Manuel es el típico instructor de gimnasio de barrio, parece salido de esas páginas de Facebook que publican memes relacionados con ese mundillo. De estatura media, brazos, hombros, pectorales y panza desarrollados, pelo ondulado, negro al igual que el color de sus ojos, moreno, siempre en licras porque entrena pierna 3 o 4 veces por semana. Sin embargo y fuera del estereotipo de instructor, Manuel es muy simpático, casi carismático, pues tiene una pequeña cohorte de post adolescentes que por las tardes lo siguen casi religiosamente en sus maratónicas sesiones de entrenamiento.
Los domingos por la mañana el gimnasio suele estar casi desolado, por lo que es bueno ir a entrenar porque dicha pequeña cohorte no ha acaparado todo el equipo del pequeño gimnasio y Manuel se encuentra disponible para una pequeña “shit talk”, con él sentado en su silla, piernas abiertas, su vieja “tank” del World’s gym, su licra negra que desembozadamente muestra su pequeño bulto.
Siempre disfruto verle sus hombros redondos como cocos, su pequeño pezón que pugna por salirse de su camisa desmangada o a veces cuando se digna, ver su axila rasurada, enmarcada en su brazo fuerte flexionado y descansando detrás de su cabeza. Luego cada quien regresa a lo suyo, yo al entreno y él a corretear mujeres ya entradas en años.
Cierto domingo fue diferente: estaba lloviendo copiosamente por lo que el gimnasio estaba vacío y yo no tenía paraguas, pues vivo a 3 calles y no tenía ganas de salir corriendo bajo el agua, por lo que desde la puerta ambos nos pusimos a hablar…
“No vino nadie hoy”
“Por la lluvia, maestro, así nadie se levanta menos en domingo por la mañana” me dijo con su voz masculina y con aire de hombre de barrio.
“Así es, hay que ser muy dedicado para venir un día como este” le dije.
“Yo vengo porque tengo que trabajar, no porque me quedara con mi mujer en casa” me dijo.
Ambos reímos ante la trillada frase que se dice en semejantes ocasiones.
Y pasamos a hablar de diferentes temas, incluyendo rutinas y ejercicios. Se empeñó en explicar cierta variante de hacer el press de pecho que había descubierto en Instagram por lo que fuimos a la banca, se posicionó y mostró cómo se hacía el ejercicio y en donde estaba dicha variante, que para ser francos nunca entendí. aunque en realidad no presté mucha atención por estarlo viendo. Luego se incorporó y me invitó a imitarlo, pero en eso noté que yo tenía algo de erección, pues le vi su pequeño bulto marcarse sobre la licra mientras él hacía el ejercicio y al parecer eso fue suficiente (como si yo necesitara más) para excitarme.
Me acosté en la banca confiando que la erección bajara lo suficiente para que no se notara por encima de mi ropa, además traté de razonar, Manuel no se fijaría en eso, pero se fijó.
“Mire campeón, se le paró el niño” me dijo en tono chusco, antes de iniciar mientras me acomodaba.
Fingí no oírlo “¿Cómo era el agarre?” le dije, como desviando la atención.
Manuel se puso a la cabecera, guio mis manos por sobre la barra, por lo que su entrepierna quedó encima de mi cabeza.
“Ponga las manos justo después de la marca, para un agarre ligeramente más abierto, saque la barra… así… baje despacio… así…”.
Mientras él me asistía con el descenso de la barra, acercó su cuerpo y flexionó sus rodillas por lo que casi puso sus huevos en mi frente. A propósito, obvio.
Mi erección estaba a tope. Me levanté inmediatamente después de poner la barra en su posición. estaba entre excitado y avergonzado.
“interesante ejercicio… me voy a cambiar” dije tratando de huir del momento bochornoso.
Al entrar al desvestidero en efecto noté que estaba duro como carpa. pero al quitarme la camisa, entró Manuel, me vio la entrepierna y dijo, como quitando importancia a lo sucedido me dijo:
“No se preocupe, a todos nos pasa, peor es que no se nos parara, ¿verdad?”
Ambos reímos. Luego se me acerca y me dice en tono bajo:
“Sólo hay un modo de… bajarla…”
Se tocó su bulto. Vi hacia afuera e iba a decir algo
“Está cerrado” me atajó.
Me bajé el pants la saqué y empecé a masturbarme.
“Flexioná los brazos” le dije
Obediente lo hizo, me mostraba orgulloso sus músculos, sus brazos gruesos. Luego se quitó el tank y volvió a flexionar como si estuviera en una competencia. Noté que él también tenía una erección.
¡Dios! que momento más erótico.
Se movía como si estuviera en una competencia. Tal vez no estaba bronceado como los grandes powerlifters, ni tenía la piel tersa, sino que tenía imperfecciones, su pancita cervecera, no era dotado, pero esa masculinidad de hombre de barrio, lo ordinario de su vestimenta me tenía a mil.
Le puse mi mano sobre su bulto. Su pene era pequeño, recto, de grosor normal. Él se bajó la licra y su pene salió liberado, recto, pulsante, su cabeza pequeña semi circuncidada, sus huevos pequeños y lampiños y un pubis con varios días se haber sido rasurado.
No necesité más y se lo mamé, como era de unos 15cm no tuve problema de meterlo todo en mi boca. Él movía mi cabeza regalando la intensidad de mis mamadas.
“Ahhh… ahhhh…” gemía
Al fin y después de tanto, solté su miembro y me incorporé y quedamos cara a cara.
“No he terminado” me dijo en un susurro.
“Terminá dentro mío”
“¿Puedo?”
Le di la espalda y me ensalivé el culo. Él se ensalivó el pene y me penetró.
Estaba tan excitado que no tuvo problemas en entrar, además su pene no era muy grueso, pero que rico se movía, rápido y con fuerza al tiempo que gemía y entre susurros decía
“qué culo, qué culo”.
Luego la sacó y me acostó boca arriba en una banca. Me toqué el culo y aunque no me dolía, ya estaba dilatado. Manuel no perdió el tiempo y la metió de nuevo. Afanado en bombearme acercó su cara a la mía, intenté atraerla más cerca para besarlo, pero se negó
“No beso hombres” me dijo y luego me dio un torpe beso y dijo
“A culeros varoniles si”
Y me siguió bombeando aún más fuerte.
Luego se acomodó y pude tocarle los pectorales, duros como piedras.
“Sacala toda y metela otra vez” le dije
Lo hizo y me dijo
“¿Así?”
“Si… otra vez… otra… otra…”
“¿Querés más?”
“Si, dame más…”
Cada vez que la sacaba la insertaba con fuerza. Con esa dinámica decidí masturbarme y sacarme la leche, no fuera a ser que él terminara primero y me quedara así con las ganas.
Eso hice, me masturbé con fuerza y sus embestidas estaban en esa línea, cada golpe me movía las vísceras pero aumentaba mi erección, hasta que al fin me estallaron los huevos y solté toda la leche en medio de un orgasmo como no había tenido en mucho tiempo.
Manuel detuvo sus embestidas y forzaba su pene dentro mío
“Qué rico cómo se contrae tu culo…. me la vas a sacar”
Yo seguía disfrutando mientras sacaba más leche de mi pene aún duro. Luego mientras las ondas orgásmicas cesaban, me di cuenta que aún tenía su pene dentro mío.
“¿La saco?” me dijo
“No, seguí”
Siguió moviéndose rápido pero con cuidado que no se saliera hasta que eventualmente sentí ese delicioso líquido caliente derramarse dentro mío mientras gemía
“Que culo… qué culo…”.
Al fin la sacó, recuperó un poco el aire. Ambos estábamos cubiertos de sudor. Él se recostó sobre mi brevemente en lo que recuperaba el aliento. Me volvió a besar torpemente.
Nos levantamos al fin y nos lavamos la lujuria en sendas duchas. Nos “vestimos” en silencio.
“¿Te gustó?” me preguntó al fin a lo que con voz trémula le dije:
“Tengo el culo roto, la espalda desecha por esa banca mierda, pero tu leche dentro mío valió la pena”
“¿Neta?”
“Neta”
Nos despedimos en silencio.
Luego les cuento lo que pasó el día siguiente.