La estancia de Edu y su novia Bea se prolongaba. La recuperación era lenta, sobre todo para mi tío; ella seguía con sus lagunas de memoria, un brazo escayolado y poco más. Cómo se aliviaba de sus calenturas Edu, al tener ambos brazos impedidos, no lo sabía. Pero lo que estaba claro es que vaciaba con frecuencia sus contundentes pelotas porque durante mis visitas no volvió a insinuarme que la facilitase un pajote, y las veces que le ayudé a orinar la polla la tenía razonablemente desactivada, morcillona, pero sin llegar a la erección. "Habrá liado a alguna enfermera", pensé.
No tardé en saber que la "buena samaritana" era mi madre. Debí suponerlo. Últimamente me obligaba a quedarme en casa a ayudar a hacer los deberes escolares a mi hermana o bien insistía a mi padre que "el mejor sitio donde podía estar Álex era en el garaje, aprendiendo cómo llevar en un futuro la empresa". Pero una tarde en que se empeñó en ir de compras -ya quedó dicho que su mejor afición era dilapidar en caprichos el dinero de papá- y de paso hacerse un tatoo o colocarse un pircing, no recuerdo exactamente, me mandó a mí a hacer compañía al tío Edu.
Cuando llegué al hospital estaba montado un buen tiberio en la habitación. El biombo estaba retirado y Bea, llorando a moco tendido, abroncaba a Edu con un hilo de voz casi imperceptible. Al parecer, llevaba desde el día anterior afeando a grito pelado el comportamiento de su novio. Insultos y amenazas de todo tipo que no cesaron cuando yo entré en el cuarto.
-¿Pero qué pasa aquí? – inquirí.
-Pregúntaselo al cabrón de tu tío -me contestó la rubia de bote desgañitándose hasta lograr asustarme.
-No le hagas caso, Álex, que es una loca histérica -respondió Edu.
-Loca de placer sí estaba ayer la puta de tu madre -me espetó Bea.
No fui capaz de reaccionar. Se hizo un gran silencio. Al poco la muchacha continuó.
-Ayer los sorprendí mientras tu madre le estaba haciendo una mamada a este hijo de puta.
-Estabas medio dormida, cariño -le respondió Edu-. Son imaginaciones tuyas.
-También son imaginaciones mías cuando al ser descubierta tu cuñada escapó como una perra aún con tu lefada en la boca.
Aquello no tenía solución. Yo seguía callado, simulando sorpresa y enojo, aunque en el fondo estaba convencido de que lo que contaba la Barbie era bien cierto. Llamó puta a mi madre y eso era motivo más que suficiente para darle un par de ostias a la individua y quedar como un buen hijo. No lo hice porque sabía que la muchacha estaba en un error. Mamá no era una puta, ¡era una reputa!
-Esto vamos a arreglarlo civilizadamente, princesa -suavizó el tono Edu.
-Sí. Esto se va a arreglar cuando se lo cuente a tu hermano.
-¡Por Dios, Bea, no destroces una familia con lo que a lo mejor solo son imaginaciones tuyas! -supliqué.
-¿Imaginaciones? La muy zorra con toda la pija en la boca, lamiéndole glande y pelotas como si no hubiese un mañana, mientras este cabrón se cubría con la almohada para que yo no escuchase los gritos de placer… ¿Eso son imaginaciones mías?
-¿Y cómo podemos arreglar esto, amorcito? -sonrió conciliador mi tío.
Bea se tranquilizó por un momento. Se limpió la cara, se atusó su larga melena rubia y al poco dijo:
-"Ojo por ojo y diente por diente". Si a ti un miembro de tu familia te arregló el cuerpo, a mí otro miembro de tu familia me arreglará el mío.
-¿Cómo? -preguntamos casi al unísono ambos hombres.
-Álex, me vas a hacer un cunnilingus hasta que me corra en tu boca.
-¿Qué? -grité.
-¿Acaso no sabes lo que es un cunnilingus? -preguntó Edu.
-¡Cómo no voy a saber lo que es un cunnilingus! -respondí airado.
-Yo te guiaré en todo, querido sobrino, porque me da la impresión que aún eres virgen. El caso es que hagas gozar a esta zorra hasta que se quite de la cabeza irle con ese cuento disparatado a tu padre.
Bea se espatarró sobre la cama. Sumamente blanca y delgada me pareció una anoréxica. Una viciosa anoréxica. Tenía un chocho rasurado increíblemente carnoso y las tetas infladas por la silicona que se había inyectado; por un momento me pareció la muñeca hinchable que estuve a punto de comprar por internet. No tardé en ponerme palote. Me arrodillé al pie de la cama. Bajé al pilón al tiempo que me sacaba la pija para tocarme mientras le daba placer a la muy guarra.
-Sepárale los labios con los dedos, lame el coño de arriba a abajo, lentamente, pero céntrate sobre todo en el clítoris; allí reside la fuente del placer en las mujeres. En esa pijita radican más de ocho mil terminaciones nerviosas… Con la puntita de la lengua, suavemente, Álex.
Las indicaciones de mi tío desde la otra cama me estaban poniendo nervioso. Pero pronto comprobé que Edu tenía razón. La muy zorra presionaba mi cabeza cuando con mi lengua tocaba aquel punto mágico; quería sentirlo más intensamente para correrse una, dos, hasta tres veces, en poco tiempo. Estaba empapada en sus fluidos. ¡Más, más, más!, gritaba sin pudor. (Mira que si entra un médico o enfermera en este momento).
-¡Fóllame, hijo de la gran puta! Muéstrame ese rabo, que quiero sentirlo bien adentro.
No lo pensé dos veces. Me alcé del suelo, me bajé los pantalones y el calzoncillo y le metí la polla enhiesta a punto de estallar hasta el fondo. Cuando me di cuenta que no había puesto condón ya estaba yo descontrolado y en un punto de placer sin retorno.
-¡Bravo, sobrinito! -me jaleaba Edu-.Ya verás cómo ese coño hambriento te abraza el cipote ahí dentro. Las delgadas tienen una musculatura vaginal poderosa. Chíngatela como solo lo sabemos hacer los hombres de esta familia.
Sigo bombeando mientras castigo con apretujones las tetas siliconadas, como quien amasa pan. Es la primera vez que follo a una mujer. Ella, pese al brazo escayolado, se revuelve como una serpiente, me atenaza las nalgas con sus piernas de alambre, orgasmea una vez más… Siento que voy a correrme, saco la polla y se la llevo a la cara. Abundante leche espesa y caliente le inunda el cabello rubio y el rostro. Ella lame con deleite el semen de las comisuras de la boca y se lo traga.
Al otro lado, mi tío Edu, que no ha dejado de retransmitir el encuentro, se ha venido encima con la visión sin necesidad de tocarse. Tendré que ir en su auxilio para limpiarle del pijama toda la corrida antes de que la enfermera se dé cuenta. La deuda de familia -creo- está saldada.