Cuando esperaba en el aeropuerto, expectante, su llegada me sentía muy nervioso, sabía que se trataba de dos niños solamente, pero eran los hijos de Robert, personitas de carne y hueso que tenían sentimientos, y eso me traía recuerdos que me emocionaban.
Los conocía sobradamente por las muchas fotos de ellos que Guillermo me mostraba, pero no era lo mismo, habían transcurrido seis años desde que se marchó y ahora iba a tener frente a mi pedacitos de mi amor perdido, del único hombre verdaderamente amado.
Cuando aparecieron por la puerta de vuelos internacionales sentía que el corazón me latía demasiado rápido, Swan venía sujeto a la mano de su abuelo, y Jesse, algo más alto, caminaba unos pasos detrás de ellos.
Guillermo me abrazó y me besó las mejillas, le encontraba desmejorado, con ojeras, más pálido y delgado, el moreno que adquiría en el monte se le había evaporado.
Se inclinó para pasar las manos por los hombros de los niños envolviéndolos.
-Él es el tío Mario. -entendí que había hablado a los niños de mi y que deseaba que me vieran como alguien familiar y cercano. Había comprado dos muñequitos en una tienda del aeropuerto para tener algo que darles al recibirles.
Los niños me miraban cohibidos y el pequeño se escondía entre las piernas de su abuelo, pero sonreía como si fuera un juego.
-Esto es para ti Swan, un osito precioso que quiere ser amigo tuyo. -el peque lo sujetó y empezó a quitarle el papel transparente que lo cubría.
-¿Cómo sabes que quiere ser mi amigo? -hablaba un aceptable español, Robert se había preocupado de que sus hijos supieran su lengua materna.
Me había inclinado, agachado para quedar a su altura y pasé la mano por su cabello moreno y liso, se parecía mucho a Robert y casi no presentaba rasgos asiáticos salvo los ojos ligeramente oblicuos.
-Lo hablamos los dos y me lo contó como un secreto.
-Los osos no hablan, ¿tu no lo sabes? -el chico me miraba inquisitivo, intentando saber que había de verdad en lo que le decía.
-Claro que lo se, pero hablamos por gestos, él es un oso muy listo. -su hermano se había acercado a nosotros y miraba el otro paquete que tenía en mi mano.
-¡Hola Jesse! ¿Sabes que estas ya muy grande? -me miró un instante y volvió a fijar la mirada en el paquete.
-Para ti me encontré algo diferente. -le alargué el envoltorio y lo abrazó sin abrirlo.
-¿No vas a mirar lo que te ha traído el tío Mario? -el muchacho miró a su abuelo, y como si le forzaran fue quitando el papel que lo envolvía.
-¡Es una foquita! -me miraba desencantado, esperaba algo diferente y se la quedó observando.
-Es una foquita bebé muy especial Jesse, necesita quien la cuide y seguro que tu la vas a querer mucho. -no esperaba su reacción, Jesse se me echó en los brazos y me dió un beso en la mejilla.
-¡Gracias tío! Yo la voy a cuidar. -hacía que afloraran en mi sentimientos que no creía sentir, una inmensa ternura me atenazaba el corazón y apreté su cuerpecito contra el mío.
Si antes de conocerles personalmente ya sentía cariño hacia ellos ahora me sentía desbordado de inmenso afecto, porque eran niños, porque eran los hijos de Robert y por su ingrata y lamentable situación de huérfanos.
Guillermo me había pedido que se dispusieran dos habitaciones adyacentes a la de Robert y a la que yo usaba cuando estaba en su casa, pensé por mi cuenta que dos niños tan pequeños estarían mejor en una que compartieran y así la habían preparado, con muebles adecuados a su edad, la otra habitación sería para sus juegos y estudio.
Imaginaba que tendrían que acudir a algún colegio aunque Guillermo no me había dicho nada sobre ello, en esos momentos no podía imaginar que pasarían cinco años viviendo en aquella casa.
Tanto los niños como Guillermo venían muy cansados de tan largo viaje y después de tomarse un vaso de leche con galletas los llevamos a la cama, no querían quedarse solos, extrañaban la habitación pero se dejaron convencer abrazados al osito y la foquita además de dejarles la luz encendida.
-¿Quieres que me quede? -era el primer momento de estar solos y le abracé acariciándole la cara.
-Siento lo que ha pasado Guille. ¿Robert estará destrozado?
-Tardará en recuperarse, por eso me he traído a los niños, él no tiene fuerzas para atenderles y bastante hace para soportarlo con todos los problemas que le surgen. -habíamos llegado a su habitación y comencé a quitarle la camisa.
-Sería mejor que tu descansaras también. -se sentó sobre la cama abatido como nunca había estado. Le comencé a acariciar mientras le iba desnudando.
-Es una suerte tenerte Marito, que estuvieras en el aeropuerto esperando fue un hermoso detalle que tuviste.
-Calla papi, no digas tonterías, era lo que debía hacer. -me abrazó y me acariciaba la cara.
-Voy a desnudarte y descansarás unas horas.
-He pensado tanto en ti mi niño hermoso, en tus caricias y cuidados.
-Ya estamos juntos de nuevo y todo se pasará. -solamente faltaba que le quitara el calzoncillo y cuando iba a hacerlo me di cuenta de que estaba algo excitado. Se los saqué y en efecto su pene, estaba algo crecido.
Se lo sujete suavemente con la mano y le miré a los ojos.
-¿Quieres?
-No se si podré Marito.
-No tienes que hacer nada, déjame a mi. -me había emocionado volver a mirar, y reconocer, aquel instrumento divino de placer que tenía entre las piernas. Me acerqué a su boca y uní nuestros labios pidiéndole que la abriera con mi lengua.
-Papi hermoso, tu nene te va a atender y darte mucho cariño.
-¡Marito!
-Tú descansa, tenía ganas de hacer esto. -le besaba sin cesar y Guille reaccionaba acariciándome el cabello mientras le lamía el pecho, los sobacos y descendía al encuentro del trofeo que me esperaba allí abajo.
Su verga estaba jugosa, endurecida aunque no del todo y metí el glande en mi boca.
-¡Qué rico bebito mío! -sabía hacer bien mi trabajo, rápidamente se lo puse duro, completamente empalmado su enorme miembro, le repasaba el glande con la lengua y con los dientes le daba un suave masaje al tronco.
-¡Qué goloso eres bebé!, sigue, no pares ahora. -su verga respondía maravillosamente a las caricias de mi lengua y mis labios, le salían torrentes de líquidos que yo bebía encantado. Lo más seguro era que papi no hubiera eyaculado en estos tres largos meses y sus grandes huevos estaban duros, rellenos de rica leche.
Temblaba de excitación pensando en el placer que sentiría cuando aquella gran polla volviera a llenarme el culo. Guillermo se dio cuenta de mi intención y me empujó para tenerme cerca de él y poder llegar con sus dedos a mi ano.
Me lo dilataba sabiamente acariciándome la entrada con los delos mojados en saliva, y lentamente fue metiéndolos, le abría las piernas para poderle comer los testículos y lamerle el perineo hasta llegar a su ano.
-¡Ahhhhhhhh! bebe, que bien lo haces. -entonces tiró de mis caderas y pasé la pierna por encima de su cabeza para dejarle que él me lamiera el culo.
Después de unos minutos de estar así, él comiéndome el culo y relajándolo, yo ocupado en su polla y sus testículos, pensé que era el momento de comenzar el trabajo mayor. Me senté a horcajadas cabalgándole y le sujeté la larga y dura lanza.
-Me la voy a comer papi, no aguanto más. -él como respuesta me agarró mi polla y tiró de ella para que me bajara a besarle.
-Eres un amor bebé.
-Ahora vas a ver como te relajas para descansar como un niño. -en tres sentadas le tenía entera dentro de mi, le miraba desde arriba como se mordía los labios y se pasaba la lengua por ellos.
-¡Hauuuuuu! Estas muy calentito, no hay lugar mejor para tener mi verga bebito. -comencé a cabalgar sobre él, haciendo todos los movimientos posibles, retorciéndome como una serpiente para que notara todo el placer que mi cuerpo le daba.
Le besaba el pecho y a veces le mordía con fuerza los duros pectorales arrancándole algún vello, pero como imaginaba papi tenía necesidad de vaciarse los huevos.
-Me voy bebé, me corro amor. -su polla era el caño de una fuente, notaba impresionado los fuertes disparos que tiraba en mi tripa, una cantidad ingente que comenzó a salir de mi culo sin que él terminara de vaciarse del todo.
-¡OHHHHH! bebé!, ¡ho, oh, oh! -le temblaba el cuerpo a la vez que el abdomen se le ponía rígido e hinchado haciendo fuerza para terminar de hacer salir todo la carga de semen que tenía almacenado.
Me tumbé pegado a él y solamente tuve que rozar mi polla con el pelo de su abdomen varias veces para empezar a correrme bañándole el pecho de semen.
No le permití que se moviera, fui al baño y con una toalla húmeda le limpie la verga, los huevos y el semen que yo le había tirado encima, le cubrí con la sábana y me tendí a su lado.
-Voy a marchar a mi casa, nos veremos mañana en la oficina, tengo muchos temas que consultarte. -me pasó el brazo por los hombros sujetándome pegado a él.
-Gracias Marito, no creo que pueda ir mañana a la oficina, lo que tu hagas seguro que estará bien, me gustaría que salieras del trabajo y vinieras a comer, me siento inoperante y torpe con los niños. La verdad…, no se que hacer ahora que los tengo en casa.
Le di un beso y me marché, antes subí al piso superior y miré como dormían los niños, abrazados a sus amiguitos de tela.
Durante la mañana Guille me llamó para que no olvidara que me esperaban a la hora de la comida. Trabajé intensamente con Manuel y Marcos resolviendo los problemas pendientes y los dejé encaminados al comedor de la empresa, cogí mi coche para llegar a la casa de Guillermo.
Los pequeños estaban en el jardín y se veían juguetes de piscina tirados sobre el césped, al notar mi presencia dejaron de jugar y se acercaron, se abrazaron a mis piernas y tuve que cogerlos para darles el beso que me exigían.
-¡Ja, ja, ja! Has conseguido de ellos en pocas horas más que su abuelo en años. -comimos y los pequeños fueron a dormir la siesta. Guille y yo salimos al jardín.
-Imagino que tu invitación para comer tiene también otras intenciones. -Guille me miró dubitativo.
-Se que voy a pedirte demasiado Marito, pero no quiero que te lo tomes como una obligación. -tenía en la mano un vaso con bourbon y los hielos tintineaban rozando el cristal, le temblaba el pulso.
-No tienes que poderte nervioso, sabes que si puedo haré lo que necesites.
-No se lo que tengo que hacer, la situación puede conmigo y quería pedirte que me ayudes, se que te estoy pidiendo demasiado y te complico la vida, pero ahora te necesito a mi lado Mario, los niños confían en ti, ya te quieren y te has ganado su confianza. Ayúdame con ellos.
Le miré impresionado, sus últimas palabras eran más un grito de socorro que un ruego.
-Pero estoy en la misma situación que tu Guille, tampoco yo tengo experiencia con niños, no he sido padre para saber atenderles y educarles. -además sabía lo celoso que Guillermo podía llegar a ser con sus asuntos familiares, lo que me pedía acabaría en roces personales y malos entendidos.
-Te has ocupado del hijo de tu primo Marcos, me consta, y sabes más que yo sobre eso, tienes mano izquierda y sabes como llevar a los pequeños.
Quedé pensativo y él esperando expectante una respuesta.
-Según tu, ¿en qué consistiría esa ayuda? -le vi su sonrisa de victoria, como si esto fuera un negocio, sabía que iba ganando.
-Creo que tienes encarrilado tu trabajo y es el momento en que delegues en tu ayudante y te dediques a supervisar, a estar a mi lado ayudándome a dirigir el conjunto.
-Eso no es nada nuevo Guillermo, tu y yo sabemos que ese sería el resultado final de la formación que me has dado, te andas por las ramas, sabes cual es el problema real que nos coge peor preparados para resolverlo. Los niños…
-A eso iba Marito, con lo que propongo tendrías más tiempo libre y podrías dedicárselo a ellos, tienes aquí tu habitación y solo te falta decidirte y venir a vivir con nosotros, podrías ocuparte mejor de ellos teniéndolos cerca.
-¿Por eso les hablaste de mi como si fuera su tío? ¿Lo tenías todo pensado de antemano? -Guillermo parecía azorado y violentado.
-La verdad es que si, pero eres tu quien tiene que decidir, no quiero que lo veas como una imposición. -era una delicada decisión que me complicaría la vida y debía asumir una responsabilidad que no sabía si sería capaz de afrontar.
Por otro lado perdería toda la privacidad de que ahora gozaba, vivía muy bien en la casa de mi abuelo que había mandado remodelar, aunque era un barrio humilde donde se ubicaba, era mi barrio y mi gente donde me sentía a gusto.
Migue había vendido la de su padre cuando falleció y seguía viviendo con mi primo y Marquitos, aunque sospechaba que no sería por mucho tiempo. La casa de mi abuelo, cuando falleciera, sería de mi primo y de mamá a partes iguales, ellos eran sus herederos legítimos. Mamá llevaba años desaparecida y mi primo no me la reclamaría, asi que decidí remodelarla y seguir en ella.
Tenía libertad para hacer lo que quisiera en mi tiempo libre, no me gustaba que mi primo o Peru vinieran a ella, prefería ser yo quien fuera a las suyas cuando los necesitaba, para hablar, o para que me consolaran el culito.
Además de tener a Guillermo, ellos eran mis hombres a los que recurría cuando los necesitaba, siempre estaban dispuestos a pasar un agradable rato follándome. Aunque podría tener más no los necesitaba y cuidaba mi vida íntima teniendo relaciones con las personas en las que podía confiar.
Todo eso podría verse limitado con lo que Guillermo me proponía, y si a él le daba miedo, a mi me causaba un tremendo respeto no estar a la altura de lo que los niños necesitaban.
Se me aparecían sus lindas y tiernas caritas demandando cariño y amor y tenía que tomar una decisión.
-De acuerdo Guille, lo haré, pero quiero que sepas que será solamente por ellos, y tengo una condición que ponerte. -sonreía como un viejo zorro sabedor de que cazaría su gallina para el desayuno.
-Siempre serás el eterno negociador, dime lo que quieres. -bebió un largo trago degustándolo satisfecho.
-Quiero, si voy a ocupar temporalmente el puesto de Robert, que nunca cuestiones lo que decida hacer con tus nietos, tendré sobre ellos la misma autoridad como si fuera su padre.
-Lo harás bien Marito, estoy de acuerdo contigo siempre que me dejes ser abuelo, es lo único que me queda. -de esa forma se firmó nuestro nuevo acuerdo. Sería pura coincidencia, pero si el primero fue para cinco años y aún continuaba existiendo, a este no le pusimos un plazo.
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De esta manera me convertí en todo lo imaginable para los chicos: En el padre y la madre que vigilaba sus sueños y estaba a su lado cuando se sentían enfermos y con fiebre. En el enfermero que curaba sus heridas cuando se caían y arañaban. En el amigo que les acompañaba en sus juegos. En el hermano que los recibía en su cama cuando asustados acudían temerosos de los truenos.
Los llegué a querer como si fueran mis hijos. Normalmente era Rodolfo quien se encargaba de llevar y recogerles del colegio, pero a veces los sorprendía presentándome a por ellos.
Eran unos chicos que llegaron tristes y pronto se volvieron alegres, curiosos y revoltosos, el que más esfuerzo me exigía era Swan que revolvía la casa sin dejar un rincón que investigar. Jesse era el más cariñoso, él era mi chico como Swan lo era de Guillermo.
El tiempo no me sobraba, tenía mi trabajo en la empresa aunque Manuel y Marcos me ayudaban y mucho, atendía las necesidades sexuales de Guillermo, que también eran las mías, aprovechando las noches que podía bajar a su habitación, con miedo siempre a ser sorprendidos por los niños.
Atenderles a ellos que eran la prioridad y, a pesar de ello, podía sacar un rato a la semana para visitar a mi abuelo en la residencia, no me reconocía y si daba alguna muestra de lucimiento era para confundirme con mamá. Mis encuentros con Peru o Marcos se convirtieron en anecdóticos aunque los disfrutaba más.
Sabía que Peru acudía a las fiestas que organizaba el grupo de Loren, y que allí follaban en grupo, pero eso no me preocupaba, cuando yo lo necesitaba estaba para mi. Lo mismo podría decir de mi primo, ahora que Migue se había comprado una casa vivía solo con su hijo, Marquitos solía pasar los fines de semana con Migue y en las vacaciones se lo llevaba a viajar, a pesar de todo se continuaba ocupando de él.
El tiempo pasaba rápido mirándolo desde el presente una vez transcurrido. Dejábamos las señales de ese acontecer sembrando nuestro camino, e inexorablemente se sucedían acontecimientos agradables o dolorosos.
El abuelo falleció dos años después, mi corazón estaba sano y pude rezar una oración por él reconciliándonos.
Las heridas que la muerte de Shizu dejaron en Robert sanaron relativamente pronto, habían transcurridos tres años y volvía a rehacer su vida al lado de una muchacha americana, por sus negocios vivía alternando el domicilio entre Tokyo y New York, ella era de allí. Una chica de la alta sociedad neoyorkina que, para el gusto de Guillermo, era demasiado joven.
-Es una niña, no está madura para asumir sus obligaciones. -estalló una noche, a la vuelta del viaje que había hecho para conocerla, a ella y su familia.
-También Robert es joven, te recuerdo que tiene veintiséis años. -me miraba disgustado, pero sin dejar de acariciarme el cuerpo, aunque llegaba deseando hablar y desahogarse, sus deseos sexuales eran más urgentes.
-Luego seguiremos hablando, ahora quiero lo que necesito. -se dispuso a poner en funcionamiento el sistema de grabación.
-¡Ja, ja, ja! ¿Cuándo vas a dejar de grabar lo que hacemos papi? ¿No te cansas de ver siempre lo mismo? -se pegó a mi esbozando una sonrisa.
-Siempre encuentro algo nuevo de ti que me sorprende. -con una mano me sujetaba por la espalda tirados sobre la suave seda de las sábanas, con la otra me tomó por la nuca para llevarme la boca a la suya y recibir su beso.
-Ves que lo que digo el verdad, como cuando beso tu boca y saboreo tus labios, son los mismos y a mi me saben más jugosos y los veo más rosados y deliciosos, cada vez me gusta más tu suave y cálido aliento, tu cuerpo tembloroso y tu piel fina y tersa, cada vez me vuelves más loco amor. -ciertamente el contraste era abismal, él con el cuerpo de hombre musculoso y fuerte, velludo, grande, comparado con el mío de chico que no aparentaba mis veintiséis años, delgado, atlético y casi sin vello.
La piel curtida y dura por la cantidad de pelos de Guille, con la mía de blancura inmaculada en invierno y dorada en verano, toda una delicia para los amantes que podían tenerme y amarme. Sus palabras me emocionaban.
-Nunca me dices palabras tan bonitas papi, gracias amorcito. -como respuesta volvió a taparme la boca con la suya en un beso que se convertía en lujurioso.
-Deseo volver a probar tu cuerpito delicioso de mariconcito tierno y enseñarte lo que a ti te gusta, que sientas lo que es un hombre de verdad, darle a tu culito lo que le gusta, una buena verga que lo llene y te haga gritar. -le mordí el labio superior a la vez que buscaba su vergajo con la mano
-Ahora te estas pasando papito, pero me gusta. -me seguía besando y con una furia más salvaje cada segundo que pasaba, me deseaba devorar y a la vez que sus labios me comían iba metiendo las manos entre mis nalgas buscando mi tesoro escondido y me las amasaba entre gemidos.
-Son tan suaves y tersas, tan deseables. -le cogí los huevos y los tenía duros y pesados, pegada la bolsa en la base de la polla. Guille estaba muy excitado y con la respiración acelerada sin cesar de pasar las fuertes manos por mi delicado cuerpo recorriéndolo por todas partes.
Me cogió del pelo con una mano y la otra la usaba para tocarme el ano y luego se la llevó a la nariz.
-Es delicioso tu olor a culito limpio, a putito deseoso de macho que se lo llene. -tiró de mi cabello y me enterró la cara en su sexo que ya lo tenía bien duro. Continuaba con su potente polla bien caliente y gorda, larga, dura como un resorte de ballesta, la besé y lamí degustando su sabor fuerte a macho semental en toda su sazón.
Me la metía hasta la mitad comiéndola con glotonería, volvía a sentirla muy ancha, me pasaba siempre que estaba un tiempo sin comerla y me tensaba las comisuras de los labios.
-Chúpala, prepárala bien para meterla en tu culito bebé. -puso la mano en mi nuca y apretaba para que la tragara más y tuve que hacerlo.
-¡Ohhhh! Amor, que linda y caliente boquita. -la saqué un momento para lamerle las babas que discurrían por el tronco hasta sus testículos.
Su resistencia cedía y notaba que deseaba correrse. Me coloqué de cara al techo y Guille enseguida comprendió situándose sobre mi y buscando con desesperación mi entrada con su dura verga preparada.
Me chupaba el cuello haciéndome gritar desesperado por la tensión acumulada.
-¡Ya, Ya papi! Fóllame el culo amor. -pero antes me chupó los pequeños pezones, metió los dedos en mi boquita para que se los mojara y me los enchufó en el ano.
-¡Ahhhhhh! Papi, que rico papi, necesito tu gran polla ya.
-Sí amor, te voy a follar muy rico, vas a saber lo que un macho te puede dar.
-¡Ahh! ¡Ahh! ¡Ahh! ¡Ahh! ¡Ahh! Guille, saca los dedos y dame verga.
—¡Sí nene! Vas a gritar mi nombre cuando te la meta hasta el fondo, pero quiero follarte de perrita, date la vuelta. -hice lo que me pedía muerto de ganas porque me diera de una vez lo que necesitaba.
-Me gusta tenerte así, a cuatro patitas esperando a tu macho, así se te ve tu rico culito y como abres el agujero de las ganas que tiene tu culito redondo y blanquito, con tu anillo rosado que pronto lo voy a abrir. -usó la mano izquierda para apretarme en la espalda, para que mi pecho y cara quedaran pegados al colchón y el culito elevado.
De esta manera enterró la cara entre mis nalgas y pasó el duro bigote por ellas, besándolas y mordiéndolas y después chupando y besándome el ojete.
-Te la voy a meter nenito, no aguanto más las ganas.
-¡Sííiíii papi! Dámela ya amor.
-¡Ohhhhhhhhh! qué belleza de culo, ahí voy hasta el fondo bebé. -me restregó el glande por la entrada y usándolo como un látigo me azotó el ano y las nalgas con la verga, le sentía como apretaba en la entrada y empezó a perforarme el ano.
-¡Si papi, si! Más, más, más verga para mi, dámela toda papi.
-¡Ummmmm! ¡Ummm! ¡Ummmmmmm! Qué rica verga amor. -sentía como entraba centímetro a centímetro abriendo mi culo.
-Me rompes amor, que rico lo haces. ¡Oh, sí, sí, sí. -me retorcía de placer gimiendo y gritando al sentir mi tripa llena por su tremenda tranca que me partía de gusto.
Cuando estuvo dentro me levantó para apoyarse en mi espalda.
-¿La sientes bebé? La tienes toda dentro de ti.
-¡Oh sí papi, siento que me perfora hasta el estómago. -se quedó un momento quiero mientras yo no cesaba de temblar, se recostó totalmente sobre mi y me cogió las manos por encima de la cabeza y con sus piernas separó mas las mías, su aliento quemaba mi oreja.
-Ahora viene lo bueno bebé.
-Sí papi, soy todo tuyo haz lo que quieras. -separó su pecho de mi espalda sujetándose sobre sus rodillas y comenzó a mover la cadera, su polla se había convertido de pronto en un pistón y solo se escuchaba el ruido de sus pelotas golpeando las mías y el chocar de la enorme cama contra la pared, me hacía que jadeara y bufara entre gritos y sollozos, su follada era totalmente animal y mi placer no tenía parangón con otro.
-¿Me sientes nenito? ¿Lo disfrutas?
-¡Ahhh! Si, si. -aceleró la follada a un ritmo infernal hasta que pensé que me iba a romper el culo, desarrollaba toda su tremenda virilidad y hasta era violento y en ese momento cumbre sentí que me desmayaba a la vez que temblaba, él me sujetaba de la cintura para que no colapsara.
Estaba corriéndome como un poseso, y gritando como una puta, cuando mi macho se abrazó a mi cintura y con toda su verga metida empezó a llenarme de leche.
-¡Ohhh! Bebé, toma, toma semen, recibe toda mi leche amor. -la leche comenzó a salir entre mi ano y su rabo, no podía contener más en mi vientre y lo que sobraba salía disparado.
Después de un rato nos levantamos para lavarnos.
-Me has roto el culo papi, me duele y ha estado muy bueno. -me señaló la luz roja que indicaba donde estaba la cámara grabando.
-¿Entiendes ahora porque me gusta grabarte? Otra follada como está no es fácil que se de.
-Bueno, haz lo que gustes, no tengo nada que oponer si a ti te gusta.
Estuvimos hablando un rato más, en realidad el que hablaba era Guillermo, Robert deseaba llevarse a los muchachos con él, su padre le había convencido para que esperase hasta que se hubieran casado y convivido un tiempo antes de hacerlo, por el bien de los chicos y del nuevo matrimonio. Era mejor que continuaran estando en España y que Guillermo los llevara con él a América en vacaciones.
-Me voy arriba. -me despedí dándole un beso.
-Puedes quedarte aquí y dormir a mi lado, por una vez no creo que pase nada.
-Puede despertarse alguno de ellos y enseguida van a mi habitación si eso sucede.
-Los mimas más que yo Marito y yo soy el abuelo.
-Eso no es cierto, van porque sienten miedo o me necesitan, eres tu quien les compra esos coches de carreras, no te es suficiente con que les aficiones a las motos.
-Ahora bien que te gustan a ti, recuerda que antes no las querías. -me callé y después de volver a besarle subí a mi habitación, ya era una costumbre mirarles mientras dormían, les acomodé la ropa y los dejé que continuaran soñando.
************
Estaba preparándome para salir de la oficina cuando llegó Marcos ya cambiado y dispuesto para dejar el trabajo.
-¿Cómo se ha resuelto el incidente? -un cliente nos había presentado una demanda judicial por una derrame de gasoil que había tenido en la instalación que le habíamos montado.
Además de la cuantiosa idemnización que nos impusieran, debíamos resolverle el problema que Marcos me aseguraba lo había producido el mismo cliente por manipular la instalación.
-Siéntate y sujétate al sillón para no desplomarte. -a la vez que hablaba me empujaba para que volviera a ocupar mi asiento.
-¿No me irás a decir que no has podido resolverlo?
-¡He visto a la tía Carmen!, ¡a tu madre! -de verdad que estaba muy bien sentado, de otro manera me hubiera caído al suelo, la noticia había sido como un fulgurante rayo que me dejó paralizado.
-¿Qué dices? ¿Es eso cierto?
-Como que tu y yo estamos ahora en esta habitación, la he tenido a cincuenta metros, en un chalet al lado de donde hemos estado.
Marcos no había hablado con mamá y ella no le vio o no le reconoció. Sentía mucha curiosidad por saber algo de ella, pero mi primo solamente la tuvo unos escasos dos minutos al lado, mientras salía de su coche y entraba tras la puerta de la casa.
Necesitaba saber si estaba bien, hacía once años que no la veía ni tenía noticias suyas, para el funeral del abuelo no pudimos localizarla y no sabía que había fallecido.
Estuve pensándolo dos meses antes de decidirme, también me carcomía tener la certeza absoluta de saber quién era mi padre, lo sabía ya pero precisaba que me lo confirmara.
Un sábado me decidí y llegué a la dirección que me dio Marcos, se trababa de una urbanización en un pueblo cercano, una linea de chalets de dos plantas ocupaban toda la acera de una calle recientemente asfaltada, el otro lado era terreno de labranza, en este caso viñedos recién plantados.
Las casas estaban algo elevadas sobre el nivel de la calle y podían verse los porches y parte del cuerpo de los árboles plantados en los jardines.
Se escuchaban risas de niños y una voz de hombre que les hablaba, me fui acercando hasta poder visualizarlos, dos pequeños de unos cuatro a seis años, jugaban con herramientas de juguete, imitando el trabajo de un hombre de pelo plateado que inclinaba el cuerpo en el césped rastrillándolo.
-Mira papá, yo lo hago mejor que María. -los niños eran rubios, con el pelo largo.
Pensé que no tenía derecho a intervenir en sus vidas, quise darme la vuelta, marchar y dejarles que vivieran su alegría como les veía en este momento, pero algo me clavaba en la acera, delante de aquella verja de hierro que cerraba el paso, observando a aquellos pequeños y al hombre que reía mientras cogía a la nena en sus brazos para elevarla en el aire.
Me iba a marchar cuando una figura salió de la casa al porche, una mujer alta y delgada, vestida con pantalón ajustado, blusa floreada y larga melena rubia como los niños que jugaban, como la mía antes de que la cortaran.
Sus ojos se me quedaron clavados y caminó hacia la verja, sin atender los gritos de los niños, ni la mirada curiosa del hombre que la observaba con un pequeño en cada brazo como sacos de patatas.
Se quedó detrás de la verja, a medio metro de ella, continuaba siendo tan bella como la recordaba, algunas pequeñas arrugas se le notaban en los ojos azules como el cielo de ese día.
-¡Hola Mario! -en lugar de responderle miré a las tres personas que nos vigilaban.
-¿Ellos son…?
-Sí.
-El abuelo murió…
-Lo supe cuando ocurrió, lo visité un par de veces en la residencia.
-¿Quién es mi padre mamá?
-Si me preguntas es que ya lo has adivinado. -volví la mirada a los niños.
-Son muy guapos…
-Aunque no supe demostrarlo, siempre te quise Mario.
-Lo se mamá, tu fuiste otra víctima más. -di dos pasos para atrás y luego me volví para avanzar hasta mi coche.