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Masaje tántrico (4): parte 2)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Me encontraba recostado recuperándome aún del tremendo polvo que me había dado con Brenda, mientras la miraba ducharse, limpiándose los restos de nuestras corridas de su hermoso cuerpo. La veía sobarse el cuerpo entero, mientras caía el agua caliente recorriendo todo su cuerpo. Esta imagen me ponía muy caliente, mi pene comenzó a reaccionar. La excitación hizo que me levante y vaya directo a la ducha. Me metí junto a ella y la abracé por la espalda, sintiendo sus nalgas aplastarse en mi bajo vientre. El agua caía por nuestros cuerpos.

– ¿Te gustó preciosa? – pregunté.

– Si papi, estuvo riquísimo – respondió cariñosamente.

Le di la vuelta y le besé en los labios con fuerza. Ella me correspondió y nos fundimos en un beso apasionado. Nuestras manos recorrían nuestros cuerpos mientras nos besábamos. Ella metió una mano entre nosotros y sintió mi pene ya erecto nuevamente.

– Veo que ya estás listo de nuevo bebe – me susurro al oído, mientras me frotaba el pene.

– Claro que si – respondí – solo de verte ya me pongo duro.

Siguió besándome y comenzó a frotar su pubis contra mi pene. Levanto una pierna y me rodeó con ella. Le agarre las nalgas con ambas manos y comenzamos a frotarnos rápidamente. Con su pierna levantada, tenía vía libre a su vagina, así que metí dos dedos rápidamente. El agua caliente facilitó la entrada. Comenzó a gemir. Estuvimos un rato así hasta que se dio la vuelta y me puso el culo al frente. Coloqué mi pene entre sus nalgas y comencé a frotarme. Le tocaba las tetas, se las apretaba sobando sus pezones. Se sentía increíble entre sus nalgas grandes y duras. Estaba en la gloria.

Se dio la vuelta nuevamente, se arrodilló frente a mí y puso mi pinga entre sus tetas. Comenzó a masturbarme con ellas lentamente. Cada vez que sus tetas bajaban y mi pinga quedaba cerca de su boca, se metía la cabeza y la chupaba suavemente. Desde arriba tenía una visión espectacular. Sus grandes tetas hacían desaparecer mi pinga cada vez que subían y cuando bajaban, era su boca la que la hacía desaparecer.

Seguimos un buen rato así, hasta que decidimos salir. Nos secamos y me sentó en el borde de la cama. Se arrodillo delante mío y se la metió en la boca. Comenzó a mamarla como toda una puta excitada. Se lo metía hasta el fondo y aguantaba unos segundos con todo el pene adentro. Luego se la sacaba para tomar aire y volvía a la faena. Me estaba dando una mamada espectacular. Digna de la película porno más fuerte. Mis ojos se desviaban de esa hermosa vista, solo para mirar el sillón tántrico.

– ¿Alguna vez has tirado en un sillón así? – me atreví a preguntar.

– Si – respondió – es de lo más cómodo. ¿Quieres probar?

– Claro que sí, ¿siempre quise usar uno así?

Se levantó y me cogió de la mano, me llevo como a un niño pequeño hasta el sillón tántrico. Se sentó en él acomodándose en la parte de abajo, con las piernas abiertas y la vagina al borde. Me hizo una seña hacia su vagina y entendí su petición. Me arrodillé frente a ella y comencé a besarle los labios vaginales por fuera primero. Los abría con mi lengua y se los abría para sentir toda su humedad. Comencé a agarrarle las tetas, ella cogió una de mis manos y se metió dos dedos a la boca para chuparlos. Yo seguía metiendo la lengua lo más profundo que podía dentro de su vagina. La sentía cada vez más húmeda. Comenzó a gemir sin sacarse mis dedos de la boca. Cuando me pude liberar, se los saqué de la boca y así completamente mojados por su saliva se los metí en la concha. Comencé a hacer unos movimientos que había visto en las escenas porno cuando quieren hacer eyacular a la mujer. Lo hacía rápido y fuerte. Ella ya no gemía, sino que gritaba.

– Ah, sigue así, me voy a correr. Dale – gritaba.

– ¿Quieres venirte perrita? – le dije – vamos córrete, córrete como la zorra que eres.

Ya estábamos en tal confianza que nos decíamos todo tipo de obscenidades. Continúe con la masturbada feroz que le estaba dando. Cada vez sentía que chorreaba un poco más su concha. Estaba muy excitada, seguía gritando. Cuando de repente sentí como se movía como loca, se contorsionaba.

– Ya – gritó – me vengo.

Cuando sentí que se tensionaba, saqué mi mano de su concha y vi un chorro de corrida saltó por toda la habitación. Ella se mordía los labios y convulsionaba de placer. Seguía lanzando chorros mientras se frotaba el clítoris. Conté 3 chorros muy grandes que salieron de ella. Cuando terminó, se quedó recostada. Exhausta. Yo volví a besarle la concha, quería saborear su venida. Sus jugos chorreaban por sus muslos. Los probé y me parecieron deliciosos.

Cuando recuperó la fuerza se levantó y me sentó en la parte honda del sillón. Sacó otro preservativo y esta vez me lo colocó con la mano rápidamente. Se dio la vuelta, me dio la espalda y bajo rápidamente para meterse todo mi pene de un solo golpe hasta el fondo. Veía su culo rebotar en mi abdomen mientras ella subía y bajaba con gran facilidad sobre mi pene. Estaba recostado viendo ese espectáculo maravilloso. Agarraba sus nalgas y las aplastaba juntándolas. Se sentían deliciosas. Me metí un dedo a la boca y mientras lo humedecía, abrí sus nalgas para meterlo, primero lo froté por fuera.

– ¿Puedo? – pregunté.

– Si. Por favor métemelo. – respondió rápidamente.

Lo metí despacio hasta que entro todo, comencé a meterlo y sacarlo un rato mientras elle seguía cabalgándome como una vaquera. Sentía como su ano iba cediendo y ella gemía cada vez más fuerte. Metí otro dedo y ella gritó. Pensé que me diría que lo saque. Pero no dijo nada. Lo tomé como autorización para continuar. Saqué los dedos de su ano, la levanté un poco y me acerqué a su ano ligeramente abierto. Le pasé la lengua y ella se estremeció. Metí la punta de mi lengua y la moví de arriba abajo dentro de su ano. Sentí como se contoneaba. Me separé y escupí en su ano. Volví a meter los dedos y la empujé hacia abajo nuevamente para que se la vuelva a meter toda.

– Me estás volviendo loca cabrón – me dijo – si sigues así, voy a dejar que me la metas por el culo sin compasión.

– Me encantaría, tu ano me está volviendo loco.

Seguimos ahí un poco más, hasta que me levante y la arrodille en la parte donde estaba yo sentado antes. Me paré detrás de ella y se la empuje toda de golpe, comencé a bombear rápidamente, mientras seguía metiendo dos dedos en su ano.

– Si – gritó – sigue así – seguía metiéndosela rápido y sentí como se frotaba el clítoris con la mano.

– ¿Te gusta perra? – le dije – ¿quieres que te reviente el culo?

– Si. Por favor métemela por el culo papi.

No lo tuve que pensar dos veces. La saqué de su vagina y mi pinga estaba completamente lubricada. Saqué mis dedos y apunté la punta de la pinga a su ano. Presioné un poco y entró la cabeza. La dejé un momento ahí para que se acostumbre. Con mis manos le abría las nalgas. Ella seguía frotándose el clítoris. Creo que aguante mucho con solo la cabeza dentro.

– Qué esperas. Métela toda por favor – gritó de repente. Empujé de golpe y entró toda dentro de su culo – ah. Que grande la tienes.

Comencé el movimiento suave, pero ella se movía también haciendo que entre cada vez más fuerte. Entonces decidí acelerar. Se lo metí con fuerza hasta el fondo. Aceleré los movimientos y ella seguía gimiendo y gritando.

– Que rico papi. Sigue así que me vengo.

– Tómala toda perra, te voy a reventar el culo por zorra.

– Si. Soy tu zorra mi amor, párteme en dos.

Aceleré y le comencé a dar palmadas en las nalgas. Seguía gritando y yo ya me estaba a punto de venir. Pero quería que se venga ella primero. Seguí moviéndome con fuerza, sentía como su culo se contraía y apretaba mi pinga. Era espectacular sentirlo tan apretado.

– No pares, por favor – gritó mientras se contraía todita – ah – gritó mientras botaba un chorro más en el sillón.

– Yo también me vengo – grité también – ah.

Se recostó en el sillón, rendida. Yo caí encima de ella con mi pinga aun palpitando dentro de su ano. Quedamos así recostados unos minutos, mientras le lamía la oreja y el cuello.

Nos levantamos y nos acostamos en la cama, desnudos los dos. Aún agitados. Aún tenía el preservativo puesto y mi pene comenzaba a ponerse flácido. Me saqué el preservativo, lo amarré y lo puse en la mesa de noche. Ella bajó y me limpió la pinga con la boca. Limpió todos los restos de semen que había. Cuando terminó, se levantó y se recostó encima mío. sentía sus tetas aplastarse en mi pecho. Nos besamos metiendo nuestras lenguas dentro de nuestras bocas.

– ¿Descansamos un poco? ¿O te tienes que ir? – pregunté, tratando de recuperar las fuerzas.

– No tengo nada que hacer aún, y aunque tuviera, no sé si tengo fuerzas para levantarme – respondió – Prendí la tele y nuevamente apareció el canal porno.

– Perdón – me disculpé – estuve viendo mientras te esperaba. Jejeje.

– No te preocupes, déjalo ahí.

Dejé el control y nos pusimos a ver la película. Estaban una pareja teniendo relaciones apasionadamente. Ella recostada boca abajo y el encima metiéndosela por la concha. La verdad que era muy excitante la escena. Seguimos mirando, mientras los actores cambiaban de pose y seguían un buen rato dándole. Teniéndola pegada a mí, desnuda, viendo esas escenas tan calientes, hizo que mi pinga comenzara a endurecerse nuevamente. Ella bajo su mano y comenzó a sobarla. Yo le sobaba una nalga. Todo esto mientras mirábamos como el actor empotraba duro a la actriz contra el respaldar de un sillón.

– ¿Cómo que te está gustando la película no? – me dijo, mientras seguía sobándome el pene casi erecto.

– No tanto como lo que hace tu mano – respondí – ¿a ti te gusta que te den así de duro?

– Si, como lo has hecho tu hace un rato – respondió.

Dejé de sobarle la nalga la agarré de la barbilla y le di un beso en la boca. Suave. Con los labios ligeramente abiertos. Ella me respondió y volvimos a besarnos más apasionadamente esta vez. Se subió encima mío poniendo sus tetas en mi pecho. Abrió sus piernas y se subió encima de mi pene. Seguimos besándonos mientras pasaba mis manos por su culo, le apretaba las nalgas. Comenzó a moverse y frotar su concha ligeramente húmeda.

– Sé que quedamos en dos polvos, pero muero por hacértelo de nuevo – dije asustado, ya que no tenía más dinero.

– Claro que si papi, yo también muero porque me la metas de nuevo – respondió para mi sorpresa.

– Pero ya no tengo plata – dije.

– No te preocupes, éste va de regalo.

La volví a besar y seguimos tocándonos. Ella se frotaba fuertemente contra mi pene. Sentía su concha cada vez más mojada. Sentía como la punta de mi pene abría sus labios sin entrar. Moría por metérsela sin preservativo, sentir su concha húmeda abrazar mi pene, pero tenía miedo de preguntar. Ella siguió con sus movimientos que me volvían loco.

– Quiero sentirla dentro, sentir tu carne – me dijo, como si leyera mi mente – ¿te importa? – preguntó mientras agarraba mi pene dirigiéndolo a su vagina.

– Si, por favor – respondí, sin pensar en las consecuencias.

Colocó la cabeza de mi pinga en su concha y empujó su culo hacia atrás. Entró toda de golpe. Sentí su calor y su humedad de inmediato. Se movía rápidamente de arriba a abajo. Su concha apretaba mi pinga con fuerza y sus jugos hacían que deslice sin dificultad. Se levantó, agarré sus tetas y las masajeé con fuerza. Comenzó a mover su pelvis de adelante hacia atrás. Frotaba su clítoris contra mi pelvis. Sentía como mis vellos púbicos se mojaban con sus jugos. Aceleró los movimientos. Me levanté y la besé en la boca mientras ella seguía moviéndose. Le chupé los pezones, se los mordía, esta vez lo hice con más fuerza, ella gemía. Yo acompañaba sus movimientos con mis manos en su culo.

Con ella encima mío, la moví hacia el borde de la cama y me levanté cargándola. Levanté sus piernas con mis brazos mientras ella se abrazaba de mi cuello. La agarré del culo y comencé a bombearla mientras nos besábamos apasionadamente. Su lengua jugaba con la mía y nuestras salivas se mezclaban dentro de nuestras bocas. Seguimos en esa posición un rato hasta que me cansé y la recosté boca arriba en la cama. Levante sus piernas y las puse en mis hombros. Se la comencé a meter muy fuerte, ella gritaba y gemía. Sentía su concha muy mojada. Seguía con los movimientos y abrí sus piernas, estirándolas hacia los lados. Veía cómo iba entrando mi pene en su concha. Nuestros gemidos se confundían con los de los actores en la película porno que aun seguía en la tele.

– Ven – le dije mientras se la sacaba de la concha- quiero hacértelo acá en este espejo.

La llevé al mesón del lavadero, la puse frente al espejo, dándome la espalda y le levanté una pierna apoyándola en el mesón. Por el espejo podía ver su concha abierta. Desde atrás se la metí de golpe mientras con la mano masajeaba rápidamente su clítoris. Seguí metiéndosela rápidamente, en su cara miraba la excitación y el deseo. El mismo que sentía en su vagina que ya chorreaba de jugos. Con una mano la rodeaba apretaba una teta, mientras con la otra seguía frotando su clítoris. Sentía como chorreaban sus jugos mojando el piso. Mi pinga estaba empapada con sus jugos.

– ¿Te gusta cómo te clavo mi amor? – pregunté mirándola en el reflejo del espejo – dime que te gusta.

– Sí, me encanta papi – respondió – eres un machote, me gusta cómo me clavas. Sigue por favor, no pares.

Seguí clavándola cada vez más fuerte y más rápido. Hasta que algo que vi en el reflejo llamo mi atención. En la pantalla se veía una pose diferente, nunca la había visto. Se dio cuenta que me distraje.

– ¿Qué paso? – pregunto – ¿todo bien?

– Perdón, me distrajo la pose en la película. Lo siento – me disculpé.

– ¿Cual? – nos separamos y fuimos a la pantalla.

En la película se veía al hombre acostado boca arriba al borde de la cama, levantaba sus piernas dejando su culo al aire. La mujer se paraba detrás de él, se metía el pene en la vagina y hacía los movimientos. Parecía la pose de piernas al hombro, pero con los puestos invertidos.

– Uy si, esa la vi una vez – me sorprendió diciendo – se llama la amazona creo. ¿La probamos?

– Ok, probemos – dije excitado.

Me recosté en el borde de la cama, levanté mis piernas lo más que pude y ella se paró detrás mío. acomodo mi pinga en su vagina y se la metió con facilidad. Comenzó los movimientos rápidamente. Ahora ella estaba en control, ella me estaba tirando a mí. Me sentí un poco dominado, pero no me importo al ver la cara excitada de Brenda y lo bien que se sentía. Seguimos así un buen rato, ella gemía y ahora me decía obscenidades ella a mí.

– ¿Te gusta cómo te tiro puto? – me pregunto.

– Sigue así por favor, me encanta que te pongas zorra. – respondí.

Seguimos unos pocos minutos más así, pero creo que se cansó. Se sacó mi pinga de la concha y se recostó en el piso. Levanto las piernas y se quedó apoyada en su nuca, con todo su cuerpo levantado. Definitivamente era una profesional. Fui rápido, me pare a su lado y se la metí desde arriba. La imagen era increíble. Comencé a taladrarla fuertemente hasta que ya no aguanté más.

– ¡Me voy a venir! ¿Dónde quieres mi leche? – le dije tratando de aguantar mi corrida.

– Adentro papi, quiero que me llenes con tu leche, que te conviertas en mi hombre – me dijo sorprendiéndome.

Una vez más, sin pensar en las consecuencias, me deje llevar y me vine dentro de ella, la llene con mi leche, ella gemía también. Sentía como se me vaciaba todo en su interior y se mezclaba con sus jugos. Cuando se la saque, la deje en esa posición y comencé a meterle dos dedos en la concha. Lo hice rápidamente y con fuerza hasta que grito y dejo salir un chorro grandísimo que salto y cayó encima suyo, bañándola completamente de la combinación de nuestras corridas.

Quedo recostada en el suelo. Yo me senté en el borde de la cama. Realmente estaba exhausto. La ayude a levantarse. La lleve a la ducha y nos metimos de nuevo. La lavé, le saqué todos los restos de corrida y no besamos largamente debajo del agua caliente que corría por nuestros cuerpos agotados.

Salimos de la ducha, nos vestimos y nos despedimos con un beso apasionado.

Fin.

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