Esa mañana tendría otra sorpresa para el momento de vestirnos. Nos habíamos levantado temprano para prepararnos y después ir a la gasolinera a buscar el todo terreno con sus motos, como el primer sábado.
Salía de la ducha y Guille me dio una pequeña y cariñosa nalgada que más era una caricia.
-En el armario tienes la ropa que debes ponerte. -me señalaba una de las puertas en el vestidor, fui allí y lo abrí, sospechaba lo que era y acerté.
Un traje en cuero parecido al suyo para motocross, guantes y botas. A pesar de adivinar lo que era, me llevé las manos a la boca y evitar soltar un grito, así de pronto, me pareció muy bonito.
-¿Es para mi? -Guillermo me miraba y sonreía divertido ante mi infantil sorpresa.
-¿Para quién si no? Solo espero haber acertado en la talla. -en aquel mismo departamento del armario tenía la ropa interior que compre días atrás.
Me volví y salté rápidamente abrazando su cuello, enrosqué las piernas en su cintura y comencé a besarle gustoso la cara, lo mismo que hubiera hecho si se tratara de mi padre.
-¡Gracias papi!
-¿O sea que te gusta? -solo le asentía moviendo la cabeza y sin dejar de llenarle la cara de besos.
-Pero Guille, no se montar en moto.
-¿Sabes hacerlo en bicicleta?
-Eso sí.
-Pues es lo mismo y yo te enseñaré a domar la máquina si hace falta. -me golpeaba jugando el culete con pequeños azotitos, y también me comía la cara a besos.
-Venga, comienza a vestirte que nos vamos a desayunar. -cogí un slip y luego él me ayudó a ponerme, por primera vez, aquel traje. Había acertado plenamente y me sentaba como un guante.
Me miré en el enorme espejo que devolvía la imagen de alguien que era yo pero costaba reconocerme, hice algunas poses y me eché a reír.
-¡Waau! Estoy irreconocible. -mi cabello brillaba deslumbrante sobre el rojo del cuero de los hombros.
-Deberás recogerte el pelo, puede ser peligroso llevarlo suelto. -le miré risueño.
-Crees que debería cortármelo.
-Me gustas así, pero puedes hacer lo que desees.
-Entonces seguirá largo hasta que tu digas.
Las sorpresas no habían terminado, después de desayunar recogimos el todo terreno con el remolque y las motos, en este caso solo había dos, una de ellas más pequeña. El mastodonte de la otra vez le entregó un casco y unas gafas y Guille a su vez me lo pasó todo a mi.
-Creo que el tamaño de la moto te ira bien para tu tamaño, no la hay más pequeña si no es para niños. -con aquel hombre delante no me atreví a volver a saltar sobre él para volver a besarle una y mil veces, y lo hubiera hecho de estar solos.
Ese día tuve mi primera clase de motociclismo, el uso y control de la máquina y comenzar a correr en ella, desde luego que no subí a la montaña como él, pero pude hacer el recorrido de los caminos rurales cercanos.
-¿Has pasado el día bien? Espero haber acertado.
-No creía que esto era así y no me extraña que a ti y a Robert os guste tanto.
Estábamos en la ducha y Guillermo me acariciaba con sus enormes manos mientras el agua caía sobre nosotros. Me aceleraba la respiración apreciar que una persona tan grande pudiera ser a la vez tan suave y delicada. Me di la vuelta y el vapor no me permitía verle muy bien.
-¡Gracias Guillermo! No esperaba este regalo, ni pensaba que me gustaría tanto.
-Ya te dije que aprenderías a montar y acabarás enamorado, como nos pasa a todos. -le abracé rodeándole con mis brazos, sus genitales quedaban por encima de mi ombligo, pegados a mi abdomen, su enorme polla, ahora floja, le colgaba junto a sus huevos, que por el calor, el escroto se estiraba hasta descender más que el prepucio de la verga.
Elevé la mano y la pasé por su pecho, los pectorales estaban duros, rellenos.
-Papi, cierra la ducha para verte. -el vapor se fue aclarando y puede apreciar mejor al hombre que tenía al lado.
Sentí un escalofrío comparando su cuerpo con el mío, podría perfectamente estrangularme con cualquiera de sus manos sin permitir que me moviera para defenderme.
-¿Qué te sucede bebé?
-Eres tan grande y fuerte.
-¿No estarás asustado, verdad?
-No Guillermo, no lo estoy, solo admirado. -me cogió en sus brazos y me puse de puntillas para poderle besar.
-También creo que me gustas, a pesar de ser tan mayor en algo eres como un joven.
-¡Ja, ja, ja! Dime en que puedo ser joven si te triplico la edad.
-Tienes ilusiones, te oigo hablar de tus negocios y los vives, no se, también en otras cosas.
-Dime cuales más, vas a conseguir que me lo crea.
-Eres fuerte, estás en forma, eres atractivo, y me encanta como me haces el amor y me follas con esta polla divinamente.
-¿Ya no te hago daño?
-Realmente daño no, alguna molestia pasajera.
-¿En definitiva?…
-Ya te lo he dicho, me gustas.
-Dijiste “creo que me gustas”
-Ahora puedo asegurártelo. -en ese momento corrió el panel de cristal y cogió dos enormes toallas.
-Vamos a secarnos para comer. -le noté que deseaba cortar la conversación.
-¿No quieres qué continuemos hablando?
-De estas cosas no.
-No he dicho nada malo.
-No quiero hacerme ilusiones pequeño, soy muy mayor para ti, es cierto que tu me gustas, en algunos aspectos estoy mejor contigo que con mi hijo, pero no habrá más.
-Tampoco te he pedido que nos casemos o que formalicemos algo, solo que me gustas.
Recordaba perfectamente como me había dicho que yo debería vivir mi vida y él la suya, y realmente no pretendía otra cosa que ser amable y decir la verdad.
-No lo digo porque tu lo puedas creer o no, ya te he dicho que no quiero hacerme ilusiones de nada.
-Entonces me callaré, me conformo con el sexo y eso también me gusta como me lo haces. -me fui para la cocina dando por concluida la charla, otra lección aprendida, Guillermo era muy susceptible, y podía llegar a pensar que tenía algún interés por él diferente a nuestro acuerdo.
Preparamos la comida para los dos en la cocina, sin hablar demasiado, comentando algunas de las cosas que habían pasado en el monte.
Recogimos los platos y estando ante el mostrador me abrazó por detrás, giré la cabeza y me besó con dulzura.
-No quiero que te molestes, ni te enfades, ¿vale?
-Llévame a la camita papi, tengo ganas de ti, y no me enfado, si además, tengo que darte la gracias por tantas cosas. -se separó y me dio la vuelta.
También yo tengo ganas de ti pequeño, no tengas reparos en decírmelo.
-Ahora que voy conociéndote mejor te deseo papi y eso me asusta un poco, antes me retenía pero ahora tengo ganas y me caliento muy fácil.
-¡Ja, ja, ja! No tengas miedo por sentir, a tu edad yo estaba empalmado medio día y necesitaba follar como un mono, me hacía pajas continuamente, creo que por eso he desarrollado tanto el pene.
Entre bromas y verdades Guillermo me explicaba su vida de joven camino de su habitación. Nos quitamos el pantalón y la camiseta que llevábamos y ya desnudos me elevó del suelo. Se abalanzó sobre mi boca y comenzó a comerla.
Me gustaban sus besos, me gustaba su fuerza, me gustaban sus pelos cubriéndole el cuerpo, me gustaba todo él y sobre todo su rica polla y los duros huevos de toro que tenía.
Caimos sobre la cama y me enrosque atrapándolo con las piernas y brazos.
-¿Hoy no vas a grabar lo que hacemos? -me dio un beso sonoro en los labios y se estiró para manipular los mandos del sistema de grabación sin hablar.
Mordí su mentón y pasé la lengua por los pelos del bigote a la vez que le manoseaba la nuca y el pelo. Notaba como su polla se hacía cada vez más grande y me presionaba el abdomen, la mía estaba ya en tensión. Solté las piernas que tenía enroscadas en él y bajé las mano por su espalda hasta llegar a su culo.
Su culo era grande y duro, en algunas partes también peludo y algo áspera la piel, nada parecido al mío delicado y fino.
-¡Qué culito rico tienes papi!, quiero morderlo. -deslicé los dedos hasta llegar a tocarle el ano y le sentí un ligero temblor.
-¿Alguna vez han…? ¿Te han dado por aquí?
-Si bebé, se lo que es eso.
-¿Tuviste algún amiguito íntimo de joven?
-No me creerías si te lo dijera, y me gustó tanto que decidí dejarlo pasar, comenzaron a gustarme las nenas.
-Yo no soy nena, tengo pene, testículos, pero me gustan los hombres.
Me bajé un poco para que nuestras pollas entraran en contacto y comencé a mover las caderas, para que se frotaran entre ellas, sentía delicioso pasar mi polla y los huevos por la suya mojada y húmeda de líquidos.
-Esta rico papi, nuestras vergas se están follando una a la otra.
-Te mueves muy bien bebé, pareces una culebra.
-¿Te gusta papi, te gusta como te rozo?
-¡Ohhhhhh! mi bebé, eres tan suave.
-Voy a chuparte la verga papi, a olerla, la tienes muy mojada.
Me fui bajando hasta que mi cara estuvo pegada a su polla.
-Huele a macho papi. -comencé a olisquear y pasarle la lengua por el glande, el pre semen sabía delicioso y sentía el calor de su verga en la cara.
Guillermo me sujetó de la cintura y me dio la vuelta, para tener mi polla cerca de su mano y empezó a tocarla, pasando los dedos por la raja entre mis nalgas y a tocarme el ano, y a meter los dedos muy despacio.
-Tu anito está caliente pequeño. -me llevó más cerca y se metió mi polla en la boca, alternaba mis huevos chupándolos hasta hacerme algo de dolor y dándome placer a la vez.
Yo continuaba chupando y lamiendo aquella barra de carne dura y babeante de mi saliva y el líquido que expulsaba por la uretra.
-Déjame papi, déjame hacer a mi. -me soltó ya que me tenía sujeto con las dos manos por las caderas comiéndose mi polla.
Me monté sobre su vientre, pasando una pierna a cada lado de sus costados y jugué pasando mi ano a lo largo de su verga.
-¿Me dejas que te cabalgue?
-Haz lo que desees, bebe, me tienes para correrme de un momento a otro.
-No quiero que te corras aún, tienes que aguantar papi. -besaba su cara y su pecho, muy mimoso mientras le hablaba, y pasé la mano hacia atrás para agarrarle la polla, subí el culo y la coloqué en la entrada, lentamente me fui sentando sobre ella hasta que desapareció sintiendo los pelos del pubis del macho en mis nalgas.
-¡Ya entró papi!
-Es enorme, me llenas toda la tripa.
-¡Hayyy! Bebe, se esta tan rico dentro de ti.
Lentamente empecé a moverme, sacando un trocito de la polla y volviendo a sentarme en ella, adentro, afuera, adentro, afuera; con las manos apoyadas en sus poderosos pectorales y le arañaba sujetándome de los pelos del pecho.
-Papi, ¡qué rico papi!
-Un poco más rápido bebe.
-Pero tu no te muevas, déjame a mi, gózame papi. -fui haciéndolo más rápido, ahora con el cuerpo vertical, flexionando las rodilla, elevándome hasta sacar media verga y volver a dejarme caer para empalármela entera.
-Me gusta mucho montarte así papi, que rico siento toda tu polla en mi culo.
-Me voy a correr Marito.
-Lo noto papi, hazlo y lléname el culito de leche.
-¡Ya Marito, ya!
-Si papi, córrete ya papito, espero tu lechita en mi culito. -hasta entonces Guillermo había aguantado mis juegos disfrutando y sin moverse, pero ahora dio una furiosa subida de pelvis, clavándome en el aire mientras bajaba para que tragara todo el sable de carne.
Subía el culo de la cama una y otra vez, buscando meterse hasta el fondo de mi vientre, y cada vez que lo hacía soltaba un chorretazo de semen caliente hasta llenarme el culo.
Mi macho había terminado y yo no me había corrido aun. Se desenchufó de mi culo tirando de mis sobacos hasta que llegó con la boca a mi pene, y me lo comió como si tuviera hambre de mi.
Me lo chupaba con ganas locas aspirando y moviendo la lengua alrededor del glande.
Cuando sentía, unos segundos después, que la leche me venía tiré el cuerpo para sacar la polla de su boca, pero él me sujetaba sin dejarme mover y que la sacara, me corrí sin poderlo evitar llenándole la boca de semen. Una y otra vez sentía como me vaciaba tiritando de placer.
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Nos habíamos vuelto a duchar y ya me despedía de él. Estuvo todo el tiempo muy cariñoso, aunque me apuró el que le llenara la boca de semen, él no le dio importancia, en realidad se lo tragó todo después de vaciarme y tener un par de minutos mi verga en la boca después, mamándola despacio hasta que se desinfló.
-Dile a tu abuelo que quiero hablar con él, tengo que hacerle unos encargos.
-Vale, se lo diré. -en esta ocasión me abrazó besándome antes de dejarme salir de la casa.
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Mi abuelo no estaba en casa cuando llegué, esperaba que no viniera tan bebido como la pasada vez, como pensé que posiblemente llegaría acompañado de Aldo preparé algo más de cena e invitarle a que se quedara a cenar.
Estaba terminando cuando llegó y, como había supuesto, Aldo venía a su lado. Se le veía algo achispado pero no tan mal como el otro día.
-Don Guillermo quiere que estés con él. -se lo dije sin saludarnos, esperaba que la noticia le pusiera contento.
-Ya era hora de que se acordara de mi. -se marchó en su habitación para volver unos segundos después.
-Hay comida de sobra Aldo, ¿quieres quedarte a cenar? -el robusto muchacho no hacía llegado a hablar y solo me miraba.
-¿Quieres que me quede a cenar?, ¿aquí?
-Te estoy invitando, si tu quieres. -sonreía un poco bobalicón y sin afirmar o negar se sentó a la mesa.
Se estaba haciendo un asiduo de la casa, ya no tenía que prepararle la lista de lo que necesitábamos, él mismo se encargaba de vigilar lo que hacía falta y tenernos surtidos de todo lo habitual, yo solamente pagaba pasando por la caja de la tienda una vez al mes.
Por lo demás era un chico silencioso conmigo y hablador con el abuelo, aunque en alguna ocasión nos gastábamos bromas y reíamos como si hubiéramos sido amigos siempre.
Salvando la diferencia era un niño grande, como un gran perro guardián al que podías reñir, te miraba con tristeza, y pronto lo olvidaba para seguir con su labor imperturbable, impávido para flaquear por una minucia.
-Don Román, cuente a Marito como entrena a los chavales. -miré sorprendido a Aldo, el chico comía con ganas y hablaba con la boca llena, observé lleno de curiosidad al abuelo.
-Mario no lo entendería, ¿qué sabe éste de cosas de hombres? -me sentí ofendido, no por lo que dijo, fue por el tono despreciativo que empleó.
-Don Guillermo me esta enseñando a montar en moto de montaña, esta mañana me ha llevado para la primera lección. -ahora fue él quien levantó la cabeza del plato para mirarme.
-Te romperás la cabeza. -después nos quedamos en silencio.
-Tu abuelo sabe boxear muy bien y enseña a algunos pequeños. -el abuelo solo gruñó y ya no se habló más.
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Tres meses habían transcurrido y no sucedieron muchas más cosas aparte de las normales.
Lorenzo inauguró una nueva tienda animado por los buenos resultados que había conseguido ayudado por Miguel, tampoco era muy grande, según él convenía diversificar y repartirse por distintos barrios de la ciudad. Me invitó a la inauguración y en alguna ocasión pasé por la tienda para tomar un café con él, continuaba esperando, según él a que estrecháramos los lazos. Su afabilidad me confundía, quizá por mi falta de experiencia con los hombres.
Aprobé los exámenes de Diciembre y esperaba que los de Abril no me dieran problemas.
Las fiestas de Navidad resultaron un poco tristes, las comidas las hicimos en la casa de mi primo al estar Marquitos con gripe. La tristeza se palpaba en el ambiente, yo pensaba en Guillermo solo en su casa, sin mamá que no se molestó en mandar una postal, y Migue pensaría en su padre, a pesar de todo y viviendo fuera de su casa, los sentimientos familiares no se pierden de la noche a la mañana. También recordaba a Robert.
Uno de aquellos días, cuando la Navidad se anunciaba por las calles, habíamos salido de la escuela de idiomas un grupo de compañeros con nuestro profesor de inglés y entramos en un bar para tomar algo como despedida.
Mamá participaba en otra reunión con un grupo de personas en el fondo del local, imagino que por las mismas razones que mi grupo, la cogía de la mano un caballero de aproximadamente su edad.
Nos encontramos la mirada y cuchicheó en el oido de su acompañante antes de venir donde yo estaba. Nos saludamos con frialdad.
-¿Estas bien?, veo que tienes amigos y te diviertes.
-Estoy bien mamá y son compañeros de estudio. -no sabíamos que decirnos, tantos años ignorándonos habían podrido los lazos que pudieron unirnos en el pasado.
-El abuelo te echa de menos…-no me dejó terminar.
-No me interesan esas noticias. -nos miramos un instante para sabernos irrecuperables el uno para el otro.
-Me alegro de que estés bien…, me están esperando Mario, ya nos volveremos a ver. -ese fue el encuentro, corto como todos los que tuvimos en casa durante muchos años.
Mis relaciones con Guillermo se limitaban a pasar por su casa los viernes a la noche, y ahora los sábados casi todas las semanas, tenía que continuar con mis clases de motorismo. Me gustaba y era una manera de hacer ejercicio, ya hacía mis pinitos rodando sobre caminos difíciles.
Y si que hubo una noticia importante, Robert se casaba con la japonesa, al parecer estaba gestando desde hacía varios meses. Robert debía amarla mucho para que, al poco tiempo de marchar, la dejara embarazada.
La boda se celebraría en Tokio según el deseo de la novia y Guillermo estaba invitado.