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Masturbándome en la ducha
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Qué ganas, qué ganas de tenerte cerca, pero no estás, estás lejos y te necesito ahora. Necesito sentir tus labios, tus manos, tu lengua…

El espejo del baño está empañado, apenas se ve la silueta difuminada de mi cuerpo desnudo en el reflejo. Estrujo mis pechos entre las manos, imaginando que eres tú, deseando que eres tú.

Me meto bajo el agua caliente y sucumbo al deseo que crece necesitado entre mis piernas, unas ganas implacables de liberar estas ganas que tengo de ti.

Mi mano baja por mi vientre y llego a mi sexo resbaladizo con mis jugos, ese caudal de humedad que surge de mi centro cuando pienso de aquella manera en ti.

Exhalo en alivio torturado al frotar mi clítoris, lo refriego una y otra vez en suaves movimientos circulares, aquella sensación de placer escala poco a poco dentro de mí mientras el agua de la ducha cae inclemente sobre mi piel.

Tengo ganas de saber qué harías conmigo en este momento, saber cómo tus manos recorren mi cuerpo, sentir tus labios probar cada centímetro de mi piel.

Si te tuviera aquí, lo primero que haría sería besar tu boca, traspasar tus labios con mi lengua, enredarlas juntas, explorando tu boca con mi lengua.

Aplastaría mis tetas grandes y suaves contra tu pecho, tus manos bajarían por la curva de mi cintura hasta aferrarse a mis nalgas, apretando mi cuerpo al tuyo, sentir la firmeza de tu erección sobre mi vientre, estremeciendo mis sentidos con la promesa de que te entierres en lo más profundo de mí, invadiendo mi calor, traspasando mis pliegos rosados y húmedos que ruegan que entres, un anhelo desesperado de que me penetres una y otra vez.

Te suplicaría que chupes mis tetas, que me hagas tuya, que entierres tu verga dura en mi sexo, quiero tenerte dentro de mí.

Pero aún no has llegado, ahora estoy sola, ansiando saber qué haces, preguntándome si tú también tienes este tipo de fantasías conmigo.

Así que me toca conformarme con mi propia mano entre mis piernas, por ahora aplaco este deseo metiendo y sacando mis dedos de mi sexo, aplastar mis tetas contra la puerta de vidrio frío de la ducha para poder satisfacer las ganas que tengo de tus labios provocando mis picos tan sensibles.

Me froto el clítoris cada vez más rápido, mis caderas ondulan al compás de mi excitación mientras me masturbo pensando en todo lo que me has dicho, todo lo que has compartido conmigo.

Restriego mis tetas contra el cristal frío, mis gemidos retumbando solos contra las paredes de este baño sumergido en una nube de vapor.

Estoy cada vez más cerca, mis dedos patinan perversamente entre mis piernas mientras persigo el clímax, pero me hace falta algo, quiero llenar el hambre que no le da tregua a mi sexo.

A falta de ti llevo mi mano libre por la grieta de mis nalgas, arqueo la espalda y penetro mi abertura hambrienta desde este ángulo.

Ahora sí, estoy tan cerca, aprieto con mis músculos internos el dedo medio e índice que meto y saco de mi raja. El cristal duro y frío tiene mis pezones tan duros, tan sensibles, que acelero mi mano derecha, presiono mi clítoris más duro, más rápido hasta que el orgasmo se desborda, se derrama de mi sexo como el vaso lleno que se cae y moja el mantel, la mesa y el suelo. Siento aquella descarga abundante de mis jugos a medida que cada músculo en mi cuerpo se contrae una y otra vez al compás del orgasmo, la liberación de aquella carga de deseo que ya no me permitía pensar con claridad.

No es igual, no es lo mismo que acompañada de ti, pero es lo que puedo hacer para aplacarme… por ahora.

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