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Mar Sensual: Entre abogados me vea (segunda parte)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Estaba pendiente acudir a la cita con el abogado que un compañero del trabajo, Osmar, me recomendó para atender un problema testamentario que me urgía resolver, era importante encontrar una salida rápida, pero legal, a esa situación. Aunque el aspecto y actitud de este licenciado no eran de mi agrado, me pareció vulgar y aprovechado, decidí acudir a la cita por su sugerencia, ya que me dijo que era hábil y tenía experiencia en estos asuntos, además de que quizá no me cobraría tan caro por su recomendación.

Con estos argumentos acudí a la cita de manera puntual. He de decir desde que el licenciado me dijo el día y la hora, despertó mi sospecha de que más bien buscaba otra cosa, por lo que dudé al principio, pero como lo dije, necesitaba resolver este asunto. Con mis dudas a cuestas, preparé los documentos que me había solicitado en la entrevista previa y me arreglé para la ocasión: Una falda corta volada, una blusa clara semitransparente, zapatos de tacón y un saco de lino, aderezado con toques de coquetería: medias de lencería, bragas abiertas y un brasier de media copa semitransparente. Me gusta vestir sexy, a mi marido también, por lo que normalmente visto de esta forma. A mi marido le dije que le llamaría por si tenía que pasar por mí, que tal vez no tardaría.

A las siete de la noche estaba puntual en el despacho, pero no había nadie en recepción, no estaba su secretaria. Se escuchaban voces en una sala adjunta, quizá era la reunión que el licenciado me dijo tendría. Me senté a esperar, al parecer, había terminado la junta ya que se oían risas y choque de vasos, como si brindaran celebrando algo. Las expresiones y risas de las mujeres y de los hombres denotaban que había cachondeo: “hay licenciado, no”; “Hahaha, a poco no les gusta así”; “seee he, he, he…”; “Luego no respondo hahaha…”; “no provoquen, no provoquen que me sigo hahaha…”.

Por quince minutos estuve esperando e imaginando la escenas de liviandad que se vivían en esa sala. No se oía que fueran a terminar, por lo que un poco molesta decidí retirarme, pero en eso se abre la puerta y salen quienes estaban en la reunión. Primero salen dos mujeres y tres hombres, entre risas y con vasos en las manos. No observo salir al licenciado, que aún permanece adentro. Escucho por las voces que está con una mujer. “Ya licenciado, estece quieto; nooo hahaha, esperece ya es tarde; luego quiere más hahaha, qué bárbaro; no, ya me tengo que ir; nooo, quite su mano de ahí; no hahaha esperece nooo, no aayyy ¿qué hace?; yaaa aahhh nooo; licenciado aahhh, ya mejor me voy…”.

Era su secretaria, quién salió acomodándose sus ropas y que al verme se sonrojó, corrige la postura y le dice en voz alta: “licenciado, creo que lo están esperando; aahhh, si ya voy; perdón en un momento la atienden”. Minutos después sale el licenciado y con una sonrisa me ofrece disculpas por la tardanza y me pide pasar a su despacho. Su secretaria le pregunta: “¿no se le ofrece nada? y él le contesta que no, que ya se puede retirar, ¿seguro, me puedo esperar? “para terminar lo que quedó pendiente”. Sonriendo él le dice no, no es necesario, el lunes ya te doy indicaciones sobre este asunto; ok, bonito fin de semana, hasta luego”.

Ya solos en su oficina, se vuelve a disculpar y se acerca para saludarme. Me da un beso en la mejilla y me da la bienvenida. Alcanzo a percibir un tufo a alcohol en su aliento. Me toma del hombro y me pregunta si traigo los documentos que me pidió. Le entrego el sobre que tengo sobre mis piernas y al quedar descubiertas se les queda viendo unos instantes, las cuales lucían plenas por mi falda corta y por tenerlas cruzadas. Permanece unos momentos parado detrás de mi revisando los documentos. Después, se pasa al frente, recargándose en su escritorio y los hojea. En esa posición, poco pudorosa, observo su abdomen y su bulto de la entrepierna.

Me hace algunas preguntas entorno a los papeles, mirando ocasionalmente mis piernas de forma morbosa. Continúa revisándolos y finalmente me dice al parecer no hay mayor problema, que le deje en sus manos el asunto. Cuando le pregunto sobre sus honorarios me responde:

– Licenciado y ¿de cuánto serán sus honorarios?

– Huy, le van a salir caros, me responde sonriendo al momento que se dirige a una especie de archivero de donde saca un tequila y dos copas.

– No me diga, le digo contrariada. ¿De cuánto aproximadamente?

– Ya le dije, pero vamos a esperar como se “dan las circunstancias”.

– ¿Las circunstancias? Pregunto, ¿Qué circunstancias licenciado?

– Si, todo aquello a lo que me enfrentaré para solucionar el asunto, pero yo espero que no sea mucho.

– Ojalá licenciado, ya que no cuento con mucho capital para cubrir un costo alto, por eso me gustaría saber cuánto sería aproximadamente, sino para buscar en otro lado.

– No, cómo cree, la vamos ayudar, vamos a buscar las formas.

– Ufff, que bueno, gracias. Usted dígame licenciado que tengo que hacer o si le ayudo en algo.

– No, no se preocupe. Mejor que le parece si brindamos por el acuerdo. ¿Un tequila?

– No licenciado, estoy bien, gracias.

– No me diga que no, acompañeme, celebremos el acuerdo.

– Gracias, pero estoy bien, le repito.

– Ándele, sólo una, ¿sí?

– Mmm, ok, está bien, pero sólo una copa.

– Muy bien, brindemos, salud hasta el fondo.

– Salud licenciado, gracias por su ayuda. Me tomo hasta el fondo el tequila. ¡Mmm, está rico su tequila!

– Si verdad. Oiga, perdón que se lo diga, quién es el afortunado, viene muy guapa. ¿A quién va a ver? ¿Lleva prisa?

– A nadie, voy a casa y aunque ya es un poco tarde, no, no llevo prisa

– Pues afortunado su esposo y que bueno que no lleva prisa.

Me acomodo en la silla ya que se me estaba subiendo la falda y las medias de lencería que llevaba casi se asoman. Desde su posición, el licenciado no perdía la oportunidad para verlas de manera morbosa y sin que se lo pidiera, me sirve otra copa.

– No, ya no licenciado, ya es tarde, además se me va a subir.

– Pero me dijo que no lleva prisa y una no es ninguna, ándele no sea mala, brinde conmigo.

– Mmm, está bien, ¡salud licenciado! Sin dejar de estar recargado en el escritorio, frente a mí, chocamos la copa y me la tomo otra vez hasta el fondo. Observo que no deja de mirar mis piernas.

– ¡Salud! Oiga, perdón, otra pregunta, ¿Le gusta bailar?

– Me encanta, ¿por qué?

– No, nada más, se ve que es alegre y le gusta divertirse. Mmm, sin que se ofenda, ¿le gustaría ir a bailar?

– Nooo, cómo cree licenciado, ¿ahorita?

– ¿Por qué no? así nos vamos conociendo y hablamos más de su asunto.

– No, ¿cómo cree?; además, es viernes, la semana estuvo pesada y estoy un poco cansada y por si fuera poco no avisé. Para ese momento, sentía el efecto de los dos shots que me había tomado. Estaba sintiendo un calor rico en mi cuerpo.

– Pues precisamente, para que se relaje un rato y platicar de su asunto, le digo.

– No, además ya me tengo que ir, ya es tarde. Hago el intento por pararme y la falda se me sube un poco, dejando asomar la lencería de mis medias, cosa que él notó de inmediato, dirigiéndome una mirada libidinosa.

– No, no se levante, esperece; se inclina, me toma del hombro y me dice: mejor nos echamos la última,

– Me quedo sentada con el liguero asomando, ligeramente descubierto. No, ya no gracias, ya fue suficiente. Le digo que ya me tengo que ir licenciado, ya es tarde, mi esposo me espera.

– Apenas son las ocho y media, es temprano, la noche comienza. Mejor acompáñeme con la última, la última y nos vamos, la caminera, ¿sí?

– Mmm, bueno está bien, pero es la última. En lo que él sirve las copas, me acomodo la falda. Me da mi copa, pero noto que me sirvió el doble, casi llena. Salud abogado, chocamos la copa, sólo ingiero la mitad. Él me dice que me tome todo el tequila. Le respondo que no, que poco a poco.

– Se sirve otra copa y vuelve a recargarse en su escritorio. Veo que su bulto ha aumentado de tamaño. Entonces, ¿si acepta ir a bailar? Conozco un buen lugar, anímese.

– No licenciado, me gustaría, pero no, le digo que no avisé. Para ese momento me sentía un poco mareada, relajada. Cruzo la pierna y le pregunto: Mejor dígame si me va a salir caro mi asunto.

Se levanta y se pone detrás de mí, como la primera vez que me entrevisté con él. Me toma de los hombros y comienza a darme un masaje. Lo dejo tocarlos por unos instantes, sentía rico el masaje que me daba. En algún momento se acercó de más, sintiendo ligeramente lo duro de su bulto.

– Ya le dije que no se preocupe, yo la voy ayudar, relájese y no piense en eso. Ya es viernes y es mejor divertirse.

Al sentirlo, de manera discreta me separo, tomo mi copa y brindo, salud licenciado. Toma su copa y la choca con la mía. Se coloca frente a mi y noto que su miembro está totalmente parado. He de decir que el ver eso me calentó, además de que el tequila ingerido estaba haciendo efecto en mi, me sentía mareada. Reacciono y lo volteo a ver; me está viendo las piernas. Para salir de esta situación, le pregunto en dónde está su baño.

– Esta al fondo a la derecha.

Me dirijo a él y voy pensando en cómo resolver el dilema: si es mejor irme de ahí, ya que quien sabe que vaya a suceder o permanecer más tiempo. El aspecto del licenciado no me gusta, se me hace vulgar y como buen abogado, aprovechado. Si he permanecido ahí es por protocolo y para ver si saco ventaja de algo, me urge que resuelva mi asunto lo más pronto posible y no tengo mucho dinero para pagar honorarios altos; además, he de decir que me siento mareada y me calentó ver su miembro abultado; este ha de ser un cabrón en la cama, pienso. Me pinto los labios, me echo perfume y decido seguir el juego un rato más para ver si le saco algún beneficio. Regreso a la oficina, ocupo mi silla, cruzo mis piernas y acomodo mi falda de tal manera que asome discretamente la lencería de mis medias. Levanto la vista y observo que el licenciado vio todo este ritual y que además tengo mi copa llena de tequila.

– Licenciado, ya me sirvió otra vez, ya no quería, ya me tengo que ir.

– La estamos pasando bien, como le dije es temprano, acompáñeme un rato más.

– Ok, pero sólo un rato más; además, ya me siento mareada. ¡Salud licenciado! Me tomo un poco más de la mitad del contenido de mi copa.

– ¡Salud, eso así chihuahua! Ya ve, como si se relaja, todo está mejor. Oiga huele muy rico su perfume y le vuelvo a reiterar viene usted muy guapa, afortunado su esposo.

– Gracias licenciado, gracias por sus halagos, pero no es para tanto. Me gusta vestir así, para mí normal.

– Se ve muy sensual y esas prendas le resaltan su figura. Llama la atención vestida así. Ándele, acepte ir a bailar un rato y terminar de tratar su asunto.

– Ya le dije que me gustaría, pero no avisé que llegaría tarde.

– Vamos un rato, platicamos y la llevo a su casa temprano. Es viernes y el cuerpo lo sabe, hahaha… Anímese. ¡Salud, hasta el fondo!

– ¡Salud! Me acabo el contenido de mi copa. Mmm, no sé. Además, que va a pensar usted, le recuerdo que soy una mujer casada y con principios. Parado frente a mi veo su bulto de mayor tamaño, de repente se voltea y noto que se lo acomoda para lucirlo más.

– Nada, porqué tendría que pensar mal de usted. Nos conocemos y nos vamos a terminar de conocer. Llame a su marido y dígale que va llegar más tarde. Reflexiono si voy o no con él. Por supuesto que quiere algo más y yo quiero resolver mi asunto. Mi pudor me dice que me retire, pero el tequila ha hecho su trabajo y me siento relajada, además de caliente.

– Mmmm, no sé, mmm bueno está bien, vayamos, pero sólo un rato.

– ¡Eso, muy bien! Brindemos por ello. Quiso servirme otra copa, pero le dije que ya no. Es la caminera, tomemos la última.

– Bueno, pero sírvame poco. Me sirvió la mitad de la copa y brindamos.

Salimos del despacho, fuimos al estacionamiento para abordar su coche. Me abre la puerta y, por lo mareada que iba, al entrar, me atoro un poco y abro las piernas de más, sin querer le muestro parte de mis prendas íntimas. Sonriendo, corrijo mi posición. Cierra la puerta, pero por el incidente mi falda se sube y mis piernas se muestran más. Decido dejarlas así, se veían muy sensuales, provocativas. Al subirse, noto que su mirada es atrapada por ellas y alcanzo a escuchar un mmm. Salimos en dirección al lugar.

Mientras conducía, el licenciado me agradecía el haber aceptado ir a bailar, me decía cosas como que guapa era, que si me esposo no se enojaba por salir sola, además de que no dejaba ver mis piernas, yo distraída, las abría y cerraba ocasionalmente. En uno de esos movimientos, sentí el roce de su mano en mi pierna al momento que hacía el cambio de velocidades. En cuatro ocasiones sucedió este toqueteo. Me preguntó si no iba llamar a mi marido para decirle que iba llegar más tarde, le dije que después lo haría. Llegamos al lugar, el cual era como un bar, con música alegre y luces tenues. Había gente, estaba lleno y nos tocó una mesa al fondo de la pista. Se nos acercó el mesero y nos preguntó que íbamos a beber, el licenciado pidió una botella de tequila. Sorprendida le comenté:

– ¿A poco se la va a terminar toda?

– ¿A poco no me va a acompañar? Ya estamos aquí, vamos a relajarnos.

– No, ya estoy mareada, luego si me emborracho y hago tonterías, que va a pensar de mi. Además, ¿cómo voy a llegar a mi casa?

– No pasa nada, yo la llevo a su casa. Bailando se le va a bajar, verá. Ándele, acompáñeme, ahorita pedimos una botana.

– Mmm, ok, pero no me sirva mucho. Me sirvió un poco más de la mitad de la copa y brindamos.

– ¡Salud, hasta el fondo!

– ¡Salud licenciado, porque se resuelva mi asunto lo más pronto posible!

Me tomé mi copa hasta el fondo. De inmediato me sirvió otra vez. Pensé, este me quiere emborrachar para cogerme. Le voy a seguir el juego, sólo lo voy a calentar. Me sacó a bailar, bailaba bien, muy cachondo. Bailamos una tanda de cinco canciones, me daba vueltas y mi falda se levantaba, bajaba la mano para que no se vieran mis medias, pero seguramente si se lució el encaje de ellas y quizá más. Nos fuimos a sentar y brindamos otra vez hasta el fondo. Ahí le pregunté que si me iba a ayudar para que no me saliera tan caro el asunto.

– Entonces que licenciado, ¿Me va a ayudar? Tomando mi mano me respondió…

– Ya le dije que por eso no me preocupara, que todo va a estar bien. Mejor platiquemos de otras cosas más divertidas, ¿no? Con sus dedos la continuó rozando.

– De manera cordial, separo mi mano de la de él y le pregunto: Bueno, está bien, dígame ¿de qué le gustaría platicar? En eso me vuelve a servir otra vez. Ya estaba mareada y caliente. Estaba indecisa si darle chance o no.

– Mmm, no sé, no se me ocurre nada ahorita. Bueno si, ¿no le dicen nada si llega tarde? ¿No la regañan, no es celoso su marido? ¿Sale seguido a divertirse?

– Hahaha, que curioso. No me dicen nada, confía en mi. Salgo cada que hay la oportunidad para divertirme.

Volvemos a brindar y en eso ponen una canción calmada y me saca a bailar. Me toma de la cintura y yo de los hombros. Sutilmente se va pegando poco a poco hacia mi y en una de esas, siento su bulto tocando a la altura de mi vagina. Me separo, pero insiste. En tres ocasiones sentí la dureza de su miembro. Me da media vuelta y se pega a mi trasero por unos segundos y vuelvo a sentir lo duro de su miembro. Me vuelvo a separar, pero se me vuelve a pegar al ritmo de la canción. Lo dejo unos instantes rozando mis nalgas y después me doy la vuelta. Se quiso pegar otra vez a mi, pero lo detengo de los hombros. Termina la canción y volvemos a nuestra mesa. Emocionado por los arrimones me sirve otra copa y pega su silla más a la mía, de tal manera que siento como roza su pierna con la mía. Chocamos e ingerimos el tequila hasta el fondo.

– ¡Salud licenciado!

– ¡Salud por el placer de estar compartiendo estos momentos! Y usted no quería venir, ya ve, está más relajada, ¿o no?

– Si, así es. ¡Salud! Termino mi copa. El cachondeo al bailar me calentó más pensando en lo grande que lo tendrá, además de que el tequila continuaba haciendo su trabajo. Me quito mi saco y se me queda viendo a mi pecho. La blusa que traía era semitransparente y dejaba ver el brasier de encaje que traía. Como tenía dos botones desabrochados, se podía ver parte de mis senos. Erguí el pecho y coqueta, le pregunto: ¿De qué quería que habláramos? vuelvo a preguntar.

– Oiga, sin faltarle al respeto, que bien lucen sus piernas esas medias, están muy sensuales. ¿Así viste siempre? ¿Le gusta vestir así?

– Hahaha, gracias, pero qué curioso. Si, así visto generalmente. Sentía por debajo como su pierna rozaba la mía con más frecuencia. Eran pasadas las diez de la noche y le comenté: ya me tengo que ir licenciado se hace tarde.

– No me diga eso, apenas comenzamos a divertirnos; además, usted me dijo que no le dicen nada en su casa, ¿Cuál es el problema? Me sirve otra copa tomando mi mano otra vez y sin soltarla, me pide que no me vaya.

– Bueno un rato más, me quedo sólo un rato más. Contento, entrelaza sus dedos con los míos y los aprieta suavemente. No me suelta. ¿Y en su casa no le dicen nada? Le pregunto.

– No, no tengo ningún problema, puedo llegar tarde sin broncas. ¡Salud!

– ¡Salud licenciado!

Me saca a bailar de nuevo y sus movimientos son más sugerentes, me da vueltas y dejo que mi falda se de vuelo. En eso ponen otra calmada y de inmediato me toma de la cintura y yo pongo mis manos en sus hombros. Esta vez se pega más a mi y siento la dureza de su bulto en mi vagina y mis senos rozan su pecho. Trato de separarme un poco, pero no me deja. Suavemente se frota en mi, me dejo llevar sin protestar. A mitad de la canción aprieta con más fuerza y me restriega más su bulto.

Quise separarme, pero no me dejó. Baja un poco sus manos hacia mis caderas, pero se las subo, aunque las baja de nuevo, lo dejo actuar. Cadenciosamente, se estuvo frotando el resto de la canción. Sin frotarme yo sentía lo duro de su miembro, calentándome mucho y mi vagina estaba muy húmeda. Con su mejilla cerca de la mía, murmura a mi oído: ¡Qué rico baila! Yo sólo sonrío. Termina la canción y nos dirigimos a la mesa, caminaba tambaleante de lo mareada que estaba. Él me toma de la cintura para “apoyarme” pegándose a mí. Ahora siento su miembro duro en mis nalgas, me inclino para mover mi silla y él se junta más a mí. Hago como que se atora la silla y por unos instantes se frota en ellas.

Continuará…

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