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Mar Sensual: Sandro, el de tierra caliente
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Tiempo de lectura: 21 minutos

Esta historia sucedió cuando tenía 35-36 años, período en el que estaba dejándome envolver por el sexo furtivo, la infidelidad, mi derecho como mujer a tomar decisiones desde mi perspectiva, estaba disfrutando mucho esos momentos. Amaba a mi esposo, cuidaba mi trabajo y mi imagen, era responsable en todas las áreas de mi vida, pero también disfrutaba el sexo fuera de mi relación marital. En la oficina seguían las insinuaciones de parte de compañeros de trabajo y aunque ya había tenido relaciones con varios de ellos, ninguno había sido indiscreto ni generaron situaciones que hubieran despertado dudas sobre mi imagen y mi reputación. Al contrario, seguían pensando que era inalcanzable y seguía siendo la atracción de algunos de ellos, una mujer a la que deseaban. Insisto, no soy Miss Universo, pero soy una mujer atractiva, madre de dos hijos, interesante, fiestera, trabajadora y sensual en el vestir. Estas características son las que llaman la atención de los demás.

Con una actitud típica, algunos compañeros de trabajo me buscaban para proponerme salir a comer o ir a bailar, pero a muchos los rechacé porque eran el clásico macho vulgar, misógino y chismoso. En algunas ocasiones les señalé y reclamé de manera puntual la forma en cómo se dirigían a mis compañeras, actitud que les incomodaba, por lo que molestos, algunos dejaron de insistir.

A la oficina, varios meses atrás, había llegado un nuevo jefe que en un principio no tenía relación directa con mi área de trabajo. Ocasionalmente me lo encontraba en el pasillo, pero sin intercambiar nada más que el saludo. Me enteré que era un sangrón que se creía mucho, desde el punto de vista intelectual ya que físicamente no era un Adonis, era un típico nerd. Sin embargo, la dinámica del trabajo me llevó a que en una ocasión tuviera que colaborar con él en un proyecto. Ahí confirmé lo que decían; sin embargo, no le permití manifestar esa actitud hacia mí. Desde el inicio marqué el límite al respecto.

Al principio él se incomodó, sobre todo porque una mujer le ponía límites en la forma de como dirigirse y poco a poco se fue adaptando y respetando mi forma de ser. Cuando se dio cuenta de que leía el periódico que el mismo consultaba, que escuchaba buena música, que me veía leer libros en mis ratos libres, pero sobre todo cuando se enteró de que tenía una licenciatura, cambió de actitud y comenzó a tener un trato diferente hacia mí. Así, poco a poco nos fuimos conociendo más de cerca. Su nombre era Sandro, casado, con dos hijas pequeñas, de Guerrero, urbanista y le gustaba mucho la política. La mujer que le empezó a interesar era casada con dos hijos muy afable y nada tonta.

Con el paso del tiempo la relación se fue estrechando debido a que a él lo cambiaron a mi área, pero sin llegar a ser de amistad. En la oficina nadie lo soportaba por sus poses de intelectual, pero como era el jefe lo tenían que aguantar. A mí también me chocaba esa actitud, pero sobre todo cuando manifestaba su idea de lo que debía ser una mujer. Para él, ella tenía que estar en la casa, al cuidado de los hijos y sobre todo ser fiel; decía que ninguna mujer lo merecía, salvo su esposa. En algún momento, con cierto enojo, le comenté que era una lástima tener tantos estudios y pensar así, que por eso se consideraba a los de provincia mojigatos. Este comentario lo molestó y por un tiempo guardo su distancia.

Para su mala fortuna, necesariamente tenía que trabajar conmigo y soportar mi carácter al cual poco a poco se fue adaptando, modificando su actitud, aunque no la cambio para las demás compañeras. Así, la confianza creció soportándonos mutuamente. Noté que no le era indiferente ya que continuamente lo cachaba, sin que él se diera cuenta, observándome alguna parte de mi cuerpo: mi trasero, mis piernas o mis senos. Al principio eran ocasionales y discretas esas miradas, pero poco a poco fueron más indiscretas y más libidinosas, aunque nunca me llegaron a incomodar ya que aparentemente “no me daba cuenta”. En ocasiones provocaba que se diera su taco de ojo, principalmente para comprobar que tan ciertos eran los principios de moralidad que decía tener. En otros, lo sorprendía al voltear observándome, él reaccionaba con nerviosismo comentado cualquier cosa ante la sorpresa. Como muchos hombres, comprobé con Sandro lo que dice el dicho “cuando una cabeza se calienta la otra deja de pensar”. Eso de la fidelidad a mansalva y demás cosas moralinas eran sólo una pose, ya que lo tenía a punto sin haber hecho mayor cosa.

Un día me invitó a tomar una copa después del trabajo, dudando acepté. Durante la tarde la plática fue amena y formal, aunque después de unos tragos encima la confianza creció. Sandro se atrevió a decirme que era una mujer guapa y atractiva que muchos compañeros de la oficina me deseaban. Me preguntó que si mi marido no me decía nada al vestir tan coqueta o que si no era celoso al permitirme ir a fiestas y llegar tarde a casa. Ese día fuí al trabajo con una falda corta que me hacía lucir provocativamente mis piernas, por lo que en diferentes momentos lo sorprendí observándolas con deseo. Yo le contesté que como cualquier hombre era celoso, pero que me tenía mucha confianza y sobre todo que éramos adultos y que teníamos la libertad de actuar con responsabilidad. Le dije “mi marido tiene su autoestima muy firme como para andar dudando de los demás”, quien es celoso es aquel que tiene complejos que no puede evitar. El comentario generó en él desconcierto, ya que indirectamente lo estaba criticando. Terminamos la última copa y salimos del lugar. Ya en la calle, pedí un taxi y me despedí de él con beso en la mejilla, no sin antes manifestarme que ojalá se repitieran esos momentos. Le contestó con una sonrisa pícara que también me gustaría repetirlos, que sólo era cuestión de que se diera el momento.

Durante los siguientes días, Sandro se mostró más amable e interesado por mis cosas. De manera afable manifestaba su interés por platicar de sus gustos musicales, de libros o de hechos noticiosos. Yo me “dejaba querer” y permitía más su acercamiento. El pretexto para platicar conmigo no era la música u otras cosas, su intención era estar cerca para apreciar mis nalgas con mis pantalones ajustados, mis piernas cuando usaba faldas cortas o mis senos con mis blusas escotadas. Además, pude ver en diferentes momentos como él llegaba a su área de trabajo con su miembro parado, ya que se le notaba muy abultado en esa parte del pantalón, incluso noté una vez que después de estar platicando se levantó y al voltear yo discretamente a ver esa parte estaba un poco mojada, como cuando salen gotas de orina o de semen del pene. Se había estado masturbando mentalmente al estar conmigo, hasta humedecerse o venirse, pensé.

En un principio, me sentí usada; sin embargo, también me excitó el hecho de que un hombre se podía calentar al grado de venirse con el simple hecho de platicar de cosas insulsas, incluso habiendo compañeros presentes. En algún momento me confesó, entre desconsuelo y ansiedad, que no había visto a su esposa desde hacía dos meses y medio, ya que el trabajo le exigía ocuparse los fines de semana, además de que no le gustaría perderlo por cuestiones sentimentales. Si todo iba bien, en un mes volvería a Guerrero para reunirse unos días con su familia. Pensé que tal vez el no haber tenido sexo durante ese tiempo habría provocado que su deseo por mi lo llevó a venirse en el pantalón.

Un día hubo un convivio en la oficina para celebrar algo. Como siempre, me vestí para la ocasión, coqueta: falda corta, medias de liguero, zapatos altos, lencería y una blusa semitransparente. Llamaba la atención. Hubo comida, bebidas y música. Sandro y su jefe superior de nombre Santiago, quien también mostraba interés por mí, me sentaron entre ellos. Santiago era más vulgar y prepotente que él y mediante bromas un tanto incomodas manifestaba su intención hacia mí. Platicaban de política y demás cosas sin sentido para ese momento, hasta que pusieron música para bailar. A mí me gusta bailar mucho y en cuanto pude, me liberé de ambos cuando alguien me invitó a bailar. Por un buen rato no me senté, ya que no paraban los pretendientes para sacarme. Ocasionalmente volteaba hacia donde estaban Sandro y Santiago, los notaba molestos por no estar con ellos. No me preocupó en lo más mínimo su estado de ánimo y más bien los provoqué de manera discreta moviéndome sensualmente frente a ello.

Cuando hubo una pausa en la música, regresé a mi lugar y noté que Santiago ya no estaba. Sandro me comentó que lo habían llamado de dirección general a una reunión. Él ya se notaba algo mareado por los tragos que había ingerido. Le pedí que me sirviera un tequila preparado –paloma- y presuroso fue a traerlo. Brindamos y me comentó que bailaba muy bien, que me contoneaba muy sensual llamando la atención de todos. Provocativamente le sugerí bailara conmigo, pero me dijo que no sabía bailar. Tomamos otras dos palomas y me sentí mareada, pero sobre todo excitada por los comentarios picantes que me hacía. Para su mala fortuna, me volvieron a sacar a bailar y yo gustosamente acepté, no sin antes terminarme de un sólo golpe mi tequila. Mientras bailaba, un compañero llamado Alejandro, con quien ya había tenido una aventura, me propuso continuar la fiesta en otro lado. Le respondí que tal vez, preguntado en qué lugar. Me respondió que conocía un sitio sobre Tlalpan, por el metro Chabacano, en donde había buen ambiente, buena música. Le respondí que al terminar la reunión le diría, ya que necesitaba hacer unas llamadas. Usé ese pretexto no para quitarme de encima la invitación, si no para darme tiempo a que tal vez se diera algo con Sandro.

Regresé y ya tenía otra paloma en mi lugar. Me la tomé de tres tragos, debido a la sed que tenía por estar bailando. Le pedí me preparara otra mientras yo iba al baño. Me arreglé y al regresar Sandro me invitó a brindar de nuevo. Chocamos los vasos y tomé un buen trago. Seguimos platicando y se notaba más tomado, sin llegar a estar borracho. En algún momento, de manera discreta, bajé mi mirada para ver como andaba su “cosa” y noté muy abultado su pantalón, inclusive se delineaba sugerente la forma y el largo de su palo. Al verlo exclamé “hay dios mío” al ver eso, él volteó para preguntarme si había dicho algo, respondiéndole que nada, “es que me pegué con la silla en el pie”.

En el baño, mientras me arreglaba pensé en lo que haría si Sandro me proponía ir a otro lado. Estaba caliente, por lo que le había visto y por lo coqueta que había estado con Alejandro. Imaginándome mil cosas, salí del baño dispuesta a lo que viniera.

Sandro me propuso retirarnos de la reunión e ir a un lugar más tranquilo para platicar sin tanto ruido. Dudando si seguir la fiesta con Alejandro o “ir a platicar con él”, discretamente dirigí mi mirada a su bulto, el cual vi totalmente tieso, parado y húmedo. Aunque se me antojaba la verga de Alejandro, excitada por lo que vi decidí probar otro caramelo. Me di cuenta que Alejandro iba al baño, por lo que aproveché el momento para despedirme. Le pedí a Sandro salir después y que me alcanzara en la esquina, para evitar sospechas. Por unos diez minutos, excitada lo esperé en la esquina, tiempo en el que recibí chiflidos y expresiones sucias: “mamacita qué rica estás; sabrosa; ricura te vienes conmigo; entre otras expresiones. Por fin llegó él, dimos unos pasos, un poco tomados, buscamos un taxi, que por la hora y día tardaba en pasar, eran cerca de las seis de la tarde. Estábamos sobre Circuito Interior cuando él me dijo:

– Me gustaría estar contigo en otro lado.

– “Sorprendida” por lo directo de la sugerencia, le pregunté que en dónde.

– Pues en donde esté más tranquilo el ambiente, me respondió él.

– Caliente y con los tragos encima, le pregunté pícaramente ¿A dónde propones?

– Pues… tardando Sandro en responderme.

– Insistí, dime ¿en dónde?

– Finalmente me dijo: ¿Te gustaría estar a solas conmigo?

– Haciéndome la tonta, le dije: pues ahora estas a solas conmigo.

– Si, pero no aquí, en otro lugar. Sacando fuerzas de si y sin pudor, me dijo: sin que te ofendas, me gustaría ir a un hotel contigo.

– ¡Sandro! Expresé “sorprendida y ofendida”.

– Te lo pido con todo respeto, es que me atraes mucho y quisiera hacer el amor contigo.

– Haciéndome la difícil, le dije: sabes que soy casada y que tengo hijos.

– Ya lo sé, por eso me atraes más. Además, te lo propongo como adultos que somos. Tengo mucha necesidad de estar con alguien, por favor.

– Pero ¿quién crees que soy? ¿por qué me propones esto? No sé qué piensas de mí.

– Ya te dije, eres una mujer madura, muy guapa y atractiva. Me atraes y despiertas mis deseos. Si supieras como ando a veces por ti. Perdón, pero me calientas mucho, a veces quisiera tomarte por atrás de tu cintura y pegarme, frotarme para que me sientas. Mostrándome su bulto me dice: ¡Mira cómo está por ti!

– Le veo el bulto y le digo: ¡Qué bárbaro, andas urgido! Pensativa le respondo: mmmm, no se… ¿No crees que es muy pronto? Mmmmm, me gustaría, pero… no sé cómo seas en la intimidad, ¿Qué vas a pensar de mí? ¿Qué van a decir los demás si se enteran? ¿Y si tu esposa sabe que andas con otra?

– Te va a gustar y no voy a pensar nada malo de ti, te deseo y me gustaría estar a solas contigo. Nadie se va a enterar, mi mujer está muy lejos y nada va a saber. Se me acercó y me plantó un beso en la boca el cual correspondí sin resistirme, pero retirándome de inmediato y volteando a los lados para ver si no nos habían visto alguien conocido.

– Tranquilo, aquí no, nos pueden ver; dudando… no sé, “estoy nerviosa”. Me gustaría, pero no se… Mmmm, a dónde iríamos.

– Hay un hotel a unas cuadras de aquí, vamos.

– Mmmm… Bueno, está bien vamos.

Nos dirigimos caminando sobre el circuito en dirección a plaza Galerías y a una cuadra de donde estábamos llegamos al hotel Del bosque. Nerviosos entramos y él pidió una habitación; compró dos paquetes de condones mientras yo me acercaba al elevador para evitar la “pena”. Me sorprendió ver los dos paquetes, preguntándome para qué compraría tantos ¿qué va hacer? Entramos al elevador y en el interior me empezó a besar con desesperación abrazándome hacia su cuerpo. Casi me atraganto con su lengua y sentí la dureza de su palo que se restregaba en mi vagina. Sandor iba con la sangre caliente, le hervía el deseo de cogerme. Nos separamos al detenerse el elevador en el piso seleccionado. Al llegar al cuarto, Sandor no podía introducir correctamente la tarjeta debido a su ansiedad, por lo que la puerta no se abría. Lo tuve que tranquilizar y le pedí la tarjeta, la introduje y se abrió por fin ésta. Entramos y nos instalamos.

De nuevo Sandro me abrazó y me besó con desesperación. Pegaba su cuerpo al mío, encogiendo un poco mis rodillas para embarrar mejor su palo en mí. Me agarró las nalgas para sobarlas y pegarlas más a su cuerpo. Me abrazaba por el cuello y sentí como subía y bajaba sobando el palo en mi panocha. Excitada por su desesperación, lo besaba entregándole mi lengua para que se la comiera toda. Pegaba mi cintura abriendo ligeramente mis piernas para sentir más rico su bulto. Me estaba dejando fajar muy cachondamente, Sandro se movía más rápido y su cuerpo temblaba. Recordé cuando él se humedeció en la oficina con sólo platicar, pensé que se iba a venir y después tardaría en recuperar el ritmo y me quedaría caliente, por lo que con voz entrecortada y tratándome de separar le sugerí:

– Pide unos tragos ¿sí?

– Sandro sacado de onda y tratando de reaccionar me preguntó: perdón ¿Qué dijiste?

– Que pidas unos tragos.

– Dudando, ¿Unos tragos? ¿Aquí venden?

– Supongo que sí, respondí y nos separamos.

– Fue al teléfono y preguntó si vendían bebidas, pidiendo unas palomas. Sandro se acercó de nuevo a mí y me volvió abrazar diciéndome al oído que rico fajas, que rica estás. Vistes muy sexy.

– Le respondí gracias, pero lo que pasa es que estás muy caliente.

– Es que llevo varios meses sin coger y la verdad tengo muchas ganas de hacerlo. Tomándome la mano para ponerla en su bulto, me dijo ¡Mira como ando!

– Abriendo su mano lo palpé y dije, ¡Qué bárbaro, mira cómo lo tienes de parado y húmedo! ¡Qué cosota se siente! Se ve que andas atrasado.

– Por eso quería estar contigo aquí, para saciar mis ganas. Tengo muchos deseos de cogerte, estas muy rica y con tu falda corta y esas medias atraes mucho.

– ¿Sólo me vas a usar para eso verdad? ¿Sólo me quieres para satisfacerte? Me quieres usar sólo para cogerme, le respondí entre indignada y provocativa, piensas que soy qué…

– Mmmmm, no pienso mal de ti, pues si quiero cogerte, pero no solamente es eso, tú eres diferente. Sabes que te respeto y que me caes bien.

Me volvió a besar con mucho deseo, mientras le sobaba su miembro sobre el pantalón. Podía sentir lo largo que era su verga y lo cabezona que estaba. Mientras lo besaba, pensé en la cogidota que me iban a dar con esas ganas y ese palo largo y cabezón. Desinhibida por el alcohol y por lo caliente que estaba, el “pudor” que había mostrado al principio había desaparecido. La mujer casada, fiel y respetable ahora actuaba como una hembra en celo a sabiendas de que era pretendida como un objeto para satisfacer los bajos instintos de un compañero de trabajo, que llevaba un buen tiempo sin tener sexo. Este juego me gustaba y me iba dejar llevar por sus deseos. Como con mis otros amantes, actuaría sin pudor y sería una mujer plena que le gusta excitar a los hombres con sensualidad descarada, con frases provocadoras y una actitud obediente, de sumisión a las pretensiones del amante en turno.

Excitada, apretaba con fuerza ese bulto y metía toda mi lengua en su boca, en señal de total entrega y sumisión. En respuesta, él me desabrochó la blusa para acariciarme mis senos, bajó su boca y los empezó a besar. En su desesperación me hacía ligeros chupetones, mientras yo con la otra mano lo tomaba por los cabellos restregándolo en mis tetas.

– No me dejes marcas, no me vayas hacer chupetones Sandro.

– Nada más uno sí, aquí a un lado de tu seno, ¿sí?

– No, por favor no, si se da cuenta mi marido “me mata”.

– No se va dar cuenta, lo escondes y ya.

Me empezó hacer uno y gemí al sentir como Sandro me succionaba mi seno, pero le volví a decir:

– Hummm, no por favor, no me lo hagas hummm… no, no, aahhgg nooo; mmmm, no me lo hagas aahhh, aayyy nooo; bueno, pero hazlo chiquito, no tan grande, me van a regañar si me lo ven.

Sin hacer caso a mis suplicas y con mayor deseo Sandro succionaba esa parte de mi teta tratando de formar un moretón con sus labios hasta que tocaron la puerta. Era el mesero que traía el servicio, nos separamos y me dirigí al baño. Él fue a recibir los tragos y despidió al camarero. En el baño observé en el espejo que el chupetón no era tan grande, pero iba a estar muy morado. Sonriendo, y pensando en ello, salí al cuarto en busca de él.

Sandro tenía en la mano las bebidas y brindamos por el encuentro. Con sendos tragos nos acabamos su contenido. Me volvió a abrazar y me empezó a quitar mi blusa y mi brasier. Y le comencé a quitar el pantalón dejándolo sólo en bóxer. Su palo parado se salía de él y se lo empecé a sobar sin sacárselo, aunque su cabeza sobresalía. Después de haberle quitado el pantalón, se inclinó para besarme los senos. Los mordía y los chupaba ligeramente. Yo finalmente metí debajo del bóxer mi mano y saqué su verga para jalársela. Con los dedos limpié los jugos que había en su cabezota y se los embarré por todo el palo. Empecé a masturbarlo suavemente y después con mucha fuerza, me gusta tenerlos dominados así: sobándoles la verga para que se exciten más y se les pare toda. Sandro gimió al sentir como le jalaba el palo.

– Que rico me la jalas Mar.

– ¿Te gusta como te masturbo, sientes rico?

– Si, que bien lo haces. Me haces sentir bien.

– Disfrútalo, tienes un palo muy rico.

Por un tiempo, Sandro dejó que lo masturbara disfrutando como se la jalaba y observándome engolosinada tallar su miembro, se lo apretaba, le limpiaba la cabeza de los jugos que salían, subía y bajaba mi mano por todo el palo, le sobaba sus huevos, como una experta lo hacía disfrutar observándolo a la cara en actitud de sumisión y para observar sus reacciones. Excitado y con los ojos cerrados, mi actuar hizo que sintiera venirse, por lo que reaccionando me preguntó:

– Quieres que te lo meta ya

– Seee, ya lo quiero sentir.

– Pues acuéstate y ábrete, te la voy a meter.

– Aahhh, seee, pero… hummm… ponte un condón.

– ¿Qué no te gusta así, sin nada?

– Me encanta hacerlo sin nada, natural y sentir como se vienen, pero con las ganas que tienes no ve vayas a embarazar si me los hechas, mejor ponte un condón.

– No te va a pasar nada, lo saco cuando sienta que me vengo.

– Hummm, no sé, estas tan caliente que mejor no, se te salen y luego…

– No se me salen, ándale nada más tantito, para sentir como está caliente tu vagina.

– Bueno, métemelo así, nada más tantito y si sientes que te vienes te sales por favor.

Ante la respuesta, de inmediato dirigió su miembro a la entrada de mi vagina y levantándome las piernas a sus hombros me la metió de un solo golpe y comenzó a moverse con fuerza. Gemí de placer al sentirla toda adentro:

– ¡Sandro, ya me la metiste toda, qué bárbaro!

– Si… siéntela toda, ¿te gusta?

– Seee…, la tienes muy rica, la siento hasta dentro, la tienes muy caliente.

– Es para ti, disfrútala Mar, disfrútala.

– Aahhh, aayyyy, así muévete, así, aahhh que rico lo haces, hummm…

– Que rica te vez así, con las patas para arriba, que rica estas, ¿te gusta cómo te la meto?

– Seee, disfrútame como quieras, cógeme rico Sandro. Aayyy que rico chocan tus huevos en mis nalgas, siento tu verga hasta dentro, la siento muy caliente, aahhh, tu cabeza está muy grande y caliente que rica, aayyy que rica la siento.

Al oír mis palabras, Sandro aceleraba sus movimientos, con fuerza arremetía chocando de manera violenta contra mis nalgas. Con mis piernas en sus hombros, me acariciaba mis senos apretándolos. En ocasiones se sujetaba de mis hombros para tener más apoyo y empujar con más fuerza su palo en mi panocha; me la estaban ensartando muy rico. Él aceleró sus movimientos deteniéndose por momentos para enterrar hasta el fondo su cabeza.

– Me llega hasta el fondo Sandro, me vas a atravesar con tu palo, aahhgg, aayyy mételo así ricooo, así, la tienes muy larga, así que rico me la metes aahhh…

– Siéntela toda, disfruta mi palo, siéntelo hasta el fondo.

– Si la siento, siento que va a estallar aahhh… que caliente la tienes, aahhh, síguete moviendo así…

Pero esas palabras me hicieron reaccionar. Sentía muy grande y caliente su verga y sus movimientos eran cada vez más intensos, estaba pronto a vaciarse, por lo que ante lo desesperado que lo veía, reaccioné y lo detuve por unos momentos diciéndole:

– Por favor ponte un condón no te vayas a venir, póntelo;

– Fuera de si por su excitación, trataba de entender lo que le decía, eh…

– Ponte un condón sí, le repetí.

– Pero me voy a salir cuando sienta que voy a terminar.

– Pero es que estás muy caliente y tal vez no aguantes las ganas de echármelos.

– Aahhh… reclamó.

– Por favor, esta vez no. En otra ocasión me los hechas, pero ahora no.

– Está bien. Tambaleante y de no muy buen agrado, fue a buscar los paquetes que compró y sacó uno para ponérselo lo más rápido que pudo. Al dirigirse hacia mí, ví lo roja que estaba su cabeza a punto de estallar.

Sandro me volvió a levantar las piernas para ensartármela de nuevo, de un solo golpe me la dejó ir y volvió a retomar el ritmo. Con movimientos rápidos y violentos, golpeaba sus huevos en mis nalgas y arremetía con fuerza, parecía que pronto terminaría.

– Aayyy Sandro, siento rico, pero me vas atravesar, Aayyy…

– ¿Te gusta cómo me muevo, te gusta cómo te la meto?

– Seee, te siento muy caliente, aahhh, siento tu cosa muy grande aayyy que ricooo, aahhh…

– Qué rica estas, qué ricas están tus nalgas, con razón todos te las ven, todos te desean, quisieran metértela como lo hago yo, quisieran disfrutar metiéndote su verga en tus nalgas, para que la sientas rico. Siéntela rico Mar, siente rico mi verga…

– Seee, cógetelas tú, cógetelas rico, ahora son tuyas, disfrútalas rico aahhh, así, así…

– Me voy a venir ya, me voy a venir.

– Seee, muévete rico, vente ya, muévete rico, aayyy…

– Aahhhh, aaahhh, me estoy viniendo, aahhh…, ya necesitaba esto, ya necesitaba venirme así…

– Que rico siento, que rico se mueve tu palo aayyy, muévete más aahhgg seee, siento como salen tus mocos aahhh, siento rico como se mueve tu palo aahhgg…

– Aahhh, ya me vacié, ya me vine todo.

Después de unos momentos, Sandro se separó en cuanto terminó de vaciarse, observé su verga y el condón le colgaba de tanto semen que había echado. ¡Que bárbaro, sí que la tenías atrasada! Se dirigió al baño para quitárselo y limpiarse. Momentos después, regresó aún con su palo parado y se recostó al lado de mí. Me dijo que se había venido muy rico, que ya necesitaba sentir esto. Yo, aún no me había venido.

Mientras platicábamos le agarré el palo para volverlo a poner firme; sin embargo, grande fue mi sorpresa al encontrarlo parado y duro como cuando se lo sobé la primera vez:

– ¡Qué bárbaro Sandor, mira como lo tienes, parado y duro; ¡tu cabeza está hinchada y muy roja, caliente! En verdad que estás muy caliente, le decía esto mientras lo masturbaba, acariciándole cada parte de él.

– Si Mar, la verdad ya tenía ganas de estar con una mujer para venirme. Ya necesitaba a alguien para coger, estaba muy ganoso.

– Te creo, lo noté en la oficina, desde un día que platicábamos y vi que traías el pantalón mojado, ¿No me digas que te viniste?

– Si, andaba caliente. Te confieso que ese día te vi llegar al trabajo temprano con tu falda corta y cuando ibas subiendo las escaleras, pude ver tus piernas y parte de tus nalgas, tus medias de liguero y tu tanga. Mientras platicábamos, recordé ese momento y me imaginaba cómo serías en la cama, que tan fogosa podrías ser.

– Ah que canijo eres, ¿no que me respetabas?

– Ja, ja, ja… Perdóname, pero es que no puedes pasar desapercibida cuando vistes así. La verdad es que llamas la atención y es inevitable voltearte a ver. Quizá tú no te has dado cuenta, pero muchos te voltean a ver tus caderas cuando pasas, los he visto, inclusive me han comentado: Has visto, ¡Qué rica vino Mar!

– No seas mentiroso, no exageres.

– En serio, por qué crees que me caliento. Te vez muy rica y la verdad que en mi caso me excitas y me caliento.

– Qué bárbaro, tu palo sigue caliente y no se ha bajado, sigue firme, ¿Siempre eres así?

– Si, la verdad es que soy muy caliente y tarda mi miembro en dormirse, pero tú no te quedas atrás, se ve que eres fogosa, muy cachonda.

– Pues si, me gusta coger, se siente muy rico cuando tienes un orgasmo, me libero, siento que pierdo toda conciencia y me siento volar. ¿Qué tal si me lo vuelves hacer?

– Con gusto, de echo toda esta plática me volvió a poner cachondo y te lo iba a proponer.

Sandro me pidió subirme en su palo para que lo cabalgara. Gustosa me monté, pero antes le pedí que se pusiera un condón. Un poco molesto aceptó, pero me dijo que se lo pusiera yo. Me dirigí al buró y traje uno, rompí la envoltura, me subí a la cama y agarrándole la verga, empecé a desenrollar el condón sobre su palo. También lo veía sugerentemente mientras se lo ponía. Con su palo cubierto, le tomé el palo y lo coloqué en la entrada de mi vagina y de un sentón me dejé caer permitiendo que todo ese palo se metiera.

– Aahhh, que rico se siente, que rico palo tienes.

– Pues cómetelo todo, muévete rico.

– Seee, lo siento hasta dentro, que rico siento aahhgg, que rico la tienes, aahhh, que rico…

– Que bárbara Mar, que rico te comes mi palo y que ricos sentones te das. Aahhh, muérdemelo así muérdemelo, aahhh qué bárbara…

– Aahhh que rica la tienes, que rica verga tienes, siento que me atraviesas, aayyy siento tu cabezota caliente hasta el fondo; Estoy sintiendo muy rico, aayyy que rico la paras, aahhh, ¿Te gusta cómo te lo hago?

– Si, estás moviendo muy cachonda tus nalgas, que rico las meneas, aahhh mamacita, que rico me lo haces, cómetela toda, cómetela toda mi verga…

Aceleré mis movimientos, sentándome con fuerza sobre el palo de Sandro, sentía que estaba a punto de venirse otra vez. Comencé a gemir más fuerte ya que estaba a punto de venirme también:

– Aayyy, que rico estoy sintiendo, aahhh, que rico me coges, seee, see aayyy, seee, me estoy viniendo, me estoy viniendo cabrón, aayyy que rico palo me estoy echando, aahhh ya me hiciste venir cabrón, aahhh…seeeee, que ricooo…

– Disfrútala toda, siente toda mi verga, cómetela, vente rico.

– Aayyy cabrón, que rico me vine, que rico me la metiste, muévete, muévete más, aahhh, que rico siento tu cabezota, que rica verga tienes, aahhh, a seee, aahhgg.

– Me voy a venir otra vez Mar, que rico te mueves, que rico mueves tus nalgas, que rico aprietas mi cabeza, me vengo, me vengo, eres una caliente Mar, aahhh, aahhh.

– Seee, así, vente rico Sandro, siente como te la muerdo, vacíate rico aahhh, siento como los echas, aahhh, siente mis nalgas.

– Que rico culo tienes, que rico lo mueves, ya me vacié otra vez, que bárbara eres, aahhhh, que rico coges, que rico coges, aahhh.

Enterrando su palo en mis nalgas Sandro echaba las últimas gotas de semen, yo disfrutaba con mucho placer encajarle mis nalgas en su verga y como se la mordía. Terminaba de meneárselas, tratando de exprimirle al máximo su palo. Ambos habíamos terminado casi al mismo tiempo. Momentos después, me incliné y le di un beso cachondo en la boca y me desmonté. De nuevo su miembro aún parado con el condón lleno de semen.

– Mira nada más, cuanto aún tenías adentro, que bárbaro ¿De dónde sacas tanto?

– Es que la tenía atrasada, pero además tu coges muy rico, te entregas de una manera que hace que me excite más, me imagino muchas cosas, no te imaginaba así, por eso cuando termino me sale todo esto.

– Pues se ve, pero además tú también eres muy caliente, y te excitas mucho.

Sandro se incorporó y se dirigió al baño a quitarse el condón y limpiarse. Yo también fui, abrí la regadera para ducharme y quitarme todo el sudor y refrescarse. Sandro hizo lo mismo y juntos nos bañamos. Mientras nos enjabonábamos, nos besamos y le limpiaba su palo que aún permanecía firme. Terminamos y salimos a recostarnos. Él me sugirió pedir otros tragos y yo asentí. Por un rato permanecimos platicando sobre lo que estaban haciendo y le pedí que fuera discreto para evitar cualquier problema. Él me contestó que no me preocupara que no diría nada, que respetaría ese momento y que nadie se enteraría.

Por un rato estuvimos platicando de cosas y le pregunté que porqué había dicho que no me imaginaba así, que a qué se refería. Él me respondió que pensaba que me gustaba coger, pero con una actitud más reservada, que no pensó que fuera tan caliente. Le encantó mi actitud para disfrutar el sexo, desinhibida, de entrega total, de coger como si no hubiera cogido hace mucho tiempo. Me sorprendió tu sensualidad y tu atrevimiento para disfrutar de mi palo, de cómo gimes y gritas cuando la tienes adentro. De cómo me masturbas y me dices de cosas. En eso, tocaron a la puerta y él salió a recibir los tragos. Regresó a la cama y brindamos de nuevo por ese momento, él se recostó junto a mí. Permanecimos así, hasta que se volteó frente a mí y le comencé a acariciar su verga. En silencio y sin hacer nada, Sandro se dejaba disfrutar y poco a poco se le fue parando de nuevo. Se volteó también y me comenzó a besar.

Sus besos no eran tiernos, sino llenos de deseo, me quería comer toda. Nuestras lenguas se enlazaban, entraban y salían simulando un coito bucal. Yo le jalaba excitada la verga, le sobaba la cabeza embarrándole el líquido pre-eyaculatorio en todo el palo, le sobaba sus huevos, le apretaba su miembro con mucha ansiedad, con el deseo ponerlo a punto lo más rápido posible. Él jadeaba al sentir como le manipulaba su palo, el cual pronto se puso duro y totalmente parado. Al sentirlo así, aceleré mis movimientos con fuerza recorriendo toda su verga. Él se separó y se inclinó para chuparme mis senos. Los mordía con cierta intensidad, pero con suavidad. Succionaba mis pezones y los lamía con lascividad. Comenzó a succionar mis senos para hacerme chupetones, pero yo le decía que no, que no me marcara, porque se va a dar cuenta mi marido.

– No Sandor, no me dejes moretones, me van a regañar, aaaaah… Ya me hiciste uno.

– No te preocupes, no se van a notar, se te van a marcar poquito, decía esto mientras me chupeteaba.

– Aaaaah, no ya no me los hagas, se me van a notar, le decía mientras excitada lo seguía masturbando con fuerza y mucha pasión.

– Sandro sentía como a pesar de mi resistencia me dejaba chupetear, le acariciaba la cabeza con la otra mano, apretándola contra mi seno. Me hizo otros cinco chupetones grandes y morados, como si quisiera dejar su marca en el trofeo que ahora tenía en sus manos. ¿Te gusta cómo te chupo tus senos, sientes rico mamacita?

– Seee, aahhh, siento rico, pero no me dejes marcada por favor, decía suplicante, pero sin mucha insistencia, aahhh se siente rico. ¿A ti te gusta cómo te jalo el palo, te gusta cómo te la acaricio?

– Si, sabes masturbar muy rico, ¿En dónde aprendiste preciosa? ¿Siempre la jalas así, siempre se los haces así?

– Ya vez, así se lo hago a mi esposo, así se la jalo cuando estoy cogiendo con él. “A nadie se lo he hecho así”.

– No te creo, se ve que te gusta coger tienes experiencia, pero sigue masturbándome. Qué rico has de coger con él, me da envidia, aahhh que rico me tienes agarrada la verga.

Me incliné y le comencé a besar el cuello con la intención de hacerle también un chupetón. Se lo hice sin que él protestara e incluso me pidió que le hiciera uno grande en su tetilla. Gustosa y sin dejar de acariciar su palo lo comencé a chupar, por unos minutos me quedé pegada succionando el pecho de él hasta casi dejarlo sangrado. El moretón era grande y de un rojo intenso. Con una sonrisa maliciosa volvió a besarlo en la boca y le pedí que me la volviera a meter.

– ¿Métemela otra vez si, mira como la tienes?

– Por supuesto, te la voy a meter otra vez, voltéate, ponte en cuatro, te voy a coger así.

– Seeei, así me gusta mucho, seee.

Me volteé obediente, poniéndose en esa posición, me encanta que me cojan de a perrito, me siento sucia, como si me dominaran, como si fuera una prostituta que se ofrece para que la usen, sumisa para que me penetren y se vacíen en mí, para que sacien sus deseos de poseer a una hembra a la que sólo le echen los mocos. Él me pidió que me colocara en la orilla de la cama. Así y sin ponerse un condón me acomodó su verga en la entrada de la vagina y de un sólo golpe me la metió toda.

– Aahhh, ya me la metiste toda, que rico palo tienes, aahhh, que rico…

– Te gusta así, te gusta que te la metan así Mar.

– Seee, así me gusta, me gusta que me cojan por atrás, aahhh, muévete, muévete fuerte Sandro.

– See te la voy a meter toda Mar, siéntela, disfruta de mi palo.

Sandro comenzó a meter su verga con fuerza, agarrándome las nalgas para sujetarme mejor. Me embestía golpeando mis nalgas en cada arremetida. Sentía como me atravesaba mi vagina ese palo, sentía como sus huevos chocaban en mis nalgas. Ambos nos veíamos en el gran espejo ubicado frente a la cama, disfrutando morbosamente de esa posición. Hipnotizados, ambos nos veíamos mientras me cogía en esa posición: él empujando con fuerza y agarrando sus nalgas; yo, de manera sumisa, empujaba y meneaba mis nalgas para sentir más adentro su verga.

– ¡Qué rico me la estás metiendo así Sandro, esta mucho que me la metan así… que me monten por atrás me gusta mucho! Aayyy me la entierras toda aahhh. ¿A ti te gusta, te gusta cómo te las muevo? ¿Te gusta cómo me veo así?

– Siii, estas muy rica, las mueves muy rico, muy sabroso. Así me imaginé que las moverías en la cama, así… Te ves vez muy cachonda en esta posición, te vez muy excitante, te vez muy… aahhhh que rico las mueves, aahhhh…

– ¿Qué me ibas a decir, eehhh? ¿Cómo me vez así…?

– Mar, no me hagas decir cosas, me calientas mucho.

– Dime Sandro, dímelo ¿Sí? Dime como me vez… aahhhh

– Te vez como una perra en celo, así te vez con tus nalgas paradas, ansiosa de que te la metan, pidiendo que te monten. Así te vez, así se ve muy rico tu trasero, pidiendo palo.

– Seee, así me siento, por eso me gusta que me la metan por atrás. Me gusta que me cojan así, sumisa para que un me domine hasta que se venga, que me agarre las nalgas sabroso. Aahhh, que rico me la metes, que rico chocan tus huevos en mis nalgas. Métemela más fuerte, métela duro, muévete así, aayyy que rico me coges Sandro, aayyy, así fuerte, métela toda, másss…

– Pues aquí esta tu macho que te la está metiendo por atrás, siente mi palo, cómetelo todo, te la estoy metiendo toda, siéntela, aahhh…

– Qué rico me estas cogiendo, que rico me la metes, dame fuerte, métemela toda con fuerza, así, así, cógeme así, aayyy que palo tienes, siento tu cabezota que me atraviesa, aahhh dame más, dámela toda, hasta dentro cabrón, me estás haciendo venir, aayyy cabrón, aayyy me hiciste venir otra vez cabrón, aahhh me estoy viniendo con tu vergota, muévete más, así… Qué rico palo, que rico palo me echo, aahhh…

Al oír estas palabras, Sandro se excitó más. Sus movimientos se aceleraron y me agarró con fuerza las nalgas dejándolas marcadas con leves rasguños. Arremetía con fuerza para meter su verga en mi hoyo, lo que me hacía gemir con intensidad, gritaba por momentos, golosa del placer que sentía. Él no aguantaría más, sus movimientos eran más intensos y bufaba de excitación. Yo me dejaba disfrutar y había olvidado que Sandor me la había metido sin condón. Fuera de mí, golosa movía en círculo mis nalgas y me empinaba para recibir mejor su palo. Él aceleró con fuerza sus movimientos y gimiendo se salió instantes antes de venirse para vaciarse en mis nalgas.

– Aahhh, me vengo, me vengo, aahhh, que rico me hiciste venir, que rico mueves las nalgas, que rica te vez así, como una perra que hizo venir a su macho.

– Aayyy, seee es lo que quería hummm. Así quería hacerte venir, sentir calientes tus mocos, que me embarraras las nalgas con tu semen. Échamelos todos Sandro, échamelos todos, aahhh, que rico te viniste Sandro, disfrútame así, así me gusta que me cojan, así me gusta verme, empinada con la verga atrás, aahhh…

– Ya me vacié otra vez, ya terminé, aahhh…

– Seee, me echaste muchos, me dejaste empapadas las nalgas de tanto semen que echaste.

Separándose de mí y dejándome el culo y la espalda embarrados de mocos, se acostó a un lado recuperando el aliento. Yo permanecí boca abajo por un rato, reponiéndome de la cogida que me dieron. Rato después, nos dirigimos al baño para limpiar nuestros cuerpos. Al pararme, sentí un cosquilleo al escurrir los mocos de Sandro por mis piernas.

Regresamos a la cama y nos recostamos un rato más. Eran cerca de las nueve de la noche, llevábamos cerca de tres horas en ese cuarto platicando cachondamente y cogiendo con intensidad, parecía que él quería más. Tres palos él y dos yo eran el resultado de la batalla en ese momento. Sin embargo, le dije que era hora de irnos, comentario que no le agradó. Haciendo un vano esfuerzo por convencerme de quedarme un rato más, me “hice la difícil” y le dije que mejor en otra ocasión pasaríamos más tiempo. Resignado, pero satisfecho, aceptó y ambos nos vestimos para salir del hotel. Nerviosa de que me vieran salir de ese lugar, a pesar de la oscuridad, aceleré el paso para alejarnos y tomar un taxi. Lo tomamos sobre circuito y nos dirigimos a Chapultepec, donde se bajó él. Durante el trayecto no hubo mayor comentario y antes de llegar se despidió con un beso cachondo en mi boca. Minutos después, llegué gustosa y contenta de estar en casa con mis hijos y con mi marido.

De esta forma, concluyó un primer episodio, de muchos otros que más adelante contaré. Sandro fue mi amante de planta por un buen tiempo, sin dejar de tener aventurillas con mis demás amiguitos.

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