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Marcela y el paseo en auto por la ciudad desierta
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Tiempo de lectura: 4 minutos

No teníamos nada que hacer esa tarde, así que Marcela quedó en pasarme a buscar para ir a dar unas vueltas en auto por la ciudad, pleno enero argentino, un calor que partía el concreto, pero bueno, éramos jóvenes y nos prestamos a ese tipo de ridiculeces.

Suena la bocina, y al salir la veo saludándome contenta desde el auto, me acercó rápidamente, abro la puerta y antes de sentarme le saludó con un beso en la mejilla.

-¿qué haces Marce, todo bien?

-hola Edu, si todo bien, cierra el vidrio que prendo el aire, hace un calor de morirse

La muy descarada me recibió con un short diminuto y el pecho solo cubierto por una bikini apretada que no dejaba nada a la imaginación.

Se veía de lejos que esos pechos turgentes y juveniles estaban muy oprimidos.

Se puso en marcha y mientras hablábamos de trivialidades recorríamos la ciudad; obvio no andaba un alma, todos estarían en plena siesta entregados a los aires acondicionados.

Hacía mucho que no nos veíamos, así que nos pusimos al corriente, nos contamos la vida y un poco más.

Era inevitable en los caminos empedrados, ver como saltaban esos hermosos pechos que me hacían hervir la sangre.

Ella se hacía la desentendida, pero se daba cuenta como la miraba disimuladamente.

En una de esas casualidades hermosas de la vida se tragó un bache gigantesco y una de sus hermosas gemelas se salió del bikini.

Madre mía, qué espectáculo, ese pezón rosado adornándolo, imagen celestial.

-Uf, la puta madre, me lo comí -dijo- toda nerviosa y apresurándose para volver a meter ese melón jugoso nuevamente al corpiño.

-terrible bache -respondí, aunque hubiese querido decirle terribles tetas, tienes mi amor.

-¡hijo de puta, te vi como me miraste, no puedes ser más baboso!

-ay bueno, Marcela, soy humano y hombre, ¿qué querías que hiciera? Si además sabes que estás buenísima.

Se sonrojó un poco e inventó un par de gruñidos para sacarme del tema, o eso creí.

-me asusté tarado, tócame el corazón.

Llevo mi mano encima de su pecho, es verdad, su corazón latía rápido, pero creo que la idea de tener mi mano encima lo aceleraba más.

-es verdad, todavía estás asustada.

Deje mi mano encima por unos segundos más, y al quitarla la deslice de manera obvia los dedos, si queréis jugar, íbamos a jugar.

El trayecto siguió, pero lo extraño fue que apuntaba a las afueras de la ciudad.

Me mantuve en silencio respecto a ello, decidí no darle importancia.

Unos minutos después estábamos al costado de la ruta, en un camino poco transitado y más a esas horas.

Detuvo el auto, me miró de una forma poco normal e hizo algo que no esperaba.

Cual actriz pornográfica, se abrió el bikini frente a mi cara, exponiendo sus dos melones sin pudor alguno.

-¿los querías ver no perverso? Acá los tienes, míralos todo lo que quieras.

Se los masajeaba, los apretaba, estaba jugando.

Tomo mi mano izquierda y la llevo a su pecho derecho.

No podía creerlo, tan duros, tan turgentes.

-hazme un masaje dale, tantos golpes me los dejaron doliendo un poco.

Sin dudarlo, un segundo comencé a apretárselos.

Uf, estaban mejor de lo que me esperaba, aunque no aguante mucho solo tocándolos y acerque mi boca y decidido empecé a llamarlos.

Ella gemía y a la vez me los entregaba cada vez más, al parecer le encantaba que le chupen las tetas.

Ya mis dos manos estaban sobre ellos, en perfecta sintonía con mi lengua.

Su respiración se notaba agitada cuando abusaba de su confianza y deglutía sus pezones en mi boca y se los masticaba suavemente.

-ay eso es, muérdeme, me encanta.

Estaba hecha una loba en celo, cachonda por demás.

Entre quejidos deslizó, -bájate los pantalones, quiero comerte la polla ahora.

Obedecí sin protestar, estaba con un short bastante holgado, así que el trámite fue simple.

Se abalanzó sobre mi verga, sin que me diera cuenta, ya la traía parada por la sesión de masajes, así que post recorrida de los laterales con su lengua, se la mandó hasta el final de la garganta.

Sí, la polla entera, la sostuvo por unos segundos dentro para luego sacarla rápidamente y comenzar a mamar como una loca.

Chupadas que parecían querer arrancarme el glande, pero muy placenteras.

Arrodillada desde el asiento de conductor mientras me la comía, meneaba el culito dejando ver una tanga diminuta bien metida en la vagina.

Ni lerdo ni perezoso, una de mis manos se dirigió allí, a acariciarle ese monumento de culo empinado, mientras la otra empujaba su cabeza para ayudar en la mamada.

Unos cinco minutos pasaron, ya tenía los huevos empapados de su saliva, sé la saca de la boca y me pide que vayamos al asiento trasero.

Sin dudar le hago caso y una vez allí, me hace ponerme en el medio y se me trepa encima, estaba super mojada, así que mi dura verga no tardo nada en deslizarse dentro de su concha apretada, fui abriéndola poco a poco, hasta casi clavársela por completo.

Gemía en mi oído, abrazándome fuerte.

-ay si papito así, cógeme toda, déjamela bien adentro.

-si mi amor sí, toda te voy a coger.

Cabalgaba como una yegua desbocada, incluso chocándose la cabeza con el techo en algunos descuidos, pero que no la desconcentraban de la hermosa tarea que estaba desempeñando encima de mi barra de carne.

Sus enormes tetas no dejaban de rozar mi boca y eran chupadas cada vez que me quedaban al alcance.

-hijo de puta, que rica verga tienes decía entre gemidos.

Yo movía mi pelvis como podía para entrar aún más adentro de ella, quería clavarla bien clavada.

Al cansarse de cabalgar se recostó sobre el asiento, poniéndome el culo a la altura de la cara.

-dale papi, cogeme vos ahora, te estoy esperando.

La tomé de la cintura mientras le restregaba la pija por la concha hasta poder meterla una vez más.

Se la dejé ir hasta los huevos, estaba muy lubricada, la cosa fue sencilla.

Una vez entera a dentro volvía a sacarla por completo, para meterla nuevamente con impulso, ella se deshacía en el asiento.

-¡ahhh, si bebé, sí, me encanta así de fuerte, cógeme!

No paraba de pedir pija y yo de dársela, estaba en su salsa.

Varios minutos y varios orgasmos después empezó a pedirme la leche.

-amor, quiero la lechita, ¿me la vas a dar? Tengo mucha sed.

-si mi amor te la voy a dar toda.

En un rápido movimiento se la sacó y se giró hacia mí.

Fue directo a la verga y comenzó a masturbarme mientras me miraba con cara de zorra.

Estaba desesperada, realmente la quería.

-Uf ahí viene, voy a terminar bebé.

-si sí, dámela toda, la quiero.

Abrió bien grande la boca y recibió mi carga, que salió con potencia directamente a su garganta, los disparos posteriores fueron las débiles y quedaron en la entrada de su boca.

Con ojos llenos de conformidad, succiono las pocas gotas que habían quedado en mi glande, empujó con sus dedos los restos que habían quedado en la comisura de sus labios para adentro, y se la tragó completa. Ni una mancha al tapizado del auto.

Recobramos el aire, nos pusimos la ropa y volvimos a andar, el olor a sexo en el auto era total, y descubrimos que aunque sea verano, aunque hagan mil grados, no está mal dar un paseo por la ciudad.

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