche, me acariciaba y reprendía a la vez, como lo hace una madre a su hijo que le consiente un capricho pero le alecciona a la vez. Se sentía poderosa.

Descubrió que manteniéndome en un estado de excitación controlado le permitía manejarme a su antojo sin escuchar de mí la más mínima queja. Disfrutaba moviéndome a su antojo y consiguiendo tenerme detrás de sus deseos sin fisuras.

Mi plan, si es que alguna vez fue mío, comenzó a trascenderme, Bea parecía divertirse (puede que excitarse) conmigo. Esperé a la noche para obtener una buena recompensa, en la oscuridad de la habitación y hablando en susurros le pedí el premio de, al menos, una paja. Mantuvo su postura de espaldas a mí y ladeando la cabeza a la para que con su mano izquierda tocaba mi polla, me dijo con una voz pasmosamente tranquila e indiferente: -Hoy has sido un buen chico, te has portado bien, como debe ser, pero no quiero desperdiciar tu semen y no me apetece hacer nada esta noche. Duérmete y no te toques.

-Pero Bea, estoy encendido mira cómo me tienes. No podría…al menos… una paja rápida.

-NO! Y no se hable más, mañana tenemos mucho que hacer y necesito descansar. No me molestes.

-Pero…, no supe qué responder, ésa forma de actuar de Bea me dejó descolocado, su forma de ignorarme no hizo más que incrementar mi grado de excitación.

Me costó mucho poder controlarme para poder dormir, estaba agitado.

Al día siguiente se despertó radiante, alegre como una chiquilla. Tras comprobar que no había manchas de semen por las sábanas me destapó de golpe para despertarme.

-Vamos dormilón, que hoy tenemos mucho que hacer.

Durante el desayuno me insinué en varias ocasiones restregando mi polla dura por su culo, giraba la cabeza al notarme y me sonreía maliciosa, aunque no pasó de ahí. Me fui al trabajo caliente como no recordaba haberme ido en toda mi vida, con ese típico cosquilleo nervioso en el estómago y la cabeza despistada en mil historias. Todas de sexo, claro.

La primera hora de la mañana transcurrió con normalidad, pero se fue calentando a medida que avanzaba, tuve que ponerme en contacto con ella varias veces con mensajes cargados de dobles sentido que me tuvieron toda la mañana con la polla morcillona cuando no empalmado. Tanto va el cántaro hasta la fuente… que me envió una foto vestida con unas mallas superajustadas que marcaban los labios de su coño y las redondeadas nalgas donde podía notarse el triángulo de las braguitas tanga justo encima de la raja de culo.

-Tengo que ir a la compra ¿Crees que iría bien así?

-Uffff cariño, un poco… ¿atrevida? Dije sin poder contener los celos y mi brutal empalme.

-Me gusta verme así, pero no me atrevo a salir sola vestida así, parezco una buscona. Si vinieras conmigo…

-Serías el blanco de las miradas de todos los tíos, te comerían con los ojos.

-Mmmm ¿Tu crees? No sé, tampoco sería para tanto. Aunque así vestida me siento desnuda. ¿A ti te pone verme así?

En ese momento pensaba con la polla, me fui al baño y le envié una foto de lo dura que tenía la polla.

-Vaaale, Así que te gusta que tu mujercita vaya enseñando, vaya, vaya. Jajaja

-¿De verdad saldrás así a la compra?

-No, no me atrevo, me da mucha vergüenza, pero me gusta saber qué te provoco, jeje. Otro día, cuando salgamos juntos puede que me lo ponga. Llevar a mi maridito al lado me dará más seguridad.

-Tendré que quitarte de en medio los moscones jajaja.

-Viendo cómo te has puesto, puede que seas tu uno de ellos jajaja.

Llegué a media tarde a casa, me la encontré sentada, pensativa. Parecía tranquila, absorta en sus pensamientos sin prestarme atención. De pronto despertó y se levantó mirándome por primera vez desde mi llegada.

-Voy a prepararme, necesitaré un buen rato para estar guapa para la visita. Dijo guiñándome un ojo con malicia.

-No hace falta que te esmeres, ya eres preciosa.

-Tú qué vas a decir jajaja.

-No tengo ninguna duda de que le vas a encandilar.

Caminando hacia el aseo se detuvo en seco y se giró para hablarme

-¿Sigues queriendo que me haga lo de… ya sabes… los pelitos?

Se le veía algo avergonzada, agachó la mirada como arrepintiéndose de haberlo expresado en voz alta

-Por supuesto, me encantaría. Lo de hacértelo yo… también. Si tú quieres, claro. Me precipité a finalizar.

-Cuando me lo dijiste lo rechacé inmediatamente en mi pensamiento, pero le he ido dando vueltas. A ver, me sigue pareciendo muy raro, más aún que quisieras hacerlo tú, Pero… porqué no, hoy estoy animada. Vamos. Me cogió de la mano guiándome hacia el baño de nuestra habitación, donde lo tenía todo preparado. Entramos.

-Ahora espera de pie, no te muevas, ni digas nada, me da mucha vergüenza.

Rápidamente se bajó las mallas y las apartó en el suelo, se quedó con las braguitas de encaje de tipo culote de esos que dejan los cachetes redondeados por la parte baja del culo dividiéndolo en dos perfectas mitades, se giró poniéndose frente a mí, cohibida y colorada. Con recato encanto comenzó a bajarse las bragas moviendo la cadera con los muslos cerrados hasta que la parte que tocaba su sexo se separó de ella, la parte interior estaba brillante y húmeda por el fluido de su coño, los pelillos que adornaban su vagina también pegados por el flujo. Estaba excitada y nerviosa, pero resuelta a seguir adelante. Se sentó a horcajadas en el bidet, de espaldas a mí, y se esmeró en la limpieza de su ano y coño, con naturalidad, como si yo no estuviera. Una vez terminó se puso de pie frente a mí, sus ojos clavados en los míos que viajaban sin poder detenerse entre sus pezones que parecían querer romper la camiseta, su peludito coño y su mirada desafiante. Se me puso dura al momento.

Sonrió traviesa y algo avergonzada cuando notó mi polla presionando mi pantalón.

No dijo nada, se sentó en la tapa de la taza del váter, casi en el filo, abrió sus piernas apoyándolas en el borde de la bañera y la otra en un taburete. Nunca, en todos los años que la conozco, había tenido una visión tan directa de su coño, ligeramente abierto, brillante, rodeado de vello. Me quedé boquiabierto, alelado por verla así, despatarrada y expuesta. ¡Joder! La polla me dolía de lo dura que la tenía.

La notaba incómoda, demasiado expuesta, sonrojada y resuelta.

-¡Vamos! ¡A qué esperas! Te has quedado embobado. Dibujando una sonrisilla traviesa y dulce.

-Eh, Si, si, perdona. Fue lo único que acerté a decir, mientras cogía la espuma, la toalla y la maquinilla de hojas.

Me puse de rodillas para poder maniobrar mejor, Bea me miraba desde arriba, orgullosa y poderosa, me sentí pequeño ante tremenda diosa.

-Otra vez he conseguido que te pongas rodillas, le voy tomando el gusto a verte así jajaja

-Ja ja, Graciosa mi niña, le contesté sarcástico. No quería que supiera que lo estaba disfrutando.

Mientras despejaba la zona y recortaba aquí y allá, su aroma me envolvía, un aroma embriagador, intensamente excitante. Tuve que detenerme varias veces para acomodarme la polla.

-¿Qué haces tocándote tanto por ahí? Era evidente, pero parecía encontrar un placer morboso en hacerme sufrir.

-Nada, nada. Le contesté sin mirarla para que no viera en mis ojos el deseo y la excitación que estaba sintiendo.

Centrado en mi tarea, recreándome, pasaba mi mano por la zona delicada para comprobar el apurado y jugaba a ratos con sus labios mayores, abriéndolos para tener una visión mejor de su clítoris y de la entrada de la vagina. Me entretuve un rato en el periné, a pesar de que no había prácticamente nada que rasurar por ahí y jugué con los alrededores de su ano simulando estar recogiendo espuma o agua.

Hasta el ano llegaba un líquido transparente y viscoso que no era espuma, ¡Joder! Estaba chorreando. Aprovechando la hidratación de sus jugos recorrí la zona entre el coño y el ano haciendo círculos alrededor de su pequeño agujero. Noté cómo se iba relajando el anillo a medida que lo acariciaba con la yema del dedo. De reojo pude ver cómo tenía la mirada fija en mis manos y la boca entreabierta. Su respiración se agitaba. No pudo evitar dejar escapar un gemido -Ah

El sonido de su propio gemido la sacó del trance y dirigiéndome la mirada más lasciva que le recordaba me dijo:

– ¿Se puede saber qué estás haciendo? Dijo autoritaria, pero sin atisbo de enfado.

-N… Nada, sólo estaba repasando para asegurarme que está bien hecho. Ahí está, lo tienes suave, delicado y precioso, dije pasando la mano por toda la superficie desde su ano, periné, pasando por la entrada de su vulva hasta llegar al clítoris y monte de venus.

Mi mujer abría la boca dejando escapar sonoramente el aire mientras no dejaba de mirarme fijamente.

-Ah, Por Dios, que bien se te da, uf qué calor. Anda déjalo ya, que sino no acabaremos nunca.

-Puedo seguir, creo que aún podría…

– Venga, vale ya, te he dicho que no, aunque te dejo que me eches la cremita ¡pero no te pases!

Después de aplicarle la crema hidratante contemplé orgulloso mi obra de arte

-Mmm me gusta mucho, es precioso, dan ganas de comérselo jajaja.

-Eres un guarro jajaja. Ya hablaremos tu y yo, dijo mirándome de reojo con cara maléfica.

-Qué… ¿que he hecho ahora?

-Nada, ya hablaremos, dijo poniéndome la mano en la frente y empujándome hasta ponerme a cierta distancia mirando fijamente mi erección.

-Si no fuera porque tenemos que prepararnos para la visita, te ibas a enterar.

-Por mí, no hay problema, si quieres ahora mismo… estoy a tu disposición.

-Ya te diré cuando, dónde y cómo ¿Te gusta cómo me queda?, cambió de tercio

-Muchísimo, ya te he dicho, para comérselo.

-Anda déjalo ya y ve a cambiarte, que aun debo terminar de arreglarme y si sigo así no voy a poder hacerlo.

– Si, mi señora, a sus órdenes. ¿Alguna cosa más? Hice un gesto cómico de reverencia.

-Te llamaré si necesito algo, vete. Respondió moviendo la mano con desden.

Tuve que darme prisa para que todo estuviera en orden a la hora, Bea no salió del dormitorio en todo el tiempo.

A las 20:30 sonó el timbre, Bea aún estaba en la habitación dándose los últimos retoques, aún no había podido verla arreglada.

Preferí vestir cómodo con vaqueros y polo.

Nuestro invitado llegó a la hora prevista, vestía elegante y casual, tanto el pantalón como la camisa se ajustaban perfectamente. Se notaba que cuidaba su cuerpo. Me impresionó verlo tan apuesto e informal a la vez. No pude evitar mirar la zona del pantalón donde destacaba algo el bulto de la polla. Me sonrió pícaro y simpático.

-Hola Andrés, ¿llego pronto? ¿o quizá demasiado tarde?

-Para nada, llegas a la hora perfecta, pasa, por favor.

-He traído mis dos botellas de vino preferidos una de tinto y otra de blanco.

-Bea es más de vino blanco, yo tomo de los dos jajaja. Trae, pondré a enfriar el vino blanco.

– Ya sé, Ya sé jajaja, dijo guiñándome un ojo, entregándome las botellas como si de un testigo se tratara.

Noté cómo el calor subía a la cara, por suerte no había nadie cerca, ni nadie que nos escuchara, aunque a él no parecía importarle, destilaba seguridad y confianza.

En esto que apareció Bea por el pasillo. Estaba preciosa, increíblemente atractiva, los labios carnosos se los había pintado de un rojo brillante y los ojos parecían dos faros radiantes de mirada femenina y felina. El pelo impolutamente planchado enmarcaba una carita redondeada y juvenil.

Llevaba un vestido estilo vintage, con el corpiño ceñido de cintura para arriba y la falda con vuelo vaporoso hasta unos centímetros por encima de las rodillas. Los zapatos de tacón medio adornaban el juego de las piernas al descubierto.

-¡Madre mía! Fue mi expresión al verla.

Don Cosme quedó petrificado, mirándola descaradamente, como si de un depredador se tratara.

– Hola Beatriz, estás preciosa, una diosa de belleza y elegancia, si me permites que te lo diga. Dijo Don Cosme.

– No es para tanto, respondió Bea sonrojándose, poniendo cara de niña traviesa.

Bea se acercó para darle los dos besos de cortesía que Don Cosme aprovechó para pegar su cuerpo. Le puso las manos en los hombros, alzándose de puntillas y acercándose hasta que sus pechos tocaron el torso de Don Cosme. Don Cosme, a su vez, la tomó por la cintura acercándosela más, acortando centímetros hasta que sus cuerpos se fundieron en uno solo.

Aquellos parecieron dos besos más íntimos que los de cortesía, se tomaron su tiempo, como si ambos quisieran aspirarse mutuamente.

El tiempo pareció detenerse, allí estaba yo con una botella de vino en cada mano embelesado mirándolos mientras ellos, ajenos a mí, mantenían esa excesiva proximidad.

Fue Don Cosme quien, tomándola por la cintura rompió el contacto para quedarse a escasos centímetros de su cara.

– Creo que me he quedado corto, de cerca aún eres más hermosa y tu perfume… es intensamente femenino.

Bea se ruborizó agachando la mirada hacia su pecho -Me alegro que te guste. Dijo en voz baja.

Aún mantuvieron unos largos segundos la misma postura, ella con las manos en los hombros, sus caras a pocos centímetros, las caderas pegadas, se miraban como si allí no hubiera nadie más. ¡Se olvidaron completamente de mí!

Bea pareció despertar, se separó y recompuso el vestido presumida.

– ¡Ejem! Entonces ¿te parece bonito el vestido? Dijo girando sobre sí misma coqueta.

– Tienes buen gusto, y un cuerpo espectacular para lucirlo.

– Bueno, el mérito no es sólo mío, Andrés me ha ayudado…en todo. Dijo dirigiéndome una mirada divertida.

Don Cosme giró la cabeza hacia hasta cruzarse con mi mirada.

-Hummm. Vaya con Andrés, vales para todo.

-Sí, creo que va desarrollando habilidades que desconocía poco a poco jajaja

-Soy el cómplice perfecto jajaja. Corté algo avergonzado.

– Andrés, pon el vino blanco en la cubitera con hielo y ve trayendo las cosas de la cocina a la mesa, mientras yo voy acompañando a nuestro invitado, hoy tengo que ejercer de anfitriona. Dijo cogiéndolo por el brazo y tirando de él hacia el salón.

Las risas se oían por toda la casa, la conversación era animada y alegre entre ellos

En el sofá, Bea estaba girada hacia él, que mantenía una postura regia, las manos de Bea tocaban el antebrazo de Don Cosme durante el transcurso de la conversación. Con Cosme, encajado a la perfección en nuestro Chester mantenía las piernas ligeramente abiertas y los brazos a los lados rozando las rodillas de Bea. Ella coqueteaba, él se sabía destinatario de ese coqueteo y se mostraba seguro y arrogante.

-Disculpad que os interrumpa, cuando queráis podemos sentarnos a la mesa.

-Gracias, cariño, eres un sol.

Se respiraba un ambiente de confianza. Bea se envalentonó, poniendo cara de niña que nunca ha roto un plato.

-Cosme… va todo bien? Últimamente no veo a Elvira.

-Ah, la curiosidad, qué sería de nosotros sin la necesidad de satisfacerla, jajaja. Carcajeó divertido, en realidad me alegra que me preguntes, me da la oportunidad de explicar algunas cosas que podrían malinterpretarse. Elvira y yo venimos de una larga y fructífera relación, por desgracia el tiempo nos ha ido alejando en la parte en que somos pareja hasta convertirnos en dos buenos amigos, no sé si me entiendes.

-Vaya, siento oír eso, parecéis una pareja bien avenida.

-Lo somos, o lo hemos sido, nos seguimos llevando muy bien, ella es una mujer culta, inteligente y de buena conversación.

-Pero…

-Bueno, digamos que tenemos diferentes necesidades sexuales, siempre he sido una persona muy activa, yo no he dejado de serlo.

-Entonces, lo de la otra noche, ¿tuvo que ver con… eso? Dijo mezclando expectación y preocupación a partes iguales.

-Bueno (dijo con sonrisa maliciosa), Elvira y yo hemos sido una pareja sexualmente muy activa y variada, pero desde hace algunos años su interés disminuyó considerablemente, en aquel periodo comenzó a tener crisis de ansiedad, sobre todo cuando llegábamos al momento de la penetración. Le dolía, así que dejamos de hacerlo.

-Pero, no entiendo qué relación tiene con lo de la otra noche.

-Cada cierto tiempo intentamos tener relaciones completas, con penetración, pero le volvió a dar otra crisis, algún vecino tuvo que escucharla y llamó a la policía pensando que… ya sabes, la estaba maltratando.

-Entiendo. ¿Lleváis mucho tiempo así?

-Años

-Sin… nada… de nada?

Bea estaba sometiendo a Don Cosme a un interrogatorio que ya quisieran los servicios de inteligencia. Sin embargo, Don Cosme no parecía para nada molesto.

-Elvira ha perdido completamente el interés, supongo que, por temor a la aparición de las crisis, a mi me suele desahogar con masturbaciones, y muy de vez en cuando sexo oral.

-Ah, vale. Dijo sonrojándose ante esa respuesta explícita. Lo siento.

-Yo también. Pero ahora me siento afortunado de haberos conocido algo más, espero que, en adelante, con mayor… profundidad. Dijo mirándonos alternativamente a Bea y a mí.

-Si, claro, me apresuré a responder. Bea se le quedó mirando fijamente intentando descifrar entre líneas.

-Salud, dijo alzando su copa alegremente. Pero bueno, basta de hablar de mí, ¿qué me contáis vosotros?

-La verdad es que no hay mucho que contar, dije yo.

-Solo que…, no consigo quedarme embarazada. Soltó de golpe Bea. Según las pruebas, los espermatozoides de Andrés son, digamos un poco… perezosos, y los tratamientos de fertilización son muy caros y molestos.

Noté el calor subirme a la cara, Bea hablaba con Don Cosme como si yo no estuviera ahí, al lado, sin importarle lo que pudiera sentir. Diría que lo hizo a propósito.

-Estoy convencido que te quedarás embarazada, haremos todo lo que esté en nuestra mano, ¿no es así, Andrés? Girándose hacia mí.

-… Sí, Claro, lo que haya que hacer.

Bea, miraba alternativamente a Don Cosme y a mí, intrigada e interesada.

-Os veo muy convencidos, pues a ver si entre los dos hacéis fuerza para que así sea jajaja. Sin evitar sonrojarse por cómo había sonado eso.

-Lo que haga falta, para eso están los amigos jajaja

Unos segundos de silencio en los que la cara de Bea mostraba un pensamiento muy interiorizado terminó con ella despertando.

-Bueno, vamos a sentarnos a la mesa, mi maridito se ha esforzado mucho en la preparación de la cena y no quiero que se eche a perder tanto empeño jajaja.

Nuestra mesa es rectangular, Bea Situó a Don Cosme en la cabecera y a su derecha e izquierda Bea y yo. La cena estuvo animada, mi mujer coqueteaba descaradamente con Don Cosme, que parecía darse cuenta y seguirle el juego con continuos juegos de palabras y frases con dobles sentido. Bea se veía espléndidamente hermosa, los ojos le brillaban y el calor de las mejillas la delataban, continuamente se dirigía a él y le tocaba el brazo, Don Cosme le respondía otras tantas veces envolviendo con su enorme mano la delicada y femenina de Bea con firmeza pero sin rudeza.

Por otra parte, yo me empezaba a sentir como un invitado a fiesta ajena, un cosquilleo de celos y excitación me invadían cuando veía que Bea recibía las atenciones de Don Cosme y coqueteaba dedicándole sonrisas cargadas de intención.

En el momento de recoger los platos, nuestro invitado insistió en colaborar.

-Dejadme que colabore, me sentiré más como en casa.

En la cocina provocaba el roce con Bea, se colocaba pegado a su espalda presionando su pelvis contra mi mujer. Ella no reaccionaba, se quedaba inmóvil, con la mirada al frente. Le dejaba hacer. Debido a la cercanía él le hablaba con voz suave y profunda.

-No sé si puedes hacerte una idea de lo que me gusta tu perfume. Dijo sin cortarse.

-Alguna idea sí que puedo hacerme jajaja. Eso es porque hace mucho que no te acercas a una.

-¿Tanto se me nota la necesidad? Jajaja

-Seguro que has tenido oportunidades, eres un hombre atractivo, con buen cuerpo y muy masculino. Finalizó la frase con un suspiro. Muchas estarían felices si apuntaras hacia ellas.

-Hasta hoy no había visto ninguna que levantara en mí tanto interés. Subrayó el énfasis en la palabra “levantara”, lo que provocó que Bea pusiera ambas manos en la bancada de la cocina inclinando su cuerpo y exponiendo aún más sus nalgas al contacto.

Mis movimientos de idas y venidas hicieron que Don Cosme se retirase de detrás de mi mujer. Ella se quedó así por unos instantes. Cuando salió de la cocina aproveché para hablar con Bea.

-¿Te noto acalorada? ¿Te encuentras bien?

-¿Es que no ves cómo se me insinúa?

-Claro que lo veo, lleva así toda la noche. Ahora te aprisionó contra la bancada y no se ha cortado en restregarse como el día del ascensor.

-Si, uffff, es que cuando se acerca tanto me siento, no sé cómo explicarlo. Indefensa.

-Puedo entenderlo, es un macho alfa.

-No te veo muy preocupado. Me dijo mirándome lasciva. -A ver. Se acercó y me tocó la polla, que a estas alturas de la conversación la tenía dura. -Mmmm ¿te pone verme así? Llevo toda la tarde con ganas, desde que me rasuraste, y cuando he notado su cuerpo detrás del mío, lo dura y grande que parece que es… he sentido un cosquilleo ahí abajo…

-¿Estás excitada, o algo más que eso?

-La palabra que se me ocurre es más fuerte jijiji

-Zorrita. Me atreví a decir.

-¡Oye! Me dio un golpe en el brazo aparentando haberse sentido ofendida. -Eres un bruto, pero… puede jijiji ¿Te molesta?

-Me siento celoso, pero no puedo evitar sentir una tremenda excitación viéndote así.

-Mmm, la noche es joven. Dijo dándome un morreo espectacular y saliendo de la cocina contoneándose como una buscona.

Cuando llegamos a la mesa, Don Cosme, sentado, le pidió a que se acercara, y con la excusa de ver de cerca el vestido, cogió su mano y la atrajo hasta que quedó a su lado. Una vez la tuvo a su lado girando el cuerpo hacia ella, la miró de arriba abajo.

-Eres Increíblemente hermosa, enhorabuena por la elección del vestido.

Acercó su mano derecha a la pantorrilla de mi mujer, a la altura de los gemelos, acarició esa zona pasando ligeramente la mano de arriba abajo.

-Mmmm, si, mejor sin medias.

Ampliaba la zona de la caricia, subiéndola un poco más, hacia la parte de detrás de los muslos, mirándola. Bea lo notaba claramente pero no hacía nada por detenerlo. Envalentonado, fue subiendo hasta llegar a la parte superior, sin llegar a tocarle la nalga.

-Lo que esconde el vestido es mucho más bonito. Espectacular.

Bea me miró, impasible, quizá esperando alguna respuesta por mi parte. Algo que no llegó.

-Vamos a tomarnos la copa en el sofá, estaremos más cómodos, ¿no crees? Me dijo sin apartarme la mirada mientras Don Cosme repasaba con su mano de arriba abajo sus torneadas piernas.

-¡Magnífica idea! Respondió Don Cosme acompañando la frase al movimiento. Cogió a Bea de la mano y le pidió caballerosamente que le condujera.

Volvimos al Chester, Bea se sentó girada hacia el lado de su invitado y Don Cosme hizo lo propio. Tras servir las copas, me acomodé en uno de los dos sillones que tenemos frente al sofá.

-Cosme, veras, yo no quiero que pienses… Andrés y yo somos muy felices juntos.

-Lo sé, no me cabe duda. Así debe ser.

-Para serte sincera, desde que coincidimos hemos notado… cosas que son difíciles de explicar, al menos para mí.

-Me ha pasado algo parecido, desde que Andrés subió a casa a echarme una mano. Giró su mirada hacia mí. He experimentado un aumento del…apetito, llamémosle así, más aún desde que os conozco mejor.

-A qué te refieres, inquirió Bea.

-Os he puesto al corriente de mis problemas conyugales, lo de la otra noche… ¿Podemos hablar como adultos?

-Estoy intrigada, claro.

¡Tierra trágame! Pensé. Se me secó la boca, el corazón lo tenía a galope tendido.

-Has despertado en mí una pulsión sexual muy intensa, has podido comprobarlo, no voy a negar que estar cerca de ti me provoca un apetito sexual muy fuerte.

-Pero, yo… no he querido… siento si te ha parecido…

Bea se estaba viniendo abajo, así que me vi en la obligación de intervenir.

-Yo también tengo culpa en eso. Preferí dejar las cosas claras antes de que la conversación se pusiera demasiado incómoda y pensara que la engañaba.

-¿Tú? De qué estás hablando. Me dijo Bea

-Bueno, veras, la otra noche, cuando subí a su casa… (Nó sabía cómo diablos iba a decirlo). Don Cosme tenía un problema, así que me pidió que lo ayudara.

-Si, recuerdo que me lo dijiste.

-Lo que no te conté entonces y hago ahora es que fue algo 'especial'. Hice una pausa para encontrar las palabras adecuadas. Tuve que masturbarlo ¡Ea! Ya está dicho.

-¡¿COMO?! Dijo Bea poniéndose de pie, tensa y enfadada.

-Si, Bea, siento no habértelo dicho, pero no sabía cómo hacerlo sin que te enfadaras. Tuve que hacerlo.

-Permíteme que me meta, Bea. Intervino Don Cosme levantándose y situándose a su espalda. Me hizo un gran favor, se lo pedí yo para aliviar mi necesidad de descargar el semen que no pude con Elvira, la situación llevó a que Andrés fuera al único que se lo podía pedir y contar con su discreción. Se mostró muy colaborativo y complaciente, incluso fue capaz de sacrificar su hombría, no sabes cuánto agradezco lo que hizo. Siento haberte puesto perdido jajaja. Intentó terminar con un toque de humor, que más pareció humillación.

-A ver, A ver si lo he entendido bien ¿Quieres decir que mi marido te… masturbó la otra noche que subió a ayudar?

-Dicho así, parece que subió para eso, pero así fue, me masturbó, y lo hizo muy bien, te puedo asegurar que hacía mucho tiempo que no me lo hacían tan bien, me dejó seco, ufff pensé que no acabaría nunca de eyacular. Don Cosme pasaba la mano por la espalda de Bea y se instalaba en la zona baja de la espalda.

Don Cosme le explicó la situación, las esposas, los policias, su empalme y la solución de mi paja. También le explicó con detalle que tuve que abrirme el pijama y el boxer para que no cayera nada en el suelo y nos delatara.

-¡No puedo creerlo! Dijo Bea sin dejar de mirarme con los ojos llenos de rabia. ¡esa noche!, tu y yo… ¿Cómo Pudiste? Eres un….

-No te enfades, cariño, no tuve opción

-Pero, pero tan pringado estabas de su… semen, tu me la… ¡¿Estas loco?!

-Perdona, Cariño. No puedo explicarlo, pero te deseaba más que nunca, de verdad.

Don Cosme volvió a intervenir, parecía estar controlando la situación a pesar de todo. Se acercó a pocos centímetros de su espalda.

-Existen muchas formas de tener placer y también de darlo, Andrés ha descubierto que tiene un lado sumiso, pero no lo veas como algo negativo, no lo subestimes, son los mejores esposos del mundo, muy fieles y buenos padres, hay muchos ejemplos en la naturaleza. Terminó la frase y acarició ambos brazos desde atrás.

Bea estaba procesando toda la información, se mantenía de pie enfrentándome, sólo nos separaba la mesita de salón, yo, también de pie sin articular palabra, la miraba con amor y temor al mismo tiempo. Don Cosme se pegó del todo a su espalda y comenzó a besarle los hombros, acercándose cada vez más a la parte posterior del cuello. Al principio Bea no se inmutó, pero cuando le dijo algo al oído (que no pude escuchar) cerró los ojos y ladeó la cabeza ofreciéndose, invitación que tomó con mucho gusto, rellenando de besos y caricias toda esa superficie desnuda.

Tras varios minutos en los que Don Cosme no paró de acariciar y besar, Bea entreabrió los ojos para mirarme, seguía frente a ella y me dedicó una sonrisa de desdén.

-¿Sabes que le gusta mirar? Soltó como vengándose de mí.

-Es su condición, verte disfrutar es uno de sus mayores placeres. Dijo haciendo una pausa. ¿Has hecho lo que te pedí? Me preguntó.

-Si. Respondí escuetamente.

-¿De qué habláis? No me guardaréis más secretos, ¿no? Rio entre divertida y alarmada

-Vamos, Andrés, Díselo. Mientras se dedicaba a besarle el cuello y los lóbulos de sus orejas

-Me pidió que te rasurara.

-No te entiendo, Andrés. Mmmm ronroneó, así que haces todo lo que te pide

-Hombre, dicho así… Quise defenderme, pero no me salían las palabras.

-No a mí, es todo por ti, Bea, eres tú la que tiene el poder absoluto sobre él. Ponlo a prueba y verás.

-A ver… Siéntate. Dijo Bea con la babeza girada para facilitar el acceso de Don Cosme a su cuello

Tras unos segundos en que me debatí conmigo mismo accedí y me senté en el sillón de detrás de mí.

-Ufff esto me pone muy caliente. Entonces esto no te importará, manteniendo el torso hacia mí giró su cabeza y le pegó un morreo en toda regla, tras unos largos minutos sus labios carnosos parecían haber fundido el carmín esparciéndolo por toda la boca. -Mmmm nunca antes besé a otro hombre, lo haces muy bien, me ha dado cosquilleo abajo ¿Te gusta, maridito mío? Pues disfruta del espectáculo. Se giró del todo, le rodeó el cuello con sus brazos y repitió el morreo, esta vez más intenso.

Los dos se dedicaron a manosearse, Bea le tomaba la cabeza con ambas manos y se fundía en el beso, él le acariciaba la espalda y bajaba las manos hasta pasarlas por sus redondas nalgas, apretándolas, acercándosela más. Ahora era Don Cosme el que me miraba por encima del hombro de Bea mientras le decía algo en voz baja.

Bea paró de abrazarlo se separó unos centímetros de su amante y manteniendo sus manos en el pecho habló sin girarse.

-Maridito mío, ayúdame a bajar la cremallera del vestido

El vestido tenía la cremallera en la espalda, fui hasta donde estaban los dos y me puse tras ella, su aroma a hembra en celo me inundó las fosas nasales. Poco a poco, muy despacio, bajé la cremallera del vestido.

-Cariño, no llevas sujetador. Le dije.

-Mmm afeaba el conjunto. Respondió girando la cabeza y dedicándome su habitual sonrisa traviesa.

El vestido aún se sujetaba en los hombros, bajó los brazos y cayó, dejando sus espléndidos pechos a la vista de Don Cosme, firmes y tallados, con los pezones duros y areolas roradas y amplias que no tardó en palpar. Bea buscaba en la cara de su amante una reacción de satisfacción, la obtuvo en forma de sonrisa lasciva. Desde mi posición su culo respingón formaba dos redondeces magníficas de donde aparecía el hilo del tanga. Inmediatamente comenzó a amasar los senos sin dejar de mirarla, provocando los primeros gemidos de la noche, sacó los pies a cada lado del vestido en el suelo, interpreté que era una señal para que lo retirara. Con la mano izquierda buscó y encontró mi polla, la encontró durísima. En ése mismo instante, la mano derecha de Don Cosme se posó en su coño. No pudo evitar cerrar los ojos y lanzar un gemido.

-Ahhh. Cariño, te noto un poco tenso jajaja. Puedes volver a tu sitio. Me dijo entre gemidos.

Allí quedó Bea, vestida sólo con un tanga y los zapatos de tacón. Don Cosme la acompañó de la mano hasta sentarla en el borde del sofá, se puso frente a ella y muy parsimoniosamente se fue desabotonando la camisa, dejando libre un torso muy bien definido, sin exceso de músculo o grasa. Una vez se despojó de la camisa, esperó con los brazos en jarras. Mi mujer lo entendió como una invitación que, no sólo no rechazó, sino que aceptó con agrado desnudarlo de cintura para abajo sin apartarle la mirada.

El pantalón cayó, inmediatamente apuntó la vista al bulto de sus boxer y, sin pestañear, descubrió la tremenda polla de Don Cosme. Parecía ansiosa por hacerlo. Cuando esa polla de 20 cm, 6 de grosor, descapullada, durísima, con las venas marcadas le apuntó a la cara puso los ojos como platos y abrió la boca impresionada. Intercaló miradas a la cara De Don Cosme y a su polla realmente asombrada.

-Es… tan… grande. Consiguió articular hipnotizada por esa escultural polla

-Tócala, no te morderá.

Buscó aceptación en mi mirada, sabía que después de que la cogiera con sus manos no podría dejar de hacerlo. Sus manos se movieron algo temerosas hasta que al fin la agarró sin llegar a cubrir toda la circunferencia. Estaba deslumbrada, hechizada. Comenzó a mover de adelante hacia atrás el pellejo, una pequeña gota de líquido preseminal asomó por la punta, lo que provocó que Bea se pasara la lengua por el labio inferior. Se ayudó con la otra mano, afanándose en una paja lenta, regustándose.

-¿Ves cómo me tienes? ¿Notas lo dura que está? Es por tí.

Bea contemplaba sin parpadear la polla, movía las manos con más énfasis. El líquido preseminal que se acumulaba alrededor del glande le daba un aspecto brillante, su mano se comenzó a impregnar, se mojó de nuevo los labios y abrió la boca, las manos de Don Cosme guiaron su cabeza al pollón, no opuso resistencia, cuando la tuvo suficientemente cerca la soltó, ella continuó el resto del camino hasta engullir el glande.

No lo podía creer, siempre mostró repulsión a chuparme la polla, sin embargo estaba siendo testigo de cómo degustaba ese tremendo pollón que no le cabía en la boca. Incapaz de tragarlo por entero, hacía esfuerzos por engullir el máximo. La saliva rodeaba la boca y caía por la barbilla.

-Mmmm eres muy glotona, ahhhh, si sigues así me temo que no voy a aguantar mucho más.

Le sacó la polla, ella le miró desde abajo con los ojos lagrimosos, suplicantes.

-Nooo, déjame que siga, porfa.

-Tranquila, Bea, te dejaré seguir jugando con ella. Dijo mientras se despojaba de lo que le quedaba de ropa y se sentó a su lado, reposando sobre el respaldo, su polla apuntaba al techo. -Ven, recuéstate conmigo. La invitó a hacer lo mismo que él.

Bea se puso a su lado, cogió la polla se fundieron en un largo y húmedo morreo. Soltó la polla y, con el pulgar de la mano libre empujó del tanga. Don Cosme se percató.

-Vamos, Andrés, acércate y ayuda a tu esposa.

Bea dejó de luchar con su tanga.

-Siiii, se bueno cariño, me está costando un poco.

Me arrodillé entre sus piernas, puse las manos en los laterales del tanga, levantó la pelvis para ayudarme en la acción y sacó su pierna abriéndose y situándola encima de la de su amante. Su coño quedó expuesto, chorreante de jugos. Me pareció una invitación y me lancé a lamérselo.

-Ahhh, por dios, llevo toda la tarde deseando sentir tu lengua ahí, desde que me rasuraste. Joder, que bien se siente, chúpamelo siiiiii. Se dejó caer aún más en el sofá abriendo las piernas y moviendo las caderas de arriba abajo.

Se estaba masturbando con mi cara. Me cogió la cabeza con ambas manos y me apretó contra su chorreante raja.

-¡Joder! Sigue, no pares chupa, chupa Ah.

Noté las contracciones de su vulva mientras se corría e inundaba mi boca con sus fluidos.

-Ah, siii me corrooo

Tras su larga corrida, quedó unos segundos con el cuerpo completamente relajado, cerró las piernas y me empujó con el pie, apartándome.

-Qué bueno ha sido eso, cariño, lo repetiremos más veces, ahora necesito otra cosa, quédate ahí.

Se puso de espaldas a Don Cosme y se sentó a horcajadas. Cogió el pollón y lo situó en la entrada de su lubricado coño, mirándome mientras lo hacía.

-Joder, Andrés no sé si me cabrá, es muy grande, me va a partir en dos.

Con una mano sujetaba la polla, la otra apoyada en su pierna, el culo en pompa haciendo intentos para clavársela y la cara desencajada entre el deseo y el dolor. No conseguía meterla, pero no quería parar de intentarlo, por fin entró el glande, paró el movimiento y cambió la cara por la de satisfacción.

-Ah, espera, espera, tengo que ir despacio, es enorme, me abre demasiado, bésame, cariño, necesito relajar mi coño. Me acercó a ella y se fundió conmigo en un morreo guarro con sabor a su coño y a la polla de Don Cosme. Me echaba el aliento de sus gemidos en mi boca.

-Ah, joder, noto como va entrando me llena por completo, no se si voy a poder meterla entera, la deseo toda dentro Ah.

Aún no había entrado toda y sus gemidos aumentaron. Se estaba corriendo de nuevo.

-Siii, no puedo, la noto Ahhh ¡JODER!

Tuvo que apoyarse en mi, la sujeté para que no se cayera, parecía haber quedado sin conocimiento. Quise ayudarla a que se incorporara, pero

-No, no, déjala ahí, espera un poco, me recupero, ya puedo.

Se irguió y me dio un par de palmadas en el hombro.

-Ya, gracias, cariño, no quiero dejar de sentir lo que tengo dentro.

Don Cosme, se había mantenido en silencio todo el rato, su tranca estaba casi toda dentro del coño de mi mujer, la veía abriendo al máximo el coñito de Bea.

-Creo que no voy a poder aguantar mucho, Bea, noto las paredes de tu vagina apretándome, me vas a exprimir.

-Espera, espera. Dijo Bea, sacándose la polla y girándose para cabalgarlo de cara a él.

Volvió a situar la polla en la entrada de su vagina y bajó poco a poco las caderas hasta encajársela por completo. Soltó el aire de golpe emitiendo un grito ahogado por un gemido. -¡Ah! ¡Madre de Dios! La tengo toda dentro me llega hasta arriba.

Comenzó un sube y baja lento que fue incrementando, tenía un primer plano del culo de Bea y de ese pedazo de carne enorme y venoso apareciendo y desapareciendo dentro del enrojecido coño. Don Cosme acompasaba con el movimiento de sus caderas los de mi mujer, arremetía con golpes cada vez más secos y profundos. Situó las manos en las caderas

-Bea, me voy a correr, donde quieres que lo haga.

Frente con frente los dos amantes gemían.

-No la saques la quiero dentro, échame toda la leche dentro, yo también quiero sentir cómo te corres.

La excitación la había hecho perder el buen juicio ¡Correrse dentro! ¡Joder! Sin embargo, a medida que se acercaba el momento notaba cómo Bea también se movía con más y más rapidez. Don Cosme paró en seco las arremetidas, supe entonces que iba a correrse. Inconscientemente cogí con la mano la base de la polla y noté los trallazos, las pulsaciones de la polla y cómo siete u ocho enormes chorros le llenaban el útero.

-Joder, Cosme, me estás inundando el útero, ahhh, ¡Dios! Me corrooo.

Las nalgas se tensaron, le estaba exprimiendo la polla.

-Ahhh Ostias, Bea, me has dejado seco, te he echado una buena lechada

-Uf, he notado cada gota y tu polla. ¡Increíble! Nunca sentí nada igual.

Mientras hablaban la polla de Don Cosme perdió algo de su dureza y dejó salir algo se semen. Lo veía desde mi posición privilegiada. Bea fue poco a poco levantándose, parecía algo cansada, se sentó a su lado abriendo las piernas, dejándome ver su enrojecido y abierto coño de donde salía semen.

-Ahora te toca a ti, cariño, ven, te lo has merecido. Me dijo invitándome a follarla.

Inmediatamente me despojé de los pantalones y me puse frente a ella. Mi polla entró sin ningún esfuerzo, había quedado muy abierta y lubricada con tanto semen. Ella quedó repantingada, abierta permitiéndome la penetración, aunque sin moverse. Por mi parte, estaba esforzándome en darle placer, aunque desistí al rato, sabiendo que no podría conseguirlo. Me centré en descargar todo mi esperma lo más adentro posible, chapoteando en cada empujón. Mi polla salía y entraba reluciente de flujos.

-Ostras, amor mío, estás muy abierta, no sabía que fueras tan zorrita, nunca te vi tan cachonda como esta noche.

-Si, he disfrutado como nunca, mmm vamos, échame tu también el semen, hoy me voy a quedar satisfecha jijiji

-Ah, me corro, toma leche, puta Ahhh. Solté lo más adentro que pude mi esperma.

Bea me sujetaba con ambas manos la cabeza cariñosamente mientras me duraron los espasmos.

Bea se Levantó con la mano en el coño intentando sujetar la cantidad de semen que salía, fue a lavarse, momento que aprovechó Don Cosme para vestirse y salir, despidiéndose con un escueto: Seguiremos en contacto. Acompañado de un guiño cómplice.

Cuando Bea salió del baño, preguntó por él y se desilusionó al no encontrarlo.

-¿Ya está? ¿Se ha ido sin más?

-Me ha dicho que seguiremos en contacto.

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su cara.

-Ufff ha sido una locura, no para de salirme leche, es un toro, estoy destrozada, me vas a tener que echar cremita jajaja ¿Crees que querrá repetir?

-¿y tú?

-¿Te importaría? Puso cara de niña mala.

Nos fuimos a la cama, allí en la semi oscuridad del dormitorio nos tumbamos mirando al techo.

-¿Y si después de esta noche te quedas embarazada? Le dije.

-Vas a ser el mejor padre del mundo.

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