back to top
InicioInfidelidadMadura pierde la vergüenza entre otras cosas (2)

Madura pierde la vergüenza entre otras cosas (2)
M

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 12 minutos

—¡Carmen! ¡Carmen!

Jorge, agitándome por los hombres trataba de despertarme.

—¿Siii?

—Carmen, son la nueve y media. Traté de despertarte para desayunar juntos pero no respondías. Yo ya he desayunado, ahora me voy a escalar para tener bastante tiempo el último día.

—Que te lo pases bien Jorge.

—Hasta luego Carmen.

Así empezó el día. La noche anterior, al irme a la cama, pensé que me costaría trabajo dormirme. Había dormido una siesta, estaba nerviosa, intranquila y… un poquito curiosa pensando en lo que haría conmigo mi Adonis al día siguiente. Pero al parecer los orgasmos de la tarde habían actuado como el mejor sedante. Me metí en la cama, me rasque el trasero, y… dormí como un tronco.

Me levanté de la cama, fui al cuarto de baño y mientras orinaba, duchaba y completaba mi aseo matutino traté de recordar y valorar lo que había pasado el día anterior. Poco a poco oleadas de vergüenza, remordimiento y culpabilidad recorrían mi mente y me embargaban el ánimo. Ayer, por primera vez en mi vida, había sido infiel a mi marido. No solamente le había puesto los cuernos a Carlos, había "elegido" un macho joven como un ganadero puede elegir un semental. No hubo nada de sentimiento por mi parte, no hubo seducción por parte del joven; él me ofreció sexo y yo, por vicio, tome sexo como quien toma una droga. A mí siempre me habían dicho, y yo siempre había repetido, que las mujeres no somos como los hombres. Que las mujeres no buscamos sexo como animales que se aparean. No, nosotras somos seres sensibles, sensitivos, refinados, con sentimientos, con espíritu, con alma; nosotras nos enamoramos, nos compadecemos, damos y recibimos cariño, afecto. Nosotras hacemos el amor, ¡no jodemos como perros!

¡Qué vergüenza Dios mío! Una madre de cuarenta años, católica, casada, fiel en el matrimonio durante más de quince años y todo tirado por la borda en unos minutos de locura. Ayer me aparee como una perra en celo, como un animal despreciable. Sexo y nada más que sexo. Ni amor, ni compasión, ni cariño ni nada. Deseo carnal, vicio profundo, eso fue todo. Me daba asco a mi misma. ¿Qué diría mi confesor? ¿Cómo iba yo a tener la desvergüenza de ir a confesarme?

Recordé que había quedado con el joven que nos veríamos hoy. ¡Ni hablar! El chico podrá pensar lo que quiera de mí, faltaré a mi contrato, pero yo no vuelvo a hundirme en el fango del adulterio. Ni promesas, ni tonterías. Más vale romper un trato que ser una pérdida de verdad. Ya era malo que ayer yo tuviera un momento de debilidad. Pero una cosa es un momento de debilidad y otra cosa es cometer un pecado de forma premeditada como sería el ir hoy al cuarto de… de… el Adonis (¡Qué vergüenza, ni siquiera sabía su nombre! Me había revolcado en el lodo del pecado con él durante horas, había puesto su órgano en mi boca, había… y ni siquiera sabía su nombre). ¡Imposible! Esto sería un pecado premeditado y eso no lo iba a hacer yo. ¡Faltaría más! Ayer tuve un desliz, pero yo aún era una mujer decente.

Adrede decidí no maquillarme. No me pinte ni ojos, ni labios ni nada. Para evitar tentaciones decidí que no bajaría a la piscina. Me puse el vestido más amplio y menos sexy que puede encontrar y sin medias con unas zapatillas de tenis, planas, completé mi atuendo y decidí bajar a desayunar.

Antes de entrar al comedor mire con cuidado a todos los comensales. No quería que estuviera… el chico de ayer y tener una escena. Por fortuna, no estaba el Adonis. Miré el reloj, ya eran las diez y cuarto y quedaba muy poca gente en el comedor.

Me atendió una camarera como de mi edad, con uniforme negro y cofia blanca. Me pareció gorda y algo culona.

(¡Carmen! En qué cosas te fijas de repente. Quizá yo soy la que debería perder algo de peso. ¡Buena idea! Además, si paso hambre durante un mes… eso podría ser una penitencia por mi pecado de ayer).

—Un zumo de naranja, un café con leche y una tostada. No quiero ni mantequilla ni mermelada.

—Ahora mismo señora.

Esto de haber pedido poco para desayunar me vino bien. Me hizo sentirme en el camino para mi regeneración. Iba a perder peso y encima hacia penitencia para pagar por mi terrible pecado. Empezaba a sentirme virtuosa otra vez.

Acabe el desayuno, firmé la cuenta y volví a mi habitación. Para evitar tentaciones cerré la puerta con llave, decidí que no bajaría a comer a mediodía (mas penitencia). La habitación estaba recién hecha. Cogí la novela romántica con la periodista alemana y, sentada en un mullido sofá con múltiples cojines, volví a los desiertos, los ocasos, las huríes y las cálidas arenas. Inmersa en la novela me olvide de mis deslices, de mis debilidades, de mis pecados y… del tiempo.

Toc, toc.

La puerta, ¿qué podía querer la doncella? La habitación la habían arreglado durante mi desayuno.

—Hola, te he buscado en la piscina.

—Ho… ho… hola

¡Allí estaba el Adonis! Con su minúsculo bikini, luciendo todos su musculazos, con la dorada piel brillando como bruñido metal. ¿Cómo había encontrado mi habitación? ¡Qué estúpida! Claro está que él sabía mi número de habitación. Si ayer hicimos todas las guarrerías en esta habitación. Yo notaba como me ponía colorada, me ardía la cara y no sabía que decir. El niñato parecía no darle importancia a nada.

—¿Tienes unas medias negras y zapatos de tacón muy alto?

—Si…

—Pues cógelos y vamos a mi habitación.

Yo como una tonta, sin decir palabra, me di la vuelta, abrí un cajón, saque las medias negras, cogí los zapatos y dije:

—Ya estoy.

El Adonis cogió mi mano, y sin la menor vacilación por su parte, ni la menor resistencia por la mía, subimos un piso por las escaleras y entramos en su habitación. Todas mis vergüenzas, contriciones, propósitos, resoluciones y penitencias… tirados por la borda. Allí estaba yo, como oveja que va al matadero había seguido yo al niñato. ¡Que va como un corderito, como una furcia, como una viciosa, como una gata en celo había yo seguido aquella carne codiciable y gloriosa.

En cuanto entramos en su habitación cogió mi la cara con ambas manos y me dio un beso profundo. Cuando digo profundo quiero decir que metió su lengua hasta mí estómago. Mientras con la lengua exploraba mis entrañas bajó sus manos por mi espalda y al llegar a mis generosas nalgas, las sobó, acarició y estrujó. Cuando dejamos el beso para poder respirar un poco. Él dijo:

—¡Qué culazo tienes! Casi no he podido dormir en toda la noche pensando en tu culote y como lo iba a usar, abusar y gozar. Me tiene hechizado tu culazo. ¡Nunca he jodido un culo así de gordo.

¡Aquello era demasiado! En algún lugar de mi mente, antes de venir a su habitación, yo ya sabía que el chico me quería sodomizar. Pero yo le iba a enseñar que aunque me comportara de forma alocada, era porque estaba de vacaciones. Que un desliz lo tiene cualquiera, pero que, desliz o no, yo era una señora bien, respetable y decente. Yo no le iba a aguantar a un niñato que, casi, casi podía ser mi hijo, que me hablara de forma tan soez. Llenándome de rectitud y autoridad dije:

—Mira no hace falta hablar así. Las personas finas y educadas no usan ese vocabulario.

El Adonis, bajo los ojos, puso cara compungida, y con apologética voz pregunto:

—¿Cómo te llamas?

—Me llamo María del Carmen pero todos me llaman Carmen. Antes de casarme mis amigos me llamaban Meri. Así que tú llámame Meri, que me hace sentir más joven.

—Mira Meri, se puede decir trasero, se puede decir sodomizar, se puede decir pene. Pero si aprendes a decir -Quiero que me mates a pollazos- en vez de decir –me gustaría hacer el amor- te lo pasaras mucho mejor. Pruébalo y para que aprendas, cada vez que digas palabras "finas" te daré unos azotes.

Sin darme tiempo a contestar, me cogió de la cintura, me levantó, se sentó en el borde de la cama, me puso sobre sus rodillas levantó mi falda y como si yo fuera una niña de cinco años me propinó unos buenos azotes que sonaron como latigazos. Me dio mucha rabia que me tratara con tan poco respeto, pero me gusto cuando empezó a acariciar mis nalgas con ternura diciendo:

—Meri, Meri que bien nos lo vamos a pasar con tu glorioso culo. Es… maravilloso.

Yo como pude, me levante, baje mi falda e intentando recuperar algo de mi dignidad pregunte al Adonis tratando de poner algo de autoridad en mi voz.

—¿Y tú cómo te llamas?

—Apolo

—¡No jodas!

Dije, sin poder contener mi sorpresa, resulta que al que yo había estado llamando Adonis y… se llamaba Apolo. ¡Casi lo había degradado!

—Sí que jodo Meri. Pero no con juegos verbales si no con mi verga que tanto te agrada.

Así diciendo, con una mano movió la parte baja de su bikini a un lado y con la otra mano saco su instrumento. Hasta fláccido era de un tamaño impresionante. No pude evitar una sonrisa.

—A mi madre se le ocurrió hacer una gracia cuando nací y me puso Apolo. Ahora dice que ya sabía que iba a ser tan guapo que por eso me llamo Apolo. Meri, ayer dijiste que nunca habías tomado por culo ¿es verdad?

—Pues claro que es verdad, ¿piensas que soy una mentirosa?

—Meri, Meri. Nada más preguntaba. Baja la guardia, no seas tan defensiva, estamos juntos para pasárnoslo bien. Y me alegro haber preguntado porque así vamos a hacer las cosas como Dios manda.

Entró en su cuarto de baño y volvió con una botella de plástico blanco en su mano. Se sentó en la cama y me llamo:

—Ven aquí Meri.

—¿Qué vas a hacer, A… apolo?

—No seas desconfiada, te voy a poner un enema.

—¿Para que…?

—Pues para que va a ser. Anda no seas difícil Meri. Ayer yo hice todo lo que tú quisiste, sin dudar ni preguntar. Hoy te toca a ti. ¿Vale?

—Vale, Apolo.

¿Cómo podía yo ser tan débil? ¿Cómo podía estar en la habitación de Apolo después de los remordimientos que tenía hace apenas una hora? ¿Cómo podía estar rindiéndome como una esclava? ¿Cómo podía yo ser tan puta?

Me acerque a Apolo y el otra vez me puso sobre sus rodillas. Subió mi falda, bajo mis bragas y acaricio y beso mis nalgas.

—Meri, Meri desde que te vi en la piscina con aquel bikini, tu culazo me vuelve loco. Pero loco de verdad. Mira te voy a poner el enema. Así, después de que vayas al cuarto de baño, todo lo que hagamos estará muy limpio.

Noté como separaba mis nalgas y algo duro entraba en mi culo. Noté algo de presión y algo frío entrando en mis entrañas.

—Ya está. Pero quédate así un poco para que actué bien el enema.

Dijo Apolo y al mismo tiempo sobaba, estrujaba, acariciaba y palmoteaba mis nalgas.

—Ahora podemos ir al cuarto de baño.

—¿Qué quieres decir, podemos?

Dije indignada. Hasta ahí podían llegar las bromas.

—¿Crees que soy tan guarra que puedes venir al cuarto de baño a verme dar de cuerpo?

Pregunte con un tremendo tono de superioridad e indignación. Apolo no dijo nada. Simplemente me pegó cinco azotes muy fuertes que me hicieron chillar y llorar. Con voz muy dulce dijo;

—No quiero verte dar de cuerpo, quiero verte cagar. Me gusta tu cuerpo, me gustan tus carnes, me gusta tu culo, quiero verte hacer de todo. Pero si te sientes incomoda, en vez de poner voz de superioridad, con decir que prefieres estar sola, basta.

Calme mis sollozos, limpie mis lágrimas con el dorso de la mano y con mi mejor voz y el tono más dulce y sumiso dije.

—Apolo, prefiero estar sola, por favor.

—Como quieras Meri.

Tuve que salir corriendo al cuarto de baño porque el enema hacia efecto. Casi no me dio tiempo a llegar al wáter. De forma torrencial limpie mis intestinos. Sentada trataba de reflexionar. ¿Qué me estaba pasando? En cualquier momento podía llamar a seguridad del hotel (había un teléfono en el baño) y me "liberarían". Pero puesto que no llamaba, parecía que no quería ser liberada. La idea ser sodomizada, ¡de tomar por culo, coño! De que Apolo me metiera su vergón de gloria por el culo me tenía llena de morbo y curiosidad. Me daba miedo, me hacía temblar, notaba mi boca seca, la lengua se pegaba al paladar, pero con todos mis temores… Quería sentir esa barra de carne gloriosa dentro de mi como nunca había sentido una polla; En mi culo, en mi recto, rompiéndome en dos, dándome gusto y vicio… Tenía miedo, me iba a doler, en mi mente tomar por culo era de putas viciosas y barriobajeras, lo que iba a hacer o dejarme hacer en mi mente me degradaba, pero… la carne es débil.

Fui al bidet y me limpie, hasta quedar como los chorros del oro. Después de secarme, me puse las medias negras, calcé los zapatos de alto tacón, me mire en el espejo ¡Lastima no haberme maquillado! Me pellizque un poco los carrillos para sacar algo de color, me mordí un poquito los labios. Mirándome en el espejo con los taconazos haciéndome más alta y con las medias negras tenía un aspecto de profesional del amor… quiero decir de puta. Las carnes abundantes si, pero unas tetas y un culo… Me decidí, sería la cordera que se degüella en el altar, ofrecería mi culo en sacrificio. Abrí la puerta del baño, me dirigí a la chimenea, poniéndome de cara a la pared apoye mis manos en la repisa y doblándome un poco hacia delante, saque el culazo y dije:

—Apolo, toma mi culo, toma mi cuerpo, haz conmigo lo que quieras, rómpeme el culo, rómpeme en dos, traspásame con tu lanza, hazme sangre, haz lo que quieras con mi cuerpo, pero… dame placer, mátame de gusto, ¡hazme tuya mamón!

—¡Meri! Como me gusta verte así, con tacones, media negras y el culo al aire. Gracias, pero ya se nota que no has tomado por culo nunca. Hay que prepararlo, sino te va a doler y no lo disfrutaras. Ven aquí zorra tetuda, ven aquí y chúpamela.

Como una profesional, contoneándome, moviendo tetas, caderas y nalgas, lentamente, me acerque a Apolo me arrodille y, glotonamente, metí su verga en mi boca.

—Meri, si no te importa ponte en cuclillas con las piernas abiertas. Me encantas en esa postura, así mientras me la chupas te veo la boca, las tetorras y el coño abierto, en toda su gloria, así, gracias.

Sin darme cuenta me estaba ahogando. La picha de Apolo estaba creciendo y una vez puesta en todo su esplendor no me cabía en la boca. Con pena saqué aquella barra de placer de mi boca.

—Lo siento Apolo, pero de verdad que no me cabe.

—Ya lo sé Meri, ya lo sé. Anda échate en la cama y hazte una paja.

—¿Quee… que… quieres decir?

—Qué coño voy a querer decir. Que te masturbes, que te pajees, que te casques la pipa.

—¡Apolo! Yo no hago eso, yo no me masturbo.

—Seguro que no. Y ayer ¿qué hacías? Que tonto soy, mientras yo hacía posturitas y andaba a gatas yo te vi frotándote el clítoris y metiéndote dedos en coño y, fíjate que tonto soy, yo pensé que te estabas masturbando. ¡Todas las mujeres decís lo mismo! Y yo me lo creo. También me creo que tú eres virgen, que los niños vienen de Paris y que Papa Noel trae los regalos. Anda, dóblate, apoya las manos en la cama y ábrete de piernas.

Yo un tanto humillada y avergonzada, hice como me dijo. Él se colocó tras de mi, puso ambas manos en mis senos y lentamente, con dulzura introdujo su polla gloriosa en mi hambriento coño. Poco a poco, lenta pero segura entraba su enorme verga hasta que noté que tocaba fondo y causaba algo de dolor chocando contra mi útero.

—Cuidado, Apolo, cuidado. Si la metes hasta el fondo me duele un poco.

—Tendré cuidado Meri, no la meteré del todo. Por eso es tan bueno el culo. ¡Ahí no hay fondo!

Apolo, mi dulce Apolo, me dio bien dado. ¡Qué encanto de muchacho! ¡Qué maravilla de verga! La metía, la sacaba, a veces lento, a veces rápido, a veces paraba para que yo pudiera sentir aquella joya distendiendo mi coño. Al mismo tiempo que metía y sacaba, el acariciaba mis pechos, suavemente retorcía mis pezones, besuqueaba mi nuca, estimulaba mi clítoris. ¡Ah el chico sabio y tan bien dotado!

—Si, Apolo si, dame, dame, me corro, dame mi amor, dame toda tu polla corazón.

Ignorando mis gritos de satisfacción y placer, él siguió follándome y follándome mientras una sucesión de orgasmos sacudían mi cuerpo.

—Vale, vale Apolo, de verdad, no puedo más, déjame un poquito mi cielo, déjame corazón, deja que me recobre.

El chico sabio saco su tranca imperial, abrió el cajón de su mesilla y saco un tubo de un lubricante, puso algo en sus dedos y los froto contra mi culo. Puso la boca del tubo en mi ano echando lubricante dentro. Yo notando el frío empecé a levantarme.

—Quieta, Meri, quieta.

Poniendo una mano en mi nuca me mantuvo doblada mientras un dedo de la otra mano violaba mi culo virginal. Con destreza lo metía y lo sacaba, giraba, retorcía dilataba.

—Ahí, Apolo, eso relaja mucho, eso está bien. Sigue, sigue.

Noté que ahora entraban dos dedos. Más y más lubricante, yo notaba como cosquillas en el culo. La sensación cambió a un poco de dolor. Apolo había metido los dos pulgares y no solo metía y sacaba, también estiraba y dilataba. El dolor desapareció y dejo lugar a una sensación de bienestar.

—Apolo, me estas enviciando, esto me gusta. Apolo me estas emputeciendo. Sigue cariño, sigue.

Apolo saco sus dedos, se tumbó en el suelo con su maravillosa polla enhiesta como asta de bandera, la embadurno con el lubricante y dijo:

—Ven aquí Meri, ven aquí gordita mía. Siéntate en mi picha, empálate tu sola, a tu aire, despacito.

Yo como gallina clueca, me puse en cuclillas y mientras con una mano apuntaba su amenazante arma a mi culo, lentamente doblaba mis rodillas y dejaba que el ariete monstruoso violara mi casto culo. Poco a poco, a veces casi no podía respirar, una increíble sensación de presión me invadía y ¡por fin! Mis nalgas tocaron el vientre de Apolo. ¡Había llegado!

—Quieta Meri, quieta. Descansa, relájate, acomoda mi polla, no tenemos prisa.

Yo seguí su consejo y conseguí tomar un par de hondas inhalaciones. Echando mis manos hacia atrás, las apoye en sus recios y sólidos muslos y las use como palancas. Poco a poco levantaba mi culo y sacaba su barra de placer, poco a poco bajaba y culo y me sentía plena, llena, rebosante.

—Apolo esto es bueno. Puedo notar como la punta de tu polla toca y mueve mi útero. No me duele, tenía miedo de que fuera muy doloroso.

—Levanta Meri viciosa, levantate.

Muy a disgusto me levante.

—Contra la mesa Meri, contra la mesa, apoya tus manos sobre la mesa, dóblate y saca el culo. Que visión de gloria Meri, que visión. Tu culazo grande, blanco, acogedor y tus muslazos, las media negras. Los tacones dejan tu culo justo a la altura idea. Me encantas Meri me encantas. Te voy a hincar mi picha, te voy a partir en dos. Sujétate bien que voy…

¡Madre del amor hermoso! Y como vino. Toda la paciencia que había tenido preparando mi culo se había acabado. Con su inmenso ariete abro mi puerta de atrás y de un solo empellón lo hundió hasta el mango. La mesa, yo, y hasta la habitación se movían con sus monstruosos empellones. Yo notaba como mi culo se derretía sabía que mañana iba a notarlo en carne viva, que no iba a poder andar, mucho menos sentarme, pero… que gustazo, era el placer más intenso que hubiera sentido jamás.

Apolo, perdido todo el control, chillaba como un poseso:

—Meri que culazo más bueno que tienes; Gracias por guardarlo para mí. Voy a follar tu culo hasta que me muera de gusto. Meri te voy a romper en dos, te voy a partir con mi tranca. Goza, so puta, goza de mi polla como yo gozo de tu culo.

Yo pensaba que me iba a morir allí mismo aquel apolo bello y muscular estaba rompiéndome el culo con su monstruosa verga. Según follaba mi culo a veces me daba azotes, a veces estrujaba mis pechos, besaba mi nuca, frotaba mi clítoris. Mis emociones parecían estar en una montaña rusa, subían y bajaban como locas. Un poquito de dolor aquí y allí, oleadas de placer, ondas de relajación, orgullo de que mi cuerpo ya maduro, un poco gordo, un poco fondón todavía pudiera dar tanto placer a mi bello y fuerte Apolo y… orgasmos, si orgasmos. No sé si los orgasmos venían de mi culo, de mi clítoris o de mi mente, pero venir venían como caballos desbocados. Por fin mi amante grito:

—Meri, Meri, culona me corro, me matas con tu culo, que buena estas, ¡Ahhhh!

—Si Apolo, mi amor dame tu leche cariño, llena mis entrañas con tu semilla, dale tota tu lechaza a esta guarra que te adora…

No sé si me lo imagine o no pero note algo cálido en mis entrañas. Apolo se derrumbó a mis pies exhausto y yo saciada, satisfecha, feliz me deje caer a su lado y acaricie su cabello mientras besaba su cara.

—Gracias Meri, gracias. No creo haber disfrutado tanto de un culo en mi vida, para ser tu primera vez lo has hecho muy bien.

—Gracias a ti Apolo. Me has abierto un mundo nuevo, me has hecho feliz. No recuerdo haber tenido tanto placer jamás. Lástima que me voy mañana. ¿Dónde vives Apolo?

—Mis padres viven en Ginebra pero yo estoy estudiando empresariales en Barcelona.

—¿Vienes por Madrid de vez en cuando?

—No mucho un par de veces al año.

—Dame un papel y un lápiz

Apolo se levantó y de la mesilla trajo un block con el membrete del hotel y un bolígrafo. Mientras escribía le dije.

—Aquí está mi número de teléfono. Si vienes a Madrid y quieres… compañía mi cuerpo y yo estamos a tu disposición. Y si tienes algún amigo que va a Madrid y le quieres hacer un favor… me encantaría que me llenarais los dos agujeros. Debe ser bueno tener una polla delante y otra detrás a la vez.

En eso me había convertido. La casta, recatada y formal Meri, no solo invitaba a Apolo a que me follara por todos los lados cuando viniera a Madrid, pero también me ofrecía de hetaira (puta entre nosotros) para cualquiera de sus amigos

Con un último beso en la boca y otro de admiración y agradecimiento en su enorme capullo nos despedimos. Yo tenía aun tres o cuatro horas para tratar de parecer normal cuando volviera Carlos. Ya en mi cuarto, por alguna extraña razón repetía, una y otra vez, como una mantra, una de las pocas frases que recordaba de mi año de griego cuando tenía dieciséis años "Gnothe Seauton" ¿qué quería decir?, ¿qué quería decir? ¡Ah! la memoria empezaba a funcionar, era una inscripción en el templo de Apolo en Delfos! En latín era "nosce te ipsum" = Conócete a ti mismo. Del templo de Apolo en Grecia, mi Apolo en los Pirineos me había hecho conocerme a mi misma. Podía haber tardado cuarenta años, pero ahora me conocía a mi misma. Soy una mujer bien, madura, respetable y respetada, casada (con un alto cargo en el ministerio, por cierto), universitaria, católica practicante, madre de dos hijos, y… ¡más puta que las gallinas! Gracias Apolo ¡gracias!

Agregar comentarios a [email protected], no busco sexo ni encuentros, no doy cam, besos.

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.