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Más que fútbol (3): La segunda vez
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Dicen que cuando haces o pruebas algo por vez primera y te gusta, difícilmente vas a poder resistirte a no volver a caer en ello. Y precisamente algo parecido les ocurrió a Héctor y Moisés, dos grandes amigos, de 37 y 35 años respectivamente. Ambos llevan una excelente amistad desde hace ya un buen tiempo, se tienen una excelente comunicación y confianza, además de una gran química. Juntos juegan en un equipo de fútbol de su empresa.

Pero fue hace unos días, que su amistad llegó a límites jamás pensados, probando por primera vez el sexo homosexual. ¿Cambió su amistad a raíz de esa noche? ¿Dejaron de hablarse o se pelearon? O incluso, ¿Volvieron a repetirlo?

Después de aquella noche de viernes posterior a su triunfo en el torneo del trabajo, la relación entre Héctor y Moisés continuó tan normal como antes, salían a comer juntos todas las tardes, charlaban un rato al salir del trabajo, y no faltaban los whats cada fin de semana durante algún partido de fútbol en la TV. El tema sexual quedó en el olvido, no hubo mayores comentarios, ni insinuaciones sexuales, tal vez por pena o respeto a su amistad.

Un domingo del mes de junio, en que la Selección Mexicana jugó su primer partido de la Copa Mundial, Héctor atinó en que era buena idea invitar a sus amigos para juntos ver el encuentro, justamente ese fin de semana, su esposa había partido a otro estado a visitar a unas primas y no regresaría al menos por una semana. Tenía la casa a su disposición.

Alrededor de las 9 am, fueron llegando todos con sus jerseys puestos, el partido inició cerca de las 11 am contra Alemania. Durante el mismo, la efusividad se mantuvo en los presentes. Finalmente el partido terminó 1-0 a favor de México, los ahí reunidos, se abrazaron alegres, alzaron sus cervezas brindando, y dicha celebración se alargó al menos hasta el atardecer, cuando se fueron despidiendo cada uno de los invitados.

Héctor y Moisés continuaron bebiendo hasta cerca de las diez de la noche, durante ese tiempo, revivieron aquellos días cuando recién habían coincidido en el trabajo, en que terminaban siendo los únicos de pie, bebiendo hasta el amanecer.

Pero el cansancio llegó, y debido a que al otro día había que trabajar, no tuvieron más opción que subir descansar; esa noche, gracias a su inconveniente estado Moisés optó por quedarse a dormir ahí con su mejor amigo.

Héctor preparó la recámara principal para que la ocupará su amigo, mientras él lo haría en la habitación contigua. Antes de irse a dormir, intercambiaron algunas palabras, lo que hizo que Moisés viera más viable el que compartieran habitación, ya lo habían hecho antes y no veía problema en que esto ocurriera de nuevo, Héctor aceptó, bajo por unas cuantas cervezas y subió para beberlas con Moisés mientras seguían platicando.

Ya acostados, siguieron platicando por un buen rato, un comentario llevó a otro y a otro, hasta llegar al tema sexual, el cual evidentemente, no habían tocado desde aquella noche que tuvieron sexo entre ellos.

Durante todo el tiempo que llevaban de amistad, siempre el sexo era común entre sus pláticas, principalmente cuando estaban a solas, era el momento perfecto para hablar de sus sesiones con sus respectivas esposas, por supuesto, con el debido respeto; e incluso contarse alguna que otra fantasía, pero a raíz de su última borrachera, fue que se sinceraron más, y los secretos entre los dos empezaron a extinguirse.

Esa noche ninguno habló de sus esposas, comentaron sobre las propuestas swingers de Camilo, sobre la cada vez más evidente homosexualidad de Joaquín y su posible relación con Mauro. A decir verdad, ambos tenían un tema en común que deseaban tratar, pero ninguno se atrevía. En un instante Héctor dio un largo sorbo a su cerveza como dándose valor y decidió hablar.

-“Yo aún tengo muy presente esa noche, de hecho, lo recuerdo casi a diario”- bebió otro sorbo más grande y continuó -“Es muy extraño, sabes, podría molestarme, sentirme defraudado conmigo mismo o culpable por hacerle eso a mi mujer, pero todo lo contrario. Cuando lo recuerdo, lo hago con gusto, incluso hasta mi verga se despierta, y mi culo pareciera que palpita. He querido hablarlo contigo, pero no sé si tú…”.

-“¡A mi me pasa igual!”- se apresuró a responder Moisés -“El recordarlo me causa tal sensación de excitación que he tenido que masturbarme para calmar mis instintos. A veces, incluso te imagino de nuevo hincado o de perrito frente a mí.”- concluyó.

Se hizo un breve silencio, ninguno perdió la vista en el otro, dieron un trago a sus bebidas y siguieron hablando.

-“El problema aquí es que yo no soy gay y tú tampoco. Ambos estamos casados. No está bien lo que hicimos y mucho menos que nos excite recordarlo.”- añadió Moisés esperando que Héctor asintiera a sus declaraciones, pero este desvío su mirada a su lata de cerveza. Si bien, estuvo de acuerdo con las palabras de su amigo, pero la confusión fue mayor. De momento, un silencio largo se hizo presente en la habitación, nadie se animó a decir más nada, se limitaron a terminar su bebida; Héctor tomó dos pijamas, una para él y la otra se la entregó a su amigo, se cambiaron en medio de dicho silencio, una vez que ambos volvieron a la cama para recostarse, Héctor decidió romper el hielo, tomó a su amigo por el hombro y le apretó un poco, luego añadió:

-“Tú y yo siempre vamos a hacer amigos pase lo que pase. Lo de esa noche no va a cambiar nada entre los dos. Y veo ridículo limitar nuestras pláticas o nuestra relación solo por algo que finalmente a los dos nos gustó. Haber probado el sexo entre los dos no nos hace gays, ni menos hombres.-”

Antes de que continuara hablando, Moisés se aproximó a él rodeándolo con un cálido abrazo. Héctor le correspondió, colocó sus manos sobre la espalda de Moisés y comenzó a deslizarlas en señal de afecto. Pero el instinto les volvió a traicionar, Héctor bajó cada vez más sus manos hasta llegar a la cadera de su amigo, una vez que casi tocó sus nalgas, se detuvo, esperando la reacción de Moisés la cual no fue en absoluto de enfado, este giró su cabeza y besó delicadamente el cuello de Héctor.

Despegaron sus cuerpos, mirándose fijamente, lo entendieron perfecto, se quitaron sus playeras y se acercaron, esta vez, juntando sus labios. Fue un choque muy fuerte para los dos, que volvían a besarse, cerraron sus ojos y se dejaron llevar por ese beso, sin duda, era algo que ansiaban repetir de hace tiempo.

La intensidad del beso incrementó, al grado de rozar sus lenguas, pero esta vez eso no les molestó. A la par subieron y bajaron sus manos por el cuerpo del otro, tratando de recorrer cada centímetro. Moisés fue recargando su cuerpo en Héctor, hasta que quedaron recostados, Moisés encima. Héctor no perdió tiempo y dirigió sus manos a las nalgas de su amigo, metió su mano entre la pijama y el bóxer de este y comenzó a sobarlas, luego les apretó y dio ligeras palmadas. Moisés no se quedó con las ganas de hacer lo propio, pero al estar Héctor recostado, no pudo tener un buen acceso a sus nalgas, así que prefirió meter sus manos por delante y sentir el pene bien erecto y los testículos cargados de su amigo.

Segundos después se separaron los amigos, pero solo para desvestirse por completo, tan a prisa como si la noche se les fuera a terminar. Moisés se recargó en la cabecera de su cama y comenzó a masturbarse sin dejar de ver a su amigo, quién de pie hacía lo propio tocando su pene y acariciando su abdomen. Sus miradas estaban llenas de morbo, y no pudieron esperar más. Héctor se subió al colchón, se acercó a su amigo y tomó su muy erecto pene, comenzó a masturbarlo y decidió llevarlo a su boca, pero Moisés le detuvo, le vió fijamente y le interrogó si estaba seguro de lo que estaban por repetir, Héctor respondió no estar seguro de si era lo mejor, pero si, que era lo que más deseaba hacer. Entonces Moisés le sonrió, apartó sus manos colocándolas sobre su nuca y dejó que su amigo hiciera lo suyo.

Héctor que en ningún momento soltó aquel miembro, comenzó a masturbarlo con más fuerza y lo metió en su boca; al tener el sabor del precum en su lengua, sintió un leve desagrado del cual hizo caso omiso y prefirió continuar; comenzó a succionar torpemente, metió sus manos y no logró obtener un buen ritmo, era la segunda vez que lo hacía y obviamente no tenía experiencia en ello, pero sin importar, el continuó practicando, le masturbó, lamió y chupó, por varios minutos más. Una vez que su pene comenzó a lubricar con mayor intensidad, se apartó, sabía que a pesar de su torpeza en algún punto su amigo podría eyacular. Se hincó sobre el colchón, tomó su propio pene y comenzó a masturbarse de nuevo, le sonrió a Moisés ofreciéndole, este se relamió sus labios pero al estar a punto de acercarse se detuvo, se intimidó y dudo en repetir la acción, pero Héctor se acercó a él, colocando su mano sobre el hombro de Moisés y le invitó a hacerlo sin pena.

Moisés tomó el pene de Héctor, lo masajeó, y lo dirigió a su boca; una vez dentro, cerró sus ojos, ciertamente, por extraño que parezca, el pudor invadió su mente, Héctor que se percató, acarició los cabellos de Moisés para hacerlo sentir en confianza, así fue que este se dejó llevar. Él también era bastante torpe, pero a diferencia del otro, este fue más sutil al realizar su oral, de forma más lenta metió y sacó el pene de sus labios, le masturbó también más despacio, a él así le gustaba que se lo realizaran y supuso que así le gustaría a su amigo.

Mientras Moisés seguía entretenido con el pene de Héctor, fue este que aprovechó la posición de Moisés para inclinarse un poco, acercando sus manos a sus nalgas y comenzó a palmearlas, acto seguido las abrió para poder tener acceso a su hoyo, sus dedos comenzaron a rozar uno por uno, en cierto momento intentó introducir alguno, pero Moisés no estaba del todo preparado para ser de nuevo penetrado.

Instantes después, volvieron a separarse, siguieron tocándose de forma individual, hasta el punto en que la interrogante de si se animarían a intentarlo de nuevo, y quién lo haría primero, apareció.

-“¿Y si intentamos un 69?”- cuestionó sonrojado Héctor, mientras levantó sus hombros. Moisés sonrió apenado y aceptó, de modo que ambos giraron sus cuerpos hasta quedar uno de cara al miembro de su amigo y viceversa. Metieron cada uno el pene del otro, una sensación de descargas eléctricas les recorrió instantáneamente, les resultó extraño pero excitante el mamar una verga y que al mismo tiempo se las mamaran. Ahora decidieron imitar los movimientos de succión del otro, para intentar darse mayor placer.

Héctor dio un paso más adelante, pues ahora pasó su lengua por los testículos de su amigo, sin darse cuenta, continuó avanzando hasta ir llegando al culo de su amigo, fue cuando dio una lamida y el extraño sabor le sorprendió; Moisés estaba aseado, lógicamente, pero es obvio que ninguno de los dos había realizado un beso negro. Héctor recordó aquellos videos de sexo gay que alguna vez miró a escondidas, en los que el activo disfrutaba de dar un buen beso en el ano, mientras metía y sacaba algunos dedos para estimular; así que Héctor pensó sería una buena idea intentarlo y comenzó a hacer lo mismo. Moisés de principio sintió un escalofrío en todo su cuerpo, luego algunas cosquillas, pero poco a poco comenzó a parecerle excitante lo que su amigo le hacía. Héctor al ver la respuesta de su amigo no dudó en comenzar a juguetear con sus dedos, tocándole el ano y masajeándolo un poco, después intentó meter suavemente un dedo, Moisés al sentirlo dio un leve gemido pero no sé disgustó, hecho que permitió a Héctor continuar en lo suyo.

Al pasar de los segundos, el culo de Moisés estaba perfectamente dilatado, se contraía con cada lamida, y sus gemidos aumentaron cada vez más, hasta que no pudo aguantarse más y le sugirió a su amigo que lo penetrara. Fueron esas las palabras que tanto esperó Héctor, pues de inmediato se puso de pie, sacó de su buró unos condones y luego tomó un lubricante que afortunadamente guardaba en sus cosas. Se puso el condón, y le puso lubricante. Luego tomó el que creía suficiente y lo untó sobre el culo de su amigo, dilatándolo nuevamente para poder acceder con facilidad y que a su amigo no le causará dolor; acercó su pelvis a las nalgas de su amigo, al primer contacto con su ano, comenzó a restregar su pene, recorriendo cada centímetro de su rosado ano, enseguida lo colocó en el mero centro y trató de empujarlo suavemente, Moisés lanzó un par de gemidos de dolor, colocando su mano sobre la cintura de Héctor, deteniéndolo para que no entrara más.

Héctor sacó su pene y vertió otro poco de lubricante sobre el culo de su amigo, metió un par de dedos en símbolo de estimulación y de nuevo acerco su pene; está vez, cuando empezó a meterlo, recargó sus manos sobre la espalda de Moisés, presionando su cuerpo para que este último lo flexionara y así dejará solo sus nalgas elevadas. Moisés lo entendió y trató de acomodarse de forma que no fuera muy molesto el dolor, una vez bien acomodado, Héctor metió todo su pene por completo y comenzó a moverse de forma suave y ligera, esperando a que el culo de su amigo se adaptara a la situación. Al paso de los minutos inició un juego de “mete y saca” bastante placentero para ambos, el precum que despidió el pene de Héctor humedeció en absoluto su verga, que además aún conservaba lubricante, está combinación provocó que hubiera una mayor facilidad para la penetración, debido a que el culo de Moisés se encontró bastante mojado y dilatado. El choque del pene y los testículos de Héctor en el ano y nalgas de Moisés, combinado con el ritmo que Héctor llevaba, desencadenaron un curioso ruido que invadió toda la habitación, esto causó tal placer en ambos que no dudaron en intercambiar gemidos y Héctor, por su parte comenzó a incrementar sus movimientos.

Pasaron unos cuantos minutos y el culo de Moisés comenzó a resentir aquellas embestidas, de tal modo que tuvo que pedir a Héctor que se la sacara, para descansar un instante.

Ambos continuaron bastante calientes, sus vergas mantuvieron una fuerte erección, delatada por lo resaltado de sus venas, y la continua salida de precum, Moisés además, no dejó de contraer su culo que no dejaba de palpitarle. Después de aquella pausa los dos querían seguir disfrutando, Héctor masturbó su pene con la intención de volver a penetrar a Moisés, pero él sabía que no quería perderse la oportunidad de penetrar, por lo tanto apartó la mano de su amigo cuando este se dispuso a tocar sus nalgas para abrirlas, le dijo que él también quería penetrarlo, alegando que ese era el trato, de modo que a Héctor no le quedó remedio que aceptar, no muy convencido se dirigió por otro condón y se lo dio a su amigo.

Moisés abrió el condón, comenzó a colocárselo, tomó el lubricante, y justo cuando estuvo por untarlo, se percató del semblante de Héctor, hecho que hizo que se acercara a él, le rodeó con sus brazos, le dio algunas palabras de aliento y comenzaron a besarse. Moisés sabía que era el momento para preparar a su amigo, mientras sus labios siguieron conectados, él pasó sus manos sobre la espalda de su amigo hasta llegar a sus nalgas, las cuales masajeó y fue separando suavemente, intentó introducir un par de dedos, aunque no resultó fácil, pues Héctor dio un pequeño brinco al sentirlos.

Moisés tomó en cuenta que su ano se dilató luego de que Héctor le estimulará con sus dedos y lengua, así que llevó a su amigo contra la pared, se puso detrás de él y comenzó a besarle el cuello, pasó una de sus manos al frente de su amigo para tomar su pene y masturbarlo. Sus labios continuaron por la espalda de su amigo, de vez en cuando usó la lengua, luego fue bajando poco a poco, hasta llegar a las nalgas de su amigo, estando ahí, se hincó y comenzó a lamerlas e incluso darles pequeñas mordidas, luego las separó y comenzó a pasar sus dedos y después su lengua, le costó trabajo realizar aquella acción que hizo por vez primera, pero le fue gustando; bajo su mano para comenzar a masturbarse mientras siguió dándole placer a su amigo con su lengua. Tan pronto sintió a su amigo lo suficientemente listo, se aproximó por el lubricante, colocó en su erecto pene y llevo una pequeña cantidad al ano de su amigo, se puso de pie e intentó introducir su pene. Héctor dio un fuerte quejido, que Moisés silenció al poner su mano sobre la boca de su amigo, continuó introduciendo su pene hasta llegar al fondo, hecho que provocó fuertes dolores en Héctor que en varias ocasiones intentó zafarse, pero Moisés, preso de su instinto y con firme intención de no frustrar sus ganas, tomó las dos manos de su amigo y las sujetó con fuerza, automáticamente su cuerpo quedó recargado en la pared, impidiéndole que pudiese apartarse. En un principio Moisés intentó moverse con suavidad, pero al pasar los segundos comenzó a hacerlo con mayor fuerza, olvidándose de su amigo y solo tomando en cuenta sus instintos.

Evidentemente Héctor lo resintió y comenzó a gemir e incluso quejarse con mayor frecuencia, pero Moisés no estaba consciente, comenzó a nalguearlo mientras seguía penetrándolo; al darse cuenta que su amigo no se callaba, Moisés optó por nalguear ahora con mayor intensidad como obligándolo a callarse, sujetó muy fuerte su cadera para impedirle soltarse, prácticamente tomando el control absoluto.

Por extraño que parezca, Héctor comenzó a sentir mucho placer en aquella acción de su amigo, su pene estaba más erecto que antes y no dejó de chorrear precum, era como si la idea de la sumisión que le hacía su amigo, le excitara en exceso, por lo que los gemidos dejaron de ser de dolor y ahora salieron llenos de placer, en breves instantes se le escaparon algunas palabras pidiéndole que no dejara de hacerlo y que fuera más fuerte, a Moisés le agrado la idea y obedeció aumentando el ritmo y las nalgadas.

El placer en Héctor era tal que no dejó de masturbarse, pronto, una serie de espasmos invadieron su cuerpo, retorciéndose, su sangre se calentó, y varios chorros de semen salieron disparados al piso y pared de la habitación, su cabeza estaba en trance y sus gemidos cubrieron todo el lugar. Moisés se prendió tanto ante esa situación, por lo que aumentó sus embestidas, hasta que comenzó a sentir una especie de electricidad en todo cuerpo, sacó rápidamente su pene, retiró el condón y bastaron unos segundos para que comenzara a eyacular sobre la espalda y nalgas de su amigo, también gimió fuerte.

La respiración de ambos estaba bastante agitada, sin importar si se manchaba de su propio semen, Moisés recargó su cuerpo contra la espalda de su amigo y rodeó con sus manos.

Segundos después, ambos trataron de reponerse, se alejaron de la pared, se giraron para quedar de frente y volvieron a besarse por unos segundos. Luego, Moisés ayudó a limpiar la espalda de su amigo, y juntos limpiaron los restos de semen esparcidos por el piso.

Cada uno por separado ingresó a la regadera para limpiarse, regresaron a la cama para ahora sí, disponerse a descansar; una vez bajo las sábanas, no dudaron en repegarse, intercambiaron palabras sobre lo rico que lo habían pasado, se abrazaron y se quedaron dormidos.

A la mañana siguiente, despertaron después de las siete, muy tarde tomando en cuenta que el trabajo les esperaba a las ocho, se apresuraron a vestirse y marcharon juntos al trabajo, no mencionaron nada sobre lo recién ocurrido.

Mientras Moisés manejó, Héctor en algún instante colocó su mano sobre la de su amigo mientras esté la tenía en la palanca de direcciones. Moisés miró a su amigo, intercambiaron una sonrisa perversa, insinuando la complicidad entre los dos, sin duda, estaba surgiendo algo que ambos tenían muchas ganas de experimentar.

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